El director de orquesta italiano dirige, mañana en la Catedral de Toledo y el lunes en el Teatro Real, el «Réquiem» de Verdi
javier del real
Cuando Riccardo Muti entra en la sala de orquesta del Teatro Real se hace el silencio. Es uno de los últimos ensayos antes de la interpretación, mañana sábado en la Catedral de Toledo y el lunes en el coliseo madrileño, del «Réquiem» de Verdi. Conciertos que se enmarcan dentro de las celebraciones del IV Centenario del Greco y en recuerdo del recientemente fallecido Gerard Mortier. «La última vez que vi a Mortier -recuerda Muti- fue el pasado mes de diciembre en Roma. Me dijo que no podía morirse sin escuchar una obra de Verdi dirigida por mí». La fatalidad ha hecho que no se haya cumplido ese deseo. A pesar de disentir en algunos aspectos -en 1971 Muti dejó plantado al director belga en el Festival de Salzburgo por desavenencias con la escena-, el maestro italiano, considerado el mejor intérprete de Verdi del mundo, confiesa su «admiración y aprecio» por Mortier.
«Piu legato», señala a la orquesta, tras sonar los primeros compases del «Réquiem»; «diminuendo», indica al coro, pues es enemigo de los sonidos troppo forte. Un vicio que esta partitura ha ido arrastrando a lo largo de su historia y de los que Muti la quiere redimir, devolviéndole su «dignidad» original. «Verdi lo dejó todo escrito», enfatiza. Algo a lo que muchos han hecho oídos sordos en busca de un sonido más espectacular, alejado del recogimiento que en ocasiones precisa esta obra, dedicada al poeta italiano Alessandro Manzoni.
El «Réquiem» de Verdi es una partitura que el director italiano conoce muy bien. «No llevo la cuenta pero la he interpretado en todo el mundo -Israel, Sarajevo...- junto a músicos de esos países que en algunas casos tenían que pedir prestado el instrumento». Estos encuentros demuestran «la importancia de la música hoy en un mundo lleno de conflictos, de horrores, de guerras. La música es uno de los elementos que pueden llevar la comprensión a pueblos con distinta lengua, religión, color... Los hombres y las mujeres se reencuentran con un sentimiento que no presenta diferencias, es solo música».
«Si perdemos los vínculos con nuestro pasado se generará un problema en las próximas generaciones»
Algo a considerar ante los problemas a los que se enfrenta actualmente la cultura europea «debido a los recortes que han realizado casi todos los gobiernos, también en Austria. Europa es un continente cultural. Si perdemos los vínculos con nuestro pasado se generará un problema trágico para las próximas generaciones. Nunca conoceran su historia si rompemos las raíces con el pasado. Se acabó», sentencia. El maestro desconoce la solución a este dilema «porque no soy un gobernante, pero es algo que afecta a toda Europa. La solución pasaría por esperar, de los gobiernos unidos, que Europa promueva su propia cultura y no se convierta en un museo que vendrán a visitar los japoneses, los chinos... De ser así nosotros habremos renunciado a nuestra identidad».
Muti dirigió el «Réquiem» de Verdi por primera vez en 1971 en la basílica de San Lorenzo, en Florencia, en un entorno muy especial. «La cúpula de la basílica es de Brunelleschi; el púlpito, de Donatello; la tumba de Lorenzo de Medici, de Miguel Ángel, y la música que sonaba era de Verdi. Lo importante no era si la acústica era o no perfecta sino que representaba el triunfo del arte y de la cultura italiana y europea».
La amenaza de la televisión
«Nos hemos convertido en una sociedad visual donde la gente no se comunica»
Una cultura que el director de orquesta no cesa de reivindicar y de alertar sobre su decadencia, víctima de la banalidad «que nace ante la falta de cultura, de educación en las escuelas. Los chicos no leen lo suficiente», denuncia. Otro de los problemas que señala es la televisión, «no es cultural, es banal, de talk-show, de cosas superficiales. Nos hemos convertido en una sociedad visual en la que la gente no se comunica, no habla. Ya no se intercambian las grandes poesías de amor del trecento, del quattrocento. Los mensajes de amor de hoy, enviados por móvil, se resumen en “ta” (ti amo). Y cuando el amor es grande escriben “tat” (ti amo tanto)».
