Una tarde con el tenor "GIOVANNI MARTINELLI"
Autor : Roberto Di Nóbile Terré
Serían más o menos las 19 horas.
Tarde calurosa en Roma por la que se podía caminar solo después de esa hora. En
el local habitual de nuestras reuniones o sea la tienda del anticuario Pietro
Petrosemolo, más bohemio que comerciante, éste se encontraba hablando por
teléfono cuando yo llegué, mientras sentados y a la espera del final de la
conversación se encontraban Fernando De Michelis, otro asistente a las
tertulias gran coleccionista de discos de ópera y el bersaglieri Recchia, joven
suboficial del cuerpo, estudiante de canto. Por aquello que muchos llaman
intuición y yo percepción a través de los iones del espacio, supe
instantaneamente que algo fuera de lo normal ocurría o estaba por ocurrir.
Ninguno de los dos me dijo nada, pero se notaba un brillo especial en sus ojos.
Demasiadas veces estuvimos juntos como para no imaginar algo anormal.
Vuelve Petrosemolo sonriente,
feliz, casi como un niño en Día de Reyes Magos. Lucía esa bata de costumbre, de
color poco definido por el uso, pero que en algunas partes lo había perdido ya
casi del todo y que le servía para cubrirse del polvo que había sobre los
muebles. Los otros dos no articularon palabra, pero los gestos con las manos y
el interés reflejado en sus rostros, eran demasiado evidentes. Petrosemolo solo
dijo - "hecho". Simultaneamente Fernando y Recchia se ponen de pie y
entre las exclamaciones de los tres, yo seguía sin enterarme de nada.
"Bueno, me quieren explicar
de que se trata....."-ansioso e intrigado, exclamé.
Antes de recibir alguna
contestación, Petrosemolo con el dedo indice extendido, como imponiendo una
idea, dijo
-"A Roberto también se lo
podemos decir". Y yo a todo ésto, seguía sobre ascuas.
Recchia, impaciente por soltarlo,
se dirige a mí -"Vamos a ver al tenor Giovanni Martinelli, aprovechando su
visita de varios días en Roma. Petrosemolo consiguió una entrevista. "
Me quedé atónito, porque recuerdo
la ocasión en que la Besanzoni me dijo -"Tu voz se parece a la de Giovanni
Martinelli, un poco dura, brillante y con agudos". Había leído algo sobre
este tenor pero no mucho, por esa razón mi interés fue en aumento en la misma
medida que aumentaban los comentarios. "No se lo podemos decir a
todos" - apuntó Petrosemolo, con esa su voz de bajo profundo que siempre
imponía en todas las conversaciones. "Cinco o seis a lo sumo" -
agregó - "y naturalmente estos dos que son los que están estudiando"-
dijo señalando a Recchia y a mí.
En ese momento Martinelli tenía
75 años. Y surgió la pregunta obligada -"Quien más, agregó De
Michelis"- a lo que Petrosemolo sugirió-"Podría ser la pianista.....(
y dijo su nombre que lamento no recordar ahora) y el General Menozzi".
Con la noticia me había olvidado
de mis obligaciones, tanto de estudio, como la asistencia casi obligatoria a la
claque del Teatro Opera. Aunque asistía todos los días de espectáculo, mi
entrada en el grupo había sido practicamente pactada, es decir mi asistencia
debía ser para estudiar. Y en esto había tenido una participación directa la
Besanzoni, la que se ocupó de averiguar quien podría hacerme entrar, ya que se
trataba de un grupo limitado. Ella Habló con Bea hermano de su sombrerera,
quien a su vez era conocido de Auckner el "capo claque". Y
simultaneamente fue el mismo Bea quien me introdujo en el grupo de Petrosemolo.
Esta aclaración surgió a raiz de
la mirada que me lanzó Recchia, quien preguntó -¿"No tienes que ir mañana
a ver la Boheme"?-"Sí -contesté - pero es una ópera que he visto ya
varias veces, es un reparto de secundones, no es una prima"- agregué
-"Y además el estudio es mañana por la mañana". Faltaba sólo
concretar la hora y el medio de transporte. Fue Petrosemolo quien sugirió el
coche de De Michelis y el mío. "Seis y media aquí" -dijo Fernando
-"Para estar allí a las siete".
