SOBRE "OPERA CLUB"

ÓPERA CLUB es un emprendimiento que nace el 17 de noviembre de 1990 a partir de un programa emitido por Radio Cultura. Este programa tuvo características muy especiales que lo transformaron, casi de inmediato, en el de mayor audiencia en su género.

Por primera vez se trataba el tema operístico con un absoluto desapego a las formas tradicionales de acartonamiento y solemnidad. Quedó en claro desde un principio que se trataba de un programa de ópera y no de cantantes –de estos últimos se ocupaba la mayoría-. Procedimos a lo que nuestro locutor de entonces (Mario Keegan) dio en llamar “derribando mitos” -desmitificar leyendas, anécdotas o lisas y llanas mentiras que con los años se convirtieron en falsas verdades-. Seguimos muy de cerca toda la actividad musical de Buenos Aires y La Plata poniendo muy especial énfasis en la promoción de los intérpretes jóvenes que estaban haciendo sus primeras armas –en la mayoría de los casos a puro pulmón- aunque sin descuidar las grandes figuras nacionales e internacionales que nos visitaban. Por último, el formato horario de cuatro horas nos permitió tratar amplia y distendidamente diferentes temas en un sólo programa desarrollado a través una conversación sin planificación previa entre dos a cinco co-conductores.

Todo esto nos puso en el primer lugar durante poco más de diez años. Diversos problemas –fundamentalmente económicos y de necesidades de programación de la radio- nos fueron acortando la duración y concluímos transmitiendo una hora a la medianoche del sábado. De esta manera fuimos perdiendo, junto con audiencia, nuestras características distintivas.

A partir de septiembre de 2012 nos mudamos a Radio Amadeus Cultura Musical recuperando nuestro formato original e intentando, de a poco y con mucho esfuerzo de todo tipo, retomar nuestro puesto de liderazgo –tarea nada fácil, por otra parte-.

Comencé diciendo que ÓPERA CLUB es un emprendimiento que nace a partir de un programa de radio. Esto es porque no es sólo un programa de radio –o, mejor dicho, el programa es casi como un pretexto-, sino un modo de unir a los oyentes tras un objetivo superior en común. El verdadero protagonista del programa no son ni los cantantes ni la música, son los oyentes –sus destinatarios y razón de ser-. Es por eso que los llamados telefónicos o mails son fundamentales para la concreción de lo que sale al aire. La audición es una excusa para que nos comuniquemos, nos conozcamos y podamos realizar y armar el programa y las actividades en forma conjunta.

Siempre me ha preocupado la incomunicación y soledad que aquejan a nuestra sociedad de manera cada vez mayor desde la segunda postguerra. Esta idea de nuclearnos bajo un interés u objetivo común es, para mí, un medio para paliar este terrible mal. Para esto, además del programa –y en lo personal más importante- son las diversas actividades que hemos venido realizando –con menor o mayor frecuencia- durante los últimos veintitrés años: encuentros, charlas, recitales, conferencia-debates, intercambio de material y, fundamentalmente, exhibición de videos (hoy DVDs) de diversas funciones operísticas –recuerdo con especial cariño el ciclo multitudinario que realizamos en el Centro Cultural General San Martín colmando ampliamente la capacidad plena de la Sala AB-. También estas actividades se vieron notablemente disminuídas con la anteriormente citada decadencia del programa –al que están intrínsecamente unidas-.

En esta nueva etapa muchas son las esperanzas y muchos los proyectos. La idea de congregarnos bajo nuestro amor a la ópera es, vuelvo a repetirlo, sólo un pretexto para encontrarnos virtual o realmente, tanto en nuestra relación comunicador-oyente como en forma personal. Este sitio, el Facebook y, en un futuro muy próximo, el Twitter serán nuestras herramientas virtuales a utilizarse en forma dinámica. Queremos crear un foro de debate y discusión a través del que no sólo hablemos de lo que nos gusta sino que intercambiemos ideas sobre políticas culturales. Necesitamos ampliar horizontes y promover los valores estéticos y culturales en los que se basan las obras de arte. De esta manera, a través de estos valores y del intercambio de ideas, iremos creciendo como personas y ayudando a crecer a nuestro entorno. Recordemos que los grandes cambios se producen, en general, a partir de los pequeños cambios individuales.

En cuanto al programa en sí mismo, posee una dinámica que va haciéndose cada vez más participativa –ya hemos desarrollado algunos temas propuestos por ustedes y esperamos una participación cada vez mayor-, poseemos también una enorme discoteca –probablemente la más grande de nuestro medio- con una cantidad de grabaciones que está muy holgadamente en la cantidad de cinco cifras y que abarca desde los primeros cilindros hasta las últimas funciones efectuadas en el mundo –a veces el mismo día de la emisión-, presentamos a las grandes figuras que nos visitan y hacemos una fuerte promoción de lo que están preparando los distintos grupos que han aparecido fuera del marco de los teatros oficiales y que es en donde realmente se encuentra el futuro.

La ópera es el centro pero no nos cerramos en ella. Abarcamos también los demás géneros vocales (opereta, zarzuela, oratorio, canción de cámara, sinfónico-vocal) y estamos, aún tímidamente y en muy pequeñas dosis, abriéndonos a todo el espectro de la música clásica (o académica –término que no me gusta pero al que adhiere muchísima gente-) En cuanto al período de lo que difundimos, es amplísimo y sin reservas ya que vamos desde la música medieval hasta las últimas manifestaciones de vanguardia.

En síntesis, estamos buscando crecer a partir del debate y la interacción. Considero que la relación estática con un oyente pasivo ya no es aceptable y pertenece a un tiempo que ya fue –no estoy valorizando, sólo presentando un hecho-. El piso de este proyecto es el que estamos transitando. El techo quisiera creer que no tiene límites (una sede propia, una emisora....).

Entre todos podemos lograrlo. Esto intenta ser un verdadero Club y les pido que se unan. Les garantizo que el crecimiento y el gozo serán ampliamente satisfactorios.


Dr. Roberto Luis Blanco Villalba


UNA CREACION DE ROBERTO BLANCO VILLALBA

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domingo, 23 de noviembre de 2014

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Ana María Iriarte (lazarzuela.webcindario.com)

Mezzo-soprano
Madrid, 23 de enero de 1927

   Figura ilustre de la lírica española, tan pródiga en figuras, su presencia fue indispensable en los carteles, alcanzando una notable popularidad por su grato timbre y su rigor interpretativo.

