SOBRE "OPERA CLUB"

ÓPERA CLUB es un emprendimiento que nace el 17 de noviembre de 1990 a partir de un programa emitido por Radio Cultura. Este programa tuvo características muy especiales que lo transformaron, casi de inmediato, en el de mayor audiencia en su género.

Por primera vez se trataba el tema operístico con un absoluto desapego a las formas tradicionales de acartonamiento y solemnidad. Quedó en claro desde un principio que se trataba de un programa de ópera y no de cantantes –de estos últimos se ocupaba la mayoría-. Procedimos a lo que nuestro locutor de entonces (Mario Keegan) dio en llamar “derribando mitos” -desmitificar leyendas, anécdotas o lisas y llanas mentiras que con los años se convirtieron en falsas verdades-. Seguimos muy de cerca toda la actividad musical de Buenos Aires y La Plata poniendo muy especial énfasis en la promoción de los intérpretes jóvenes que estaban haciendo sus primeras armas –en la mayoría de los casos a puro pulmón- aunque sin descuidar las grandes figuras nacionales e internacionales que nos visitaban. Por último, el formato horario de cuatro horas nos permitió tratar amplia y distendidamente diferentes temas en un sólo programa desarrollado a través una conversación sin planificación previa entre dos a cinco co-conductores.

Todo esto nos puso en el primer lugar durante poco más de diez años. Diversos problemas –fundamentalmente económicos y de necesidades de programación de la radio- nos fueron acortando la duración y concluímos transmitiendo una hora a la medianoche del sábado. De esta manera fuimos perdiendo, junto con audiencia, nuestras características distintivas.

A partir de septiembre de 2012 nos mudamos a Radio Amadeus Cultura Musical recuperando nuestro formato original e intentando, de a poco y con mucho esfuerzo de todo tipo, retomar nuestro puesto de liderazgo –tarea nada fácil, por otra parte-.

Comencé diciendo que ÓPERA CLUB es un emprendimiento que nace a partir de un programa de radio. Esto es porque no es sólo un programa de radio –o, mejor dicho, el programa es casi como un pretexto-, sino un modo de unir a los oyentes tras un objetivo superior en común. El verdadero protagonista del programa no son ni los cantantes ni la música, son los oyentes –sus destinatarios y razón de ser-. Es por eso que los llamados telefónicos o mails son fundamentales para la concreción de lo que sale al aire. La audición es una excusa para que nos comuniquemos, nos conozcamos y podamos realizar y armar el programa y las actividades en forma conjunta.

Siempre me ha preocupado la incomunicación y soledad que aquejan a nuestra sociedad de manera cada vez mayor desde la segunda postguerra. Esta idea de nuclearnos bajo un interés u objetivo común es, para mí, un medio para paliar este terrible mal. Para esto, además del programa –y en lo personal más importante- son las diversas actividades que hemos venido realizando –con menor o mayor frecuencia- durante los últimos veintitrés años: encuentros, charlas, recitales, conferencia-debates, intercambio de material y, fundamentalmente, exhibición de videos (hoy DVDs) de diversas funciones operísticas –recuerdo con especial cariño el ciclo multitudinario que realizamos en el Centro Cultural General San Martín colmando ampliamente la capacidad plena de la Sala AB-. También estas actividades se vieron notablemente disminuídas con la anteriormente citada decadencia del programa –al que están intrínsecamente unidas-.

En esta nueva etapa muchas son las esperanzas y muchos los proyectos. La idea de congregarnos bajo nuestro amor a la ópera es, vuelvo a repetirlo, sólo un pretexto para encontrarnos virtual o realmente, tanto en nuestra relación comunicador-oyente como en forma personal. Este sitio, el Facebook y, en un futuro muy próximo, el Twitter serán nuestras herramientas virtuales a utilizarse en forma dinámica. Queremos crear un foro de debate y discusión a través del que no sólo hablemos de lo que nos gusta sino que intercambiemos ideas sobre políticas culturales. Necesitamos ampliar horizontes y promover los valores estéticos y culturales en los que se basan las obras de arte. De esta manera, a través de estos valores y del intercambio de ideas, iremos creciendo como personas y ayudando a crecer a nuestro entorno. Recordemos que los grandes cambios se producen, en general, a partir de los pequeños cambios individuales.

En cuanto al programa en sí mismo, posee una dinámica que va haciéndose cada vez más participativa –ya hemos desarrollado algunos temas propuestos por ustedes y esperamos una participación cada vez mayor-, poseemos también una enorme discoteca –probablemente la más grande de nuestro medio- con una cantidad de grabaciones que está muy holgadamente en la cantidad de cinco cifras y que abarca desde los primeros cilindros hasta las últimas funciones efectuadas en el mundo –a veces el mismo día de la emisión-, presentamos a las grandes figuras que nos visitan y hacemos una fuerte promoción de lo que están preparando los distintos grupos que han aparecido fuera del marco de los teatros oficiales y que es en donde realmente se encuentra el futuro.

La ópera es el centro pero no nos cerramos en ella. Abarcamos también los demás géneros vocales (opereta, zarzuela, oratorio, canción de cámara, sinfónico-vocal) y estamos, aún tímidamente y en muy pequeñas dosis, abriéndonos a todo el espectro de la música clásica (o académica –término que no me gusta pero al que adhiere muchísima gente-) En cuanto al período de lo que difundimos, es amplísimo y sin reservas ya que vamos desde la música medieval hasta las últimas manifestaciones de vanguardia.

En síntesis, estamos buscando crecer a partir del debate y la interacción. Considero que la relación estática con un oyente pasivo ya no es aceptable y pertenece a un tiempo que ya fue –no estoy valorizando, sólo presentando un hecho-. El piso de este proyecto es el que estamos transitando. El techo quisiera creer que no tiene límites (una sede propia, una emisora....).

Entre todos podemos lograrlo. Esto intenta ser un verdadero Club y les pido que se unan. Les garantizo que el crecimiento y el gozo serán ampliamente satisfactorios.


Dr. Roberto Luis Blanco Villalba


UNA CREACION DE ROBERTO BLANCO VILLALBA

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viernes, 10 de julio de 2015



BUENAS VOCES PARA CELEBRAR LA AMISTAD

Centro Cultural Kirchner: Concierto integrante de las Jornadas Culturales de Rusia en Argentina: Gala de Estrellas de la Opera Rusa, con la participación de la Orquesta Sinfónica Nacional de Argentina,  dirigida por Alim Shakhmametiev. Interpretes: Oxana Shilova (Soprano), Olesya Petrova (Mezzosoprano), Dimitri Voropaev (Tenor), Vasily Ladyuk (Barítono). Programa Integrado por obras y/o fragmentos de Tchalkovsky, Rimsky-Korsakov, Dvorak, Rossini, Saint-Saëns, Verdi, Bizet, Lehar, Falvo, Puccini, Bixio, Lara, Cannio y Sorozábal. Sala “Ballena Azul”,  30 de Junio de 2015.



  En el marco de los convenios entre la Federación Rusa y la República Argentina, generados durante la visita oficial que la Presidenta de la Nación efectuara a su Par Ruso en Abril pasado, tuvieron lugar en Ntro. País las Jornadas Culturales de Rusia en Argentina, como contrapartida de las que en forma inversa   se llevaran a cabo en Mayo último, en la que varios artistas de raigambre popular en Ntro. Medio, se presentaron en la Federación.  Aquí, en lo que a música se refiere, una delegación encabezada por el Director de Orquesta Alim Shakhmametiev, regente artístico de la Orquesta Sinfónica y de Opera del Conservatorio Rimsky-Korsakov de San Petesburgo, y también titular de la Filarmónica de Novosibirsk (Ciudad que hace un par de décadas atrás enviara aquí a su Ballet, que bailara en el Luna Park “Espartáco” de Khatchaturian-Grigorovich con Maximiliano Guerra en el protagónico), se presentó en la “Ballena Azul”, oportunidad que sirvió también para resaltar los vínculos muy fuertes entre ambas naciones, como con especial énfasis lo destacaron tanto la funcionaria del Ministerio de Relaciones Exteriores Argentino al dar la bienvenida a los artistas , como el carismático Embajador Ruso, quién haciendo gala de muy buen y fino humor, manifestó “que la concurrencia ya había ganado por partida doble, porque la Selección Nacional de Fútbol (quien en esos instantes goleaba a su similar Paraguaya), ganaba y volvía a jugar, pero esta presentación era por única vez y esa era la otra ganancia”, metiéndose a Esta en el bolsillo.