La conversación siguió más o
menos por los mismos derroteros, el entusiasmo se reflejaba constantemente en
que cualquiera de los argumentos expuestos, siempre nos llevaba a Martinelli.
Todos deseábamos conocer finalmente a un divo, aunque yo ya llevaba varios en
mi haber. Nació el 22 de Octubre 1885 en Montagnana, Italia y falleció en Nueva
York el 2 de Febrero de 1969, o sea nueve años después de haberlo conocido. Fue
el mayor de 14 hermanos, su padre Antonio y su madre Lucia Bellini. Los
distintos escritos sobre Martinelli nos informan que desde muy joven sintió su
inclinación por la música estudiando clarinete, mientras ayudaba a su padre en
el oficio de ebanista, como varios de sus trece hermanos.
Ingresó más tarde en la banda
militar de Tortona a la vez que comenzaba sus estudios de canto. Gino Monaldi
en su libro "Cantanti celebri"(Roma,1926) dice que, "el inicio
de su brillante carrera se lo debe al empresario Poli, el que supo descubrir el
tesoro que encerraba su garganta y de inmediato comenzó la educación musical en
la seguridad de conducir su protegido a la gloria". Gino Monaldi agrega
diciendo reconocer "el raro mérito de poder, con sus magníficos medios
vocales, responder a las varias exigencias del repertorio tanto lírico como
dramático. Y eso es por mérito de una voz robusta, dúctil, espontánea, de un
timbre armonioso y expresivo".
Posteriormente en Milán
perfeccionó sus estudios con el maestro G. Mandolini y bajo la protección del
maestro Tulio Serafín. Su debut teatral, según Paolo Padoan en su libro
"Profili di cantanti lirici veneti", (Bologna,1978), "Martinelli
debutó en el teatro Dal Verne de Milán, el 3 de Diciembre de 1910, con el
"Stabat Mater" de Rossini y luego siguió con"Ernani" de
Verdi.
William J. Collins, nos aclara
con más detalle, en la revista "The Record Collector" que,
"Areste Poli, manager del teatro Dal Verne ofreció al joven tenor su debut
para el 10 de Diciembre de 1910 con el "Stabat Mater" de Rossini,
acompañando a Celestina Boninsegna, Ladislava Hotkowska, Angelo Riccieri y
Giuseppe Sala. Sala no pudo cantar el "Cujus animan" y lo hizo
Martinelli. Su debut fue un éxito y tres semanas después, el 29 de Diciembre
realizó su primer papel protagónico en "Ernani".
Es interesante reflejar un
artículo aparecido hace algunos años, en la revista "Radiocorriere
TV", donde la periodista Laura Padellaro lo entrevista y Martinelli
detalla lo ocurrido en su debut, "el día del debut en el Dal Verne, con la
ópera Ernani, me sucedió de todo, perdí la espada, se me cayó la pluma del
sombrero, soltaba gallos a todo poder (nota falsa de cantantes) y yo no me
enteraba, si bien el maestro con quien había repasado la partitura, me gritaba
desde la boca del apuntador, -¿pero que haces?, yo te disparo, yo te
mato...."
El mismo artículo menciona una
anécdota del cantante. Daba la impresión de que para El no pasaran los años,
vigor físico, vitalidad. Aproximadamente a sus 83 años, recibe una llamada de
Seatle en los Estados Unidos, solicitándole su asistencia sobre una Turandot
que iban a montar. "Yo voy". El cantante que debía hacer la parte del
Emperador Altoun, era un verdadero desastre. Telefonadas tras telefonada, sin
resultados. A un cierto punto alguien sugiere, -"Martinelli, ¿porqué no
cantas Tú?" "Parecía una broma, pero al fin acepté"
En Milán hizo posteriormente una
audición para la Casa Ricordi. Cantó "Cielo e mar" de Gioconda,
"Celeste Aida" de Aída y "E lucevan le stelle" de Tosca. Al
finalizar la audición y cuando se encendieron las luces de la sala sin que él
lo supiera, había hecho una audición para las tres personalidades presentes,
Giulio Ricordi, Giacomo Puccini y Arturo Toscanini quienes lo habían elegido
para el estreno de la ópera "La fanciulla del West".