   Ana María Beruete Iriarte vio la luz en Madrid el 23 de enero de 1927. A los cinco años comenzó estudios en el Colegio Alemán. Y a los dieciséis comenzó los de canto en el Conservatorio de Madrid con José Luis Lloret y Lola Rodríguez Aragón. No comenzó en la cuerda de mezzo-soprano, que es la que le daría fama. La ilusionaba hacerlo de soprano lírica para poder interpretar las óperas de Puccini, de las cuales es entusiasta. Y lo hizo con MADAMA BUTTERFLY. Su presentación profesional tuvo efecto el 4 de diciembre de 1945 en el Teatro Apolo de Valencia con la reposición de EL SOÑADOR, ópera del músico valenciano Salvador Gines, que no se representaba desde su estreno en 1901. Ana María tuvo una destacada actuación acompañada por el barítono Juan Gual y el bajo Aníbal Vela. Pero el triunfo grande le llegó dos meses más tarde, en el Teatro Principal, que fue testigo de su actuación con la “Amneris” AIDA junto a María Clara Alcalá, Cristóbal Altube, Pablo Vidal y Aníbal Vela. Fue ovacionada sin cesar, especialmente en el dúo del tercer acto y en la escena del juicio. Tenía dieciocho años. Luego, hizo la “Charlotte” de WERTHER, la “Santuzza” de CAVALLERIA RUSTICANA y la protagonista de CARMEN, éxitos que repitió después en Bilbao con las mismas óperas. También cantó TOSCA junto a Esteban Leoz. 
   En 1946 se presentó en el Teatro Madrid de la capital de España con la “Leonora” de LA FAVORITA, personaje al que dio singular encanto, tanto en lo vocal como en lo escénico, recibiendo largas ovaciones en unión del tenor Mario Filippeschi. Todo esto lo confirmó con creces en la “Cecilia” de LAS GOLONDRINAS, espléndida representación en la que “Puck” fue el eminente barítono Raimundo Torres y “Lina” Celia Langa. La acción de Ana María arrancó a un crítico el siguiente juicio: “Puede figurar en una antología por voz, presencia, naturalidad, temperamento y precisión”; y era cierto, porque su voz amplia, grata de timbre, flexible, coloreada, con limpidez de emisión, depurada escuela de canto, gran musicalidad y rica en matices lo justificaba. Hizo derroche de estas envidiables facultades en varios conciertos con la Orquesta de Cámara de Madrid, bajo la dirección de Ataúlfo Argenta, pero ella se exigió más y decidió ampliar estudios de ópera, oratorios y “lieder” en Viena. En años sucesivos también haría los de ópera italiana en Milán con Elvira de Hidalgo y Mercedes Llopart. En 1949 estrenó en el Teatro Madrid la zarzuela del malogrado compositor Jesús García Leoz, LA DUQUESA DEL CANDIL. La interpretaron con Ana María, Matilde Vázquez, Manuel Ausensi y Manuel Gas. En 1951 participó en las representaciones de “Madrid en la zarzuela”, celebradas en el Teatro Español con tres actos de concierto y tres de joyas del género chico. En LA VERBENA DE LA PALOMA fue “Casta”; en AGUA, AZUCARILLOS Y AGUARDIENTE, “Manuela” y en LA REVOLTOSA, “Mari-Pepa”. Ese fue un gozoso anuncio para los discos con obras del mismo género que grabaría a partir del siguiente año. Inauguró el festival de Granada con la Orquesta Nacional y seguidamente efectuó una larga gira por Francia, Bélgica y Suiza. También actuó en el Royal Festival Hall con la Orquesta Filarmónica de Londres; participó en el estreno mundial de DON PERLIMPLIN, ópera de Vittorio Rieti sobre la obra de García Lorca, que tuvo efecto en el Festival Siglo XX de París. En los tres años siguientes cantó en Viena ORFEO, de Monteverdi, acompañada por instrumentos antiguos, la CANTATA de Stravinsky y la NOVENA SINFONÍA de Beethoven. Con el prestigio indiscutible de ser considerada como la mezzo-soprano más joven del mundo, José Tamayo la elige para hacer la “Beltrana” en DOÑA FRANCISQUITA para la representación conmemorativa del centenario del Teatro de La Zarzuela en 1956, con la cual se abrió de nuevo este coliseo después de un largo período de incertidumbre respecto a su suerte. Alternó su papel con Inés Rivadeneyra; en el de “Francisquita” lo hicieron Ana María Olaria y Lina Huarte y en el de “Fernando” Alfredo Kraus, Carlos Munguía y Agustín Godoy. Esta famosa zarzuela se representó poco después en el Volkoper de Viena, traducido el libro al alemán. Ana María repitió en este idioma la “Beltrana” como única española en el reparto. Durante los cuatro años siguientes realizó una gira por las principales capitales de Francia a base de CARMEN y SANSON Y DALILA. 

En 1960, dos años después de la muerte del que había sido su sincero y afectuoso admirador, Ataulfo Argenta, y cuando aún la esperaban incontables triunfos, decidió retirarse de la escena. Diversos asuntos familiares llevaron a que esta decisión fuera irrevocable. Su retirada definitiva se produjo en Burdeos, en el Teatro Municipal, cantando el papel protagonista de CARMEN, cuando apenas contaba treinta y dos años de edad. Mas no por ello olvidó el canto. A lo largo de los años siguientes impartió el curso de interpretación dentro del Concurso Internacional de Canto Francisco Viñas y de Arte Lírico Español y Zarzuela en la Universidad de Portland de los Estados Unidos. Está en posesión del Premio de Canto Lucrecia Arana, del Premio de Teatro 1952 y del Gran Prix du Disque de París en 1952 por su grabación de EL AMOR BRUJO con Ataúlfo Argenta. Quienes deseen deleitarse con su hermosa voz no tienen más que escuchar cualquiera de las zarzuelas que impresionó, muchas de ellas bajo la dirección del mismo maestro. Son una delicia. Con ellas rindió un gran homenaje a este género. 
Grabaciones:
Zarzuelas completas:
La Duquesa del Candil, Entre Sevilla y Triana. Ed.: Columbia-Notas Mágicas (1949)
Agua, azucarillos y aguardiente (2 versiones), Alma de Dios, La Gran Vía, La Dolorosa, Los claveles, El año pasado por agua, El pobre Valbuena, La alegría del batallón, La verbena de la Paloma (2 versiones), La Revoltosa (2 versiones), La reina mora, El puñao de rosas, Gigantes y cabezudos, La viejecita, El dúo de La Africana, Doña Francisquita, Las golondrinas, Pan y toros, Goyescas, El niño judío, La corte de Faraón, La patria chica, Música Clásica, Moros y cristianos, El chaleco blanco, Las bravías. Ed.: Alhambra-Columbia (1952-1959)
Fragmentos y selecciones:
Coplas de la dolores, La chavala. Ed.: Alhambra (1958)
Para escuchar:
-Canción del amor dolido ("El amor brujo" de Manuel de Falla) (Director: Ataúlfo Argenta): https://www.youtube.com/watch?v=6S9QYyBOvdE
-Romanza de la carta ("Gigantes y cabezudos" de Manuel Fernández Caballero) (Director: Ataúlfo Argenta): https://www.youtube.com/watch?v=-4ia6ObBq9c
-Mi protectora, mi ángel ("Pan y toros" de Francosco Asenjo Barbieri) (con Manuel Ausensi. Director: Indalecio Cisneros): https://www.youtube.com/watch?v=ZeiOlXLAfDY
-Mazurka de los paraguas ("El año pasado por agua" de Federico Chueca) (con Gerardo Monreal. Director: Indalecio Cisneros): https://www.youtube.com/watch?v=KVGppiZ6t_w
-Dúo de Cecilia y Lina y Final del acto 1º ("Las golondrinas" de José María Usandizaga) (con Pilar Lorengar y Raimundo Torres. Director: Ataúlfo Argenta): https://www.youtube.com/watch?v=YXkD2wypTZ4

domingo, 2 de noviembre de 2014

PATERNOSTRO ENTREGO SU MEJOR TRABAJO



Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Roberto Paternostro. Solistas: Alejandra Malvino (Mezzosoprano), Enrique Folger (Tenor), Fernando Chiappero (Corno). Programa: Benjamín Britten: Serenata para Tenor, Corno y Orquesta de Cuerdas. Gustav Mahler. “La Canción de la Tierra”. Teatro Colón, 30/10/14.

  En esta penúltima entrega del año (parece mentira, pero es real), la Filarmónica ofreció un programa de concepción extraordinaria, dado la calidad de los compositores abordados, como las obras de ellos elegidas. Se puede decir que Benjamín Britten es, en cierto modo, un continuador de la obra de Gustav Mahler, en la que indudablemente abrevó, hasta refinar y mejorar aún mas el repertorio que para la Voz y Orquesta se refiere. Y la prueba fehaciente la da el hecho que tanto la Serenata del compositor Inglés, como “La Canción de la Tierra”,  son obras que recrean los mismos climas y que,  hechas de manera extraordinaria como sucedió en el Colón, mantienen la atención del oyente de punta a punta.

  La Serenata de Britten, es una obra que cautiva desde un principio, dado el instrumento solista elegido (que al comienzo y al final de la obra es para corno antiguo de sonido natural, en el que el interprete debe realizar un “solo”), la asignación para la voz de tenor (es una obviedad decir que Peter Pears, pareja del compositor Inglés, fue el motivador del trabajo) y el fondo de cuerdas, tratadas maravillosamente. Los poemas abordados de autores ingleses, que van desde el siglo 17 al 19 (a diferencia de  la Sinfonía “Primavera” escuchada la semana anterior por la Sinfónica Nacional que son mas antiguos), contribuyen con sus textos a la generación del clima de intimidad que la obra pide. El trabajo tanto de Enrique Folger en la parte cantada, como de Fernando Chiappero en la parte solista instrumental,  fue sencillamente irreprochable. El primero en plenitud de sus medios vocales, tuvo puro refinamiento en su intervención, matices y exquisitez en el decir. El segundo con una técnica impecable, dando en la tecla en todo momento con el sentido de la música,  y saliendo airoso en la nada fácil tarea de la interpretación de un instrumento antiguo. Paternostro en la línea de trazo grueso que se le conoce, pero aún así, gracias a la impecable tarea de las cuerdas de la Filarmónica que sonaron magníficas, logró redondear un trabajo convincente.