En cuanto a la gran presencia de las tecnologías, señala «que tienen sus propias reglas y exigencias. Y los chicos no hablan con nadie. Esto provocará un cambio total en la sociedad. La cultura debe ser hoy un arma contra la banalidad de los medios de comunicación. En algunos países, las páginas de cultura de periódicos importantes se llaman de entretenimiento. No se puede hablar de El Greco, de Dante o de García Lorca en esas páginas. La cultura ha sido abandonada en favor del entretenimiento».
«La música debería ser obligatoria en la cultura. Es un pilar de nuestra historia»
Muti asegura que tampoco tiene «la receta» para resolver este problema, pero un paso importante sería introducir la cultura en la educación a edades muy tempranas. «Incluso antes de la escuela primaria. Si esto se hace así, se generará en los niños una necesidad y se les dará además un pan espiritual». Un planteamiento que parece lejos de producirse, pues «existe un gran desinterés por parte de los gobiernos, no solo de Italia o de España, en general. Basta con ver las dificultades que atraviesan las óperas, las orquestas, los teatros... A los jóvenes no les interesa esto, sus intereses son otros». Y defiende de manera vehemente la presencia de la música como asignatura obligatoria en las escuelas. «Absolutamente. En Europa la música es uno de los pilares fundamentales de su historia. Podemos referirnos a Italia y a España, a la gran influencia que tuvieron los Borbones. Tenemos que preservar el pasado para tener un futuro», insiste.
Un nuevo lenguaje
Si bien el director de orquesta defiende la cultura europea como un todo, también reivindica la identidad propia de cada uno de los países que la componen. «No me opongo a una integración general, una integración cultural, pero sin abandonar nuestra historia. La grandeza de Europa radica en que todas sus naciones tienen su historia, su lengua, su literatura, su música...».
Y adelanta uno de los retos del futuro, «sobre todo entre los nuevos compositores. Consistirá en encontrar un lenguaje que será la expresión de la confluencia de nuestra cultura con las nuevas culturas que llegan. Porque ahora -matiza- estamos un poco estancados. Los compositores escriben sonidos, timbres, orquestaciones interesantes pero no existe un nuevo lenguaje, la sustancia». Una sustancia «a la que contribuirá lo que venga desde Suramérica, de Asia, de Oriente Medio... En el futuro el mundo estará mucho más integrado. El momento actual es muy difícil porque es de transición. Hay muchos experimentos pero pocos resultados», lamenta.
En esta nueva cita con Verdi, Muti se ha puesto al frente de la Orquesta Titular del Real y la Giovanile Luigi Cherubini, que estarán arropados por el Coro del Real y el de la Comunidad de Madrid. En las voces solistas contará con Tatjana Serjan, Ekaterina Gubanova, Francesco Meli e Ilda Abdrazakov.
«No vuelvo a la Scala de Milán»
Muti, que fue director de la Scala de Milán durante casi dos décadas, no quiere hacer comentarios sobre el nuevo relevo en la institución, el tándem formado por Alexander Pereira y Riccardo Chailly. «No hablo de la Scala. Puedo hablar de la Ópera de Roma (de la que es director), de la Sinfónica de Chicago (de la que es titular)...». Aunque reconoce que tanto Lissner como ahora Pereira le han invitado a volver a dirigir, no lo hará. «Pasé 19 años bellísimos allí, no reniego de ellos, pero la historia ha terminado de una manera que es imposible de contar. A la manera italiana: demasiados problemas políticos, sindicales, artísticos... Todo. Con 19 años basta. Estoy con la Sinfónica de Chicago, que es una de las orquestas más grandes del mundo, donde estoy muy feliz. Con ella acabo de ganar un premio en Londres por “Otello”. No vuelvo a la Scala», concluye.
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