SOBRE "OPERA CLUB"

ÓPERA CLUB es un emprendimiento que nace el 17 de noviembre de 1990 a partir de un programa emitido por Radio Cultura. Este programa tuvo características muy especiales que lo transformaron, casi de inmediato, en el de mayor audiencia en su género.

Por primera vez se trataba el tema operístico con un absoluto desapego a las formas tradicionales de acartonamiento y solemnidad. Quedó en claro desde un principio que se trataba de un programa de ópera y no de cantantes –de estos últimos se ocupaba la mayoría-. Procedimos a lo que nuestro locutor de entonces (Mario Keegan) dio en llamar “derribando mitos” -desmitificar leyendas, anécdotas o lisas y llanas mentiras que con los años se convirtieron en falsas verdades-. Seguimos muy de cerca toda la actividad musical de Buenos Aires y La Plata poniendo muy especial énfasis en la promoción de los intérpretes jóvenes que estaban haciendo sus primeras armas –en la mayoría de los casos a puro pulmón- aunque sin descuidar las grandes figuras nacionales e internacionales que nos visitaban. Por último, el formato horario de cuatro horas nos permitió tratar amplia y distendidamente diferentes temas en un sólo programa desarrollado a través una conversación sin planificación previa entre dos a cinco co-conductores.

Todo esto nos puso en el primer lugar durante poco más de diez años. Diversos problemas –fundamentalmente económicos y de necesidades de programación de la radio- nos fueron acortando la duración y concluímos transmitiendo una hora a la medianoche del sábado. De esta manera fuimos perdiendo, junto con audiencia, nuestras características distintivas.

A partir de septiembre de 2012 nos mudamos a Radio Amadeus Cultura Musical recuperando nuestro formato original e intentando, de a poco y con mucho esfuerzo de todo tipo, retomar nuestro puesto de liderazgo –tarea nada fácil, por otra parte-.

Comencé diciendo que ÓPERA CLUB es un emprendimiento que nace a partir de un programa de radio. Esto es porque no es sólo un programa de radio –o, mejor dicho, el programa es casi como un pretexto-, sino un modo de unir a los oyentes tras un objetivo superior en común. El verdadero protagonista del programa no son ni los cantantes ni la música, son los oyentes –sus destinatarios y razón de ser-. Es por eso que los llamados telefónicos o mails son fundamentales para la concreción de lo que sale al aire. La audición es una excusa para que nos comuniquemos, nos conozcamos y podamos realizar y armar el programa y las actividades en forma conjunta.

Siempre me ha preocupado la incomunicación y soledad que aquejan a nuestra sociedad de manera cada vez mayor desde la segunda postguerra. Esta idea de nuclearnos bajo un interés u objetivo común es, para mí, un medio para paliar este terrible mal. Para esto, además del programa –y en lo personal más importante- son las diversas actividades que hemos venido realizando –con menor o mayor frecuencia- durante los últimos veintitrés años: encuentros, charlas, recitales, conferencia-debates, intercambio de material y, fundamentalmente, exhibición de videos (hoy DVDs) de diversas funciones operísticas –recuerdo con especial cariño el ciclo multitudinario que realizamos en el Centro Cultural General San Martín colmando ampliamente la capacidad plena de la Sala AB-. También estas actividades se vieron notablemente disminuídas con la anteriormente citada decadencia del programa –al que están intrínsecamente unidas-.

En esta nueva etapa muchas son las esperanzas y muchos los proyectos. La idea de congregarnos bajo nuestro amor a la ópera es, vuelvo a repetirlo, sólo un pretexto para encontrarnos virtual o realmente, tanto en nuestra relación comunicador-oyente como en forma personal. Este sitio, el Facebook y, en un futuro muy próximo, el Twitter serán nuestras herramientas virtuales a utilizarse en forma dinámica. Queremos crear un foro de debate y discusión a través del que no sólo hablemos de lo que nos gusta sino que intercambiemos ideas sobre políticas culturales. Necesitamos ampliar horizontes y promover los valores estéticos y culturales en los que se basan las obras de arte. De esta manera, a través de estos valores y del intercambio de ideas, iremos creciendo como personas y ayudando a crecer a nuestro entorno. Recordemos que los grandes cambios se producen, en general, a partir de los pequeños cambios individuales.

En cuanto al programa en sí mismo, posee una dinámica que va haciéndose cada vez más participativa –ya hemos desarrollado algunos temas propuestos por ustedes y esperamos una participación cada vez mayor-, poseemos también una enorme discoteca –probablemente la más grande de nuestro medio- con una cantidad de grabaciones que está muy holgadamente en la cantidad de cinco cifras y que abarca desde los primeros cilindros hasta las últimas funciones efectuadas en el mundo –a veces el mismo día de la emisión-, presentamos a las grandes figuras que nos visitan y hacemos una fuerte promoción de lo que están preparando los distintos grupos que han aparecido fuera del marco de los teatros oficiales y que es en donde realmente se encuentra el futuro.

La ópera es el centro pero no nos cerramos en ella. Abarcamos también los demás géneros vocales (opereta, zarzuela, oratorio, canción de cámara, sinfónico-vocal) y estamos, aún tímidamente y en muy pequeñas dosis, abriéndonos a todo el espectro de la música clásica (o académica –término que no me gusta pero al que adhiere muchísima gente-) En cuanto al período de lo que difundimos, es amplísimo y sin reservas ya que vamos desde la música medieval hasta las últimas manifestaciones de vanguardia.

En síntesis, estamos buscando crecer a partir del debate y la interacción. Considero que la relación estática con un oyente pasivo ya no es aceptable y pertenece a un tiempo que ya fue –no estoy valorizando, sólo presentando un hecho-. El piso de este proyecto es el que estamos transitando. El techo quisiera creer que no tiene límites (una sede propia, una emisora....).

Entre todos podemos lograrlo. Esto intenta ser un verdadero Club y les pido que se unan. Les garantizo que el crecimiento y el gozo serán ampliamente satisfactorios.


Dr. Roberto Luis Blanco Villalba


UNA CREACION DE ROBERTO BLANCO VILLALBA

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domingo, 30 de junio de 2013

¡GRACIAS POR EL FUEGO, MATSUEV!

Mozarteum Argentino: Actuación de la Royal Concergtebow Amsterdam (Holanda), Director: Mariss Jansons. Solista: Denis Matsuev (Piano). Programa: Rachmaninoff: Rapsodia Sobre un tema de Paganini  Op. 43. Mahler: Sinfonía N° 1 en Re Mayor “El Titán”. Teatro Colón (29/06/13).


La mejor forma para introducirlos a Uds. en este comentario es la del título. Sin dudas el héroe de la noche en el Colón se llamó Denis Matsuev, un concertista fuera de serie que conoce la obra que aborda hasta en los más mínimos detalles y saca hasta el más ínfimo detalle de las profundidades de la misma. La  versión ofrecida de la Rapsodia sobre un tema de Paganini de Rachmaninoff, se inscribe en Mí como la más perfecta que quién les escribe haya escuchado en vivo jamás y con esto creo decirles todo. Cada frase tuvo sentido. Cada gesto, cada enfoque tuvo color, profundidad, sentimiento y en esto también vaya mi reconocimiento a Mariss Jansons como acompañante y a la Royal Concertgebow como el vehículo transportador, por saber tejer con Matsuev una complicidad maravillosa que va más allá de una simple colaboración. Hemos escuchado orquestas rusas en esto, con  solistas de valía. Sin embargo, sea por tradición, historia o calidad, la Royal Concertgebow fue desde la batuta del director Letón la acompañante ideal y Matsuev el solista perfecto. Al calor que brindo su versión, le adosó una maravillosa interpretación de Octubre de “La Estaciones” de Tchaikovsky y una improvisación al mejor estilo de la venezolana Gabriela Montero, donde partiendo de “Tiernamente”, aquella canción inmortalizada por Frank Sinatra, atravesó los temas más populares de Rapsodia en Blue de Gershwin y acordes conductores mediante, nos dimos cuenta que nuevamente estaba improvisando sobre el Rachmaninoff que recién acababa de tocar, con un sonido robusto y toque perfecto que superó en mucho a aquellos jeroglíficos que Arcadi Volodos realizara en la misma sala (y tal vez el mismo piano) el año pasado, superándolo (Matsuev) en calidad apabullantemente. Creo que estamos en presencia de un enorme intérprete del que muy pronto diremos de El lo de siempre, “Yo lo vi tocar muy joven acá con la Concertgebow  una noche de Sábado, Rachmaninoff, mi Dios lo que fue…..”.
  La Sala volvió a lucir como en los días más grandes y felices, con músicos de Ntras. Orquestas de pie en los pasillos, ávidos de escuchar el plato fuerte. Una de las especialidades de la Casa, Mahler, “El Titán”. Sin embargo, me sentí decepcionado. No por la calidad de la agrupación, que está fuera de toda discusión, sino por el enfoque del Director. Hace muchos años , en mi anterior etapa de Radio, en la página web que tenía la Opera del Buen Ayre, donde hacíamos prácticamente lo mismo que en este blog, al opinar sobre una Primera de Mahler en el Coliseo por Jonathan Nott y la Sinfónica de Bamberg, titulé a mi comentario “Cuando con ser prolijo no Alcanza”. Y a esta versión la titularía de igual manera.  Mucha elegancia, pulcra gestualidad, precisión en los ataques, desbordes contenidos. ¡¿Y dónde está Mahler?!, tal vez se haya quedado en Kalischt, donde nació, porque por el Colón pasó desapercibido. No puedo entender como un conductor como Jansons, con su reconocida trayectoria pueda confundir la sección central del segundo movimiento, que es un vals campesino de la región bohemia con un vals vienés, me niego a creerlo. ¿Cómo se puede “ralentar” la gloriosa coda final que cierra la sinfonía, donde las trompetas llevan el tema de gloria, hasta llevarlo a algo tan rutinario y anodino?. De la misma manera puedo decir del tercer movimiento que resulto terriblemente pesado para sobrellevarlo como oyente y esto, en una Primera de Mahler, es gravísimo. No pasó ¡ABSOLUTAMENTE NADA!.