  El Director de Orquesta se reservó para sí los momentos de apertura de cada parte del espectáculo, con una buena lectura de la Polonesa que inicia el Cuarto acto de “Eugene Onieguin” de Tchaickovsky en la primera,  y la Obertura de “Carmen”,  en la segunda, la que fue expuesta en una vibrante versión. Cuatro cantantes integraron el resto de la delegación, de los cuales, las voces femeninas se formaron en el Conservatorio de San Petersburgo, el Tenor en la Academia Coral de la misma ciudad y, en cambio, el Barítono en la Academia Rusa de Arte y en una Institución privada (paradojas de la “Perestroika”). De los cuatro, las voces mas graves fueron las rotundas triunfadoras de la velada. La Mezzosoprano Olesya Petrova, que inició su labor con una correcta interpretación de la tercera canción de Lel de la Opera “La Doncella de Nieve” de Rimsky-Korsakov, para ir creciendo y afianzándose con el correr de la gala con “Mon Coeur souvre la voix” de “Sansón y Dalila”, mostrar gracia, seducción y desenvolvimiento en la “Habanera” de “Carmen” y culminar con absoluto desparpajo en una monumental versión de “Granada”, el clásico de Agustín Lara, exhibiendo condiciones vocales sólidas, graves increíbles y un centro magnífico. El Barítono Vasily Ladyuk, también hizo gala de una voz grave que corrió por todo el auditorio, iniciando la faena con el aria del Príncipe Yeletsky de “La Dama de Pique”, florearse con el “Largo al Factotum” de “El Barbero de Sevilla”, en donde literalmente “hizo lo que quiso con su voz”, hasta cantar de espaldas al público, mirando a la orquesta, uno de los “Figaro….”, con imponente fiato. Pero en la segunda parte , a mi entender, erró el repertorio,  desperdiciando su participación con “Dicitincello vuje”, y haciéndose cargo de entonar el “No puede ser” de “La Tabernera del Puerto”,  en una discutible versión bajada de tono,  a la que ni el mismísimo Plácido Domingo se le atrevería. Si bien lo hizo con corrección y salió airoso en ambas ocasiones,  teniendo en cuenta las cualidades que le apreciáramos en la primera parte, fue una verdadera pena que haya incursionado (o lo hayan hecho incursionar) en piezas reservadas para la cuerda tenoril. Ambas voces ya son dueñas de interesantes antecedentes, incluyendo ambos el paso por los elencos del mismísimo “Met” neoyorkino, y lo demostraron con creces entre Ntros.
  Los otros dos cantantes fueron, la Soprano Oxana Shilova, de singular belleza física, buena voz, aunque con emisión mucho mas chica, quién ha hecho presentaciones junto a Larisa Gergieva, en circuitos Europeos y Norteamericanos (evidentemente segunda y tercera líneas). Comenzó con una correcta interpretación de la “Canción a la Luna” de “Russalka”, el “Bolero” de “I Vespri Siciliani”, debió ayudar al tenor a completar el Aria de Sou-Chong de “El País de las Sonrisas”, un buen “O Mio Babbino Caro” y cerrar junto a su compañero tenor con el inefable “Brindis” de “La Traviata” copas en mano (¿cuando no?). El Tenor Dimitry Voropaev, miembro de los elencos de Mariinsky (a propósito, ¿cómo serán las voces que vendrán para “El Angel de Fuego” de Prokofieff, correspondientes al convenio Colón –Mariinsky, suscripto por Gergiev y García Caffi?) fue la voz mas discreta de la noche. Arrancó con una buena interpretación de “Kuda-Kuda” de “Eugene Onieguin”, para luego irse desdibujando en cada una de sus participaciones, lo ya dicho en el Aria de Sou-Chong, donde la Soprano acudió en auxilio suyo para poderla terminar en digna forma, alternándose ambos los fragmentos,   y  luego abordar canciones como “Parlami d’Amore” y “O surdato ‘nnamurato”, de discutible inclusión, amén del señalado “Brindis” Traviatero.
  Debo destacar, ante todo, que en todo momento, la acústica de la “Ballena Azul” permitió apreciar las cualidades canoras de los interpretes. Las voces corren, la Orquesta en ningún momento tapa y, al contrario, entonces se desnudan los defectos, como el caso  del Tenor, fundamentalmente. El resumen de la actuación de las voces es que las graves corresponden a interpretes que están para una muy buena segunda línea. En cambio las agudas no pasan de “cabotaje” en teatros de menor rango y valía, lo que en cierto modo le puede caber al Director de Orquesta, mas allá de su buen trabajo y su absoluta simpatía.


   Los presentes fueron correspondidos tras los sostenidos aplausos con una versión entre las cuatro voces de “Funiculí-Funiculá”, en donde hasta el Director de Orquesta bailoteó en el podio, en un final a plena alegría, como corresponde en estas ocasiones. Tal vez se extrañaron canciones Rusas, pero la presencia de cantantes de ese repertorio el día 3 de Julio en la cúpula del Centro Cultural, quizás haya movido a que los líricos no lo hiciéran.

Y ENCIMA CANTAN

Mozarteum Argentino: Actuación de la Budapest Festival Orchestra, Director: Ivan Fischer. Solista: Miah Persson (Soprano). Programa: Bela Bartok: Magyar Képek (Bocetos Húngaros), Sz. 97, 88, 103. Richard Strauss: Vier Letzte Lieder (Las Cuatro Ultimas Canciones), Gustav Mahler: Sinfonía Nº 4 en Sol mayor. Teatro Colon, 27 de Junio de 2015.



  Una vez mas la Budapest Festival Orchestra junto a Ivan Fischer, su titular y fundador, regresaron a Buenos Aires merced a los oficios del Mozarteum Argentino, quien los presentó en la sala del Colón. Siempre que este grupo llega a Ntros., la expectativa está centrada en cual será la obra poco frecuentada que el Director Magyar abordará en el concierto. Y en esta noche, los músicos tenían en sus atriles los “Bocetos Húngaros” de Bela Bartok, correspondientes a los números de catálogo 97, 88 y 103, que abarcan cinco momentos: La descriptiva “Atardecer en el Pueblo”, la simpática “Danza del Oso”,  la introspectiva “Mediodía”, el electrizante momento “Ligeramente Achispado” y el atractivo cierre con la “Danza de Urog”. Fischer marcó con precisión y estableció el clima de cada uno de los tiempos mencionados, siendo convincente su interpretación. La tersura de las cuerdas, la belleza de los vientos y el muy buen sonido del metal, convergieron para que se lograra un efecto muy cálido, por lo que la versión fue muy bienvenida, siendo éste el primer momento de interés de la velada.

  El otro punto de interés consistió en la presentación de la Soprano Sueca Miah Persson, abordando tanto “Las Cuatro Ultimas canciones” de Richard Strauss, como la parte vocal que cierra la Sinfonía Nº 4 de Mahler. Persson es portadora de un  bellísimo timbre vocal, su línea de canto es muy estilizada, la emisión es chica. Su  trabajo encajó en el enfoque que Fischer le brindó a la obra, que fue camarístico, con planos de mucha intimidad, tanto, que a mi entender se excedió en ese aspecto, haciendo que la versión careciera del brillo y la imponencia que son habituales al abordarse esta obra, perdiéndose por ello muchos detalles que suelen descubrirse en cada versión, la que por momentos cayó directamente en la monotonía.
  Todo lo contrario sobrevino en la segunda parte, en donde los interpretes se florearon con una de las mas espectaculares versiones de la cuarta de Mahler que Este cronista haya escuchado en vivo. Aquí sí  el enfoque mostró toda la riqueza de la descripción de la naturaleza, la campiña, la rústica vida de sus habitantes. Haciendo lugar a una tendencia discutible en muchos Directores, Fischer colocó frente a sí al solista de corno de la Orquesta en el segundo movimiento, cerca también del atril de la Concertino, la que también tiene su momento al emplear un Violín preparado en los solos que le corresponden a ese tiempo. La belleza del timbre de las cuerdas y los vientos,  de fundamental preponderancia en este pasaje, hizo que pudiera percibirse toda la paleta de sonidos que la partitura posee. Y  luego de ello, desembocamos en el magnífico momento culminante de la noche, en donde Fischer tuvo la sabia decisión de interpretar en un todo los dos últimos movimientos, los que indudablemente tienen conexión entre sí. La Intensidad del “Poco Adagio”, la expresividad, el “canto” de la Orquesta, fueron supremos en todo sentido, alcanzando un clima extraordinario, en donde por primera vez en mucho tiempo “no voló ni una mosca”, cero toses, cero celulares, imposible alterar el ambiente, enlazándose con el último movimiento,  en el que Persson hizo su ingreso al escenario “en puntas de pie”, ya que Fischer también resolvió con acertadísimo criterio que no ingrese en el medio la obra, entre el tercer y el cuarto movimientos, lo que habría sacado de concentración al auditorio. La versión Persson del Lied “La Vida Celestial” que cierra la obra fue esa,  “Celestial”. Bellísimo canto, línea de expresividad impecable, bellísimas dicción y entonación, con un final en el que Fischer logró que los últimos compases se extingan lentamente casi como una “esfumatura”, obteniendo primero un silencio acentuado de la concurrencia, para luego estallar en una ensordecedora y justiciera ovación,  como premio a la categoría de la versión ofrecida.

