CIENTO VEINTE AÑOS DE UNA LOZANA Y JUVENIL "LA VERBENA DE LA PALOMA"
Sainete lírico en un acto y en prosa
Libreto de Ricardo de la Vega
Música de Tomás Bretón
Estrenada el 17.2.1894 en el Teatro Apolo de Madrid
En la década de 1890 el Teatro Apolo era el punto de reunión del Madrid desenfadado,
trasnochador y galante. Era un Madrid todavía castizo y romántico en el que el uso de chistera y levita daba un certificado de señorío, mientras la gorra y la blusa delataban al artesano. Era el Madrid de las mujeres con moño y falda larga, con mantón y pañuelo a la cabeza, con tertulias y vecindad al aire libre, con verbenas de organillo, adornos de papel y bombillas de colores. En este ambiente nació La Verbena de la Paloma, el título cumbre delgénero chico que hoy, a los ochenta y cinco años de su estreno, conserva intacta su fuerzadescriptiva, inclaudicables sus encantos e inmarchitables su refinada belleza.
Ricardo de la Vega, con su fino ingenio trazó un cuadro de costumbres arrancado a la misma calle, dibujando con mano maestra los perfiles de unos personajes que su incisiva facultad de observación había captado con agudeza admirable. Pero con ser tan perfecta la pintura de los tipos, la verdadera protagonista del sainete es la verbena, que palpita humanizada con esas chulapas que van a divertirse y a lucir el mantón de Manila; el tendero y el boticario metidos en disquisiciones sobre el adelanto de las ciencias y la inocuidad de la limonada purgante; el tabernero que en su insulta plática sentencia escuchado por los que no tienen nada más que hacer; el sereno y el guardia “arreglando” la política del país; la inevitable partida de mus, el café cantante que sólo intuimos pero cuyo sabor nos llega a través de las soleares bravías y de las risotadas de la concurrencia; el castizo baile callejero donde el chotis es “agarrao” a pesar del rigor de la temperatura.
En este estadio surge vivo tenso y latente el pequeño drama de “Julián”, el “honrado cajista” que aspira a casarse con La Susana, una modistilla postinera, coqueta y chula que “hace cara” al anciano pero rico boticario don Hilarión, favorecido por las artes celestinescas de la “señá Antonia”, tía de La Susana, ronca de aguardiente y de mala intención. Como lenitivo de la tragedia aparece la señá Rita la tabernera madrina de Julián que se empeña en tratarle como a un niño e intenta serenar los arrebatos del joven recordándole con machacona insistencia que “tié madre”. Julián ha comprimido sus
ímpetus hasta el encuentro con su novia en la verbena. El drama toma fuerza en el diálogo lleno de resentimientos del cajista y de coqueterías de “Susana”, cogida del brazo del boticario. La bronca no la detiene ni el mismo guardia, por más que apela a la autoridad de su pito. Y entre el alboroto general, la chula
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