  Pese a los reclamos del público, Jansons no  hizo bises, afortunadamente. Basta para mí.


DONATO DECINA

GRACIAS A CALDERON, LA SINFONICA AUN LATE

Concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional, Director: Pedro Ignacio Calderón. Programa: Carlos Guastavino: “Tres Romances Argentinos”. Dimitri  Shostakovich: Sinfonía N° 11 “El año de 1905”. Auditorio de Belgrano  (28/06/13).

  Si la Sinfónica Nacional hoy por hoy está viva, es porque aun estando en una etapa de su vida en la que no debería asumir riesgos, su Director Titular, Pedro Ignacio Calderón todavía los asume y el máximo organismo sinfónico del país le responde con altísimas prestaciones como la alcanzada en la sesión de anoche. Es inconcebible la falta de difusión, la carencia de programas de mano (a esta altura de la temporada es un hecho que no los habrá),en donde los neófitos no tendrán la menor idea de lo que van a escuchar (y si no se fijan en el modesto afiche de la entrada, ni siquiera sabrán los títulos de las obras), la programación con fechas muy discontinuas para la realización de los conciertos y sumémosle los problemas de arrastre de cincuenta años a esta parte (falta de sala de ensayos adecuada, carencia de una sede propia, recién ahora se titularizarán algunos cargos por concurso). Lo manifesté muchas veces, la Sinfónica en los últimos treinta años (que son los que este cronista que les escribe la ha seguido ininterrumpidamente), ha pasado por muchísimas vicisitudes. Estas se acercan a momentos de extrema gravedad. Esperemos que las autoridades de Música y Danza de la Nación, de las que depende el organismo,  tomen debida nota, reasignen todo lo que se deba en materia presupuestaria y  no se pasen los papelones que venimos señalando. Más allá de la presencia el mismo día de la Royal Concergtebow de Amsterdam en el Colón y de la escasa difusión dada, el Auditorio estaba cubierto en las tres cuartas partes de sus ubicaciones. Por lo menos podemos mirar la parte llena del vaso. Eso sí, los medios, bien gracias. Este cronista es el único que estaba cubriendo el concierto. Vean entonces lo que pasó y comienzo a contarlo.

  El Concierto se inició con una buena interpretación de la versión orquestal de los “Tres Romances Argentinos”. Obra a la que la forma orquestal le queda demasiado grande, que termina siendo simpática y no pasa de ser folletinesca, producto de la influencia que ejercían en el compositor los nacionalistas argentinos de principios de siglo ya superados en ese entonces por los vanguardistas nacionales. Obras de esas que finalmente terminaron sirviendo, entre otras cosas,  para amenizar algunos documentales sobre nuestro país por la pintura que ofrecían sus temáticas (Se acuerdan por caso, los de la legendaria Dirección Nacional de Turismo en la década del 60, pasados en los cines y repetidos hasta el cansancio las tardes de Domingo en el viejo Canal 7 Blanco y Negro?).  Pues bien, no resiste el paso del tiempo  y ya suena a muy vieja. El comienzo fue impreciso, llamó la atención la debilidad de sonido en el ataque. Faltó ajuste?.  Porque ya a esta altura, con las tres o cuatro veces que se ofreció dentro de la programación de la Orquesta en las dos últimas temporadas, no se puede decir que faltaron ensayos. Sín embargo con el correr de ese número inicial, Las Niñas (las Hermanas mellizas Cavallini, destinatarias de la obra estuvieron llamativamente ausentes, estarían con el Concertgebow?), se fue ajustando al grupo y en las otras dos, Muchacho Jujeño y Bailecito en Cuyo, se llegó a una versión más refinada con lucimiento de las cuerdas y maderas.

  Sin intervalo, dada la brevedad de la obra, la Orquesta arremetió con una partitura, que no es la mejor de la producción del gran músico ruso. Que podrá apreciarse como una de las muestras más acabadas de la llamada “Música Patriótica”, en los tiempos del sistema Soviético y cuyo mayor mérito reside en la densa orquestación y que por los materiales elegidos que Shostakovich cita en su trabajo, dan conformidad a una partitura que se empleó para amenizar al mítico y célebre film “El Acorazado Potemkin” de Serguei Einseinstein, y es allí donde para muchos les resultará conocida (por supuesto, no olvidemos y vaya el homenaje a la escena del cochecito cayendo por las escalinatas del Palacio de los Zares, citada por tantos otros en diferentes películas) . “El Año de  1905” es una pieza narrativa de ese intento de toma de palacio, que adelantó lo que finalmente se produciría en 1917. En su transcurso, se oirán citas de otros compositores rusos, giros brucknerianos (Shostakovich, tuvo a Bruckner como uno de sus referentes),  citas autobiográficas (La técnica y el discursísmo de la Sinfonía N° 10 está latente allí)  y motivos populares (La marcha “La Varsoviana” en el último movimiento es un ejemplo).  Se la interpretó como marca la partitura sin solución de continuidad. En el comienzo “La Plaza del Palacio de Invierno”, la introducción en Pianíssimo tan admirablemente llevada por las cuerdas, se vio alterada por un solista de trompeta absolutamente destemplado, del que ya habíamos señalado su irregular desempeño en ocasión del pasado Requiem Verdiano y que pareciera no darse cuenta de esas situaciones que mal predisponen al auditorio y a sus compañeros mismos. Fue exasperante la destemplanza con la que sonaba y las pifias que produjo. Ya entrado el Segundo movimiento “El Nueve de Enero”, esa tensión que se produce cuando avanza  el pueblo sobre el Palacio quedó puesta de manifiesto. Con Tempi muy justo, Calderón ofreció una rica paleta de color y sonido y en el cambio de rítmo  en lo que sería la gráfica de la represión Zarista, contó con la inestimable y descollante actuación de los percusionistas Marcos Serrano (Timbales) y Guillermo Díaz Bruno (Tambor y Redoblante), quienes se erigieron en columna vertebral sosteniendo el pulso en la endiablada escritura.  El tercer movimiento mostró  a la Orquesta en el punto justo.  La desolación descripta en este pasaje (Memoria Eterna), fue abordada por cuerdas y vientos con total intensidad y ya en el final (Campana de Alarma), la  agrupación lució sólida y plena con una apoteosis final que mantuvo en vilo a los oyentes y los  hizo estallar en una larga y merecida ovación. Calderón ofreció una muestra más de su solidez interpretativa, haciendo, obviamente,  el repertorio con el que más se identifica. Cuenta con una Orquesta que en veinte temporadas de trabajo conjunto, ha establecido una alianza con El. Es hora de ajustar las cosas que correspondan y darles a El y a la Orquesta el lugar que se merecen. El Público, no tengan dudas, responderá y  todos estaremos agradecidos.
                                                                                    DONATO DECINA 

viernes, 28 de junio de 2013

Una Segunda Opiniòn

UN MUY CORRECTO ESTRENO MOZARTIANO

"Il sogno di Scipione" K. 126. Azione teatrale en un acto de Wolfgang Amadeus Mozart sobre un libro de Pietro Metastasio.
Constancia: Selene Lara - Emilio: Alejo Ruiz - Fortuna: Patricia Villanova - Licenza: Flavia Memmo - Publio: Pablo Urban - Scipione: Gabriel García - Coro y Orquesta Lírica Lado B. Director: Camilo Santostefano. Director de escena: Germán Ivancic. Diseño y realización visual: Cecilia Magno. Diseño de Iluminación: Cristian Domini.
Lírica Lado B. Teatro Hasta Trilce, 22 de junio de 2013