  El plato fuerte de la noche fue la espectacular versión ofrecida de “La Canción de la Tierra”,  y aquí si, honor al Director Austríaco, quien demostró  tener conocimiento y consustanciación con la obra, mostrándola casi al nivel que el inolvidable Franz Paul Decker lo hiciera dos décadas atrás. La formidable instrumentación de Mahler, quien toma traducidos al alemán poemas de  cuatro autores chinos (incluidos en la antología “La Flauta China” de Hans Bethge, traductor de los mismos), logrando un producto con colores, detalles y hasta climas propios de Oriente (amén de citas de su propia cosecha), fue amalgamada por Paternostro de manera increíble.  Enrique Folger,  con una faena memorable en el poema inicial “Brindis a las Miserias Terrenales”,  y un desempeño magnífico en las otras dos canciones y una Alejandra Malvino formidable, conmoviendo hasta al mas insensible con “La Despedida”, dándole énfasis, saber decir y una lección de buen gusto interpretativo. La Filarmónica tuvo una noche para el mejor recuerdo y Paternostro será también recordado, con este Mahler que aporta y mucho.


Donato Decina

UN PROGRAMA ARMADO CON INGENIO



Orquesta Sinfónica Nacional, Director: Pedro Ignacio Calderón. Programa:  Rodion Shchedrin: Música para el Ballet “Carmen”, basada en la música Original de la Opera homónima de Georges Bizet, para Orquesta de Cuerdas y Percusión. Dimitri Shostakovich: Sinfonía Nº 10 en Mi menor Op. 93. Auditorio de Belgrano,  31/10/14.


  Un muy acertado comentario de Daniel Varacalli Costas para el, ahora sí, muy buen programa de mano que el Ministerio de Cultura imprime para estos conciertos de la Sinfónica Nacional, explicita que el primer contacto que Prosper Merimee tuvo con la cultura gitana, fue el poema : “Los Gitanos” de Alexander Pushkin. Ahí sobrevino la inspiración para la novela “Carmen”, la que termina moviendo a Georges Bizet a componer su mayor éxito musical, y, a su vez, motivando a la gran Maia Plissetskaya a solicitarle a Aram Khatchaturian, armar para el Ballet  una obra basada en el personaje central de la opera. Al no tener éxito en el intento, convenció a su esposo, el también compositor Rodion Shchedrin  para la realización del trabajo y a Alberto Alonso, coreógrafo cubano ( hermano de la no menos célebre Alicia, bailarina como Maia, a quienes aún en etapa de declinación, este cronista tuvo el privilegio de verlas sobre un escenario), la realización de la coreografía. Como se vé la unión de dos disciplinadas bailarinas, familiares (artistas ellos también) y la potencia emblemática del lado oriental del mundo y su principal país asistido,  en plena guerra fría.  La obra vio la luz, el arreglo tiene aristas como la inclusión de la “Farandole” de “La Arlesiana” e inclusión de música del propio Shchedrin, y ambas divas a su modo,  la incorporaron a sus respectivos repertorios. Otros bailarines como Alexander Godunov la interpretaron de igual forma. Pero no está completa la historia,  si no decimos que la Ministra de Cultura Rusa de esa época, la consideró no solo una burla a la opera de Bizet, sino que contenía una fuerte carga erótica, inaceptable para el régimen. Y aquí el eslabón que faltaba, la intervención de Dimitri Shostakovich, quien logró revertir la medida y que este ballet, siguiera su camino por el mundo. Si se tiene en cuenta que la obra de fondo fue la Sinfonía Nº 10 del gran compositor, surgida luego de la muerte de Stalin, cuestionador de “Lady Machbeth de Mtensk” y la Sinfonía Nº 4, es claro que el programa se armó en dos  obras rusas que, cada una a su modo, expresaron temas de inmediata relación con la censura. Sin decirlo, la sinfónica continuó,  de alguna manera, con la línea trazada en los programas de “Música Prohibida”, que mostraron los trabajos de compositores perseguidos por el Nazismo.

  En “Carmen”, encontramos una sección de cuerdas muy afiatada y una percusión con pleno equilibrio. Calderón condujo a la fuerza instrumental con mano maestra,  recordándonos de alguna forma, la pericia con la que condujo aquellas recordadas funciones en donde la Orquesta fue el soporte instrumental del “Ballet Argentino”, durante la plenitud artística de Julio Bocca. Si bien, Shchedrin, no ha sido una luminaria de “Alto Vuelo”, debe reconocérsele lo ingenioso de la adaptación, la buena instrumentación donde la cuerda sostiene la tensión del discurso y la percusión acentúa los detalles. Todo estuvo delicadamente expuesto y la interpretación muy bien recibida.

  La “Decima” por su parte, fue objeto de una interpretación muy eficiente. Obra de atmósfera densa, tuvo en el Calderón de hoy día un interprete que la aborda a “tempi” un poco mas lento de lo usual, pero que le trae hoy a sus ochenta años mas beneficios,  ya que le permite tener un mayor control sobre la muy importante masa orquestal que la partitura dispone sobre el escenario. Faena memorable para todos los instrumentistas de viento de la Nacional, con pasajes resaltados de manera justa. Un muy buen equilibrio en los bronces (fundamentalmente los cornos en el célebre tema del anagrama, con cada nota del mismo que forma las iniciales del compositor en alemán). Buen desempeño de percusión y un notable trabajo de cuerdas. Calderón logró del conjunto un muy buen desempeño y tuvo ingenio para formular el muy buen programa propuesto.


