A 3 años de la reinauguración que costó $ 400 millones, el primer coliseo se ve sacudido por fallas edilicias, abandono del patrimonio histórico y una visión privatizadora que ahoga el talento argentino. Dos modelos en debate: producción propia o fábrica de negocios.
Para cuando, en 1928, se estrenó la célebre Ópera de Tres Centavos, el escritor Bertold Brecht había delineado una denuncia sobre la persistencia de la corrupción, la miseria y los abusos de poder. Tristemente, la mirada lúcida sobre la burguesía alemana parece no perder vigencia y encuentra un correlato en la que alguna vez fue la meca del arte. Antes, cuando decirse egresado o integrante de las compañías estables del Teatro Colón era garantía de excelencia y futuro renombre, a ninguno de sus artistas se le hubiera ocurrido suponer la actualidad que vive el que fuera uno de los cinco mejores teatros para la ópera del mundo. Hace casi tres años, un sonriente Mauricio Macri encabezaba la reinauguración del máximo coliseo nacional. 1.100 días habían pasado desde el cierre. Las refacciones le demandaron al gobierno porteño 400 millones de pesos. En septiembre de 2012, la Auditoría General de la Ciudad (AGCBA) presentaba el único informe realizado sobre la administración del teatro. En la mayoría de los ítems analizados, el Ente Autárquico que administra el Colón falló en informar en qué gastó las decenas de millones de pesos que maneja sólo en concepto de gastos extraordinarios. Aunque pasó más de medio año, hasta la fecha no hubo ninguna precisión del ente que administra los destinos del centenario teatro, según fuentes internas de la auditoría.
“Nosotros veníamos denunciando cómo este proyecto de refacción sería la punta de lanza de una nueva concepción del Colón”, dice Máximo Parpagnoli, fotógrafo del teatro desde 1984 y delegado por la Asociación de Trabajadores del estado (ATE) hace diez años. “Es cierto que, en parte, la reforma fue una puesta en valor porque el teatro estaba muy venido abajo. Pero en este momento los daños ya pueden verse en partes de la fachada y paredes del subsuelo, que son lugares de circulación. Si uno pondera cuánto se gastó y en tres años se está en esas condiciones, cuanto menos hay un trabajo mal hecho”. El delegado critica la tarea de arenado de las paredes externas, a las que ingresó agua a presión para la limpieza y oxidó la vieja estructura de vigas de hierro. También cuestiona el estado de conservación de las prendas y telones, que fueron trasladados a otras dependencias municipales durante el cierre. “Gran parte del material textil húmedo hay que tirarlo a la basura porque no admite secado: estuvo en containers que no eran herméticos, sin presurización ni control de humedad. Así se descartaron cantidades exorbitantes de ropa y zapatos, artículos de utilería y de escenografía”.
–¿Cuál es la respuesta institucional a esos reclamos?
–Nosotros iniciamos causas judiciales por el patrimonio, y en la Legislatura García Caffi dijo que no había patrimonio histórico fuera del Colón, porque ellos sólo consideran el patrimonio inmueble. La UNESCO dice que el patrimonio no comprende sólo a los edificios sino también a su contenido. También es patrimonio lo intangible, es decir, la experiencia de los trabajadores.
La AGCBA evaluó las compras y contrataciones realizadas durante 2011. Entre las tantas irregularidades destacó que el ente no informó sobre siete contrataciones directas realizadas por un total de 19,3 millones de pesos. Además, el informe insistió en que, pese a los reiterados pedidos, la dirección nunca respondió en qué se gastaron los 11 millones de pesos que se transfirieron a la Fundación Teatro Colón. Frente a los números, los trabajadores se enervan porque, según dicen, para dar respuesta a sus reclamos nunca hay plata. “Hay un problema económico en el teatro. A veces nos preguntamos si el dinero desaparece, porque los trabajadores estamos postergados y cada vez que necesitamos mejorar las condiciones de trabajo terminamos poniendo el grito en el cielo para ser escuchados”, sintetizó Federico Fernández, primer bailarín. “El Colón tiene un presupuesto alto, pero está todo mal programado”, se quejan los artistas. La principal crítica es que, si bien se habla de popularizar el Colón, la entrada no baja de 600 pesos en promedio para los espectáculos regulares. “El año pasado hicimos La Bella Durmiente a teatro lleno –recuerda Fernández– pero no se agregó ni una función. Al mismo tiempo se preocupan por traer obras de afuera”. El enojo no es menor si se calcula que por año se programan cinco temporadas de ballet y cada una tiene seis funciones: eso significa que un primer bailarín sale a escena sólo diez veces al año.