            “Somnium Scipiones”, sexta parte de la hoy incompleta “De re publica” de Cicerón es un fascinante ensayo acerca de la política, la historia y la ética del funcionario público. Se basa en “El mito (la narración) de Er” que concluye “La República” de Platón y que durante varios siglos marcó la idea de una visión cosmogónica, política y religiosa. Es en él donde, en Occidente, aparece la idea del premio y el castigo a una conducta durante la vida.
            Lo que en Platón es una visión casi escatológica (en realidad Er no muere) en Cicerón es simplemente onírica, aunque en ambas se trata de la ascención del alma hacia otra dimensión en la que tiene comunicación con los espíritus de los muertos, que le hacen ver la necesidad de una vida estoica y de fuertes convicciones éticas; además de plantear una concepción del universo que será tomada durante mucho tiempo como una verdad irrefutable. El mismo Dante basa en esta concepción la distribución de los círculos en su “Divina Commedia”.
            Como podrá suponerse, es prácticamente imposible armar una pieza teatral a partir de este tema. Sin embargo el prolífico Pietro Metastasio logró dar forma a un inconsistente y estático libreto que serviría para la glorificación de algún soberano o figura pública. Fue escrito en 1735 y se estrenó ese mismo año, con música de Luca Antonio Predieri, en ocasión del cumpleaños del emperador Carlos VI. A partir de allí, varios fueron los músicos que utilizaron este texto para cumplir con alguna ocasión festiva.
            Mozart compuso “Il sogno di Scipione” en 1771 (a los quince años) para homenajear a su protector , el príncipe-arzobispo de Salzburgo Segismund von Schrattenbach. Su muerte hizo que esta “azione teatrale” se presentara (en realidad sólo tres números) durante las fiestas (en 1772) de la asunción al trono episcopal de Hyeronimus Collodrero, quien sería luego su archienemigo. En realidad esta calificación tenía que ver más con la paranoia e hipocondría de Mozart (hipocondría que lo llevaría a su prematura muerte al envenenarse con grandes cantidades de remedios que contenían antimonio) que con la actitud burocrátrica de Collodrero.
  
          Este “Sogno” (su K. 126) es, a mi juicio, su mejor obra lírica hasta “Il re pastore” (tres años posterior). Se ubica entre “Ascanio in Alba” y “Lucio Silla” y es una excusa para presentar diez espléndidas y arduas arias sin ninguna relación dramática entre ellas, salvo la muy endeble que le otorgan los recitativos. Prácticamente todas estas arias deben figurar entre lo mejor del primer Mozart y alguna, incluso, de toda su producción.
            No es una obra fácil de hacer. Necesita seis cantantes de primer nivel y una orquesta si no virtuosa, al menos, muy segura. Además, si se la escenifica, debe contar con un director de escena sumamente imaginativo.
            Lírica Lado B se enfrentó con el mayor desafío de su corta pero importante trayectoria y salió airosa de la prueba. El resultado resultó entre bueno y digno. Tengo que confesar que esperaba más pero que la realidad indica que más, en las condiciones económicas en las que se desenvuelve el grupo, es muy difícil de conseguir.
            Camilo Santostefano, como siempre, dirigió con buen conocimiento de estilo, imaginación y cuidado de los detalles y la orquesta le respondió de manera, en general, correcta aunque con algunas imprecisiones en la afinación de las cuerdas. El coro sencillamente estupendo.
            En cuanto al plano vocal, las mujeres resultaron muy superiores a los hombres. Excelentes Selene Lara y Patricia Villanova, que se mostraron segurísimas al sortear las enormes dificultades de sus partes. Bellas voces manejadas con gran habilidad y una musicalidad sin fisuras caracterizaron a ambas. Algo por debajo pero solvente la Licenza de Flavia Memmo (de una impactante postura física).
            Ante la calidad del trabajo de las sopranos, los tres tenores resultaron algo desvaídos. En general buenos pero discretos Alejo Ruiz y Pablo Urban y decepcionante el protagonista de Gabriel García. Más allá de un excelente agudo de cabeza, su voz sonó poco timbrada (vale esto también para los otros dos) y su canto bastante elemental, con una afinación errática y una evidente inseguridad rítmica.
            Las puestas en escena renovadoras e imaginativas suelen ser una de las marcas distintivas de la compañía. En este caso debutaba Germán Ivancic. Partiendo de una muy original idea logró dar algo de vida a una obra que no la tiene. La concepción del cielo como una especie de geriático-depósito de almas viejas pudo haber sido utilizada de diversas maneras, incluso como un marco casi pesadillesco, pero se limitó a repetir algunas fórmulas sin lograr crear climas salvo en el muy fuerte final del sueño, espléndidamente logrado.
            Muy sugestiva la iluminación de Cristian Domini y excelentes la escenografía y el vestuario de Cecilia Magno.
            Un párrafo aparte merece el actor Hernán Crida (un doppelgänger de Scipione) de una plasticidad y una resistencia rayanas casi en lo perfecto.
            Una vez más agradecido a Lírica Lado B por la fuerte entrada de aire fresco en el repertorio operístico de Buenos Aires, aunque debe cuidar el encuentro con obras tan exigentes.

                                      Roberto Luis Blanco Villalba

jueves, 27 de junio de 2013

LUCIERON LAS CUERDAS DE LUCERNA

“Nuova Harmonía”: Actuación de la Festival Strings Lucerne, Concertino y Solista: Daniel Dodds. Programa: Josef Suk: Meditación Sobre el Coral de San Wenceslao. Ottorino Respighi: Danzas y Arias Antiguas (Suite N° 3), Martin Wettstein: El Sueño de Verdi, Piotr Illich Tchaikovsky: Meditación de Recuerdos de un Lugar Querido Op. 43, Valse Scherzo Op. 34, Serenata en Do Mayor Op.48. Teatro Coliseo (26/06/13).

   Las Cuerdas del Festival de Lucerna llegaron a Buenos Aires gracias a los oficios de la Fundación Cultural Coliseum para su abono, “Nuova Harmonía”. El conjunto Suizo, fundado en 1956 e integrado por instrumentistas que participan también de la Orquesta del Festival homónimo, hoy bajo la Dirección del genial Claudio Abbado (a propósito, felices 80 Maestro!), presentó un programa basado en el Post Romanticismo más el agregado de una página de Martín Wettstein, encargada por la agrupación, que puede ser tomada como homenaje a Verdi en su Bicentenario . Quien guía hoy al conjunto desde su condición de Concertino es Daniel Hao Ming Dodds, Violinista Australiano de padre de la misma nacionalidad y madre china, según reza su currículum, con estudios becados en Suiza bajo la tutela de Rudolf Baumgartner, fundador del conjunto, ejerciendo también el rol de Director Artístico del mismo.

  La sesión comenzó con una muy buena versión de la Meditación Sobre el Coral de San Wenceslao de Josef Suk y ya desde allí percibimos la calidad y solidez del grupo. Versión profunda con un excepcional sonido homogéneo. Cuerdas de una tersura magnífica y destacable también el sostén del único contrabajista del Conjunto, Massimo Clavenna, capaz de sacarle el jugo a su instrumento y hacerlo sonar como si tocara un conjunto de seis, cosa que se escuchó a lo largo de todo el concierto.
  De Ottorino Respighi,  se ofreció la tercera suite de las Danzas y Arias antiguas donde si bien continuamos percibiendo la característica brillante de la agrupación, esta vez tuvimos una lectura carente de un mayor vuelo poético. Para cerrar la primera parte, se escuchó “El Sueño de Verdi”, una obra escrita para el conjunto por Martín Wettstein sobre temas fundamentales de Macbeth, a los que trató musicalmente como si fueran todos parte de la pesadilla que el protagonista padece en el célebre cuadro de la ópera.  Así no solo el sueño, sino, el tema del brindis y hasta la música del coro Patria Opressa son citados por Wettstein el que  a modo de enlace de los temas efectuó un tratamiento al mejor estilo Berlioz en la Sinfonía Fantástica y efectuando una cadencia para el violín  sencillamente endiablada,  en donde el Concertino Dodds hizo alarde de una técnica notable.
  La segunda parte estuvo dedicada a Tchaikovsky. En el comienzo se ofreció la Meditación de Recuerdos de un Lugar Querido.  Dodds, asumiendo el rol de solista, demostró una vez más su valía, con una técnica pulcra y una interpretación sentida. Una vibrante versión del Valse Scherzo y cerrando con una excepcional versión de la Serenata para Cuerdas, la que hace rato que no era escuchada por mí y menos en semejante nivel interpretativo.  Los sostenidos aplausos se vieron recompensados por un único bis pero de generosa extensión: de la transcripción del cuarteto para cuerdas, su primer movimiento, ratificando una vez más la calidad de los notables visitantes.