  La sorpresa vino luego en donde los músicos se agruparon de pie y en semicírculo en torno al Director, partitura en mano cada uno de ellos, para formar un magnífico coro el que con esplendida afinación, abordó un Lied de Fanny Mendelsohn, que hizo poner de pie a los asistentes. No hizo falta nada mas, si encima…. ¡cantan!.


Donato Decina



PERSISTIR EN LO QUE SE SABE HACER MUY BIEN

Ensamble Lírico Orquestal: Concierto Sinfónico-Instrumental-Vocal-Coral con Obras de Wolfang Amadeus Mozart: Director: Gustavo Codina. Solistas: Mauricio Marcelli (Violín), Cecilia Layseca (Soprano), Lidice Robinson (Mezzosoprano), Mauro Di Bert (Tenor), Walter Schuarz (Bajo). Orquesta del Ensamble Lírico Orquestal. Coral Ensamble: Preparadores: Gustavo Codina-Cecilia Layseca. Programa: Concierto para Violín y Orquesta Nº 4 en Re Kv. 218, Requiem Kv. 626. Auditorio de Belgrano, 28 de junio de 2015.

  Cuando culminó la temporada 2014 con el “Requiem” de Verdi, Cecilia Layseca anunció al público la programación 2014, la que fue adjuntada con profusa folletería, y de la que diéramos cuenta en la crónica de esa presentación. Allí consignamos que Este Requiem “Mozartiano”, base de la programación de ésta fecha, sería conducido por Guillermo Becerra, el que ya había concertado para esta entidad una gala eslava al frente de la Agrupación Sinfónica de Morón y que contara con la participación del “Coral Ensamble”, en donde descollaron las versiones de “Finlandia” de Sibelius (en conocidísimo arreglo para Banda), las “Danzas Polovtsianas” de “El Principe Igor” de Borodín y la Obertura 1812 de Tchaicovsky en versión Banda con Coro, y que luego repetiría el suceso un año mas tarde con la Novena Sinfonía de Beethoven, en una buena versión. Ya el año pasado el Director Platense residente en Mar del Plata, debía volver a presentarse para la entidad abordando una selección de la Opera “Porgy and Bess” de Gershwin. Sin embargo, un cambio de programación motivó que la presentara Gustavo Codina en versión con Banda de Jazz, por cierto discutible, ya que no fue la versión original la que se empleó, pero se informó al público y a la prensa con no menos de dos meses de anticipación el cambio realizado. Al comenzar el concierto con el pequeño orgánico orquestal en el escenario para el  abordaje del Concierto para Violín y Orquesta Nº 4, apareció Gustavo Codina en el escenario para la presentación de la velada, apareció Mauricio Marcelli, el Concertino de la Orquesta y Solista de la obra y, como al pasar, Codina manifestó que por problemas personales en Mar del Plata, Becerra estaba en esa y que El se haría cargo del Concierto, como ya lo había hecho la semana anterior. Cuanto menos, debemos decir que la desprolijidad ha sido mayúscula, ya que teniendo en Natalia Rivara a una excelente encargada de prensa, debió emitirse urgentemente una comunicación advirtiendo del reemplazo que se produciría, independientemente de las causas que obedecieron al mismo por segunda vez en un año. No fue así,  y lamentablemente se notó en demasía con la versión ofrecida del Concierto Nº 4 de Mozart, ya que para esa circunstancia no había “Plan B” y  la interpretación pasó por innumerables momentos de zozobra. Es evidente que la buena y saludable intención de ampliar el repertorio de la entidad organizadora chocó con la realidad que significó la ausencia del Director originalmente comprometido en el podio, por lo que teniendo en cuenta las palabras que también viritiera Cecilia Layseca, en esta oportunidad en ocasión de la última función de “La Traviata” que abrió la presente temporada (y de la que también diera Yo cuenta en este Blog), el esfuerzo que esta entidad deberá centrar a futuro deberá dirigirse a lo que ellos verdaderamente saben hacer, como son los espectáculos Líricos y Sinfónico-Vocales-Corales, que han sido el suceso de sus programaciones y que tienen el “Plan B” que es el que Gustavo Codina, como preparador del Coral Ensamble, sabe a la perfección el repertorio que se aborda, y ante una deserción como en este caso, puede perfectamente dirigir el espectáculo con solvencia y categoría, como lo fue con el Requiem de esta tarde/noche. Para las obras con solistas instrumentales, deberá armarlo El desde el vamos y no tengo dudas que con su reconocida capacidad, saldrá airoso también en el acompañamiento de solistas instrumentales. Los “tempi” del Requiem fueron muy precisos, aunque sería saludable que no se produzcan “baches” tan largos, como los ocurridos en el transcurso de la “Sequentia”, entre tiempo y tiempo, que le quitaron algo de concentración al espectador para el seguimiento de la obra. El Coral Ensamble conoce al dedillo la obra y, una vez mas, dio muestras de su solvencia y ajuste. El Cuarteto vocal fue irreprochable, Mauro Di Bert posee buen esmalte vocal e hizo lo suyo con corrección, Walter Schuarz aportó su oficio y su categoría. Lidice Robison ofreció aplomo, buen decir, y se supera en cada presentación, y Cecilia Layseca fue “la voz” de la ya caída noche, supo cantar, expresar, tuvo dulce timbre y grato canto. Todos al inicio y al final, se ubicaron junto a los coreutas como uno mas de ellos, dándole mas realce al conjunto y demostrando que ese es el camino en el que se debe persistir.

Donato Decina 

sábado, 27 de junio de 2015

PARA UNA OBRA “OSADA”, UN MUY BUEN DIRECTOR

                  Sexto Concierto de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Daejin Kim. Solista: Richard Stoltzman (Clarinete). Programa: John Corigliano: Concierto para Clarinete y Orquesta. Antonin Dvorak: Sinfonía Nº 9 en Mi menor, Op. 95 “Del Nuevo Mundo”. Teatro Colón, 25 de Junio de 2015.

                      En mis comentarios anteriores, les manifestaba a Uds. que Este concierto debió haber sido dirigido por Enrique Arturo Diemecke, y que, habida cuenta de la cancelación que los interpretes Chinos hicieran en el cuarto concierto de abono, el conductor mexicano había resuelto asumir El mismo la fecha caída, y Esta fecha, que a continuación comentaré,  quedaba en manos de un Director Oriental. Pues bien, Daejin Kim, en realidad nacido en Estados Unidos,  de ascendencia coreana,  y ahora  sí residente en Corea desde hace mas de veinte años, donde dirige a la Filarmónica de Suwon, con la que ha hecho giras a New York (Carnegie Hall), Viena (Musikverein Saal) y Munich (Herkulessaal), entre otras ciudades, aceptó el compromiso y viajó hasta aquí para hacerse cargo del concierto.  Luego de escuchar el mismo, no tengo dudas en que lo mejor que pudo haber ocurrido es este cambio. Tanto para que Diemecke se hiciera cargo de la fecha caída con el estupendo resultado que consigné en este blog, como para que Kim viniese y se nos revele como un estupendo conductor.