Otra controversia que desnudó la AGCBA fue por la venta de entradas. El informe consigna que durante 2010 el teatro “adquirió el servicio de emisión, expedición y cobro de entradas mediante contratación directa por un total de 407 mil pesos”, pero el Ministerio de Hacienda informó a la Auditoría que la cantidad de compras bajo esta modalidad fue de 19,7 millones. Además, el informe denunció que, de los 12 expedientes de contratación directa, sólo pudo auditar ocho.
“Existe un presupuesto anual de 320 millones de pesos, lo que representa un 30 por ciento del presupuesto de Cultura de la ciudad”, dijo Parpagnoli.
–¿Es mucho o poco?
–Para el tipo de prestación actual, ese presupuesto es muchísimo. En este momento está dando ocho títulos, de los cuales cuatro vienen de afuera. En el 2006, nuestro promedio era de diez a doce títulos por año, el doble de obras que actualmente.
Esta semana, el ballet estable del Colón emprendió una gira internacional por Asia, presentando Trilogía Neoclásica en el Royal Opera House Muscat. “Ahora viajamos a Omán, y no nos llevan en colectivo porque no hay otro medio de transporte posible más que el avión. El teatro debería gestionar giras para la compañía. Como esto no ocurre, la dirección de ballet se pone la tarea a los hombros. La directora, de motu proprio, contacta a los teatros y gestiona. El teatro no paga ni los viáticos”, asegura Fernández. A la vuelta de la gira internacional el bailarín deberá emprender junto a la compañía una serie de shows por Corrientes y Paraguay en ómnibus.
Otro de los problemas que se suscitaron luego de la reinauguración en 2010 fue la reducción del espacio físico. “El tema es clave –agrega Fernández–. El cuerpo estable cuenta con tres salas de ensayo, de las que se usan solamente dos porque una no se arregló. Solamente tienen que solucionar un problema en el piso y la respuesta es siempre que no hay plata”.
Hasta que comenzaron las obras, en el teatro funcionaba el emblemático Instituto Superior de Arte que desde 1960 formó a profesionales de altísimo nivel como Julio Bocca y Paloma Herrera. Hoy, el dictado de clases está repartido en otros espacios, con horarios reducidos. De eso el Gobierno de la Ciudad prefiere no hablar: el director Pedro García Caffi no contestó al cuestionario enviado por la revista. “Hasta el 2010 el teatro contaba con salones propios que se tiraron abajo para hacer oficinas”, denuncia Fernández. El instituto tampoco tiene gabinete psicológico, kinesiólogo o nutricionista, elementos vitales para el desarrollo de los futuros profesionales. “Acá se formaron grandes bailarines de nuestro país y hoy es la nada absoluta. Esta es la mejor manera de desmantelar a un instituto que funcionó toda la vida”.
Las becas y subsidios otorgados por el ente a personas físicas y jurídicas, que para el año 2010 fueron de 1,4 millones de pesos, representaron otro escollo en la investigación. La administración del teatro nunca dio detalles sobre el destino de esos fondos. A la hora de auditar el uso de la caja chica, la AGCBA informó que hubo tickets por 154 mil pesos en concepto de gastos telefónicos, restaurantes, viajes en taxi, estacionamiento, lavaderos y peajes de los que no se sabía a qué funcionario pertenecían ni para qué espectáculo se habían utilizado. En las cajas chicas especiales la cosa no anduvo mejor, se abonaron 20,3 millones en concepto de honorarios de artistas. Entre la documentación había pagos de viáticos y pasajes al exterior, cuando ese tipo de gastos están restringidos según la normativa del Ministerio de Hacienda. En relación a las cajas especiales, la Auditoría revisó los gastos operativos para servicios de seguridad y vigilancia, compras, equipamiento de oficinas y alquiler de vestuario, que le costaron al ente casi 14,3 millones, en compras en las que no se aplicaron los procedimientos que prevé la normativa.
–¿Varió el número de trabajadores en esta gestión?