DONATO DECINA


LOS CINCO ARTÍFICES DEL NACIONALISMO MUSICAL RUSO


                                                                                                              Dr. Alfredo Díaz Bruzual

MARCO HISTÓRICO
A finales del siglo XVII cuando Pedro El Grande se convirtió en
Zar de Rusia, comenzó a llevar a su país, un poco por la fuerza, hacia
una extraordinaria transformación social, política y económica que lo
acercaría a las naciones europeas occidentales, reorganizando el estado
y el ejército, ampliando las posibilidades de la economía y haciendo que
la población pasara de sus viejas costumbres a las modernas maneras de
la Europa del siglo XVIII. Fue sin duda de los personajes reformistas
más importantes y fundador del Imperio Ruso. En su apertura hacia
Europa y en su afán de introducir en Rusia el estilo europeo, mantuvo
un continuo interés en llevar a su país lo más valioso de su cultura.
Desarrolla fuertes campañas militares, y después de la conquista
del Báltico y derrotar a los suecos, a comienzos del siglo XVIII, ya Rusia
contaba con el dominio total del río Neva desde su nacimiento hasta su
salida al mar. En la famosa “ventana a occidente” construye la ciudad
de San Petersburgo al estilo de una Venecia rusa, la cual posteriormente
sería la capital de Rusia y hasta hoy día una de las ciudades más bellas
del mundo. Esta ciudad será la cuna del desarrollo cultural ruso con
figuras como Pushkin, Dostoievsky y tantos otros.

                              
                               San Petersburgo entre 1890 y 1905.

La cultura popular musical rusa, desde épocas muy antiguas,
ha sido abundante y aunque desde dos siglos atrás tuvieron auge
composiciones provenientes de Francia e Italia, fue hasta el siglo XIX
cuando Rusia inició su propia cultura musical.
Esta occidentalización cultural rusa permitió que todo el arte
estuviera en manos de extranjeros, alemanes, italianos y franceses;
no solo la música sino las otras artes y el conjunto de la vida cultural
del país. El arte popular no tenía cabida en la vida diaria. Los grandes
señores no admitían lo popular dentro de sus costumbres cortesanas,
al punto de que en esta época romántica, Alexander Pushkin, el poeta
ruso más famoso confesará: “La lengua de Europa (es decir, el francés)
me es más familiar que la nuestra”.
Durante los 34 años de reinado de Catalina La Grande, desde
1762, prosiguió este desarrollo del arte, el engrandecimiento de la
ciudad de San Petersburgo y la transformación de Rusia de un estado
medioeval a la Rusia Moderna. Este modelo se mantuvo con el reinado
de los Zares Alejandro II (1855-1881), Alejandro III (1881-1894) y el
último Zar Nicolás II (1894-1917) hasta la llegada de la Revolución
Bolchevique que acabó con toda la tradición rusa.
Las guerras napoleónicas habían hecho despertar entre los rusos
un sentimiento de patriotismo, obligándolos a adoptar el patrimonio
nacional y utilizar temas folclóricos en sus composiciones musicales,
aunque siempre con un dejo de moda italiana. Singular por su historia
y por su carácter, es lo que se denomina “la Escuela Rusa”.

                               

Mikhail Glinka es considerado generalmente como el padre de
la música rusa. En efecto, Glinka, con su Iván Susanin y con Ruslán
y Ludmila marcó el camino de la nueva corriente musical, aunque
solo encontró verdaderos partidarios en algunos jóvenes y en la
persona de Dargomyzhky. Glinka fue el primer compositor ruso en
ser reconocido fuera de su país y, generalmente se le considera el
“padre” de la música rusa. Su trabajo ejerció una gran influencia en las
generaciones siguientes de compositores rusos. El decía: “El pueblo
es el que crea la música, nosotros, los artistas, solo la arreglamos”.
Algunos contemporáneos criticaron a estos pioneros precursores,
Glinka y Dargomyzhky, por su lenguaje artístico de cantos populares, y
contraponían la música proveniente de occidente a la música autóctona
de compositores locales cuando Rusia comenzó a producir música.
Los seguidores de la corriente nacionalista evolucionaron hacia un arte
musical sin convencionalismos el cual llamaron “movimiento moderno”
donde la melodía, la tonalidad y el ritmo eran libres, tal como lo eran los
cantos del pueblo. Sus composiciones no se trataban solo de expansión
de sonoridades sino que por lo regular se remiten a especificar algo
concreto ya sean los ritmos del lenguaje, los cantos y movimientos
de danzas y bailes. Ejemplo de esta modalidad fue Mussorsky, único
en su arte (por cierto muy poco difundido en Occidente). Indiscutible
ejemplo de su raza, de su grupo y de su tiempo, Mussorsky sobresale
por sus audacias musicales intuitivas y nunca antes expresadas, muy
personales de la sensibilidad creadora de este autor que tomaba los
elementos populares y temas religiosos y los elaboraba cuidadosamente,
de manera de que no los adaptó o transformó simplemente sino que
supo expresar su temperamento y sensibilidad en su obra musical.
No había conservatorio en Rusia, por falta de “clientela”, a los
nobles les repugnaba transformarse en “historiadores” y en cuanto a
los demás, nadie se preocupaba de ellos. Aparte de que, para adquirir
un mínimo de conocimientos teóricos, había que ir a estudiar a Europa,
como lo hizo Glinka.
Por la fuerza de las cosas, los jóvenes rusos a los que atraía
la composición tenían que ser autodidactas, y éste fue el caso de
Dargomyzhky, el primero de los “grandes empíricos” rusos, precursor
de tantos otros, empezando por los miembros del grupo de los “Cinco”.

NACIONALISMO MUSICAL RUSO
En 1862 se conformaron dos grupos, se fundó el Grupo de los
Cinco y al mismo tiempo el primer Conservatorio Ruso dirigido por
Antón Rubinstein. Había un gran contraste entre la elite de estos del
Conservatorio, mientras que los Cinco eran de la aristocracia menor de
las provincias. Ideas contrapuestas a los conservadores occidentalistas,
con las de los empíricos nacionalistas que atraían fuertemente a los
jóvenes compositores rusos que buscaban una identidad nacional y
que representaban un movimiento auténticamente ruso en el sentido
que estaban más ligados a las raíces nacionales y no al clasicismo de
la Academia.
Esta música de estilo propio ruso representa una expresión
identificada como nacionalista por sus autores. Ella se fundamentó
en dos elementos: Incorporaron a su música canciones típicas rusas,
danzas cosacas y caucásicas, leyendas y tradiciones dimanadas del
pueblo, cantos y campanas de iglesias cuyos sonidos resemblaban la
vida rusa. Ellos recurrieron al folclore popular y plasmaron en obras
instrumentales y partituras de opera estos escenarios y cuadros de la
vida campesina. Trataron de reproducir la lírica y melismática canción
campesina, a la que Glinka llamó una vez “el alma de la música rusa”.
Los cinco adoptaron una serie de recursos armónicos para crear un
estilo distintivo ruso, de color diferente al de la música occidental.
Un estilo exótico, auténtico y totalmente inventado que en ese tiempo
nunca fue usado en el folclore ruso o la música de iglesia.
Otra característica de Los Cinco es su dependencia del
orientalismo. Ejemplo de esto son muchas obras “fundamentalmente
rusas” compuestas al estilo oriental, como Islamey de Balákirev, Príncipe
Igor de Borodin o Scheherazada de Rimsky Korsakov. Al punto que este
orientalismo se convirtió, en Occidente, en uno de las características
más destacadas de la música rusa, opuesta al “sinfonismo alemán” de
los compositores occidentales.
El arte musical ruso surgió entonces en pleno siglo XIX y fructificó
en un lapso de cinco décadas en el que se constituyó como un todo
independiente, homogéneo y extenso. El rápido crecimiento de esta
corriente musical provoca asombro por las cualidades excelentes de sus
obras. Entre sus notables exponentes están Balákirev, Borodín, Cui,
Mussorgsky y Rimsky-Korsakov quienes vertieron en música el espíritu
ruso. Se autodenominaron “el Poderoso Puñado” más conocidos como
“el Grupo de los Cinco”. La palabra rusa “kuchka” (puñado) también
engendró los términos “kuchkismo” y “kuchkista”, que pueden ser
aplicados a los fines artísticos o las obras acordes a la sensibilidades
de Los Cinco.

