CON LOS MISMOS
ELEMENTOS SE PODRIA HABER OBTENIDO UN MEJOR RESULTADO
Teatro Argentino de La Plata: “Tosca”, opera en tres actos de
Giacomo Puccini, basada en la novela de Victorien Sardou, libreto de Giuseppe
Giacosa y Luigi Illica. Interpretes: Amparo Navarro ( Floria Tosca), José
Azocar (Mario Cavaradossi), Hernán Iturralde (Barón Vitello Scarpia), Santiago
Bürgi (Spoletta), Fernando Alvar Núñez (Sciarrone) , Victor Castells (Cesare
Angelotti), Fernando Santiago (Sacristán), Oreste Chlopecki (Carcelero), Sonia
Stelman (Un Pastor), Coro Estable del Teatro Argentino de La Plata: Director:
Hernán Sánchez Arteaga, Coro de Niños del Teatro Argentino de La Plata:
Directora: Mónica Dagorret, Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata,
Concertador: Carlos Vieu, Directora de Escena: Valeria Ambrosio, Diseño
Escenográfico: Ana Repetto, Diseño Multimedia: Maximiliano Vecco, Supervisión
de Vestuario: Fabiana Yalet y Raúl Gatto, Diseño de Iluminación: Sandro Pujía.
Sala Alberto Ginastera, 30/11/14.
Al llegar a la sala,
la misma se hallaba atiborrada de público. Vino a mi memoria una función del
año 2000, con la que dicha sala quedaba oficialmente inaugurada para hacer representaciones en forma
definitiva. Un Domingo por la tarde. Con Rita Contino, Darío Volonté y Ricardo
Ortale en los roles centrales, Puesta de Beni Montresor y Dirección de Orquesta
de Javier Logioia Orbe. Un lleno casi igual, solo que en aquella ocasión fueron
mas de 7 micros repletos que salieron de la vereda de Cerrito frente al Colón (Casualidades
de la vida quieren que el hoy Director del Colón, era en esa ocasión Director
General del Argentino) y de la Casa de la Provincia de Buenos Aires.
Lógicamente esos micros con mas de 350 espectadores, mas los que viajaban desde
otros puntos de la provincia, y de otras
provincias, llenaban la sala. Catorce años después, un micro y dos combis (una
de ellas solo con cronistas), mas uno o dos micros venidos
desde otros puntos de la Provincia. Entonces, misión cumplida. La Plata
puede enorgullecerse de contar con un público propio que, al menos en los
títulos populares (y Tosca lo es desde siempre en la historia del Coliseo
Platense), llena por sí solo la sala. Y allí en los pasillos, Jorge Telerman,
Presidente del Instituto Cultural de la Provincia, caminaba rebosante por el
resultado obtenido. Y no es para menos, luego de un transito tan convulsionado como el
de este año, en donde las limitaciones presupuestarias se llevaron puesto a
casi todo un elenco directivo, debiendo convocarse a otros funcionarios, entre
ellos Valeria Ambrosio como Directora Artística, que salieron a la cancha a
levantar la bandera de la casa Platense. Si analizamos la limitada temporada y
la composición de la misma con tres títulos de tres de los mas grandes
operistas de la historia (Wagner, Verdi y Puccini), no se puede decir otra cosa
que estupendo por ello. Ahora bien,
centrándonos exclusivamente en Tosca, luego de presenciada por mí la última
función, conviene analizar unas cuantas cuestiones por las cuales entiendo que
aún con los mismos elementos (tanto humanos como técnicos), el resultado pudo
haber sido mas convincente de lo que en definitiva fue. Digo esto,
sustrayéndome de todas las polémicas y polvaredas que se suscitaron en torno a
este trabajo, que motivaron opiniones salvajes y encarnizadas a favor y en
contra. Lo que vi y escuché se sitúa, a mi modesto saber y entender, a mitad de
camino. De ninguna manera acepto que haya sido un mal producto, de la misma
forma tampoco hubo excelencia absoluta. Entonces vayamos al fondo de la
cuestión. Lo central, la puesta. Bienvenida Valeria Ambrosio al mundo de la
ópera. Ahora bien, prepárese para leer y escuchar los puntos de vista de todos
y trate de no enloquecerse. Si somos cuarenta millones de técnicos de fútbol,
sepa que hay al menos cincuenta mil puestistas en todo el país. Su planteo fue
el de una visión de tipo “cinematográfica”, con muchos recursos multimedia que
a tal fin diseñó Maximiliano Vecco, que
son valederos. Pero ocurre que en una obra con tanta teatralidad como lo es
Tosca, esos recursos pueden volverse contraproducentes. ¿Cuáles son?. Entiendo
que a la estupenda imagen de Sant’ Andrea delle Valle que ambienta el primer