Donato Decina

sábado, 1 de noviembre de 2014

LA ÓPERA DEL SIGLO XX



por Roberto Bañuelas


¿Es la ópera moderna la que se ha compuesto en el siglo XX o la que, entre adaptaciones y deformaciones de falsa modernidad, sigue representándose en los teatros que dan vida y continuidad al espectáculo lírico? La ópera, a bandazos en un mar agitado de escuelas, estilos, idiomas, afirmaciones y contradicciones, ha podido evolucionar y concretarse en obras que conforman el más variado repertorio del teatro musical.
A diferencia de lo acontecido en el siglo XIX, en que los autores se expresaban en un lenguaje comprensible o aceptado por los espectadores -insaciables consumidores de melodías y argumentos que se debatían entre la nobleza, el heroísmo y el sacrificio para obtener el premio del amor- los asistentes de los últimos cien años siguen siendo, en su gran mayoría, amantes y clientes de Traviata, Norma, Carmen, Aida, Isolda, Tosca, etc.
La causa del alejamiento del público en nuestros días radica, fundamentalmente, en la sobresaturación técnica que convierte a la música en un lenguaje para doctos e iniciados, representantes de una obsesión específica que resulta agresiva cuando no se tiene nada auténtico qué decir.
Hacia el último decenio del XIX, cuando el Crepúsculo de los dioses esparcían enceguecedores resplandores para los autores que no querían mirar hacia sus propias fuentes, en Alemania se optó, suponiendo una factible transición, por continuar el wagnerismo con discípulos que transmutaban la mitología grandilocuente en amables fábulas, comprensibles para los niños y progenitores que les acompañaban: tal fue el caso de Engelbert Humperdinck, autor de Hänsel und Gretel que, sin renunciar al acompañamiento sinfónico de Wagner, expresa con humor directo y fluidez melódica una de las más genuinas obras del teatro cantado.
Otros autores, descendientes fabuladores del wagnerismo, son Alexander Rilter, con su ópera Der faule Hans(Hans el holgazán, 1855), L. Thuille, Hans Zöllner Y Siegfrie Wagner (1869-1930), hijo del gran Richard, que compuso óperas de carácter feérico como Der Bärenhäuter (El hombre de la piel de oso), y Der Schmied von Marienburg (El herrero de Marienburgo).
En Italia, a pesar de la definición y grandeza evidentes del gran autor que fue Giuseppe Verdi (1813-1901), no supieron aprovechar la lección que les ofreció con el intimismo realista de La traviata (1853), al reflejar artísticamente un retrato hablado-cantado de la sociedad de su tiempo en la que, espectadores e intérpretes vestían los mismos modelos de confección. Es el mismo Verdi quien, con una sabiduría y genial capacidad, asimila en forma personal e italiana la influencia de Richard Wagner (1813-1883) para componer Otello (1887) yFalstaff (1893), dos de las más perfectas óperas en que se combina, en forma y contenido, la acción teatral y la inventiva musical como totalidad de lenguaje poético, expresión vocal y sonoridad orquestal. Falstaff, como ejemplo de síntesis vocal-teatral-orquestal, representa un logro de melodía continua sin tener que renunciar a conjuntos y concertantes que, al igual que en otras obras de este gran autor, reúne la expresión diferenciada y simultánea de diversos personajes. Falstaff es comedia en música que, concebida como gran conjunto vocal, orquestal y teatral, se sitúa como ejemplo de ópera moderna.
Mientras que Verdi se anticipó al verismo con la Traviata, cuarenta años después, bajo la influencia del naturalismo literario, Pietro Mascagni (1863-1945) produce Cavalleria rusticana (1890), y Ruggero Leoncavallo (1857-1919) compone Pagliacci (Payasos, 1892), cuyo prólogo constituye el ideario estético del verismo; ambas obras son las más representativas de este movimiento que se erige sobre la verdad de la vida real y sus confrontaciones pasionales. Otros autores también aportaron obras en las que agotaron los recursos a favor de un teatro violento que exigía demasiado de la música vocal, más cerca de la prosa y la declamación que del verso y el sentido melódico y ornamental del bel canto.
Alfredo Catalani (1854-1893), entusiasta de las leyendas románticas, por la pasión que empleaba para orquestar y el empleo de los interludios sinfónicos a la manera de Wagner, se le acusaba de querer germanizar la ópera. Sin embargo, su línea vocal permanece italiana y traduce con sinceridad la pasión de los personajes. Un año antes de morir, alcanza el éxito con La Wally, estreno que coincide con el Cristoforo Colombo de Alberto Franchetti y Paggliacci de Leoncavallo.
Mientras Antonio Smareglia insiste en mantenerse ligado al síndrome sinfónico del wagnerismo y con cierto folklorismo a la manera de Dvorak con su ópera Nozze istriane, Humberto Giordano (1867-1948) preparaba el estreno de su Andrea Chénier, obra también representativa del verismo que, a pesar de no basarse en un tema actual, se inscribe en esa escuela por el realismo de intenso patetismo a través de una amplia declamación; el dramatismo, efectivo y realzado por una rica orquestación, hace de esta obra una de las preferidas en el repertorio de cada teatro. Giordano logra, además, roles de destacado protagonismo para el tenor, la soprano y el barítono.
En los años en que Mascagni y Leoncavallo habían provocado un interés casi delirante con obras que presentaban la ópera como narración y vida de lo verdadero, página roja y crónica negra, ejemplos de violación humana, Giacomo Puccini (1858-1924), que ya contaba con dos éxitos: Manon Lescaut , de 1893, y La Bohème, de 1896, participa del verismo con Tosca (1900). De la galería de personajes de las óperas puccinianas, reservadas a las efusiones líricas y pasionales para la soprano y el tenor, en Tosca crea Puccini el más importante personaje para la voz del barítono, tratando con una gradación de matices la inteligencia, la perfidia y el erotismo de este antagonista que requiere para su interpretación la presencia de un eminente actor-cantante. Puccini, sin ser un ecléctico oportunista, sí era un compositor bien informado de la técnica de la composición en las fases de innovaciones armónicas y orquestales, aportes de autores notables que supo incorporar y filtrar a su sensibilidad y a su inventiva de melodista original.
Junto a Vincent d’Indy (1851-1931), músico culto y profundo que aplicaba los dictados wagnerianos en sus obras de carácter religioso y simbolista (Fervaal de 1897 y L’étranger de 1903), en el mismo año aparecen Le Roi Arthus de Ernest Chauson (1855-1899), obra de insistente cromatismo con referencia al Tristan wagneriano. En 1900, Gustave Charpentier (1860-1956), se adentra en la novela naturalista, que influye ambientalmente en su música y le lleva a componer la notable ópera Louise. Es la ópera del Paris de Montmartre, sus artistas y la gente del lugar que da marco y atmósfera a una historia de amor.
En otros países, la ópera es compuesta por sinfonistas que no desean quedarse afuera del teatro ni de la historia sin aportar una o más obras. En Checoeslovaquia, como seguidor del drama lírico en su estructura y sinfonismo, debe considerarse la presencia de Zdenêk Fibich (1850-1900), autor de la ópera Zàrka (1897). Antonin Dvorak (1841-1904), autor de nueve sinfonías (Desde el nuevo Mundo, la más conocida), concierto para cello , música de cámara y canciones de muy alta calidad, fue un autor fecundo que encontró el éxito en una de sus diez óperas:Rusalka, que figura, frecuentemente en traducciones, en el repertorio internacional.
Jean Sibelius (1865-1957), autor de siete sinfonías y poemas sinfónicos, lo es también de la ópera La muchacha en la torre (1896).
En Alemania, para muchos compositores nacionales, la técnica diversa de Wagner se transforma en influencia perversa sobre August Bugert (1845-1915), que compone Homerische Welt (Mundo Homérico), compuesto de dos ciclos de seis óperas cada uno. Hans Huber, autor de Kudrun (1896) se presenta también marcado por el autor de Parsifal. Del mismo año es El Corregidor de Hugo Wolf, (el liderista más celebrado y original después de Schubert y Schumann), que intenta una comedia al estilo de Los maestros cantores, pero con equívoca concepción teatral.
Claude Debussy (1862-1918) es moderno y nuevo antes de que finalice el siglo XIX, y continúa siéndolo en el XX; su saludo y ofrenda, después de haber experimentado en el género operístico con Como gustéis de Shakespeare y La caída de la casa de Usher de Poe, se muestran en la forma de una más novedosa ópera dramática, lírica y musicalmente en la creación de Pelléas et Mélisande (1902), que inaugura en Francia la ópera moderna. Con esta obra, aunque elaborada en la línea vocal sobre la continuidad de un recitativo, Debussy rompe todos los nudos de la tradición, pero privándola de continuadores. La característica sustancial de toda obra maestra es la de cerrar caminos y de rematar la pirámide en una conclusión estética sin posible imitación. Operísticamente,Pelléas et Mélisande resultaría defectuosa si se tomara en cuenta la neutralidad de sus personajes y la ausencia de concertantes vocales. Como reacción contra el credo estético de Wagner resulta wagneriana en la utilización de leitmotiv y la intención de evitar el virtuosismo y el potencial del canto, adaptando la línea vocal a las cualidades rítmico-fonéticas del francés a nivel de prosa. La novedad del aporte de Debussy es de orden expresivo en busca de lo inexpresable hasta llegar a la plenitud del silencio. Debussy, como los pintores impresionistas, nos da la sensación de los elementos naturales a través de imágenes sonoras impregnadas de símbolos. El estreno de la ópera se realiza cuando Debussy es ya uno de los máximos exponentes de la música europea, en un clima propicio al escándalo por las manifestaciones audaces y provocantes de la literatura y la pintura. Entre las aclamaciones delirantes y la polémica histérica, Debussy va al encuentro de una sonoridad enigmática y vibrante de actualidad.
Materlinck, esta vez sobre un libreto y no en una pieza teatral, permanece en la escena gracias también a Paul Dukas que escribe una sola ópera: Ariane et Barbe-Bleu (Ariana y Barbazul, 1906). Entre la tensión romántica de Wagner y la resonancia impresionista de Debussy, P. Dukas realiza una obra maestra de síntesis musical y poética que otorga sus derechos al privilegio de la voz cantada.
A diferencia de Francia, que recuerda a Wagner para oponerle otra expresión con una identidad lingüístico-musical, en Alemania se sistematizan los excesos, los efectos transmutados en defectos retóricos del wagnerismo en la figura de Richard Strauss (1864-1949). Autor importante y original, que se abstiene de componer sinfonías para hacerlo con poemas sinfónicos: Don Juan, Til Eulenspiegel, Also sprach Zaratustra, interesantes por la novedosa acumulación instrumental y el escaso desarrollo temático, el tratamiento que hace de las voces es el de hacerlas naufragar en el mar ultrasonoro de una orquesta que se hincha como una marea mística: “¡Más alto, más fuerte, todavía oigo la voz de Frau Heink”, indicó Strauss al director de la orquesta durante un ensayo de la óperaElektra. Como postromántico disfrazado de músico moderno, Strauss se complace en una rebeldía del pasado, agotando -más en efectos que en esencia- los elementos expresivos del romanticismo alemán con la impronta de Wagner. Ante la imposibilidad de superar la creatividad logradas en Salomé y Electra, que son las definitivas y originales contribuciones de Richard Strauss a la ópera del siglo XX, a partir de Der Rosenkavalier, Strauss compone óperas para soprano y director de orquesta. A los tenores, en su paroxismo italiano -Rosenkavalier, Capriccio- trata de ridiculizarlos en el registro más alto de su tesitura. La ironía se revierte contra el autor en la reacción de los fanáticos operómanos que gustan en especial de esos fragmentos de pastiche a la italiana. Strauss, al no poder avanzar más allá de la intensidad wagneriana por medio de la acumulación, deja de sentirse revolucionario y comienza a refugiarse en la tradición vienesa hasta casi llegar a Mozart en sus últimas producciones. En Capriccio hace un juego intencionado de la estética polemizante para todos los compositores de ópera: “¿Prima la música o prima la parola?” De los Lieder, que representan a un Strauss congruente con la poesía y una forma equilibrada en la estructura musical, hay un contraste desfavorable en los personajes de sus siguientes óperas que están tan intelectualizados como el libretista Hugo von Hofmanstahl. Ariadna auf Naxos, Die Frau ohne Schatten, Arabella, Die Schweigsame Frau, Capriccio, Dafne y Die Liebe der Danae, complementan el catálogo de las producciones operísticas de Richard Strauss, realizadas todas dentro de un procedimiento de conversación musical con sonoridad suntuosa y virtuosismo instrumental que sobrepasa la vida dramática de sus personajes.
Si en la música, arte maleable a todas las sensibilidades y culturas, el temperamento latino tiende a ironizar o a vestir de humor las variantes de la adversidad, la vertiente germana se sumerge y profundiza en los aspectos dolorosos de la existencia. Desde un contenido poético-filosófico, la escuela atonal vienesa encuentra la más alta manifestación en Arnold Schönberg. Más allá del cromatismo de Wagner, sólo quedaba la disolución de la tonalidad. Arnold Schönberg (1874-1951), inmensamente dotado para la creación musical y la especulación teórica, convierte las estructuras contrapuntísticas de Bach en complejos disonantes que culminan en el serialismo, lenguaje que constituye el fundamento y proceso de su música de cámara y de sus audaces óperas. Ningún autor, como Schönberg, representa esa consciente ruptura con la tradición operística (aunque en el formato vuelva a la grand-Opera en Moses und Aron). Erwartung (La espera, 1909), presenta las aportaciones definitivas a la música del siglo XX de tal manera que, más alla de media docena de discípulos y epígonos altamente dotados, esta obra representa también la fuente que engendra pastiches en la legión de compositores con más ambición por figurar que con talento para crear. Los otros grandes compositores que han sido objeto de culto, imitación y proliferación de plagios, han sido Debussy y Stravinski.