El GRUPO DE LOS CINCO
Se inició en 1856 con el encuentro de Balákirev y Cui en San
Petersburgo. Al año siguiente se les unió Mussorgsky y en 1861 Rimsky
Korsakov seguido de Borodin en 1862. Todos ellos eran jóvenes,
Balákirev tenía 25, Cui 27, Mussorgsky 23, Borodin 28 y Rimsky
Korsakov apenas 18.
Balákirev fue el promotor y cuando se trasladó a San Petersburgo
ya estaba suficientemente preparado para impulsar y unir a los otros
cuatro para integrar este Grupo de los Cinco. Borodín era un devoto
profesor de química en la Escuela de Medicina en San Petersburgo;
César Cui y Rimsky-Korsakov eran militares, el primero enseñaba
fortificación en la Escuela de Ingenieros y Artilleros y fue autor de
varios opúsculos sobre esa materia y el segundo era oficial naval y
escribió su Primera Sinfonía en un viaje de tres años alrededor del
mundo. Mussorgsky era un empleado sin relevancia pero con una gran
sensibilidad y facilidad para captar de su ambiente las manifestaciones
típicas de sus pobladores; su vida estuvo llena de estrecheces económicas,
rayana en la miseria, habituado a la bebida, lo que tal vez incidió en su
limitada formación como músico.

               
                Los Cinco, acompañados de su amigo y crítico musical Stasov

No podemos referirnos al nacionalismo ruso sin mencionar a
Tchaikovski. Este gran compositor que pasó gran parte de su vida en San
Petersburgo, consolidó sus conocimientos musicales en el conservatorio
de esta ciudad y allí se relacionó con los famosos compositores “Los
Cinco”, especialmente con Balákirev y Rimsky-Korsakov, quienes
movidos por el deseo de dotar de sólidas raíces autóctonas a la música
rusa, lograron transmitir a Tchaikovski su pasión nacionalista. De este
acercamiento surgió la composición de su Sinfonía Nº 2 que él mismo
llamó “De la Pequeña Rusia”. Pero los integrantes del Grupo de los
Cinco no tardaron en atacar su obra en la que percibían una mezcla de
conservadurismo, europeísmo y espíritu cosmopolita. Con razón se
dice que Tchaikovski es el más occidental de los compositores rusos,
siguiendo las líneas de Antón y Nikolai Rubinstein quienes miraban
más hacia Europa que a Rusia.
También hay que recordar los que fueron discípulos de Rimsky
Korsakov y que formaron parte importante de este romanticismo
nacionalista ruso, de finales del siglo XIX y mitad del siglo XX, tales
como Antón Arensky, Alexander Glazunov, Igor Stravinsky y Sergey
Rachmaninov. Este último representa, para algunos, la culminación
del período tradicional romántico ruso.
Veamos ahora en forma individual a cada uno de estos “Cinco”.

BALÁKIREV, MILI ALEXEYEVICH
Nació en 1837 en Nijni Novgorod, pueblo cercano a San
Petersburgo en el seno de una familia aristocrática y sus primeras
lecciones de piano las recibió de su madre y luego siguió estudios con
Karl Eisrich quien dirigía la orquesta privada de un rico terrateniente.
Como asistente de este compositor tuvo el privilegio de recibir una
aventajada educación musical.
Un genial guía de la nueva música rusa y al mismo tiempo seguidor
de la corriente iniciada por Glinka, supo asimilar las influencias étnicas
que marcarían su estilo musical como compositor. A los 18 años, en
1855, se trasladó a San Petersburgo con una buena preparación musical.
Allí conoció a Mikhail Glinka quien lo convenció para que se dedicara
completamente a la música y abandonara sus estudios de ingeniería,
actividad con la cual compartía su tiempo. Se dedica al piano, para el
cual tenía una especial habilidad y su primera aparición pública fue
interpretando un concierto para piano compuesto por él. Para entonces
conoció a Cesar Cui y junto con este sentó las bases e inició una labor
pedagógica con Mussorgsky, Rimsky- Korsakov y Borodin integrando
el famoso “Grupo de los Cinco”.
Balákirev orientó los primeros ensayos de estos jóvenes hacia la
consecución de una música netamente rusa en la esencia y antiacadémica
en cuanto a las formas, y que, gracias también a la colaboración del
crítico Stasov, vinculó el grupo a todo el movimiento de renovación
surgido hacia 1860 en la vida intelectual del país; al mismo tiempo,
difundió las obras de los “Cinco” mediante los ciclos de conciertos que
dirigió en la Escuela Libre de Música por él creada en 1862, y, más
tarde, en la Sociedad Musical Rusa. Es de notar que estos coetáneos
de Balákirev no eran músicos profesionales, compartían su afición por
la música con otras tareas para ganarse la vida.

                                  

Fue sin duda el líder de “Los Cinco”, pero sin embargo, su carácter
fuerte y su intransigencia entorpecían con frecuencia su relación con
los demás. Su propio éxito como compositor fue eminente, largamente
debido a sus excentricidades de carácter y su tendencia a hacer enemigos
por su puro entusiasmo devastador e intolerancia de otras ideas. Él estaba
particularmente opuesto a lo establecido en conservatorios de música
en Rusia por los hermanos Rubinstein y fue acusado por esto mismo
de ser un aficionado. Su visión del mundo es muy contradictoria. El
vivió una complicadísima evolución del nihilismo a la espiritualidad
y del ateísmo a la fe.
Era muy exigente tanto consigo mismo como con los otros. Con
frecuencia dejaba obras sin terminar debido a su composición lenta y
reflexiva, razón por la cual su producción musical fue escasa y poco
conocida fuera de Rusia. Produjo varias romanzas y obras para piano.
Solo dos composiciones alcanzaron una extensa notoriedad: la fantasía
oriental para piano Islamey y el poema sinfónico Tamara, en el cual
trabajó por espacio de quince años. En 1868 lo nombran director de
la Escuela Libre hasta 1874 y después de casi diez años, retirado de
actividades por una depresión nerviosa, regresó en 1883 como director
de la Capilla Imperial, cargo que desempeñó por 30 años, y de la
Sociedad Imperial de Música. Los últimos años de su vida los dedicó
a completar sus obras inconclusas. Murió a los 73 años el 29 de mayo
de 1910 debido a problemas pulmonares y coronarios.

KIUí, TSÉZAR ANTÓNOVICH más conocido como
CESAR CUÍ.
Nació el 18 de enero de 1835 en Vilnius (Lituania), hijo de un
oficial francés que se quedó en Rusia después de la retirada de Napoleón
en 1812 y de una mujer noble lituana. Recibió lecciones de armonía
y contrapunto del compositor polaco Moniuzku quien vivía en esa
ciudad. En 1850 fue enviado a San Petersburgo e ingresó en la Escuela
de Ingeniería. Más tarde asistió a la Academia de Ingeniería Militar
y se graduó en 1857, llegando a ser topógrafo y Teniente General de
Ingenieros y un reconocido experto en fortificaciones militares; durante
un tiempo fue el tutor privado del Zar Nicolás II en fortificaciones.
Su carrera de militar no lo detuvo en sus ambiciosas actividades
como compositor y una importante carrera como crítico, generalmente
muy duro e intolerable en sus juicios en los cuales solía hacer uso
del sarcasmo. En 1864 comenzó a escribir críticas musicales en los
periódicos y fue muy conocido por su fuerte oposición a la música
occidental. Dentro de ese ambiente conoció a Balákirev y se hizo amigo
de Mussorgsky, Borodin y Rimsky-Korsakov integrándose al “Grupo
de los Cinco”. Desempeñó un importante papel como propagandista del
grupo y de la nueva corriente musical romántica nacionalista. Aunque a
decir verdad, fue el menos nacionalista de Los Cinco. Su estilo musical
se parece más a Schumann y Gounod que a Glinka.