–En valores constantes no, porque hubo traslados, desplazamientos y trabajadores jubilados que fueron reemplazados por contratados. Creo que la planta estable está entre 800 y 850 como mucho, más 400 contratos, somos los 1.250 históricos. Es un teatro oficial, de producción propia y con cuerpos estables. Desde la idea original hasta la puesta en escena, todo se hace en su interior: el vestuario, la carpintería, maquillaje, sastrería, luces y puesta en escena.
–¿Cuál es la crítica entonces?
–Se dañó la capacidad de la cadena productiva, apuntaron a eso. Desde hace mucho tiempo está la controversia de qué hacemos con el teatro: si continuamos con la producción propia o hacemos una fábrica de negocios. Para eso, la parte del león del gasto está en el personal y si se baja ese gasto la plata remanente se puede usar para traer títulos desde afuera. ¿Qué les impide usar el teatro para la serie de conciertos extratemporada?
Parpagnoli se refiere a una serie de conciertos que nada tienen que ver con la lírica o la sinfónica y que fueron anunciados. Para fines de mayo subirán al escenario varias vocalistas en un espectáculo llamado Las Elegidas, compuesto por Valeria Lynch, Lucía Galán, Marcela Morelo y Sandra Mihanovich, entre otras, y no se descarta la presencia de Karina, la Princesita. Durante el mes de septiembre se va a presentar Cacho Castaña con el acompañamiento de la filarmónica del teatro, y Charly García and The Prostitution. De los tres shows, sólo el de Castaña sería gratuito. “Sin abrir un juicio de valor en relación a esos artistas, hay una cuestión técnica del teatro, que fue concebido con un tipo de arquitectura y acústica que no necesita amplificación porque es apto para sinfónica, lírica y coreográfica –agrega Parpagnoli–. Ninguno va a cantar a capella, calculo. Pero también se escucha mal por la reverberación acústica que tiene el teatro”.
El Ente Autárquico Teatro Colón se creó bajo la ley 2.855 en 2008. Tras su apertura, en mayo de 2010, se suscitó un conflicto gremial que culminó en despidos y también en la suspensión de funciones. Fue tal la repercusión que hasta Plácido Domingo, de paso por el país, se solidarizó con los trabajadores ofreciéndose para mediar entre las partes. Los delegados iniciaron dos causas, ambas tramitadas en el fuero contencioso administrativo y tributario: la 34.102, por la que la Justicia debería expedirse en relación a 280 empleados que la dirección del teatro decidió trasladar al área conocida como Registro de Agentes en Disponibilidad, y la causa que lleva el número 36.151, que tiene relación con la discusión del patrimonio. En el camino, siete delegados fueron despedidos. “Nos pusieron en la mira y aprovecharon el conflicto de 2010 para iniciar sumario a todos los delegados de ATE, pero por esa condición nos iniciaron una exclusión de tutela”, continuó Parpagnoli. “Se abrieron siete causas individuales que tuvieron suertes diversas y en el caso reciente del delegado Pastor Mora, el tribunal falló en su contra”.
–¿Qué pretende el macrismo con el Colón?
–Convertirlo en un teatro donde lo lírico sea un accesorio al principal interés de usar la sala, orientada a cualquier otro tipo de eventos e incluso alquilarla a terceros con un beneficio para la ciudad. Es un teatro oficial y público donde lo principal debería ser multiplicar el rédito social y cultural. A Macri eso no le interesa y eso se nota en los precios de las entradas, que aumentaron en algunos casos en un 1.200 por ciento. Hoy por hoy, el grueso del público lo compone el turismo de alto poder adquisitivo, y quedan muy pocos abonados.
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Opinión
Elitismo y persecución a los trabajadores
Por Gabriela Alegre
Legisladora porteña. Integrante de la Comisión de Cultura
Se desplegó una política elitista basada en un continuo aumento de los precios de las localidades, con incrementos moderados en las más caras y aumentos muy altos en las de menor costo. Para poner sólo un ejemplo, una platea para un concierto de la Orquesta Filarmónica, entre 2011 y 2012, aumentó entre 70 y 90 por ciento, mientras que las localidades de a pie, en el mismo período, lo hicieron entre 200 y 300 por ciento, lo cual provocó la disminución en la asistencia de público. Desde que el teatro cerró por las reformas, el Instituto Superior de Arte no cuenta con sede propia y sus actividades formativas se encuentran diseminadas en distintos ámbitos, muchos de los cuales no resultan propicios para las actividades que deben albergar. En lo que hace a la administración de los recursos públicos, se detectaron graves irregularidades por parte del directorio del Teatro Colón y en ese sentido la Auditoría General de la Ciudad verificó el pago de sobreprecios en las contrataciones y transferencias de dinero a la Fundación del Teatro Colón, sin justificación alguna. Por último, y luego de más de cuatro años de sancionada la ley de autarquía, el macrismo no reglamentó una nueva carrera administrativa, lo que constituye un claro perjuicio para los trabajadores, atentando contra la posibilidad de un reconocimiento salarial acorde con sus funciones, todo ello en el marco de acciones persecutorias que se encuentran vigentes sobre los delegados sindicales de los trabajadores.