acto, hacerla virar a todo negro con la entrada de Scarpia no hace mas que
distraer al espectador que no se concentra en la acción teatral. Lo mismo
ocurre en el segundo acto con la maravillosa imagen del Palazzo Farnese que se
vuelve borrosa para mostrar la tortura, o a Floria saludando desde el escenario
durante el Vissi D’arte. Es decir, se perdió intimidad e intensidad. Segundo
acto de Tosca, al menos para mí, es hablar de los cuarenta minutos mas
tensionantes de toda la historia de la ópera y parte de esa tensión se perdió
con la excesiva proyección de esas imágenes. Tampoco me gustó la presencia de
el par de actores que conformaron el dúo que permanentemente se burla del
sacristán, el que no necesariamente debe
ser un rengo, ni Spoletta debe ser un tuerto, como aquí se lo mostró. Y para
eso está el mayor juego actoral por parte de los interpretes, que es lo que en
algunos momentos falló. Tosca es celosa, pero no es ingenua y mucho menos una
nena caprichosa, y esa es la imagen que
por momentos mostró, ahí, insisto, está el tema actoral. También está el tema de los movimientos en
Cámara Lenta, tanto en la previa al Te-Deum, como en la conducción de
Cavaradossi a la cámara de tortura o la previa al fuslilamiento, en donde hasta
la Orquesta pareció estar un tempi mas lento de lo habitual para acomodarse con
la acción, es un recurso válido, pero a mi entender retrasa la acción
innecesariamente. Dejamos ahora la
puesta y vamos a lo vocal. Amparo
Navarro compuso una Floria muy temperamental,
y hasta por momentos excesivamente adolescente. Hizo lo suyo con mucha
convicción, pero en los pasajes mas agudos su timbre no fue del todo grato.
Bien en el juego actoral tanto con Scarpia como con Cavaradossi. Este último
interpretado por el experimentado tenor chileno José Azocar, quien abordó de
manera muy efectiva el rol, administrando sus recursos vocales de manera muy
inteligente. Un fiato sobresaliente coronó el Vittoria y una muy sentida
interpretación de E Lucevan la Stelle redondeó su intervención. Hernán
Iturralde tuvo a su cargo el difícil rol
de Scarpia. Si bien su timbre vocal es blanco para el rol, hizo lo suyo con
corrección, mas una admirable
intervención actoral que no dejó duda alguna en el trazo del siniestro
personaje, el que tuvo su complemento ideal en el Spoletta de Santiago Bürgi,
que de tantas intervenciones junto a Iturralde en tantos espectáculos, lleva a
que el ida y vuelta sea permanente y que vocal y actoralmente su rol tenga la
debida lucidez. Llamó la atención que el Angelotti de Victor Castells, fuera
expresado mas a los gritos que cantado, aunque bien actuado. En cambio fue
delicioso el trazo que Fernando Santiago le brindó a su caracterización del
sacristán, sin dudas, lo mas logrado de todo el espectáculo, haciendo gala de
sus ya bien probados recursos histriónicos, puestos todos al servicio del
espectáculo. También fueron muy buenos el Sciarrone de Fernando Alvar Núñez,
solido actoral y vocalmente, como el
carcelero de Oreste Chlopecki al que le caben por igual los mismos
calificativos. Sonia Stelman exhibió la dulzura de su voz en el rol del Pastor.
Tanto el marco escénico de época de Ana Repetto, como el Vestuario seleccionado
por Fabiana Yalet y Raúl Gatto y la Iluminación de Sandro Pujía, mostraron
calidad y fueron funcionales al servicio de la propuesta. Sólida labor le cupo en el primer acto y en
el fuera de escena del segundo al Coro Estable, magníficamente preparado por
Hernán Sánchez Arteaga, como simpática fue la presentación del Coro de Niños,
que crece en cada intervención de la mano de su Directora, Mónica Dagorret.
Carlos Vieu redondeó una buena faena al frente de la Orquesta Estable. Hubo
permanente ida y vuelta con el palco escénico, pequeñas pifias no deslucen en
modo alguno su trabajo y si se tiene en cuenta lo difícil que ha sido transitar
la presente temporada, vemos que se sigue por la senda que el grupo orquestal
viene trabajando desde las dos gestiones anteriores. El trío
Anzolini-Perez-Vieu, ha consolidado a la formación como una de las tres mejores
de Ntro. País en la actualidad, y eso, con tantos problemas a la vista, hay que
celebrarlo. Ahora pues, a descansar y pensar los pasos a seguir. El público los
espera el próximo año.