                                

Cui fue la primera persona que escribió un libro ilustrativo sobre
la música rusa y continuó escribiendo crítica musical hasta el año 1900.
En sus composiciones fue influido por Balákirev. Mostró mejor talento
como miniaturista que como compositor de grandes partituras. La mayor
parte de su producción consiste en canciones y pequeñas piezas para
piano, pero también compuso música orquestal, de cámara y coral.
Aunque escribió quince óperas, entre ellas El prisionero del Cáucaso
(1857), El hijo del mandarín (1859) o La hija del capitán (1911), ninguna
fue tan exitosa como otras partituras suyas, especialmente para piano,
música de cámara y obras para niños.
Se casó con Malvina Rafailovna a quien conoció en la casa de
Alexandr Dargomyzhsky de quien ella estaba tomando lecciones de
canto. A ella le dedicó su Scherzo Op 1. También a ella le dedicó su
ópera El Hijo del Mandarín. Tuvieron dos hijos Lydia y Alexandr, este
último formó parte del Senado Ruso antes de la Revolución de Octubre.
En 1916 quedó ciego, pero aun así logró componer pequeñas
piezas. Murió el 26 de marzo de 1918 de un derrame cerebral (ACV)
y fue enterrado en el cementerio Tijvin en el Monasterio Alexandr
Nevsky, de San Petersburgo junto con los otros “Cinco” .

BORODIN, ALEKSANDR PORFIRIEVICH
Nació en San Petersburgo, Rusia, 12 de noviembre de 1833. Fue
un compositor y químico destacado dentro de los compositores del
nacionalismo ruso.
Era hijo ilegítimo del príncipe georgiano Louka Stépanovitch
Gedeoneshvilli descendiente del último Rey de Imeritera, provincia del
Cáucaso, quien lo registró conforme a la usanza de la época, como hijo
de uno de sus sirvientes Porfirie Borodin. Su madre Evdokia (Eudoxie)
Constantinovna Antonova apodada Dounia, no podía casarse con el
príncipe y posteriormente se casó con un médico militar. Alekzandr
tuvo una vida confortable y recibió una buena educación. Su padre
muere cuando tenía 7 años, pero lo incluye en su testamento.
Fue un autodidacta, aprende a tocar flauta, violoncelo y piano.
A los 13 años compuso un concierto para piano. Además de su innata
aptitud musical, también la tenía por los idiomas y rápidamente aprendió
alemán, francés e italiano. Le encantaba la química orgánica y su
interés fue estimulado por el esposo de su madre. Hacía experimentos
electroquímicos (galvanización) y fuegos artificiales. Su madre
estimulaba esta afición pues consideraba, como muchos en esa época
en Rusia, que la música era una profesión indigna. A los quince años
se inscribe en la Facultad de Medicina, sin embargo, no abandona su
amada música y funda un cuarteto de cuerdas con unos amigos. Con
frecuencia debía caminar varios kilómetros con su violoncelo a cuestas
para tener una noche de concierto con sus músicos amigos. Era un
buen estudiante en la universidad, aunque sus profesores se quejaban
de que dedicaba mucho tiempo a la música.
Este doble patrón de músico/científico marcará su comportamiento
durante toda su vida. Se graduó de médico en 1858, a los 23 años y lo
envían a Europa por cuatro años para estudiar los últimos avances en
química. Así fue como tuvo la oportunidad de ser discípulo de Mendeleev
(el creador de la tabla periódica de los elementos).
Estando en Heidelberg conoció al amor de su vida, una famosa y
talentosa pianista rusa, Ekatérina Serguéïevna Protopopova, quien estaba
en esa ciudad en tratamiento por su tuberculosis. Ambos compartían la
pasión por la música y Ekaterina lo introdujo a la música de Schumann
y Chopin. Ella era una defensora de los derechos de la mujer y Borodin
estaba tan compenetrado con ella que también se unió a esta cruzada.
Los dos vivieron en Italia por cuatro años y Borodin aprovechó para
hacer experimentos químicos que no podía hacer en Rusia por el clima.
En 1863 regresaron a San Petersburgo y se casaron.
Por su especialización en la química, a los 31 años, era profesor
a tiempo completo de química orgánica en la Academia de Medicina.
Vivió cómodamente en un departamento que le adjudicó la universidad,
donde tuvo la oportunidad de dedicarse tanto a la investigación, sus
discípulos y su música; y ahora cuando ya tenía una posición respetable,
prosiguió su campaña de promoción de la mujer. Seguro de que las
mujeres podían ser excelentes médicos fue uno de los fundadores de la
Escuela de Medicina para Mujeres en San Petersburgo en 1872, al punto
de que hoy día la proporción de mujeres médicos en Rusia es muy alta.
Shostakovich, gran admirador de la música de Borodin, dijo
una vez que debían haberle hecho un monumento para reconocerle su
dedicación, esfuerzo y tiempo que dedicó a la causa feminista: “El
debía tener un monumento porque impulsó fuertemente la educación
de la mujer y a medida que su filantropía aumentaba, se dedicaba más
a la promoción de la mujer, lo que lo llevó a truncar su carrera como
compositor”.
A pesar de ser un compositor reconocido, Borodín siempre se
ganó la vida como químico, campo en el cual era bastante respetado,
particularmente por su conocimiento de los aldehídos. A Borodín también
se le atribuye el descubrimiento de la reacción aldólica una importante
reacción en química orgánica junto con Charles-Adolphe Wurtz y de
otra reacción química conocida como reacción Borodine-Hunsdiecker
es una reacción orgánica de sales de plata y ácido carboxílico con
halógenos para producir haluros.
Borodin era un hombre buen mozo, dos metros de altura, ojos
negros y una cálida sonrisa, muy querido por quienes lo conocían. Como
maestro era muy querido por sus estudiantes quienes decían que tenía
una brillante y fascinante personalidad. Por su parte, él se preocupaba
mucho por ellos y siempre estaba presto a ayudarlos en todo sentido.
Sus clases eran amenas por su alegría y buen humor y siempre dispuesto
a hablar de música o tararear algo mientras dirigía sus experimentos.
Se decía que él podía escribir música no importaba donde estuviera. A
menudo escribía alguna melodía que le venía a la mente entre una clase
y otra. En su casa continuaba con sus experimentos en el laboratorio
que tenía allí mismo. Sus amigos músicos que lo visitaban cuentan
que con frecuencia, de repente en medio de la conversación, brincaba
fuera de la sala para ver si uno de sus experimentos se había quemado.
Escribía su música en la misma forma en la que hacía experimentos,
con gran cuidado y atención a los detalles y las formas. El ánimo de su
música es optimista y evocador de los fuertes temas de la naturaleza y
bellezas rusos. Era una persona intuitiva y probablemente su intuición,
comprensión y cuidado para con quienes le rodeaban se reflejó en el
carácter intuitivo de su música.
A pesar de su gran facilidad para la música, su principal problema
fue el poco tiempo que dedicaba a ella. Gozaba de mala salud, pero sin
embargo, no perdía oportunidad mientras convalecía para componer
música. Sus amigos le decían que quisieran que pasara más tiempo
enfermo para que así pudiera producir más música.
Transcurrió su vida en esta situación dual: Su música y su
dedicación a la enseñanza e investigación. Le faltaba tiempo para cada
una de ellas, y el escaso tiempo libre que tenía lo dedicaba a la música.
Él se llamaba a sí mismo “un compositor dominguero”. Su extrema
bondad le mantenía ocupado ayudando a los demás, al punto que su
apartamento, de acuerdo a un escrito de Rimsky-Korsakov, “parecía con
frecuencia un refugio donde se quedaban enfermos y amigos a reposar,
y donde Borodin los cuidaba, recetaba y llevaba a los hospitales; en
los cuatro cuartos de su casa dormían cantidad de personas extrañas
de este tipo, en las camas, sofás y hasta en el suelo.”
Se preocupaba porque el ruido de su piano podía despertar a
sus vecinos y huéspedes y con frecuencia dejaba de componer música
esas noches.
Decía “Como compositor que busca mantenerse anónimo, confieso
con timidez mi actividad musical. Esto se entiende bien, porque para
otros es su oficio fundamental, su trabajo y su meta en la vida; para mí
es un descanso, un pasatiempo, que me distrae de mi principal objetivo,
mi dedicación a la enseñanza. Amo mi profesión y mi ciencia, a mis
discípulos masculinos y femeninos porque para orientar el trabajo de
los jóvenes uno tiene que estar muy cerca de ellos.”
Recibió clases formales de composición en 1863, cuando se
convirtió en discípulo de Mili Balákirev. En 1869 este le dirigió su
primera sinfonía y en ese mismo año Borodín comenzó la composición
de su segunda sinfonía. Aunque el estreno ruso de esta última fue un
fracaso, Franz Liszt logró que fuera interpretada en Alemania en 1880,
donde tuvo bastante éxito, dándole fama fuera de Rusia.