Debemos tomar como una verdadera “Osadía” de programación, a juzgar por la manifiestamente “conservadora” línea que año tras año Diemecke le impone a los programas de la Filarmónica (mas allá del increíblemente “nefasto” abono comprimido de Este año), la inclusión en el repertorio de este año del Concierto para Clarinete y Orquesta de John Corigliano. Una obra que exige ante todo un solista de excelencia, “flexible” ante los planteos y exigencias de la partitura la que entre otros detalles contiene un dispositivo muy usado desde Mahler, Respighi,  Berio y otros grandes, hasta comienzos de la década del 70, como los es colocar instrumentistas y hasta una pequeña banda en diferentes lugares de la sala (aquí se los distribuyó a cornistas entre fondo de platea y en palcos platea y balcón, a la banda en palcos altos, lo mismo que a un clarinetista),  y a un Director que debe preparar a la orquesta con indicaciones precisas, dado que habrá disonancias, momentos de mucha agitación musical, pasajes un poco mas calmos con mayor imaginación.  Kim dio respuestas a todo ello, y mas aún, lejos estuvo de mostrarse como un conductor “mecánico”,  como muchas veces se les machaca a los Directores provenientes del Sudeste Asiático. Supo exigirle al conjunto en los momentos precisos, manejó a la perfección a los músicos fuera del escenario y  fue cómplice del solista en todo momento, Y hablando de ello, Robert Stoltzman, alguien muy conocido, a través de grabaciones fundamentalmente, las que se consiguen en las casas especialistas, fue “El” solista, que domina a la perfección la obra, que tiene estupenda técnica y mostró formidable entrega a lo largo de la interpretación. Y mas allá de muchas toses al comienzo, con las que el público manifiesta su incomodidad, con el correr de la obra se fueron disipando,  hasta lograr un reconocimiento unánime a los interpretes.

  Siempre es bueno que cada dos o tres años la Sinfonía “del Nuevo Mundo” esté presente en los atriles. Cada versión encierra un desafío en si misma. Lógicamente con Diemecke uno está a la expectativa, aguardando que respuesta proviene del escenario. Y Kim nos mostró una versión vital, chispeante, de “tempi” un poco acelerado , pero que igual se dejó escuchar, con momentos verdaderamente sublimes como el pequeño dúo entre el Concertino y el primer Violoncello al final del segundo movimiento, en donde Pablo Saraví y Carlos Nozzi descollaron y  fue gratificante descubrir la intensidad y los momentos de vuelo que este Director logró alcanzar con el conjunto, ganándose la ovación y el respeto de los presentes, que culminó con el simpático detalle de que una Señorita ingresara ataviada con un típico atuendo Coreano a entregarle el obsequio floral al Director, como broche de oro de una noche magnífica.


Donato Decina
STEFAN LANO, EL INCREIBLE E INFATIGABLE MOTIVADOR Y PREPARADOR

Orquesta Sinfónica Nacional, concierto de la temporada regular, Director: Stefan Lano. Solista: Enrico Bronzi (Violoncello). Programa: Antonin Dvorak: Concierto para Violoncello y Orquesta en Si menor, Op. 104. Dimitri Shostakovich: Sinfonía Nº 11 Op. 103 “El Año 1905”. Centro Cultural Kirchner, Sala “La Ballena Azul”, 26 de Junio de 2015.

  La Sinfónica continúa adaptándose a su nueva casa, y en esa adaptación, tal vez lo mejor que pudo haberle pasado fue que Stefan Lano fuera convocado para este concierto. Y a Lano, lo mejor que le pudo haber ocurrido, fue que la Sinfónica Nacional lo llamara. Hace rato que no veo una simbiosis tan grande, por no llamarla absoluta. Y es que la Orquesta, con la preparación del Conductor Norteamericano, logró un rendimiento superlativo en todo sentido, entregando una faena memorable y cosechando una ovación del público que a partir de este momento habrá que comenzar a llevar las estadísticas de cuanto tiempo habrá de pasar para que se repita otra igual.

  La noche arrancó con la presentación del Violoncelísta Italiano Enrico Bronzi, quien asumió la parte solista de ese monumento que es el Concierto de Dvorak. Integrante del Trío de Parma, solista destacado, laureado en el concurso Paulo de Helsinki por su interpretación de esta obra junto a Leif Segrestam y la Filarmónica local. Su interpretación fue apasionada, con mucha entrega, mucha vehemencia, tanto que por momentos su sonido surge un poco “sucio” y su postura lo lleva a presionar las cuerdas de su instrumento de tal forma que no siempre logra obtener una mayor nitidez en la emisión del instrumento. De todas formas la esencia de la obra estuvo siempre presente y a salvo. Antológico fue el pasaje de diálogo entre el solista y el Concertino (Luís Roggero),  previo al final de la obra, y Lano, si bien logro empaste, ajuste e ida y vuelta permanente con el solista, estuvo correcto, aunque por momentos falto de una pizca mayor de vuelo y, en algunos pasajes, no pudiendo contener el desborde de algunos instrumentistas (timbales por ejemplo). Sí jugó, y muchísimo en su favor (como después lo leerán), el disponer a la agrupación de modo diferente en la sala, ajustándola a su acústica. Así, además de aprovechar el elevador de escenario para darle el nivel a cada sector de instrumentos, dispuso a la formación de la misma manera que Toscanini o Barenboim, por citar dos ejemplos, es decir, Primeros y Segundos Violines a ambos lados, violoncelos al lado de primeros violines, Violas igual que siempre, Contrabajos en semicírculo en la parte mas alta y al centro, percusión recostada a la izquierda, Arpas y Cornos debajo de los anteriores, Vientos al centro y resto de Bronces recostados a la derecha, con lo cual se percibió cada sector con muchísima nitidez y el sonido fue envolvente. La afinación de la Orquesta fue sencillamente soberbia. Un fragmento Bachiano, fue el bis, obligado por el público, que Bronzi concedió.

  En la segunda parte ocurrió la explosión, con una versión de la Sinfonía Nº 11 de Shostakovich, sencillamente para el recuerdo. Tersura de cuerdas, tensión, percusión justa y contenida, vientos en estado de gracia, magnífica respuesta del bronce, cuerdas graves con una profundidad de sonido que me hizo regordear ante lo que estaba escuchando y una acústica formidable (Gustavo Basso, uno de los ”padres” de la criatura se movió por la sala ajustando detalles y me manifestó que hoy el sonido está en  unos ocho puntos, cosa en la que Yo coincido totalmente). Lano se floreó y la Sinfónica respondió extraordinariamente, transformando a la sala en una verdadera “caldera humana” al final de la obra. Si uno recuerda las últimas presentaciones de Lano  en el Colón y con la Filarmónica en el Gran Rex  (con el Colón Cerrado), siempre nos llamaba la atención el pedido de afinar entre movimiento y movimiento de una Sinfonía, a tal punto que daba la impresión que trataba a las agrupaciones como si fuesen conjuntos de conservatorio. Aquí en ningún momento ocurrió eso, su dirección fue pulcra y precisa, sus gestos de una precisión casi “quirúrgica” y la respuesta de la Orquesta fue inolvidable, como si se hubiesen sentido a gusto con el Director en todo momento, tanto que algunos músicos dejaron sus instrumentos para batir palmas junto al público en homenaje al Director y Lano mostró una sonrisa de oreja a oreja, que tuve que rememorar cuánto hacía que no lo veía así. Un momento sencillamente impagable. La Sinfónica vuelve en serio, Celebrémoslo.

Donato Decina
Reapertura de la biblioteca del Teatro Colón

A partir del próximo lunes 29 de junio, reabrirá la biblioteca de nuestro primer coliseo. La sala estará ubicada contigua al Foyer principal y se podrá consultar de manera gratuita de lunes a viernes de 10:00 a 18:00 horas ingresando por Libertad 629.
 Con esta apertura, el público asistente podrá informarse en las terminales de auto consulta sobre los programas de mano digitalizados dentro de la intranet del Centro de Documentación. La biblioteca contará además con un dispositivo informático (Scanner) que permitirá reproducir sin cargo no más de dos hojas por libro.
Los mismos podrán ser consultados dentro la biblioteca. Para leerlos deberán solicitar el permiso correspondiente al personal autorizado.
 Ahora, la biblioteca del Teatro Colón cuenta con aproximadamente dos mil libros en exposición y prevé aumentar la cantidad de ejemplares entre cinco mil y siete mil para la próxima etapa.
 
