El “Diccionario de cantantes líricos españoles” de Joaquín Martín de Sagarmínaga, publicado por Acento editorial en 1997, contempla una importante nómina de aragoneses: Mariano Ayneto, Antonio Aramburo, Elvira de Hidalgo, Andrés Marín, Miguel Fleta, Pilarín Andrés, Bernabé Martí o Pilar Lorengar, entre otros. Entre ellos también figura por derecho propio Juan Francisco García Martín, el tenor ligero nacido en Sarrión (Teruel) en 1896 y fallecido en Buenos Aires en 1969 tras una carrera dilatada en la ópera, en la zarzuela, en la jota e incluso en el cine, en colaboración con Edgar Neville, nada menos. El Ayuntamiento de Sarrión, con la colaboración de la Caja Rural y el Gobierno de Aragón, ha publicado un cedé que recupera una buena parte de las canciones, fragmentos de ópera o jotas de su paisano más ilustre: “El tenor Juan García. Temas de una vida”: 23 piezas, la mayoría de ellas grabadas en discos de piedra. El cedé contiene un libreto elaborado por el profesor y escritor Juan Villalba y la profesora Rosa Rubio. Villalba ha rastreado en periódicos y revistas una biografía esquinada, llena de datos falsos. El propio Juan García mintió en alguna ocasión a propósito de su nacimiento, dijo que había nacido en 1900, lo cual lleva a errar al Martín de Sagarmínaga en su entrada. Nació en julio de 1896, y fue hijo de Pío y Saturnina. Él era ciego, tocaba espléndidamente el órgano y dirigía la rondalla de Sarrión. “Es mi padre. El pobre viejo es ciego de nacimiento, a quien de chico y de mozo guié por el mundo. (...) Esa desgracia terrible, su desgracia, es la causa de mi gloria. Aprendí a cantar acompañado de la guitarra por él, que me escuchaba embelesado, y que sin duda me suponía como no soy. Su única ventura. En sus sueños me veía conforme deseaba”, contó García. Al parecer, su madre también había alimentado su pasión por la música y su buen gusto en el cante; en particular, lo acercó a la jota.
La infancia de Juan García transcurrió en Sarrión, Abejuela y Valbona, donde ejercía de cura su tío Elías García. Este fue de los primeros en percatarse de sus facultades canoras y lo mandó internó a Salesianos en Barcelona, donde aprendió las materias habituales de la enseñanza, y además solfeo, guitarra y piano. Más tarde, trabajó como tipógrafo y como empleado de Fomento, y hacía sus primeros pinitos en los coros de zarzuela que actuaban en el Tívoli. Su fama, en círculos reducidos y especialmente en Sarrión y alrededores, crecía a pasos agigantados. Era un magnífico cantante de jota: “El mañico”, allá por donde iba. Vino a Teruel con el afán de ganar una beca de la Diputación turolense, se la denegaron, pero contó con dos mecenas que lo enviaron a estudiar a Milán: Francisco Piquer y su propio tío Elías. Hubo de ganarse el derecho a una oportunidad –tenía como profesor a Arnaldo Galliera- con el sudor de su frente: se empleó de vendedor de tejidos y de pintor de brocha gorda. Cuenta Juan Villalba que un día, mientras encalaba una pared, la soprano Toti del Monte lo oyó cantar. Comentó acerca de su voz: “Algo corta en los agudos, pero hermosa”, anota Juan Villalba, consciente de que esta anécdota bien podría ser un apéndice del mito. El estudioso define así el timbre de García: “Su voz, superligera y algo relamida, suena limpia y atractiva”.
A partir de ese descubrimiento, Juan García fue llamado para actuar por teatros de provincias en “El barbero de Sevilla” e hizo, algunos meses más tarde, en 1924, su debut en el Teatro Comunale de San Remo en el papel del Duque de Mantua de “Rigoletto”. Ahí empezaba la espiral del éxito, que duró algo más de cinco años. Hasta principios de 1930. Villalba rescata un divertido y atinado texto de Felipe Sassone: “Juan García pasaba una mala racha e iba con un muestrario de corbatas, calcetines y chalecos de punto a buscar unas liras como viajante comisionista para pagar su pensión en la casa de un cura”, recuerda.
En la primavera de 1925, Juan García debutó en el Tívoli de Barcelona como protagonista de “Manon Lescaut” de Massenet. Aquel concierto, con la soprano francesa Genoveva Vix, tuvo dos invitados de lujo: Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia. Un crítico subrayó: “Trátase de un tenor que por las notabilísimas facultades que demostró, está llamado a ocupar un puesto preeminente en su arte. Su voz es de timbre agradabilísimo, muy flexible y educada para lograr una exquisita matización”.
Luego, García se marchó de gira por Egipto con la compañía de Pietro Mascagni. En diciembre de 1927 se presentó en el Teatro de la Zarzuela con “El barbero de Sevilla”, junto a la célebre y hermosa mezzosoprano Conchita Supervía. Se dice que Juan García dedicó un pequeño homenaje a la cantante que murió en Londres en 1936 tras haber grabado más de 200 discos: “Es España mi nación; // Aragón, la patria mía; // Cantar aquí, mi ilusión; // Mi musa, la Supervía”. Ambos cantantes fueron recibidos en el Palacio Real y recibieron varios obsequios de oro y de brillantes. La carrera de Juan García tuvo otros detalles emotivos: actuó en el Teatro Marín en Teruel en mayo de 1929 en dos conciertos benéficos, en el Teatro Principal de Zaragoza, en Sevilla, el Pueblo Español de Barcelona (posiblemente ante 16.000 personas, nada menos). Finalmente, abandonó la ópera y orientó su camino hacia la zarzuela, la jota, la composición poética de canciones (escribió “Morucha”, un éxito al que le puso música su colaborador, el pianista Juan Quintero), formó su propia orquesta y en marzo de 1936 emigró a Buenos Aires, donde se casó con la francesa Lucía Ruhliez. Ya nunca más regresaría a España, pero tenía claro que en Sarrión esperaban que volviese para quedarse.
*Quizá no tenga demasiado que ver, pero el profesor, curioso universal, esteta de la mujer y director de la colección Menoscuarto de Palencia, Fernando Valls, acaba de colocar un extenso post dedicado a Raquel Meller, la mujer que alcanzó la fama como intérprete de cuplé en piezas como "La violetera" o "El relicario". Fernando en su blog nalocos.blogspot.comcoloca un montón de fotografías y pinturas, a cual más sugerente, de aquella Francisca Marqués que saludó la llegada del fascismo descorchando una botella de champán, junto a César González-Ruano.
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