                                  

También en 1869 empezó a trabajar en la composición de su ópera
Príncipe Igor, que es considerada por algunos su obra más importante.
Esta ópera contiene las ampliamente conocidas Danzas Polovtsianas
(o Danzas de los pólovtsy), siendo este un fragmento comúnmente
interpretado por sí mismo, tanto en su versión coral como orquestal.
Cuando las compuso nadie conocía el estilo musical de esos nómadas
asiáticos (que ya no existían para el s. XIX) sin embargo, cien años
después los científicos estudiaron las raíces musicales de estos pobladores
y se comprobó que Borodin tenía razón. Algunos piensan que su herencia
caucásica proveniente del príncipe Luke Gedeoneshvilli tuvo algo que
ver. Las melodías de esta opera son muy conocidas y familiares para
muchos todavía en la actualidad porque algunas se incluyeron en el
musical de Broadway “Kismet” (por lo cual Borodin recibió un Premio
Tony póstumo en 1954. La canción “Strangers in Paradise” es muy
conocida y fue popularizada por el cantante Tony Bennett.
Debido a la gran carga de trabajo como químico, la ópera quedó
inconclusa al momento de su muerte, siendo completada posteriormente
por Nikolai Rimsky-Korsakov y Alexander Glazunov. También compuso
otras óperas: “Los Guerreros Heroicos” (Bogatyry), “La Novia del Zar”
(Tsarskaya nevesta) y solo un acto de “Mlada”.
De los Cinco, fue el único a quien le atrajo la música “pura”,
reflejada en sus dos cuartetos y sus tres sinfonías. El Cuarteto para
Cuerdas Nº 2 es una de sus composiciones más famosas y a diferencia
de sus otras obras musicales lo compuso en solo dos meses durante unas
vacaciones de verano. Se piensa que lo escribió especialmente para
un aniversario de bodas como obsequio a su esposa. La popularidad
de este cuarteto se debe sin duda al cálido y amoroso lirismo y sus
bellas melodías. A propósito de la melodía del segundo movimiento,
Borodin señalaba que el “trató de conjurar la impresión de una suave y
amorosa tarde en uno de los jardines de San Petersburgo”. La melodía
es muy familiar para los americanos porque fue incluida en la obra
musical Kismet. El tercer movimiento, Nocturno, también sirvió para
la canción “And this is my beloved”. Este movimiento es todavía más
popular en su versión orquestal de cuerdas y más reproducido que el
propio cuarteto.
Un quinteto para cuerdas, un quinteto para piano y cuerdas, una
sonata para violoncelo y piano, 16 canciones para bajo y piano, 3 de
ellas además con violoncelo y piezas para piano. Sus obras incluyen el
poema sinfónico “En las estepas del Asia central” así como las sinfonías
1 y 2. La primera, de una elegancia aristocrática como todo cuanto tocó
este descendiente de reyes caucasianos, se abandona aún un poco a las
frivolidades de un Mendelssohn; la segunda, viril y amplia, mucho más
“rusa”, es la más bonita. La tercera quedó inconclusa al momento de
su muerte y fue completada con 2 movimientos por Glazunov.
El 15 de febrero de 1887 sufre de ataques cardíacos y cólera.
Borodín murió a los 53 años durante una fiesta en su casa organizada
para los profesores de la Academia en San Petersburgo. Ataviado con su
traje tradicional ruso, bailaba entusiastamente cuando sufrió un infarto
y murió el 27 de febrero de 1887. Fue enterrado en el cementerio Tijvin
del monasterio Alexander Nevsky. Su esposa, quien no pudo asistir a
su entierro debido a su mala salud, le sobrevivió 5 meses.
Borodin poseía grandes facultades para la música pero
lamentablemente su filantropía y sus múltiples ocupaciones no le
permitieron explotarlas mejor.
La música de Borodin no cautivó a los compositores rusos, sin
embargo, Debussy y Ravel eran sus grandes admiradores. Del grupo
de los Cinco, Borodin es el más natural y poéticamente melodista.

MODEST PETRÓVICH MUSSORGSKY
Modest Mussorgsky nació el 21 de marzo de 1839, en la aldea
rusa de Karevo, al norte de Rusia, en una región campesina donde vivió
sus primeros diez años. Ya mayor, volvía con frecuencia y permanecía
largas temporadas, saturándose la sensibilidad y el humor de la gente
de su pueblo, para evocarlas después en la música que componía.
Musorgsky nació en una familia de la capa social media. Era el cuarto
hijo en la familia. Desde niño estudia piano con su madre y alcanza
sus primeros éxitos. Sin embargo, los padres pensaron que mejor era
la carrera militar para su hijo. Así, en 1856 el compositor se gradúa de
la escuela militar según el deseo de sus padres.
De salud quebrantada y una vida de estrechez, a su carácter
nervioso se unía una extrema sensibilidad que le permitía captar una
visión exacta y consciente del pueblo. A partir de los veinte años su
espíritu le cantó a los inocentes, a los pobres y a los desamparados.
A diferencia de algunas composiciones de escasa trascendencia que
escribió en su juventud, en su etapa de máxima creatividad se dedicó
plenamente a concebir a través de su arte una imagen fiel de la vida,
con predominio de la verdad sobre la belleza.
A los 27 años de edad, la hermana de Borodín describió
a Mussorgsky como “un brillante oficial en el regimiento de
Preobrazhensky”, actividad que alternaba con la música. Y aunque eran
frecuentes las acometidas del padecimiento nervioso que lo aquejó casi
toda su existencia, el amor por la música lo impulsaba a sobreponerse
con renovado entusiasmo.
Modest Mussorgsky, si bien no alcanzó todo su potencial, poseía
un prometedor talento musical que le convirtió en uno de los más
prominentes compositores rusos. Su creación artística lleva enorme
valor tanto para la cultura nacional como para todo el mundo. Su
originalidad consiste en ver más allá de las ilusiones de su siglo y crear
composiciones, que nos cuenten de eternos valores del Bien y Mal.
Sus contemporáneos no llegaron a percibir esta fuente renovadora,
reprochándole falta de profesionalismo.

                                                  

De sus composiciones orquestales la más conocida es la suite
Cuadros de una Exposición. Esta obra la compuso inspirado en una
exposición pictórica que presentó Hartman, y en ella va describiendo
los diferentes cuadros como si estuviera paseando por la exhibición. La
versión orquestal hecha por Ravel es la más conocida popularmente.
El poema sinfónico Una Noche en el Monte Calvo, basado en las
brujerías en la víspera de la noche de San Juan en dicho monte cerca
de Kiev. Tardó más de dos años escribiendo pasajes con numerosas
revisiones. Esta es la única obra orquestal de Mussorgsky y nunca se
interpretó en vida del compositor. Su mayor creación es la ópera Boris
Godunov, que es considerada su obra maestra. El libreto fue escrito por
el compositor y está basado en la crónica dramática Boris Godunov de
Alekzandr Pushkin que relata la historia de un zar durante el primer
levantamiento político entre 1598 y 1613. Mussorgsky escribió dos
versiones, la original en 1869, que fue rechazada por el Teatro Imperial
la Edición Revisada en 1872, que se presentó por primera vez en San
Petersburgo en 1874. Estas dos versiones constituyen dos diferentes
conceptos ideológicos y no son dos variaciones de un mismo plan.
Varios compositores, entre ellos especialmente Rimsky Kórsakov
y Shostakovich, hicieron nuevas versiones de la opera para “corregir”
las supuestas fallas técnicas del compositor en sus versiones originales.
Aunque estos arreglos se han mantenido en los teatros por décadas,
especialmente la más conocida de Rimsky Kórsakov, el estilo único,
la armonía y la orquestación de Mussorgsky son hoy muy apreciadas
por su originalidad y las revisiones de los autores posteriores han caído
fuera de moda.
Es un genio no reconocido de la música clásica del siglo XIX.
Por una parte la mayoría de sus creaciones han quedado desconocidas
para el público y muchas de ellas quedaron inacabadas. Además, los
sonidos ideados por el compositor viven en un espacio particular,
diferente al mundo artístico tradicional, fuera de los convencionalismos
y esquemas de la época.
Su vida desordenada, su carácter nervioso, su precaria salud y
su afición a los vicios contribuyeron a su escasa producción musical y
a su prematura muerte. Mussorgsky cayó en una profunda depresión
tras el fallecimiento de su madre y también después de la muerte de
su gran amigo el pintor Hartman.
El pintor ruso Ilyá Repin realizó un retrato de Mussorgsky pocos
días antes del deceso de este, que lo muestra avejentado y deshecho por
el alcohol, con los cabellos en desorden y en bata de enfermo, aunque
con una mirada sumamente expresiva y dulce. Murió el 28 de marzo
de 1881, pocos días después de cumplir los 42 años de edad.