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 TREINTA Y TRES AÑOS DESPUES, LLEGO AL COLON


Quinto Concierto de Abono a cargo de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Enrique Arturo Diemecke, Solista; Alfonso Mujica (Barítono). Programa dedicado a Gustav Mahler (1860-1011): “Canciones de Un Caminante”. Sinfonía Nº 10 (Versión revisada por Enrique Arturo Diemecke de la reconstrucción hecha en dos versiones por Deryck Cooke [1960 y 1964]). Teatro Colón, 18 de Junio de 2015.

  Treinta y tres años pasaron con velocidad inaudita, desde que pocos meses antes de iniciarme como oyente con la Orquesta Sinfónica Nacional, Pedro Ignacio Calderón, por ese entonces asesor de programación de la Filarmónica de Buenos Aires (Antonio Russo era el titular), el que ni remotamente pensaba en ser titular de la Nacional, de lo que ya lleva 21 años (record de permanencia en el cargo), hacía con la primera Orquesta Argentina el estreno absoluto de una de las dos versiones de la obra en el Auditorio de Belgrano. Lamenté mucho por ese entonces la falta de información para  poder concurrir (solo me enteré por la crítica que el inolvidable Napoleón Cabrera hiciera del concierto) y comenzar a experimentar en vivo, lo que ya verificaba en grabaciones y  en las legendarias películas de “Conciertorama” en el desaparecido cine Maxi de la calle Carlos Pellegrini, justo frente al Colón, en donde las versiones Bernstein con Viena y Londres de la octava y la Segunda, respectivamente,  me deslumbraron sobremanera y en donde la familia Piscitelli hizo casi todo el resto vendiéndome las grabaciones, ya que la Quinta me vino en vinilo directamente de Europa (aún lo escucho), con explicaciones en castellano de Don José Luís Pérez de Arteaga (el gran “mahleriano” español) y la décima la pude obtener en Cassette en el desaparecido “Club Internacional del Disco” de Don Julio Epstein, allá en Viamonte casi esquina Florida. Vaya paradoja, gracias a Don Julio descubrí a Mahler y en su local cerré el círculo, obteniéndola  en una versión de la EMI  grabada con Equipos Grundig (según rezaba en la cubierta del estuche), en la que un joven irreverente de 25 años llamado Simon Rattle (por entonces aún no era Caballero del Imperio), al frente de la Bournemouth Symphony Orchestra, deslumbraba interpretando la partitura en la versión en la que Cooke fue asistido  para la reconstrucción por Bertold Goldscmidt, titular de la Sinfónica de San Francisco por ese entonces,  y conductor del estreno absoluto en la BBC de Londres en 1964, poco antes del fallecimiento de Alma Schindler, viuda de Mahler. Mucho tiempo transcurrido, mucha avidez de mi parte por la experiencia de escucharla en vivo y Enrique Arturo Diemecke,  que finalmente decidió programarla con la Filarmónica,  fue artífice para que finalmente yo haya podido atesorar la totalidad de la obra sinfónica de Mahler en vivo.

  En los días previos al concierto, durante la extensa visita que el conductor mexicano hizo en los estudios a “Opera Club”, nos manifestó en el micrófono y “Off The Record”, que el suyo fue un trabajo que consistió en una “limpieza de Impurezas”, fundamentalmente en los “Scherzos” (son dos), en donde habiendo tenido acceso a los escritos originales de Mahler, descubrió que una serie de agregados y repeticiones en nada ayudaban a la interpretación de la partitura. También nos comentó que habría una “sorpresa” con la interpretación. Evidentemente debió transpirar mas de la cuenta para todo ello. La partitura se inicia con un “Adagio” (también otro la cerrará), que como se sabe, es el único movimiento terminado por Mahler (los otros son todos esbozos, que fueron totalmente reconstruidos y orquestados por Cooke). El ataque inicial está destinado a las violas, las que en este concierto lo hicieron llamativamente desafinadas en conjunto, lo que no dejó de sobresaltarme,  ya que las cuerdas son la zona en donde reside la mayor fortaleza de la Filarmónica. A medida que la interpretación avanzaba, las cosas se fueron emparejando y llegamos al “clímax”, que es un estallido orquestal, casi como una señal de alarma, en donde ahí sí el conjunto respondió de manera formidable. Entrando de lleno en la parte “reconstruida”, el primero de los “scherzos”, siguió mostrándonos a un conjunto llamativamente “desacompasado”, casi como enfrentando una dificultad notoria. Evidentemente, la partitura fue un hueso muy duro de roer y, a pesar de los esfuerzos de Diemecke, la Orquesta no lograba hacer pie. Aquí, se notó casi sobre el final el trabajo del Mexicano en cuanto a la revisión, pues aparecía eliminada una pequeña repetición de uno de los temas, casi sobre el final del movimiento, al menos en la versión que yo poseo.
A partir de “Purgatorio” (tercer movimiento, un pequeño andante), la versión fue tomando vuelo hasta el final, y la entrega del conjunto fue cada vez mayor, las flautas aquí jugaron magníficamente la parte a ellas reservada y las cuerdas graves (fundamentalmente contrabajos), tuvieron su primer momento de Gloria.
 El segundo “Scherzo” tuvo mas ajuste, ya los vientos lucían de otra forma y los bronces incidieron favorablemente y de manera decisiva. No dejó de llamarme la atención que para una orquesta “Mahleriana” y numerosa, solo tres percusionistas debieran soportar el peso de la partitura y eso se notó, dada la revisión de Diemecke, la que suprimió un percutir de palillos casi al final del tiempo, que recuerdan al tic-tac de un reloj y un detalle fundamental. Se conoce una anécdota en la cuál Mahler, ya agravado en su estado de salud y a punto de regresar de New York (Cesanteado tanto en el Met cono en la New York Philarmonic), escuchó intensos golpes de bombo bajo la ventana de la habitación del hotel en el que se alojaba. Era el cortejo fúnebre que acompañaba los restos de un bombero fallecido en acto de servicio. Ello lo impresionó de tal manera que incorporó al boceto, en donde se hallan los compases reservados paar un bombo de gran envergadura, el que debía golpearse al final de este movimiento y al comienzo del quinto y último (el Adagio de cierre), en donde va “in crescendo” y cada uno de los golpes debe adquirir mayor intensidad, a medida que en paralelo la música va transcurriendo (como en un  cortejo, que en este caso es su propia despedida). Y aquí, el mayor error de Diemecke, ya que evidentemente, al no conformarse con los bombos disponibles, optó por el martillo que se emplea en la sexta sinfonía, solo que allí es bien conocido que lo hace solo en tres decisivas ocasiones (luego eliminó el tercer golpe por superstición). El martillo de la Filarmónica (que aquí se golpea contra una caja, distinto al de otras orquestas que tienen uno gigante, a veces necesariamente manipulado por dos percusionistas juntos que lo hacen golpear directamente contra el suelo), fue tan pobre en su sonido que quedó descolocado en la partitura, por lo que a un pasaje tan trascendente se lo  vio transcurrir sin pena ni gloria. Solo luego de ello, desde el segundo de los “Climax” similar al del primer movimiento, emergió el canto mas franco y el momento mas convincente de la orquesta en todo el concierto, lirismo, pureza de sonido y un pasaje final que se fue extinguiendo lentamente. El propio Cooke, que comenta la novena sinfonía en la versión Solti -Sinfónica de Londres, con traducción castellana de  Julio Palacio (nada menos, hono al máximo Mahleriano Argentino), manifestó que en el Adagio de esa, Mahler se despedía “sobre aquellas cumbres”. Aquí es como que ha descendido por la otra ladera de la misma montaña a paso apurado (por la superstición de quebrar el número 9, en el que los grandes sinfonistas se detuvieron),  y ello se nota en la partitura,  y mucho mas a partir de los movimientos reconstruidos. Solo al final, en el que ahí si se notan las notas Mahler,  el que se va extinguiendo lentamente como si  fuera el compositor el que se va alejando hasta finalmente desaparecer, es en donde aparece toda la riqueza del trabajo.  Si bien Diemecke y los músicos trabajaron por demás, la versión me dejó abiertos muchos interrogantes, los que solo con una única (y tal vez última) audición mas de mi parte, alcanzarán para develarlos. De todos modos, comienzo a ver con otros ojos el porque Bernstein, Solti, Kubelik (entre otros) y aquí Calderón mismo (quién me lo manifestó personalmente), no consideraron grabarla íntegramente (solo hicieron el Adagio Inicial). De cualquier forma, bienvenida sea, y para el debate, su interpretación en el Colón.