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Opinión
Lejos de su función específica
Por Sergio Renán
Ex director artístico del Teatro Colón
Después de años tumultuosos, mi sensación es que el clima es diferente. El Colón ha tenido muchas veces conflictividad gremial o de la institución con las autoridades del Gobierno de la Ciudad, algo que este año casi no escuché entre los habitués y de lo que yo mismo, que no voy muy seguido, tampoco tengo noticias. Una vez leí en un diario que una de las tareas más estresantes para un ser humano es la gestión de un coliseo lírico. Me reí, porque me pareció una exageración. Al enfrentarme a esa tarea comprendí que era muy difícil, por la diversidad de intereses involucrados. Por un lado se debe lidiar con las demandas del gobierno, y por otro, con los intereses del personal, que no es una comunidad homogénea. Tengo que aclarar que en mis tiempos no existía el ente autárquico, que permite a la administración tener más libertad en los gastos. El instituto de formación del Teatro Colón es vital para la formación de las nuevas generaciones de artistas destacados. Necesitamos que siga existiendo y que mejore siempre la calidad de enseñanza y posibilidades que ha brindado históricamente a sus estudiantes. No veo como positiva la exageración en el uso del máximo coliseo de la lírica nacional para espectáculos populares. El Colón tiene una función muy específica, que es la difusión de la ópera y el ballet como contenidos esenciales. La presencia de música popular debe ser excepcional y no habitual. El teatro se debe popularizar, pero para volver próximo al público los géneros artísticos para los que nació.
(Testimonio recogido telefónicamente)
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Conflicto en el San Martín
Telón cerrado
Por Bruno Lazzaro
El conflicto data de hace tiempo. Sin embargo, la inacción del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires colmó la paciencia de los actores, que en los últimos días alzaron sus voces para reclamar la pronta solución de una serie de problemas que afectan al Complejo Teatral de la Ciudad.
Los conflictos son varios y pese a que día a día se acumulan más, las soluciones no llegan. Según Alejandra Darín, presidenta de la Asociación Argentina de Actores, “se trata de una privatización encubierta. Se están asociando con empresarios del teatro comercial para hacer producciones y esto es de mucha gravedad para nosotros”.
El jueves 9 de mayo, los actores marcharon hasta la puerta del Teatro San Martín para hacer oír sus reclamos (foto). Allí pidieron explicaciones sobre el alquiler del Teatro San Martín para la fiesta privada de un empresario y la indefinición en la programación de la Sala 25 de Mayo. Además, protestaron por el uso de represión y la falta de diálogo en el conflicto de la Sala Alberdi.
Personalidades como Juan Palomino, Agustín Alezzo y Osqui Guzmán dijeron presente bajo la consigna “El San Martín es de todos”. Al respecto, la diputada –también actriz y cantante– Susana Rinaldi opinó que “no puedo dejar de expresar mi preocupación ante todo lo que se está perdiendo y ante una gestión que, lejos de enderezar el rumbo, se aleja cada día más de los principios artístico-culturales que fundamentaron la creación de ese gran espacio tan rico en historia e historias”.
En la misma línea, Alezzo manifestó que “debemos rescatar la noción de bien común para volver a gozar plenamente de nuestros bienes comunales, sin consideraciones de ideologías políticas, razas o religiones, porque a todos nos pertenecen por igual”.
Otro dato que sorprende desde la asunción de Macri es la caída de los actores contratados para el Complejo Teatral de la Ciudad. En 2009 había 247. En febrero de 2013, el número era de 68. Actualmente, sólo hay dos contratos vigentes.
El conflicto crece y sólo resta saber cuál será el escenario cuando el telón se abra por completo.
16.05.2013
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