Se casó el 7 de Agosto de 1913
con Adele Previtali con la que tuvieron tres hijos, Bettina, Antonio y
Giovanna.
Su carrera fue meteórica ya que
dos años después de su debut se presentó en el Covent Garden de Londres y un
año después en el Metropolitan de Nueva York. Su actividad se prolongó por unos
35 años, si bien como ocurre con muchos cantantes se incluyen sus últimos años,
los que dedican a conciertos o actuaciones radiales.
Otro juicio sobre su voz aporta
Giacomo Lauri Volpi, en su libro "Voci Parallele", "ragazzone
veneto, rubio de abundante cabellera, cordial, poseedor de una voz dura como el
diamante y resistente a la fatiga, la que muy pronto se rebeló imitadora del
método y de los modos de aquella voz triunfante. Por decenas de años, durante
la vida y después de la muerte de Caruso, fue inamovible, siempre ufano y sintiéndose
como el pez en el agua, amado y reverenciado. Por lo tanto reales dotes debe
haber tenido su voz para que realizara solo esporádicas apariciones en su país.
La cercanía de Caruso y su obsesión imitadora le hicieron perder la simplicidad
originaria de su emisión. Buscando de reflejar los sonidos oscuros del modelo,
Martinelli comenzó a "tubare" e "imbottigliare" las notas,
no percatándose que lo que en Caruso era natural, en El se convertía en
artificial".
A las siete, más puntuales que un
ferrocarril inglés, según decían los antigüos, nos encontrábamos los seis en la
puerta del apartamento de Martinelli. El en persona nos abrió y el primero en
entrar, será porque realizó el contacto o por ser el más viejo, fue
Petrosemolo, detrás la pianista, el General Menozzi, Recchia, yo y Fernando De
Michelis, cerrando el desfile. No sé si Don Giovanni habrá reparado en los
nombres durante la presentación, pero si fijó su atención, aunque por unos
breves segundos, en nosotros dos, cuando Petrosemolo nos presentó como
estudiantes de canto. Nos acomodamos mientras Martinelli comenzó a preguntar
que deseábamos beber. Y luego vino ese silencio brevísimo, pero que da la
impresión de no romperse nunca, donde unos miran las fotografías, otros el
techo, mientras otros sonríen sin saber de que ni porqué. El más centrado y
tranquilo, imagino que por encontrarse en su casa y ser el divo visitado, fue
precisamente Martinelli. Por eso rompo el fuego y pregunto sobre lo único que
se me ocurrió en aquel momento, aún hoy tengo la duda de si fuí o no oportuno.
"Tengo en casa el libro de
Lauri Volpi, donde hace un paralelo entre Ud. y Mario del Mónaco" -insinué
- "Pero también afirma que Ud. intentó imitar a Caruso, ¿está de
acuerdo?". Sentí sobre mis dos sienes el cruce de las miradas de mis
compañeros de visita, con toda la potencia de un rayo laser. Pero estaba muy
seguro de que había conseguido romper el hielo.
"He leído y oído decir
muchas cosas, -respondió - pero no se trataba de imitarlo, intentaba ampliar el
repertorio precisamente con óperas que interpretaba Caruso. Buscaba un
oscurecimiento de mi voz para las óperas que deseaba incluir". La
respuesta no daba la impresión de ser realizada a una pregunta indiscreta, como
podían interpretar mis compañeros. Fué tranquilo, cordial, agradable, en todo
momento fue un señor.
"Ud. es el que estudia
canto" -preguntó. "Sí, mi compañero y yo" - contesté, al mismo
tiempo que señalaba a Recchia.
"Me dijo que con la
Besanzoni" -"Si" -respondí. Y agregó -"Gran mujer" -no
dijo gran maestra. Entendí que se refería a lo físico y a lo artístico. Y yo
insistí, porque si no lo hacía ahora, corría el riesgo de que no me dejaran
preguntar.
"Llevo dos años con Ella y
no obstante la extensión de mi voz, no consigo el famoso "passaggio".
¿Cree Ud. que puede deberse al método de enseñanza o a mis cuatro dedos de
frente?" -mientras señalaba mi cabeza.