  La noche comenzó con una pobre versión de las “Canciones de un Caminante”, poemas tomados del ciclo de Armin y Brentano “El Cuerno Mágico de la Juventud”, en donde un buen acompañamiento de Diemecke resultó empobrecido a partir de la flojísima actuación del barítono Uruguayo Alfonso Mujica, quien lució tenso, inexpresivo, pobre en su decir y carente de línea de canto. Es inconcebible que teniendo en cuenta que en Ntro. Medio hay no menos de cuatro interpretes de primerísima magnitud, se haya recurrido a un interprete desconocido entre Ntros. y de antecedentes en salas mucho menores al Colón, el que se debe recordar es una meta y no un  trampolín


Donato Decina
SOLO LA PROFESIONALIDAD DE LOS CANTANTES LA SALVO DEL NAUFRAGIO


Teatro Argentino de La Plata: “Carmen”, Opera en cuatro actos con Música de Georges Bizet y libreto de Ludovic Halevy y Henri Meilhac, basado en la novela de Prosper Merimee. Interpretes: Adriana Mastrángelo (Carmen), Enrique Folger (Don José), Leonardo Estevez (Escamillo), María Bugallo (Micaela), Walter Schuarz (Zuñiga), Laura Polverini (Frasquita), Rocío Arbizu (Mercedes), Sebastián Sorrarain (Dancairo), Patricio Oliveira (Remedado), Sebastián Angulegui (Morales), Fernando Alvar Nuñez (Lilas Pastia), Juan Ignacio Suarez Christensen  (Soldado/Guía). Alejandra Sabella-Javier Conejero-Nicolás Miranda (bailarines alter ego de Carmen, Don José y Escamillo, respectivamente). Coro  Estable del Teatro Argentino de La Plata: Director: Hernán Sánchez Arteaga, Coro de Niños del Teatro Argentino de La Plata: Directora: Mónica Dagorret. Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata: Director: Tulio Gagliardo Varas.  Coreografía: Alejandro Ibarra. Iluminación: Willy Landin. Escenografía: René Diviú. Vestuario y Dirección Escénica: Valeria Ambrosio. Sala Alberto Ginastera, 07 de Junio de 2015.

  Días antes de concurrir a la función, en entrevistas previas al estreno de Esta producción de Carmen, la Directora del Coliseo Platense y responsable de Esta puesta en escena, Valeria Ambrosio, manifestaba que una de las premisas fundamentales de trabajo que Jorge Telerman, Presidente del Instituto Cultural de la Provincia y principal Operador y Vocero del Gobernador y Candidato Presidencial Daniel Scioli, marcó para la gestión de la primera, era que se debían realizar espectáculos que garantizaran un lleno total de sala. A juzgar por lo visto en la función a la que concurrí, sexta y última del espectáculo, un apreciable lleno se contemplo en el interior del Teatro. Una acertadísima política en cuanto a precios lo permitió, y mas mérito aún,  la transmisión en Directo a salas del interior de la provincia. Si tenemos en cuenta además, que la cantidad de micro-omnibus desde Capital Federal y otros puntos del Gran Buenos Aires no excedieron los cinco (200 espectadores aproximadamente) y las combis no fueron mas que cuatro (80 espectadores si hubieran estado todas llenas), quiere decir que el público genuino platense orilló cerca de los 800 espectadores a cálculo grueso, con lo cuál en ese aspecto la gestión se encamina francamente de manera muy positiva y esto debe resaltarse. La elección del título es inobjetable (Clásico Operístico y pieza fundamental de repertorio, como para lucir además las virtudes de la totalidad de los Cuerpos Estables). El menú estaba planteado, aunque los resultados distaron de ser los ideales.

  Problema fundamental de la versión ha sido el concepto de puesta empleado por la Sra. Ambrosio. Mezcla de épocas, en donde a una ambientación de tradicional escenografía, le correspondemos con un  vestuario casi actual, por lo que los contrastes son demasiado pronunciados, el ejemplo que mas le cabe es la entrada en el primer acto del  Coro de Niños, que con vestimentas actuales  (y algunos de ellos con disfraces de personajes del comic), chocaban fuertemente con las gitanas y la gente de pueblo.  Los movimientos de masas que venían siendo muy correctos, derraparon por completo en el último acto, en donde a su entrada,  Escamillo, ataviado ya con el traje de luces para la corrida, junto a sus espadas, se para frente a una pared en donde evidentemente se hallaría una imagen de la Virgen de la Macarena,  para rezar e invocar su protección,  y entonces desde los dos flancos de gentío que le abren el paso a los hombres en dirección de la plaza,  parte una lluvia de papel picado que tapa por completo la figura del matador y, como si fuera poco, naranjazos entre ambos bandos completaron la deslucida imagen. En el momento previo, durante la entrada de la cuadrilla, los banderilleros hacen su entrada dando vueltas carnero como saltimbanquis circenses, por lo que el cuadro previo al desenlace,  fue en lo visual de un decidido mal gusto. Si ese ha sido el concepto, pues entonces no hay ninguna lectura profunda del libreto, todo ha sido muy superficial,  y si alguna duda queda, la presencia de tres bailarines que actúan como “Alter Ego” del Trío protagónico principal, interviniendo con sus danzas en los momentos fundamentales, le quitó mucho de intimidad, arruinando por completo el “Aria de la Flor”, danzada mientras Don José cantaba, distrayendo por completo al espectador. Por lo tanto, las observaciones que hiciéramos en el trabajo de la Directora de Escena durante la “Tosca” del año anterior, se hacen mas profundas ahora. La comedia musical (de la que la Sra. Ambrosio proviene) es una parte del espectáculo, la ópera es, en cambio, un espectáculo total, por lo que sería saludable un cambio de enfoque en caso de puestas venideras. El vestuario, mas allá de los estilos, lució bien. La iluminación de Willy Landin fue muy ajustada y eficiente y corréctas las coreografías de Alejandro Ibarra. Bueno, muy funcional y de estilo, fue el diseño escenográfico de René Diviú. Sín embrago, los cambios de vestuario y movimientos de escenario, llevaron a que la función se interrumpa tres veces, una por cada acto, con lo que la función se extendió por transcurso de  ¡4,15 hs!, tema que con los tiempos que corren,  debe ser urgentemente replanteado y revisado. Se puede aceptar que en salas como el Auditorio de Belgrano,  que no tienen personal ni maquinaria adecuados, ocurra ello, como de hecho, así sucedió con este título y, con todo, duró media hora menos. En cambio el Coliseo Platense, posee mayor capacidad de realización, por lo que resultó inentendible lo ocurrido en esa materia. 
 En el plano musical, la concertación de Tulio Gagliardo Varas, profesional pionero en el fogueo en espectáculos del  por entonces muy incipiente “Off Colón”, radicado desde hace mucho tiempo en Europa (mas exactamente en Turquía) y al que muchos de Uds. han visto en Ntro. Ciclo de Proyecciones de Videos de los Sábados, fue de correcta lectura, “tempi” algo mas lento de lo habitual, pero con falta de chispa y vitalidad, fundamentales en Esta Opera, resultando por momentos muy anodino el andar. El Coro Estable, preparado por Hernán Sánchez Arteaga, lució algo desbalanceado, ya  que la sección Femenina sobresalió, fundamentalmente en el primer acto, por sobre la Masculina, la que en un par de ocasiones entró a destiempo, conceptos que en virtud de los títulos que siguen, deberán ser examinados en profundidad. El Coro de Niños en cambio, preparado por Mónica Dagorret , lució ajustado y cantó con corrección.