Erwartung inaugura, en la fuerza expresiva de un monodrama (ópera para un personaje encarnado por una soprano), la síntesis musical y teatral del siglo que aún no llegaba a su primer decenio. La ausencia de temas es sustituido por una invención continua que va revelando el inmenso conflicto de la mujer que busca a su amante. El monograma es conducido en un recitado melódico para el cúmulo de sentimientos de duda, inquietud, angustia y cólera, hasta llegar a la más espantosa desesperación cuando la mujer descubre el cadáver del buscado, del esperado. En esta obra no cabe hablar de acompañamiento orquestal, y sí de un conjunto de instrumentos con exigencia de solistas que mantiene la tensión del drama, de la hora y del ambiente. El delirio psíquico y constructivo marca la tensión del expresionismo alemán. En Die glückliche Hand (La mano feliz, 1913), como en el monograma Erwartung, una sola voz canta; pero en esta ocasión, es una voz masculina la que canta-recita, mientras dos personajes ilustran la acción mímicamente y un coro de seis hombres y seis mujeres comentan la acción sin participar.
Le Pierrot Lunaire (1912) está considerado como la obra maestra del periodo atonal. Schönberg emplea el Sprechgesang, que es un recitado rítmico, aproximadamente entonado, al cual altera y alterna con líneas definidas de canto. De esta etapa es también su contribución como teórico con el Tratado de armonía.
Von Heute auf Morgen (De hoy a mañana, 1929) es el raro logro de una ópera bufa en la que, con una combinación de sonoridad, luz y color, hace una intencionada caricatura del modernismo.
Junto con las Variaciones para orquesta, op. 31, Schönberg alcanza la culminación de su maestría en la óperaMoses und Aron (1929), de la cual dejó sólo dos actos que bastan para expresar la solemnidad religiosa y el sentido bíblico de la ley. En esta ópera, los protagonistas contrastan en tesitura y en el medio expresivo de la palabra: Moses, con el pensamiento angustiado en busca de la palabra redentora, se manifiesta en la voz de un bajo con el empleo del Sprechgesang (melodía hablada). La parte de Aron está confiada a un tenor heroico (Heldentenor) con una línea de canto ornamentado. Moses und Aron representa la visión y realización más audaz de factura superior, que pondrá una marca insuperable para la segunda mitad del siglo XX.
Otros autores alemanes, ligados a un avance no reformador, logran obras de significativa importancia. Influido por Wagner y Puccini (orquestación y expresión vocal, respectivamente), Eugène d’Albert (1864-1932) deja una huella de realismo con su ópera Tiefland (Tierra baja, 1903). Der ferne Klang (El sonido lejano,1912), de Franz Schreker (1878-1934), con una posición de antiwagnerismo, la obra es una muestra importante de cómo, sin imitación servil, coincide con el alto nivel de orquestación, timbre y un simbolismo cercano a Debussy. En 1916 Erich Korngold (1897-1957), con la ópera Violanta se manifiesta como un autor de enérgica teatralidad y de línea verista. En 1920, con Die tote Stadt (La ciudad muerta), llega a su más alto nivel de operista en que drama y música se corresponden con fuerza y belleza.
Frente a tanta novedad, contra tanta audacia fundamentada técnicamente en el atonalismo y luego serialismo, Hans Pfitzner (1869-1949) polemiza con acritud y compone, como líder de los rezagados, una ópera-oratorial con la que intenta rendir culto al pasado en la figura de Palestrina, que le da título a su obra lírica. Con más sabiduría que auténtica inspiración, Pfitzner logra una obra monumental que hace recordar, con belleza elaborada, Los maestros cantores, de Wagner.
En 1902, el año de Pelléas et Mélisande, Francesco Cilea (1866-1950) estrena su ópera Adriana Lecouvreur. Menos inspirado que Puccini, el autor logra, con la fórmula cara al verismo de “el teatro dentro del teatro” una expresión y un canto consecuentes a la protagonista en su apasionado oficio de actriz a la que muestra en el arte, apasionada y, amorosa en la vida. La declamación en el canto y la belleza de sensuales melodías, entre arias y dúos, conservan en el repertorio a esta ópera de delicado encanto melódico en que una soprano tiene que cantar y dar vida a una actriz.
Franco Alfano (1876-1954), a quien Toscanini le confió la terminación de la Turandot de Puccini, es un compositor cuya obra se abre a una gran esfera melódica. Su orquestación, entre la densidad y la búsqueda tímbrica, le lleva al éxito en su obra Risurrezione, basada en la novela de Tolstoi e impregnada de un énfasis verista, anuncia una renovación estética que, con mayor colorido instrumental y un tinte naturalista, el autor logra una superación creativa con La legenda di Sakuntela.
Músico culto y refinado, Ermanno Wof-Ferrari 1876-1948), escapó a las sugerencias del verismo y a las tentaciones de la vanguardia para concentrarse en un estilo cercano a los procedimientos empleados por Verdi en Falstaff. Le donne curiose (Las damas curiosas, 1903), I quatro rusteghi (1906), Il segreto di Susana (1909), I gioielli della Madonna (Las joyas de la madona, 1911) y La dama boba (basada en la obra homónima de Lope de Vega, 1937), forman lo más interesante del catálogo al teatro cantado que aporta este autor. Sus mejores resultados derivan musicalmente de la facilidad e inclinación para dar vida a los asuntos goldonianos, en los cuales logra evocar y animar con gracia el espíritu garboso del setecientos veneciano.
Italo Montemezzi (1875-1952), con un vibrante canto italiano, referencias wagnerianas estructurales y resonancias armónicas de Debussy, logra en su ópera L’amore di tre re (1913), desde la noche de estreno, el éxito y la notoriedad. En su producción lírico-teatral se consideran también importantes, por la belleza de su espontánea y bien organizada línea melódica, así como el trabajo de variada y colorida armonía en coincidencia con la textura orquestal, las obras La nave (basada en una obra homónima de Gabriela D’Annunzio, 1918) yL’incantessimo (El encantamiento, 1943).
Con la utilización de un texto de Gabriele D’Annunzio, Riccardo Zandonai (1883-1944) surge con Francesca da Rimini (1914) como el posible y firme renovador de la ópera italiana. Entre la herencia del verismo y las tentativas vanguardistas de sus contemporáneos neoclásicos, aporta una obra de arcaísmos preciosistas en armonía e instrumentación, que plasma con virtuosismo compositivo un colorismo poético entre lo cruel y lo sensual. Notable es también su ópera Giulietta e Romeo (1922), la cual participa de un clima verista, reforzado en las situaciones dramáticas y de clímax emotivos por una orquesta de fuerte y elocuente modernidad.
Para Ildebrando Pizzetti (1880-1968), la expresión lírica debía estar profundamente ligada a las exigencias y tensiones del drama. Contrario a las óperas de formas cerradas (pero abiertas al aplauso), Pizzetti persiste en un continuum del drama musical. Una obra intensamente pasional de D’Annunzio, sirve de base y guía dramática a la primera ópera importante de Pizzetti, Fedra, representada en la Scala en 1915. Pizzetti llega antes y se despide muchos años después que sus coetáneos, pero creando sin interrupción obras sinfónicas, sonatas, cuartetos y catorce óperas y, todas, menos cuatro, con libreto propio. A partir de Fedra es evidente su vocación de renovar la ópera italiana con una vocalidad dramática, sustanciada en una declamación tendente a potenciar la dimensión de la palabra mediante el antiguo recurso florentino de “recitar cantando, referencias a la antigua polifonía, así como una identificación con el canto gregoriano.
Las óperas de Pizzetti están estructuradas conceptualmente como conflictos ético-estéticos y, tanto la vida como el arte, se sienten visitados de una visión religiosa, la cual le hace caer en contradicciones expresivas al reprimir y castigar el desfogue de la vibrante sensualidad en varios de sus libretos. Debora e Jaele (1922), Fra Gerardo(1928), Lo straniero (1930), La sacra rappresentazione de Abramo e Isaaco (1954), L’assassinio nell cattedrale(1958) y Clittennestra, son sus obras sobresalientes que, en estilo y grandeza, llegan a enriquecer significativamente el repertorio del siglo XX.
Debussy, aunque conclusivo en la estética y formato de su ópera, con sus obras orquestales, enriquecidas rítmica, tímbrica y armónicamente, proyecta una influencia que estimula a muchos compositores hacia una música de atmósfera y evocaciones. Los ecos del impresionismo repercuten en las obras del compositor ruso Vladimir I. Rebikov, pero se amplifican con otras tendencias -expresionismo alemán y elementos del propio folklore- en la fuerte y singular figura del compositor Leós Janácek (1854-1928) Artista consciente de su tiempo, valora y asimila los mejores elementos a favor de una muy individual expresión. Humanista apasionado, estaba convencido de que la ópera constituía el mejor medio y lenguaje para expresar el amor profundo de la vida y de la humanidad. Como identidad de compromiso consigo mismo, Janácek declaró su ideal de compositor apasionado por la ópera: “La magia de la voz humana, los tonos, la melodía del lenguaje del hombre y de toda criatura viviente son para mí la verdad suprema”.
La ópera Jenufa (1904) señaló el inicio y el éxito de un compositor nacido para la grandeza del teatro lírico. Con esta obra muestra una madurez que aumentará, en estilo y expresividad, en cada una de sus obras posteriores. Su producción músico-teatral se caracteriza por la exposición peculiar de temas melódicos y motivos rítmicos a favor del lenguaje hablado, así como de un libre y amplio contexto armónico liberado de concepciones del ochocientos. De la problemática moral de Jenufa, pero siempre creativo, pasa a las óperas satíricas: El viaje del señor Broücek en la Luna y Viaje del señor Broücek en el siglo IV (1920). Un año después, con mordente humorismo critica a los pequeños burgueses en Katia Kabanova.
Con Lisky Byistrocüsky (Aventuras de la astuta raposa, 1924), Janácek ofrece un homenaje a la naturaleza y a los animales como emblema de moral en contraste con la maldad y el egoísmo de los hombres; espontaneidad en la narración, color e intensidad lírica hacen de esta obra otro ejemplo de suprema maestría del autor.
En Vec MakropulusJanácek acepta y vence en el reto de realizar una música en que las melodías impulsan o evocan las palabras en la fascinante historia de una mujer de 342 años de edad que se crea una diversa y múltiple identidad tantas veces como ingiera una poción mágica.
Con Zmartvého (Desde la casa de los muertos, 1930), inspirada en la novela autobiográfica de F. Dostoyevski, se hacen más oscuros los elementos de un denso pesimismo donde la música refleja la triste monotonía del tiempo detenido para los prisioneros en un clima de dolor que conduce a un fresco expresionista, Janácek, que se formó como autodidacto abierto a todos los conocimientos y a todas las corrientes, supo emplear con personal vitalidad el leitmotiv como elemento de unión y comentario oportuno al desarrollo de la acción teatral.
Aunque se le ha considerado como epígono de Debussy, Maurice Ravel (1875-1937) se diferencia por el rigor estructural y la linealidad de su melodía que se basa en un orden simétrico a la manera de los clásicos, especialmente con los clavicembalistas franceses de los siglos XVII y XVIII. Ravel representa en la música contemporánea un ejemplo peculiarísimo de ser actual a la vez que se liga a la tradición clásica francesa, así como de llevar a sus últimas consecuencias el sistema tonal diatónico hasta llegar a constituir una técnica moderna.
Dos obras, en un acto cada una, L’heure espagnole (La hora española, 1907) y L’enfant et les sortilèges (El niño y los sortilegios, 1925) son sus originales contribuciones al teatro cantado y artístico. Con un empleo del “quasi parlando” de la ópera buffa italiana realiza, en La hora española, una comedia musical que juega con la caricatura y la exaltación de lo erótico, con una orquesta que proporciona la ambientación sonora de danzas a la española. El quinteto final, como el de Carmen de Bizet, es otro ejemplo de imaginativa y magistral concertación vocal.
Enriquecida vocalmente con recursos tradicionales a través de pastiches ingeniosamente personales, L’enfant et les sortilèges representa el mundo de un niño y la lección que le dan animales y objetos animados. Compuesta casi veinte años después, cuando ya es autor de varias obras sinfónicas de alta maestría y se le considera el más grande compositor viviente de Francia, en esta obra encontramos que hace tiempo ha dejado las armonías vaporosas, y su técnica refleja en forma límpida la escritura de un maestro que concilia en la propia expresión la síntesis de varias corrientes en boga. La orquestación, en un juego de refinamientos crecientes enmarca, sugiere y vivifica el acontecer de detalles y efectos al libreto de Colette. Se puede afirmar que estas óperas de Ravel constituyen dos ejemplos de perfecta creación en que se logra la ambicionada síntesis de poesía y canto en la magia de la acción teatral.