DONATO DECINA
CONTRASTES MUY
FUERTES EN SOLO UNA SEMANA
Dos conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional, Viernes 14
de Noviembre: Director: Carlos Calleja, Solista: Sebastián Beltramini (Piano).
Programa: Sergio Fidemraizer: “Visiones” (Homenaje a Astor Piazzolla) (Estreno
mundial por encargo de la Orquesta Sinfónica Nacional), Franz Liszt: “La
Maledizione” (Para Piano y Orquesta de Cuerdas), “Totentanz” (Segunda Versión,
para Piano y Orquesta), Hector Berlioz: “Sinfonía Fantástica” Op. 14. Viernes
21 de Noviembre: Director: Mariano Chiacchiarini, Solistas: María Belén
Rivarola (Soprano), Paula Peluso
(Piano). Programa: Osvaldo Golijov: “Night of the Flying Horses”, Serguei
Rachmaninoff: Concierto para Piano y Orquesta Nº 2, Op. 18, Modest Mussorgsky :
“Cuadros de una Exposición” (Versión según orquestación de Maurice Ravel).
Auditorio de Belgrano.
Razones de
programación (y de festejos por todos Uds. ampliamente conocidas), me llevan a
escribir en una sola crónica, los dos últimos conciertos de la Orquesta
Sinfónica Nacional, que seguramente
serán los que en mi caso cerrarán la presente temporada, ya que por distintas
razones no podré asistir al del 28 de Noviembre y ya son mas difíciles para
concurrir, los que cierran la actividad
en el próximo Diciembre. Lo que ciertamente es asombroso, es el hecho de que
como una agrupación en la que muchos de sus miembros estuvieron presentes en
las dos presentaciones que paso a comentar, puede responder de manera tan
disímil en cada una de ellas. En la primera de las circunstancias, fue gratísimo el reencuentro con Carlos
Calleja, al que en lo personal hacía mucho tiempo no escuchaba en concierto, ya
que en los últimos tiempos se ha abocado a su proyecto, la Orquesta Académica
de Buenos Aires, formada sobre la base de lo que fuera la Orquesta Académica
del Teatro Colón (Hoy Academia Orquestal
del Instituto Superior de Arte de
Nuestro Primer Coliseo), a partir del sonado caso de reformulación de la
propuesta efectuado por el Director General del Teatro. Calleja reafirmó en esa
velada todo lo que de El conocemos. Su sentido innato de la musicalidad, su
concentración, su muy buena lectura de las obras que aborda, su trabajo de
ajuste de la agrupación que conduce. Sobre todos estos parámetros, se convirtió
en el interlocutor inmejorable para Sebastián Beltramini, un notable pianista
Argentino, con quien abordó dos obras del gran Franz Liszt “La Maledizione” y
“Totentanz”, repertorio aquí solo conocido, básicamente merced a los esfuerzos
de esa notable Pianista y Docente llamada Elsa Puppulo, que ha sido de las
pocas en programarlo. Beltramini tiene técnica formidable, grato sonido y buena musicalidad. Su entendimiento con la
reducida formación de la primera obra y
luego con el gran orgánico de la segunda fue impecable, traduciéndose en un ida
y vuelta permanente con Calleja,
logrando del público una merecida ovación. Si de alguna manera hubiera
que ponerle nombre a cada concierto, de acuerdo a la temática a abordar en cada
sesión, Esta debió llamarse “Dies Irae”, ya que este fragmento de la misa de
difuntos se encuentra permanentemente citado en la obra de Liszt y también
domina el movimiento de cierre de la “Sinfonía Fantástica” de su compañero de
estudios Héctor Berlioz, con la que se cerró el concierto, llevada por Calleja
con pulso firme, con un arranque intenso, el que sin embargo se fue atenuando
durante la interpretación, aunque sin afectar la esencia de la obra. Notables
fueron las intervenciones de secciones de la Orquesta como Vientos, Cornos y,
fundamentalmente, la percusión con una línea de equilibrio expuesta de manera
constante, como hacía bastante ya que no se le escuchaba a la Orquesta. La
noche comenzó con el estreno mundial de “Visiones”, del Argentino Sergio
Fidemraizer, encargada por la Sinfónica. Concebida como un homenaje a Astor
Piazzolla, del que solo se deja entrever durante el transcurrir del trabajo
alguna cita imperceptible, es, tal vez, una desordenada sucesión de timbres y
sonoridades que en poco aportan a la producción local.