NIKOLÁI ANDRÉYEVICH RIMSKY-KÓRSAKOV
Nació el 18 de marzo de 1844 en las afueras de la pequeña
aldea Tijvin, Rusia, cerca de Nóvgorod, en una familia aristocrática
y de marinos militares. Ambos padres eran músicos y rápidamente
se dieron cuenta del don musical de Nikolai, quien a los seis años ya
recibía clases de música, pero no estaba tan enamorado de ella como
de los libros. Siguiendo la tradición familiar se alistó en 1856 en la
Academia Naval de San Petersburgo y se graduó en 1862. Demostró
su talento artístico desde una edad muy temprana. Comenzó a ir a las
operas, quedó impactado por la música de Donizetti y posteriormente
descubrió la armonía y belleza tocando el manuscrito de Ruslan y
Lyudmila de Mikhail Glinka; y comenzó a componer piezas a piano y
arreglos para sus futuras óperas.
En 1861, cuando contaba 17 años profundizó sus estudios
musicales adentrándose al concierto y la ópera. Ese mismo año conoció
a Balákirev, quien tenía para entonces 24 años de edad. Fue Balákirev
quien despertó en Rimsky Korsakov la ambición de convertirse en
compositor; le revisaba y aprobaba sus “sketches” para las sinfonías
y le exigía que las completara. Durante sus viajes marinos componía
música y así fue como en uno de ellos que duró tres años compuso
su Primera Sinfonía, cuando tenía 21 años de edad. Fue estrenada en
1865 dirigida por el propio Balákirev. La pieza fue bien recibida como
la primera gran sinfonía compuesta por un ruso.
Por intermedio de Balákirev conoció los otros compositores del
“Grupo de los Cinco” César Cui, Borodín y Mussorgsky.
A pesar de haber sido autodidacta, se convirtió en profesor de
composición y orquestación en el Conservatorio de San Petersburgo
en 1871. Dudó en aceptar el cargo pues no se creía con la preparación
suficiente para ello. Sin embargo, llegó a ser considerado uno de los
más grandes maestros de su época y enseñó a muchos compositores
que más tarde alcanzarían renombre internacional, como por ejemplo
Alekzandr Glazunov, Sergéi Prokófiev e Ígor Stravinski. Al año siguiente
renunció a la marina y se casó con Nadezhda Purgold. Mussorgsky fue
su padrino de boda.
Escribió un Tratado de orquestación que fue mundialmente
utilizado por los estudiantes de composición durante todo el siglo XX,
pero que en la actualidad se ha abandonado debido a que los ejemplos
de instrumentación están tomados solo de obras propias (lo cual limita
la gama de posibilidades de aprendizaje del alumno). También hizo un
Tratado de Armonía.
Continuó componiendo prolíficamente, produciendo muchos
trabajos orquestales, La música sinfónica de Rimsky Korsakov se
distingue por el rico variado de géneros, escribió canciones y música
coral, música de cámara y trabajos para piano. También trabajó como
director. Aquí figuran: la obertura sobre temas rusos en1866, la fantasía
sobre temas serbios 1867, su Segunda Sinfonía “Antar” en 1868, su
bien conocida obra orquestal Sadkó en 1867. También escribió quince
óperas, como Kashchéi el inmortal, y La Dama de Pskov (Pskovitianka),
en 1872 antes de renunciar a su cargo militar en 1873, El cuento del
zar Saltán a cuya ópera pertenece el conocido fragmento El vuelo del
moscardón, arreglada para distintas agrupaciones de instrumentos.
Entre su música litúrgica ortodoxa rusa encontramos la obra
Liturgia de San Juan Crisóstomo y la obra orquestal, La Gran Pascua
Rusa.

                                                                   

Él, como otros de “Los Cinco”, sigue ateniéndose a las tradiciones
creadas por Glinka en su apego a las tonadas orientales y españolas.
Como resultado aparece en 1887, el muy conocido Capricho español,
que pinta cuadros coloridos de la vida cotidiana española. “El Capricho”
está compuesto de cinco partes: la Alborada, Variaciones, Alborada,
Escena y la canción gitana Fandango. De base a estas composiciones
sirven las auténticas melodías españolas, orquestadas con gran gusto
y fantasía. La cumbre de la música orquestal de Rimsky-Korsakov es
el cuadro sinfónico Schehrazade, compuesto en 1888.
En 1905 Rimsky-Kórsakov fue expulsado de su cargo de profesor
en el Conservatorio de San Petersburgo debido a sus opiniones políticas.
Esto provocó una serie de dimisiones de sus colegas miembros de la
facultad, entre ellos Glazunov, y gracias a eso fue reincorporado a su
cargo. La controversia política continuó en 1907 con su ópera El Gallo
de Oro, que era un ataque a la Rusia Imperial y que fue prohibida desde
su estreno.
El fue un maestro orquestador y se dedicó a editar y suavizar
algunas de las aparentes asperezas de los trabajos de sus amigos
compositores, completando y revisando trabajos como la ópera Príncipe
Igor de Borodin y la mayoría de la supuesta escritura “no pareja” de
Mussorsky, entre ellas Noche en el Monte Calvo, Cuadros en una
Exposición y su ópera Boris Godunov.
Hacia el final de su vida, Rimsky-Kórsakov enfermó de angina
y murió en Liubensk el 21 de junio de 1908. Fue enterrado en el
cementerio de Tijvin del monasterio de Alekzandr Nevsky, en San
Petersburgo, Rusia.

A MANERA DE COLOFÓN
Sin duda estos cinco genios de la música nacionalista rusa,
surgida a mediados del siglo XIX marcaron una época y un estilo, que
fue continuado por muchos otros compositores de finales del s. XIX y
del s. XX. Su valor y trascendencia se marcó por la originalidad de sus
composiciones y por el entusiasmo de crear una música verdaderamente
rusa, que respondiera a la realidad del pueblo ruso y la diferenciara de
la música occidental.
Al analizar a cada uno de ellos, y de manera muy personal,
considero a Balákirev como el maestro, ductor y exigente al guiar y
enseñar a los otros cuatro. A Cui lo veo como el más desconocido y
no tan importante, pues a pesar de su gran influencia en el resto de los
Cinco y su trascendencia en Rusia, no fue conocido y aun muchos no
disponemos de sus obras para conocerlo mejor. A Mussorgsky lo percibo
como “el más ruso”, el que supo adentrarse en el espíritu popular y
llevar a sus composiciones el sentir del pueblo ruso. Borodin confieso
que es mi preferido por su personalidad su melodiosa y sentimental
música que al mismo tiempo refleja la fuerza de su estilo. Para mí
Rimsky Korsakov es el más completo como músico, su dominio de
los instrumentos y su inmejorable capacidad para la orquestación le
valieron ser maestro de muchos otros compositores que como Stravinsky,
Prokofiev y Katchaturinan conformaron los llamados Titanes del Siglo
XX.

                                                                    Caracas, 10 de febrero de 2011

PARA ESCUCHAR:

BALAKIREV: Tamara (The Philharmonia. Director: Evgeni Svetlanov)http://www.youtube.com/watch?v=gzoCP8IKLtA

CUI: Obertura de “El filibustero” (Orquesta Sinfónica de la Radio Eslovaca.
Director: Robert Stankovsky) http://www.youtube.com/watch?v=N2XVdDAyQq0

BORODIN: Quinteto para cuerdas en fa menor (Cuarteto de cuerdas de Moscú)

MUSSORGSKY: Sin sol (Galina Vishnevskaya. Orquesta Académica Estatal de
la URSS. Director: Evgeni Svetlanov)  http://www.youtube.com/watch?v=tUXZ59hs2l8

RIMSKY-KORSAKOV: Suite de “La Nochebuena” (Orquesta Nacional de Escocia. Director: Neeme Järvi) http://www.youtube.com/watch?v=k0vFOax7ZeU

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