  Los verdaderos triunfadores de la Tarde/Noche, fueron los interpretes vocales. Yendo de los roles co-primarios hacia arriba, digamos entonces que Fernando Alvar Nuñez, hizo gala de su veta de comediante al saber actuar y cantar como Lilas Pastia. Correctísimo Morales ha sido Sebastián Angulegui, dueño de presencia y soltura escénicas y buena voz. Eterno y fenomenal Dancairo ha sido una vez mas Sebastián Sorrarain, haciendo gala de gracia, soltura y desparpajo, cumplimentado de igual manera por Patricio Oliveira como Remedado, al que apuntamos para el excelente, tal como ocurriera con su Timonel del “Buque Fantasma” del año anterior, bravo por la convocatoria. Walter Schuarz se lució en Zúñiga, con mucha elegancia y buen decir. Frasquita y Mercedes fueron  extraordinariamente actuadas y cantadas por Laura Polverini y Rocío Arbizu, a las que por fin se les han otorgado roles en teatros de magnitud, respondiendo ambas con creces al compromiso y fueron las laderas ideales de Carmen. Es una gran alegría comprobar que María Bugallo se halla nuevamente en la senda de las muy buenas actuaciones. Su Micaela aportó gracia, frescura, soltura en la actuación y, fundamentalmente, supo decir, lo que no es poca cosa. Leonardo Estevez impuso oficio y autoridad desde el vamos para su Escamillo. Mas allá de algún agudo un poco tirante, supo durante toda la función de que se trataba la cosa,  y de ahí en consecuencia su triunfo. No existe hoy por hoy en el medio local alguien mejor que Enrique Folger para cantar un Don José  visecral, varonil y atormentado, con el plus que le dio el canto con un “Aria de la Flor” de antología, a la que ni la desubicada coreografía que se le superpuso, pudo opacar. Actuación extraordinaria y para el recuerdo. Y para el final, Adriana Mastrangelo, con una actuación magnífica. Voz estupenda, caracterización convincente, soltura escénica y entrega absoluta. ¡Bravo por Ella!.

  Esta es mi opinión, acepto por supuesto las discrepancias y esperamos con avidez el “Otello” con que seguirá la temporada, para ver que derrotero sigue la misma.


Donato Decina
SU TEATRALIDAD LA PONE A SALVO

Teatro Colón, temporada 2015: “Quartett”, Opera épica en trece escenas. Música y Libreto de Luca Francesconi sobre la pieza teatral homónima de Heiner Müller, a su vez basada en la novela “Las Relaciones Peligrosas” de Pierre Chordelos de Laclos. Interpretes: Allison Cooke (Marquesa de Merteuil), Robin Adams (Vizconde de Valmont). Orquesta Estable del Teatro Colón, Director: Brad Lubman. Puesta en Escena: Alex Ollé para “La Fura Dels Baus”, Escenografía: Alfons Flores, Vestuario: Lluc Castells, Iluminación: Marco Filibeck, Proyecciones: Franc Aleu, Colaboración Escénica: Valentina Carrasco. Co-producción entre el Teatro Alla Scala de Milán y el IRCAM de París. Teatro Colón: 19 de Junio de 2015.

  Semejante puesta en escena merecía una música mas imaginativa, o mejor dicho, mayor riqueza de ideas musicales. Es que luego de ver, fundamentalmente, el despliegue escénico que llevaron a cabo ambos protagonistas y comparar con la música escuchada, el balance final es ese. Un producto que Alex Ollé imaginó para “La Fura dels Baus”, situado de forma atemporal (porque el tema lo permite), que bién podría trasladarse a Ntros. días,  y que describe lo que muchas personas hoy en día viven (y que muchas veces pasa a diario a Ntro. Alrededor): La Insatisfacción. Esa que mal llevada, desemboca en algo mas fuerte que se llama frustración. Insatisfacción,  porque el amante que se tiene no es el ideal y mucho menos satisface las expectativas. Insatisfacción,  porque el perverso cambio de roles al que se someten los amantes, desembocará en que el hombre aumente en el deseo por la sobrina de la mujer, el “objeto” al que ambos remiten. Frustración perversa, que llevará a que la mujer,  finalmente, decida asesinar a su amante. Corolario: la autodestrucción, simbolizada en derribar los muebles del habitáculo en donde se produjo el perverso encuentro. Como se ve, peligrosas ideas y peligroso final. Tal vez si Ud. vio la película, imagine muy bien y compare el desarrollo de la misma, con la excelente presentación que el equipo de “La Fura” puso en escena, en lo que fue, hasta ahora, su mejor aporte para el escenario del Colón. Una “caja escénica” que merced a su montaje parecía “Suspendida” en el Aire, muy profunda ella, en donde los interpretes “se suben para no bajar”, una iluminación de primera que no dejó nada librado al azar. Un  sobrio vestuario. Una justa apoyatura fílmica para sostener la acción SOLO CUANDO SE LA NECESITA y, parte imprescindible para todo esto, una solida marcación actoral de los cantantes, quienes poseyeron el “physique du rol”, mostraron compenetración y compromiso en todo momento y salieron airosos luego de una hora y veinte minutos sin tregua alguna.

  En cambio la música no aportó nada novedoso, subraya pasajes pero no siempre mantiene la tensión, de ahí lo fundamental de la realización visual, ya que sin ella, la obra cae irremediablemente en baches que no siempre se pueden superar. Recurre a micrófono para ambos interpretes, a grabaciones para efectos sonoros y una orquesta que debe remarla y mucho con la partitura. Brad Lubman condujo de manera extraordinaria a la estable, la que cada vez suena mejor. Allison Cooke y Robin Adams son muy buenos cantantes y es evidente que por algo la vienen haciendo desde el estreno en la “Scala” milanesa. Entregaron todo y sería una severa injusticia si uno pone a alguno de los dos por sobre el otro. La partitura es correcta, pero mucho de su lenguaje, a mi juicio, ha sido superado por el tiempo. Le encuentro puntos de similitud con Marco Tutino, contemporáneo de Francesconi, de quién conociéramos “The Servant”, en el foyer del  Colón, en la puesta que Eugenio Zanetti realizara para el C.E.T.C.. Sín embargo, como siempre manifestamos con Roberto Blanco Villalba, hay una extensa lista de Compositores y Títulos a los que el Colón les debería rendir un mayor homenaje.


Donato Decina 


CASA NUEVA, SONIDO NUEVO

Orquesta Sinfónica Nacional: Primera presentación al Público en el Centro Cultural Kirchner, Director Invitado: Günther Neuhold. Solista: Xavier Incháusti (Violín). Programa: Jean Sibelius: Concierto para Violín y Orquesta en Re menor Op. 47. Richard Strauss: “Una Sinfonía Alpina”, Op. 64. Sala “Ballena Azul”, 12 de Junio de 2015.

  ¡Y llegó por fin el gran día!. Ingresar a la “Ballena Azul”, contemplar su enorme estructura en el viejo patio del Correo Central, en el que su  vientre se apoya en cuatro gigantescas patas que hacen rememorar a quien esto escribe, de la vieja anécdota atribuída a  Cristobal Colón, al que para refutársele su teoría de la redondez de la tierra, se le dijo que la misma era algo sostenido por elefantes. Pues bien, la Ballena lo está sobre esas patas y una vez en su interior,  al que se accede a  través de escaleras mecánicas, contemplo la madera, que tendrá incidencia en la acústica y me voy acomodando en las sencillas pero cómodas butacas. Veo la disposición semi circular del escenario, con sectores acomodados a diferentes alturas para las familias de instrumentos y, alto e imponente, el Organo tubular,  del que con ansiedad aguardo su sonido en su intervención reservada en la sinfonía. El sueño de los Castro, los Zorzi, los Bodmer, ahora corporizado en Pedro Ignacio Calderón como titular del conjunto, ya es una realidad. La Sinfónica tiene casa propia, y uno es testigo privilegiado del momento. Chicos jóvenes son los acomodadores, los que con mucho celo,  verifican la localidad y me guían a la butaca. Mi recuerdo en ese momento para todos mis amigos de la música que ya no están, encarnados en la figura de Arquímedes Cedro, el padre espiritual que la música me dio,  y quién,  en el ocaso de su vida, no vaciló en brindarle a Julio Palacio su colección íntegra de programas de la Nacional,  desde su primer concierto hasta el año 1999, con los que Pablo Bardin pudo reconstruir los primeros cincuenta años de historia de la Orquesta. Están por ingresar Inchausti y Neuhold, miro hacia el techo por todos Ellos, aplausos……,  ¡música!.

   Los primeros acordes que  emanan desde el escenario, nos revelan a una Nacional que está cambiando para muy bien su sonido. Lógicamente la acústica se proyecta de manera muy distinta y las distintas familias de instrumentos se perciben con nitidez la transparencia de los “pianissimi” impresiona. El cambio del sonido saturado  y compacto del conjunto que se verificaba en Belgrano (gracias por tantos años, pero por favor no regresen nunca mas), por el transparente actual, ya es rotundo,  y solo le falta el lógico acostumbramiento de los instrumentistas, amén de los ajustes que los Ingenieros Basso y Sánchez Quintana realizarán sobre la marcha.