Maurice Ravel: L'heure espagnole (subtitulada en francés): http://www.youtube.com/watch?v=8OqZd8zf_hM
Sophie Koch (Concepcion)-Yann Beuron (Gonzalve)-Jean-Paul Fouchecourt (Torquemada)-Frank Ferrari (Ramiro)-Alain Verhes (Don Inigo). Director: Seiji Ozawa. Puesta en escena y vestuario: Laurent Pelly. Escenografía: Florence Evrard y Caroline Ginet. Iluminación: Joël Adam  (París, 2004)

Jordi Savall renuncia al Premio Nacional de Música 2014



CARTA AL MINISTRO DE EDUCACIÓN


30 de octubre de 2014


Sr. José Ignacio Wert
Ministro de Educación, Cultura y Deportes
Gobierno de España


Distinguido Sr. Wert,
Distinguidos Señores del Jurado del Premio Nacional de Música 2014,




Recibir la noticia de este importante premio me ha creado dos sentimientos profundamente contradictorios y totalmente incompatibles: primero, una gran alegría por un tardío reconocimiento a más de 40 años de dedicación apasionada y exigente a la difusión de la música como fuerza y lenguaje de civilización y de convivencia y, al mismo tiempo, una inmensa tristeza por sentir que no podía aceptarlo sin traicionar mis principios y mis convicciones más intimas.


Lamento tener que comunicarles pues, que no puedo aceptar esta distinción, ya que viene dada de la mano de la principal institución del estado español responsable, a mi entender, del dramático desinterés y de la grave incompetencia en la defensa y promoción del arte y de sus creadores. Una distinción que proviene de un Ministerio de Educación, Cultura y Deportes responsable también de mantener en el olvido una parte esencial de nuestra cultura, el patrimonio musical hispánico milenario, así como de menospreciar a la inmensa mayoría de músicos que con grandes sacrificios dedican sus vidas a mantenerlo vivo.


Es cierto que en algunas contadas ocasiones he podido beneficiarme, a lo largo de más de 40 años de actividad, de alguna colaboración institucional: la celebración del V Centenario del descubrimiento de América, las pequeñas ayudas a giras internacionales y recientemente las invitaciones del Centro Nacional de Difusión Musical a presentar nuestros proyectos en Madrid. Pero igual que la inmensa mayoría de músicos y conjuntos del país, he seguido adelante solo con mi esfuerzo personal sin contar jamás con una ayuda institucional estable a la producción y materialización de todos mis proyectos musicales. Demasiado tiempo en que las instancias del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes que usted dirige continúan sin dar el impulso necesario a las diferentes disciplinas de la vida cultural del Estado español que luchan actualmente por sobrevivir sin un amparo institucional ni una ley de mecenazgo que las ayudaría, sin duda alguna, a financiarse y a afianzarse.