La segunda de las
noches por mí presenciadas, tuvo lugar el pasado Viernes, en donde hizo su
presentación al frente de la Orquesta Mariano Chiacchiarini, joven conductor
Argentino residente en Europa. Dueño a sus 32 años de un frondoso currículum,
fundamentalmente como Asistente de Dirección de formaciones como la Orquesta
Juvenil del Festival de Lucerna, y
actuando al frente de la Orquesta de dicho festival, la Tonhalle de Zurich, o la de la Opera
Bastille, entre las mas conocidas. Las
particulares condiciones en las que al día de hoy se halla el Auditorio de
Belgrano, hacen que para intentar hacer circular aire fresco en días de alta
temperatura, se recurra a la apertura de las puertas de ingreso laterales,
usadas por los artistas y así suplir durante la interpretación de las obras a
los vetustos ventiladores de sala. Nadie previó que desde un gimnasio cercano
se emite con mucha potencia música usada durante las sesiones de entrenamiento,
la que se filtró a la sala haciéndose audible muy notoriamente en las primeras
filas, por lo que seguir la interpretación del Concierto de Rachmaninoff fue
verdaderamente torturante. Súmese a ello, la concurrencia de público no
habitual, integrado por amigos de los intérpretes, o de alguno de ellos, que le
dio mas bien al espectáculo un clima de exhibición académica de fin de año de
las destrezas aprendidas durante el trascurso del mismo. Así, los aplausos
fuera de lugar, las molestias de todo tipo con teléfonos celulares, ya sea por llamadores o por la desgraciada
costumbre adquirida de tomar fotografías o, peor aún, filmar con los mismos,
ante la pasividad de las nuevas acomodadoras de sala. Es evidente que mas allá
de la saludable intención de los nuevos arrendatarios del auditorio de
arremeter con cambios impostergables, como una nueva cabina de luces y sonido,
al momento de hacerlo, hizo que haya
quedado extraviado el mensaje que la gente de la Sinfónica emitía previo a los
conciertos, para que la gente apague los aparatos. Los resultados a la vista.
La noche comenzó con
la audición de “Night of the Flying Horses” (Noche de los Caballos Voladores),
integrante de una serie de tres piezas para soprano y orquesta que fueran
estrenadas por Dawn Upshaw (acaso su cantante fetiche) y por Alan Gilbert (hoy
titular de la New York Philarmonic), al frente de la Orquesta de Minnesota, el
texto es de la directora cinematográfica Sally Potter y la base musical esta
dada por la música que el argentino compusiera para el film “Las Lágrimas de un
Hombre”, de la mencionada Directora, que aborda la vida de Judíos y Gitanos
entre las dos guerras mundiales. Si bien no es la obra que mas represente a
Golijov, y que la misma está plagada de
citas y lugares comunes, en donde reminiscencias de Monti y sus célebres
“Czardas” u otros compositores como Aram Khatchaturian, son permanentes (al fin
y al cabo es la música incidental de una película), llama la atención que no se
la haya interpretado en su totalidad. María Belen Rivarola, tuvo la difícil
misión de llevar adelante su parte solista y salió airosa del desafío, máxime
cuando el canto va fundamentalmente desde el centro hacia las notas mas bajas,
hasta llegar casi a transformarse en una Contralto. La Orquesta sonó prolija en
todo momento y mas no puede agregarse, pues para un concierto, la obra no tiene
demasiadas pretensiones.
Siguió luego el
Concierto para Piano y Orquesta Nº 2 de Rachmaninoff, en el que Paula Peluso
fue la solista. Decepción absoluta es
como debo calificar a Esta versión. Peluso tuvo sonido chico, correcta técnica,
pero una alarmante falta de vuelo, cuando lo que sobra en esta obra es
justamente eso. Para peor, un enfoque decididamente equivocado de Chiacchiarini,
que siente que para lograr brillo hay
que pedirle al conjunto que vaya desde el “forte” al “fortíssimo”, tuvo como
resultado que en el decisivo “crescendo” de la sección central del primer
movimiento, a la solista directamente no
se la escuche. El apasionado segundo movimiento, pleno de canto, transcurrió
dentro de la medianía de una correcta lectura y en el de cierre, las
características que apunté durante el primer movimiento, se repitieron durante la decisiva coda final, lo que no menguó el
desaforado griterío de las “barras”, que evidentemente no entienden ni conocen
la obra y que los “habitués” y jóvenes,
evidentemente estudiantes de música, hicieran de la critica unánime del enfoque del Director y, los menos, del
abordaje de la solista, una “comidilla” durante el intervalo como pocas veces
Yo recuerde en mucho tiempo.
El cierre de la noche
le cupo a una errada visión del joven Director de “Cuadros de una Exposición”
de Mussorgsky, en la orquestación de Ravel, que no hicieron mas que confirmar la
impresión inicial que tuviera durante el Rachmaninoff. La de una alarmante confusión de conceptos,
que lleva a cuestionar la conveniencia de su convocatoria y las que pudieran
tocarle en futuras temporadas.
Donato
Decina