  Entrando de lleno en la versión, encontramos a un Incháusti técnicamente refinado, con buen sonido. La Ballena lo favorece, pero sin el plus de inspiración al que habitualmente nos tiene acostumbrados. Neuhold por su parte, hizo muy correctamente lo suyo, con “tempi” acelerado y falto de alguna pizca de imaginación, por lo que la versión fue correcta, bien recibida por un público mayoritariamente neófito, al que habrá que educar como en el Colón, recordándoles que entre movimiento y movimiento no debe aplaudirse (pobres de Ntros., en el Colón ya van cinco años de reabierto y eso está aun muy lejos de acontecer y, para peor, en Belgrano eso sí que no ocurría), pero en Ntros. se notaron esas falencias. El bis fue un movimiento de  la cuarta sonata de Ysaye (Autor fetiche del joven interprete que siempre incluye sus obras en sus presentaciones), en donde ahí si se floreó e hizo estallar en una gran ovación al público, con lo que nos hizo aún mas pensar sobre lo acontecido con Sibelius.

  La segunda parte fue la mas esperada con la “Alpina” de Richard Strauss. La versión Neuhold tuvo intensidad, justeza, el Organo con Mario Videla fue glorioso (por fín un órgano “de verdad” acoplándose con la orquesta, nada de teclados eléctricos), el sonido se proyectó magnífico. Tal vez el “chiche nuevo”, propició un poco de desborde en los músicos dada la intensidad de la entrega, pero aún así  fue una versión muy digna, a la que le faltó, una vez mas, un poco mas de vuelo. Ya se está en carrera, habrá que esperar los próximos conciertos y comprobar si se está en la dirección debida.


Donato Decina


UN ESTUPENDO GOLPE DE TIMON

Teatro Colón: Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Enrique Arturo Diemecke, Solista: Gao Hong (Pipa). Programa: Ge Gan Ru: “Lovers’ Besiged “(Los Amantes Sitiados), Tan Dun: Concierto para Pipa y Orquesta de Cuerdas. Piotr Illich Tchaickovsky: Sinfonía Nº5 en Mi Menor Op.64,  Teatro Colón (04 de Junio de 2015).

  Al conocerse la programación de la Temporada, gestada bajo la anterior administración, Este concierto estaba confiado a un Director y a un solista de Pipa, ambos de origen Chino, quienes para la primera parte habían programado dos obras de otros compositores del mismo origen (por supuesto que una de ellas era un concierto para Pipa [laúd Chino]), aunque se completaba el programa con la Quinta de Tchaicovsky en la segunda parte. Pues bien, solista y director no vinieron (tampoco se explicaron las razones a las que obedecían la no venida de ambos) y se buscó un reemplazo de jerarquía para el mismo instrumento solista comprometido, y Enrique Arturo Diemecke, como titular de la Filarmónica, asumió el compromiso de cubrir la  conducción de la velada, adelantando de ese modo la segunda de sus presentaciones previstas durante el corriente mes (la prevista inicialmente ya ha sido asignada a otro Director  también de origen oriental). El resultado fue un acertado golpe de timón como consecuencia de la obra para Pipa programada en reemplazo, con una solista de estupenda jerarquía y un Tchaickovsky verdaderamente antológico.

  El inicio trajo también otro cambio. Entre otras novedades, este año Diemecke ha asumido la conducción de la Orquesta Sinfónica de un importante Instituto Universitario de México, organismo con el cuál, según noticias que recibí a través del sitio Facebook de internet, estrenó allí una obra de Ge Gan Ru, un compositor chino nacido en los años cincuenta, llamada “Lovers’ Besiged” (En Castellano “Los Amantes Sitiados”), la que entonces , evidentemente producto del apuro con que debe haber tomado a la Filarmónica las deserciones comentadas, fue la elegida para la apertura del concierto, habida cuenta que se trataba al fin y al cabo de música china,  tal como se había propuesto para la primera parte. Según la semblanza incluida en el programa de mano, dentro de los comentarios hechos por mi gran amigo Carlos Singer, es una persona que en sus años formativos no pudo tomar contacto con las formas occidentales de música, debido a las prohibiciones imperantes en esa época por la censura cultural. Solo en los años ochenta, luego de los acercamientos a occidente producidos por aquel formidable estratega llamado Deng Xiao Ping, este hombre ha podido trasladarse a la Universidad de Columbia, donde culminó su formación con Ntro. Compatriota Mario Davidovsky,  y en el Conservatorio de Shangai tomó contacto con obras de compositores como Boulez, Cage y Crumb. Por su apego a esas formas y estilos, es que se ganó el mote de “el primer compositor Chino de vanguardia”. La obra, que se divide en   tres episodios, describe una leyenda popular que cuenta el ocaso de la dinastía Qin,  doscientos años antes de Cristo. El material empleado es producto de la reelaboración de un trío para Piano, Violoncello y Percusión. La historia refiere a un príncipe de esa dinastía, conductor de su ejército y su amada,  que se ven sitiados en la ciudad en que viven por fuerzas de una dinastía rival.  Al impacto inicial de ese sitio, se produce el clásico encuentro de los amantes, luego del cuál la mujer intenta convencer en todas las formas (incluso cantando)  de la necesidad de que su amado salga a combatir a los invasores,  y al no lograrlo, con los rivales casi encima de ellos, opta por darse muerte y,  soló ahí,  su amante se da cuenta de el error y sale al combate, obteniendo un triunfo de sabor muy amargo. La música es muy descriptiva, muy arrolladora y disonante durante el primer número, para ir virando luego a formas mucho mas melódicas en los dos números posteriores y culminar en una exposición “ a lo Khatchaturian”. También en esa línea fue mi decepción, ya que luego de un comienzo con algo muy diferente, nos dirigimos a formas archiconocidas, por lo que al “vanguardista chino”  lo deberé esperar para otra mejor oportunidad para poder apreciarlo mejor.  Descomunal en cambio, y ahí el porqué del título del presente comentario, ha sido la versión del Concierto para Pipa y Orquesta de Cuerdas de Tan Dun, compositor que ha incursionado en múltiples facetas, que van desde la música de la apertura de los Juegos Olímpicos del 2006 (que algunos magníficos recuerdos nos trajera a los Argentinos), hasta música de películas y obras multimedia. Aquí sí que tuvimos una obra de superior escritura, en la que la elaboración, con mucha técnica y bastante disonancia, pudo amalgamarse de manera tal que la esencia de los ritmos chinos tan característicos, pudo convivir con el lenguaje moderno, reservando para la Pipa solista un lucimiento muy especial de la que Gao Hong, la solista convocada, sacó amplio provecho con técnica exquisita y fina sensibilidad interpretativa. Previamente y a pedido del Director, explicó las características del instrumento y brindó ejemplos musicales, hasta llegar a sonidos de la naturaleza,  que no hicieron mas que lograr meterse al público en el bolsillo, obtenendo una merecida ovación al final de la obra. Refinamiento y justeza tuvo también el acompañamiento de Diemecke, atento como siempre a todos los detalles, quien siguió “al milímetro” la labor de la solista. Observando la semblanza de la misma, es compositora y docente radicada desde hace mucho tiempo en Estados Unidos, en donde desarrolla una  intensa labor en la Universidad de Música del Carleton College de Minnesota, estado lindero a Michigan, en donde Diemecke desde hace 27 años conduce a la Sinfónica de Flint, por lo que no sería nada raro que el conocimiento que el conductor mexicano tiene de allí, luego de tantos años de trabajo , lo haya llevado a contactarse con esta formidable interprete con este resultado obtenido.

  Y desde el lejano y milenario Oriente, fuimos a las frías estepas para desde allí dirigirmos a Rusia y al encuentro de una bienvenida, por la intensa y  personalísima versión que Diemecke efectuó,  Quinta de Tchaickovsky. Personal, porque lo hizo a un “tempi” un poco mas lento de lo habitual, lo que permitió encontrar otros sonidos que habitualmente pasan desapercibidos,  y detalles de orquesta virtuosa que gracias a ese tiempo empleado,  pudieron apreciarse. Una coda final expuesta de manera sobresaliente, culminó en una ovación cerrada, de esas que perduran en el recuerdo.


Donato Decina
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