Vivimos en una grave crisis política, económica y cultural, a consecuencia de la cual una cuarta parte de los españoles está en situación de gran precariedad y más de la mitad de nuestros jóvenes no tiene ni tendrá posibilidad alguna de conseguir un trabajo que les asegure una vida mínimamente digna. La Cultura, el Arte, y especialmente la Música, son la base de la educación que nos permite realizarnos personalmente y, al mismo tiempo, estar presentes como entidad cultural, en un mundo cada vez más globalizado. Estoy profundamente convencido que el arte es útil a la sociedad, contribuyendo a la educación de los jóvenes, y a elevar y a fortalecer la dimensión humana y espiritual del ser humano. ¿Cuántos españoles han podido alguna vez en sus vidas, escuchar en vivo las sublimes músicas de Cristóbal de Morales, Francisco Guerrero o Tomás Luis de Victoria? Quizás algunos miles de privilegiados que han podido asistir a algún concierto de los poquísimos festivales que programan este tipo de música. Pero la inmensa mayoría, nunca podrá beneficiarse de la fabulosa energía espiritual que transmiten la divina belleza de estas músicas. ¿Podríamos imaginar un Museo del Prado en el cual todo el patrimonio antiguo no fuera accesible? Pues esto es lo que sucede con la música, ya que la música viva solo existe cuando un cantante la canta o un músico la toca, los músicos son los verdaderos museos vivientes del arte musical. Es gracias a ellos que podemos escuchar las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, los Villancicos y Motetes de los siglos de Oro, los Tonos Humanos y Divinos del Barroco… Por ello es indispensable dar a los músicos un mínimo de apoyo institucional estable, ya que sin ellos nuestro patrimonio musical continuaría durmiendo el triste sueño del olvido y de la ignorancia.


La ignorancia y la amnesia son el fin de toda civilización, ya que sin educación no hay arte y sin memoria no hay justicia. No podemos permitir que la ignorancia y la falta de conciencia del valor de la cultura de los responsables de las más altas instancias del gobierno de España, erosionen impunemente el arduo trabajo de tantos músicos, actores, bailarines, cineastas, escritores y artistas plásticos que detentan el verdadero estandarte de la Cultura y que no merecen sin duda alguna el trato que padecen, pues son los verdaderos protagonistas de la identidad cultural de este país.


Por todo ello, y con profunda tristeza, le reitero mi renuncia al Premio Nacional de Música 2014, esperando que este sacrificio sea comprendido como un acto revulsivo en defensa de la dignidad de los artistas y pueda, quizás, servir de reflexión para imaginar y construir un futuro más esperanzador para nuestros jóvenes.


Creo, como decía Dostoyevski, que la Belleza salvará al mundo, pero para ello es necesario poder vivir con dignidad y tener acceso a la Educación y a la Cultura.


Cordialmente le saluda,


Jordi Savall

miércoles, 29 de octubre de 2014

EL COLON CUMPLE. RICHARD STRAUSS DIGNIFICA.



Elektra”: Opera en un acto. Música de Richard Strauss, con libreto de Hugo Von Hofmannsthal,  basado en la pieza teatral de su autoría, inspirada en la tragedia de Sófocles. Interpretes: Linda Watson (Elektra), Iris Vermillion (Clitenmestra), Manuela Uhl (Crisótemis), Hernán Iturralde (Orestes), Enrique Folger (Egisto), Cristian de Marco (Preceptor de Orestes), Marisu Pavón (Confidente/Doncella), Daniela Tabernig (Portadora del Manto), Eduardo Bosio (Sirviente Joven), Victor Castells (Sirviente Viejo), Janice Baird (Celadora), Alejandra Malvino; Alicia Cecotti; Virginia Correa Dupuy; Vanesa Tomas (Doncellas), Carla Paz Andrade; Costanza Castillo; Cecilia Jakubowicz; Celina Torres; Laura Domínguez, Verónica Cano (Sirvientas). Coro Estable del Teatro Colón, Director: Miguel Martínez, Orquesta Estable del Teatro Colón, Dirección: Roberto Paternostro, Director de Escena, Diseño de Escenografía y Diseño de Iluminación: Pedro Pablo García Caffi, Diseño de Vestuario: Alejandra Espector. Teatro Colón, 28/10/14.

  Llamará la atención el título de este comentario, proveniente de un slogan político de la década del cuarenta del pasado siglo, pero es lo que espontáneamente me surge,  luego de haber presenciado el estreno de esta nueva producción de “Elektra” de Richard Strauss en el Teatro Colón, que honra al título, que honra a la sala,  y que reemplaza dignamente a la ya célebre puesta del inolvidable Roberto Oswald, que se ofreció en las dos últimas ocasiones en que el título Straussiano  subió a escena en la sala de la calle Libertad.   Sabido es que al anunciarse la temporada de este año, Pedro Pablo García Caffi manifestó su decisión de hacerse cargo de la nueva puesta, ante la renuncia a hacerlo de Marcelo Lombardero.  Las realizaciones anteriores del Director General, nos mostraron escena austera, correctísima iluminación, excelencia en la marcación actoral a los cantantes. Pues bien, una vez mas plasmó en el escenario todos estos aspectos recién mencionados, para una puesta casi de época (solo la celadora y el Joven Criado exhiben vestimentas actuales aparentando ser “domadores”),  a la que se agrega una muy buena realización de vestuario concebida por Alejandra Espector, y la sensación de que hay un mayor “refinamiento” en el trabajo en general. Evidentemente el  mayor tiempo de preparación con el que ha contado, y el haber comenzado los ensayos desde el vamos sobre el escenario, a diferencia de otras puestas que ingresan a la sala solo un par de semanas antes, pudo haber obrado en su favor. Tal vez la única mención polémica,  sea la resolución del final, donde el hacha que la protagonista guardaba para consumar su venganza, sea la que acelere el desenlace. En esa escena despojada, se hace mucho mas evidente el trabajo dramático de Elektra, presente en el escenario prácticamente en todo momento, con un despliegue de recursos actorales y vocales verdaderamente sobresalientes. Linda Watson (de ella hablamos) es una digna continuadora de la tradición de grandes “Elektras” y digo sin temor a equivocarme, que de persistir en esa línea en las restantes funciones (lo doy por hecho), se hablará por mucho tiempo de su actuación, como hacemos al rememorar a muchas de las protagonistas anteriores. En la misma línea, Iris Vermillion como Clitenmestra, se bate con Watson en un descomunal duelo vocal-actoral, hasta alcanzar una altura solo comparable con Leonie Rysanek en el mismo rol. Su caracterización y consustanciación con el personaje son únicas. Y Manuela Uhl, a quien conociéramos como maravillosa protagonista de “La Mujer Sin Sombra”, aporta una visión “fresca” de Crisotemis, que hace creíble su ruego de “Querer vivir la vida” y no acompañar a su hermana ante el ruego de ayuda de Esta para la consumación de la venganza. Hernán Iturralde traza un Orestes verdaderamente de fuste, encontrándoselo a nivel de las demás protagonistas y con un desempeño actoral digno del mayor elogio. Y otro tanto le cabe a Enrique Folger, con el mejor canto que Yo haya escuchado en vivo para un  Egisto. En la línea que crónica tras crónica vengo señalando, una vez mas la Dirección de Estudios ha acertado en la elección de todos los roles coprimarios,  a quienes les doy mis sinceras felicitaciones por la labor que desempeñaron. Correcto en las breves intervenciones el Coro Estable, preparado por Miguel Martínez.  En cuanto a Roberto Paternostro y su concertación, tuvo mayor eficacia que en “Falstaff”, aunque con la consabida Dirección de “trazo grueso”, que en muchos pasajes y en los momentos finales se notó. Llamó la atención que no fueran mas rotundos los compases finales que cierran la obra, justamente cuando su tendencia es ir del “forte” al “fortíssimo”, pero igualmente el balance final es mas que aceptable.


  Ha sido, sin duda una realización que hace honor a este título, que la mas de las veces ha tenido resultados de excelencia, y esta, se inscribe en la misma línea.

martes, 28 de octubre de 2014

DIGNO CIERRE CON PROMESAS INTERESANTES A FUTURO



Asociación Ensamble Lírico Orquestal. “Requiem” de Giuseppe Verdi, Interpretes: Sonia Schiller (Soprano), Laura Cáceres (Mezzosoprano), Leonardo Pastore (Tenor), Lucas Debevec-Mayer (Bajo). Coral Ensamble, Director: Gustavo Codina. Orquesta del Ensamble Lírico-Orquestal, Director: Dante Ranieri. Auditorio de Belgrano: 26/10/14.