"Lo que ocurre es que muchos
maestros, aún entre los célebres, explicaron el sistema de los registros a su
manera dando lugar a interpretaciones erróneas que confunden a los alumnos.
Generalmente la teoría hoy practicada, suele dividir en dos partes la extensión
de la voz. Si tomamos como tipo la del tenor completo cuya gama musical sea de
dos octavas, en la primera se recibe la sensación de que el sonido repercute
entre el tórax y la faringe; por ésto se le llama "registro de
pecho". Dejando las notas centrales para elevarse, entrando en la región
de la segunda octava, parece como si toda la caja armónica remontara
automaticamente agudizándose, y aún cuando no se desprenda de la influencia
toráxica, se establece entonces la sonoridad por encima de la faringe en el
seno frontal y hemisferios cerebrales, al producirse en este segundo sector el
agudo, se le llame "registro de cabeza". Resumiendo, ese famoso pasaje
entre la primera octava y la segunda, debe ser realizado de forma natural, solo
oscureciendo un poco las vocales al llegar a las notas mi, fa, o sol, según las
características de cada voz. Esto debe ser controlado por el maestro, el que
debe poseer cualidades comunicativas, y además conocer la técnica por haberla
realizado, lo que le permitirá diferenciar los sonidos buenos de los
falsos".
La respuesta fue de manual. Había
obtenido lo que buscaba, pero me dejó perplejo.
¿Que hacía Recchia a todo ésto?
Su cara reflejaba la atención que había puesto durante el diálogo. Supongo que
esperaba su oportunidad de preguntar o hacer algún comentario, pero se adelantó
De Michelis abriendo el largo paréntesis sobre los discos. Disponía de una
buena colección, de la que en una oportunidad me facilitó un par de ellos para
estudio. Manifestó sus gustos, expuso comparaciones, buscó explicaciones. Habló
de lo que tenía y de lo que desearía tener. En este plano participaron tanto
Petrosemolo, como la pianista y el General.
Luego habló Martinelli de su
experiencia cinematográfica donde participó algunos años en una serie de
romanzas y canciones. Nos relató la peripecia sufrida en uno de los viajes a
Argentina. La idea en principio era de ir por el Pacífico hasta Chile y de allí
con el Ferrocarril Trasandino atravesar los Andes, hasta Mendoza de donde
seguirían hasta Buenos Aires. Con lo único que no contaron fue con las grandes
nevadas que obligaron a suspender las líneas. La travesía tuvieron que hacerla
a lomo de mula y con coches.
Aunque no fue tema de
conversación ese día, sí creo que debo reflejar cierto detalle sobre los
cabellos blancos de Martinelli que relata Eugenio Gara en uno de sus libros,
"El se ambientó muy bien en el Metropolitan y entre aquella gente. El
tenor de los grandes agudos y los cabellos blancos se hizo en poco tiempo muy
popular. Esta cabellera precozmente blanquecina fue el fruto de un susto. En
Detroit, después de un concierto en honor de Ford, atraído por un insinuante
mensaje femenino, cayó en aquello que tenía visos de ser una emboscada. Ocho o
diez brazos lo cogieron, armas desplegadas, una mordaza, y una fuga a través
del campo. Pero era todo una broma. Se trataba de falsos gangster, de
admiradores suyos que habían pensado festejarlo de esa manera, con esa
ocurrencia singular. "la broma es bonita", lo dice el mismo
Martinelli, "pero porqué me miran de esa manera? - agregó - que es lo que
ha sucedido? - insistió - Fue entonces que uno de los falsos gangster, con
corage, buscó un espejo y me lo puso delante, mis cabellos se habían convertido
completamente en color blanco".
Sus actuaciones sólo en el
Metropolitan de Nueva York, son extraordinarias. "Aida", de Verdi la
representó en 123 ocasiones; "Carmen" de Bizet, 74;
"Trovatore" de Verdi, 69; "I Pagliacci" de Leoncavallo, 68;
"Fausto" de Gounod, 56; "Boheme" de Puccini, 39. Y así con
todas las óperas de su repertorio.
Yo según mi buena costumbre,
había llevado mi máquina de fotos y se presentó la oportunidad. Fueron seis las
obtenidas, hoy en mi archivo, cuatro hice yo, una De Michelis y otra Recchia.
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