  Bajo una temperatura sofocante en el interior de la sala, pero con mucho empeño, entusiasmo y voluntad, el Ensamble Lírico-Orquestal comenzó la despedida de esta temporada,  con la primera de las dos presentaciones del “Requiem” de Giuseppe Verdi, con la concertación de Dante Ranieri para esta primera oportunidad.

 Antes del comienzo, Cecilia Layseca (junto con Gustavo Codina una de los dos nervio-motores de la agrupación), dió a conocer a viva voz al público (los altavoces del auditorio estaban imposibles de regular en el volumen de emisión), la programación del año próximo que estará compuesta por: Tres representaciones de “La Traviata” por tres Domingos consecutivos a partir del 19 de Abril a las 18 horas, con puesta de Raúl Marego (de tradicional pero muy efectiva puesta de Carmen de Bizet en la apertura de Este ciclo) y Concertación de Dante Ranieri (también un probado cultor de este título) y sin especificar aún interpretes. Continuará luego en la línea de los “réquiems”, tocándole ahora el turno al de Mozart, bajo la dirección de Guillermo Becerra, quien se probará en la Capital con esta obra, luego de sus repetidas concertaciones del de Berlioz con la Sinfónica Nacional. Será el 28 de junio, con repetición el 5 de Julio. Finalmente, habrá un concierto sinfónico-coral como cierre, con repertorio eslavo, en el que Gustavo Codina ofrecerá su versión de la Sinfonía Nº 9 Op. 95 “Del Nuevo Mundo” de Antonin Dvorak, junto con la Obertura Solemne 1812 de Piotr Illich Tchaikovsky (esta vez con orquesta Completa) y otras obras para completar la programación. El 27 de Setiembre es la presentación, y una oportunidad mas tendrá lugar el 4 de octubre. Habrá venta de abonos con tres niveles de precios, para lo cuál se deberá llamar a partir de comienzos de Abril al T.E. 4304-2613,  o bien al 4304-8834, de Lunes a Viernes de 11 a 19 horas. A juzgar por los dichos de Layseca, se mantendría la actual sede del Auditorio de Belgrano, al existir una promesa de los nuevos arrendatarios de la sala,  en el sentido que a partir de Enero del año próximo comenzará la instalación de Aire Acondicionado y Calefacción, imprescindibles en la actualidad. Ver el auditorio con vetustos ventiladores gigantes, propios de las ya casi extinguidos “Cinematógrafos Barriales” de las décadas de los cincuentas y sesentas, que deben apagarse durante el concierto, generando un aumento intolerable de la temperatura ambiente (la exterior superaba los 30 grados en ese momento), hace impostergable dicha instalación.

  Yendo a lo estrictamente musical, mi interés radicaba en la visión de Dante Ranieri con respecto a la obra. Y el enfoque interpretativo que mostró fue aceptable, aún cuando no dio lugar a algunas “sutilezas” que a mi criterio se hacían necesarias, como por ejemplo “apianar” notas, “tempi” un poco mas lento en algunos pasajes, dejar “respirar” en otros. Aún así, la potencia y la fuerza interpretativa estuvo latente en todo momento y se consustanció con el “Espíritu” de la obra.

 Maravillosa fue la faena del “Coral Ensamble”, magníficamente preparado por Gustavo Codina con la asistencia de Cecilia Layseca. Hay profesionales, hay entusiastas, hubo en Esta oportunidad “refuerzos”, algunos de ellos veteranos, que aportaron sapiencia y oficio,  para que la muestra de conjunto haya sido formidable. Son incontables los desafíos enfrentados y la calidad es permanente.

  La Orquesta, conformada por elementos de innegable experiencia en sus primeros atriles, y por jóvenes de mucha enjundia en el resto de los lugares,  tuvo muy buen ajuste y correctísimo empaste de sonido, satisfactorio para semejante obra abordada.
  Ya en el plano vocal, sobresalió gratamente el desempeño de Lucas Debevec-Mayer, a quien se lo escuchó de muchísima mejor forma respecto a la anterior temporada.  Seguridad, afinación, notas bajas sin fisuras, potencia. Siguió luego Leonardo Pastore, quien después de un comienzo destemplado, se fue acomodando con el correr de la obra, permitiéndose alguna sutileza, justamente “apianando” notas en algunos pasajes. En cambio fue irregular el desempeño de las voces femeninas, quienes no estuvieron, por momentos, acorde con la obra.

  El próximo  Domingo 2 (Justamente día de los fieles difuntos), será la nueva cita con Verdi. Silvia Gatti (Soprano), Nora Balanda (Mezzosoprano), Leonardo Pastore (tenor) y Mario de Salvo (bajo), serán los solistas y Gustavo Codina ocupará el podio como concertador general, algo que  viene haciendo muy bien en los últimos tiempos. Oportunidad para escuchar este glorioso monumento.


Donato Decina

lunes, 27 de octubre de 2014

Más protestas en la Metropolitan Opera por The Death of Klinghoffer



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400 personas se reunían el pasado lunes, 20 de octubre, frente al Metropolitan Opera de Nueva York en protesta por la primera representación de la polémica ópera de John Adams The Death of Klinghoffer, bajo proclamas que acusan a la obra de exaltación del terrorismo. La composición de Adams gira en torno al asesinato en 1985 del pasajero Leon Klinghoffer en el crucero italiano Achille Lauro, cuando fue secuestrado por cuatro miembros del Frente de Liberación Palestino; su contexto emocional, según aseguran detractores como el ex-alcalde Luigi Giuliani, ensalza «de una forma verdaderamente romántica a los terroristas».
La primera gran manifestación contra el Metropolitan se produjo el 22 de septiembre con la apertura de temporada, donde el público que asistía al primer espectáculo recibió las mofas de los protestantes. Asimismo, las presiones de grupos judíos obligaron a la institución a cancelar la película internacional y las retransmisiones por radio para noviembre; un «gesto de compromiso», según el administrador general,Peter Gelb. La representación de comienzos de esta semana resultó enturbiada por abucheos y gritos dispersos desde la grada, que, al final, fueron acallados con una magnífica ovación. Antes de la misma, un grupo de jóvenes judíos se sentaron frente al teatro para discutir las escrituras hebreas, lideradas por el rabino Avi Weiss.
El Metropolitan emitía un comunicado esta semana asegurando que «el hecho de que la ópera de Adams aborde la complejidad de un acto irracional de violencia en la vida real no implica que no deba ser representada [...], ni que sea anti-semítica o glorifique el terrorismo». El alcalde Bill de Blasio, pese a no haber asistido a ninguna función, apela al derecho a que la obra sea representada, por su condición de obra artística, al margen de las controversias. Tampoco la han visto sus principales detractores, observa el experto en ópera Fred Plotkin, quien no cree que los asesinos de Klinghoffer sean mostrados en ella con cierta simpatía, muy al contrario de lo que ocurre con el protagonista y su familia, que constituyen la «espina moral» del trabajo Adams.
La ópera se estrenó en Bruselas en 1991 sin demasiada polémica, y fue ofrecida posteriormente por múltiples teatros europeos y por la Brooklyn Academy of Music con una mezcla de admiración y rechazo.

El fin de la orquesta del Ulster

 
Ya es otra más la orquesta que se añade a la lista de grandes problemas de insolvencia en nuestro continente. Y es que, la Orquesta del Ulster, en Irlanda del Norte, afronta sus últimos momentos, a no ser que encuentre financiación de emergencia en las próximas semanas. Si para el 15 de noviembre no ha encontrado nuevas fuentes, la organización tendrá que echar el cierre.
La orquesta llevaba los últimos años recibiendo cada vez menos ayudas de fondos como el Arts Council of Northern Ireland, así como menos ayudas con las que contaba en años previos, como por ejemplo de la BBC. Habiendo ya sido desmanteladas las ayudas y subvenciones, recientemente se anunciaron aún más recortes, del orden de 47.000 libras esterlinas al año, con lo que, encontrándose la orquesta ya en las últimas, se ve forzada a desistir, ya que necesita “un mínimo para sobrevivir”.
La amenaza viene también como un movimiento estratégico para invitar a las instituciones areaccionar: que Irlanda del Norte se quede sin orquesta nacional es un drama, y una pérdida cultural indiscutible.
Queda un mes para que haya una reacción. La cuenta atrás ha comenzado.
Fuwente: Operawordl.es

corte ingles halloween Escandalo en el concierto de la OCNE. Madrid

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