SOBRE "OPERA CLUB"

ÓPERA CLUB es un emprendimiento que nace el 17 de noviembre de 1990 a partir de un programa emitido por Radio Cultura. Este programa tuvo características muy especiales que lo transformaron, casi de inmediato, en el de mayor audiencia en su género.

Por primera vez se trataba el tema operístico con un absoluto desapego a las formas tradicionales de acartonamiento y solemnidad. Quedó en claro desde un principio que se trataba de un programa de ópera y no de cantantes –de estos últimos se ocupaba la mayoría-. Procedimos a lo que nuestro locutor de entonces (Mario Keegan) dio en llamar “derribando mitos” -desmitificar leyendas, anécdotas o lisas y llanas mentiras que con los años se convirtieron en falsas verdades-. Seguimos muy de cerca toda la actividad musical de Buenos Aires y La Plata poniendo muy especial énfasis en la promoción de los intérpretes jóvenes que estaban haciendo sus primeras armas –en la mayoría de los casos a puro pulmón- aunque sin descuidar las grandes figuras nacionales e internacionales que nos visitaban. Por último, el formato horario de cuatro horas nos permitió tratar amplia y distendidamente diferentes temas en un sólo programa desarrollado a través una conversación sin planificación previa entre dos a cinco co-conductores.

Todo esto nos puso en el primer lugar durante poco más de diez años. Diversos problemas –fundamentalmente económicos y de necesidades de programación de la radio- nos fueron acortando la duración y concluímos transmitiendo una hora a la medianoche del sábado. De esta manera fuimos perdiendo, junto con audiencia, nuestras características distintivas.

A partir de septiembre de 2012 nos mudamos a Radio Amadeus Cultura Musical recuperando nuestro formato original e intentando, de a poco y con mucho esfuerzo de todo tipo, retomar nuestro puesto de liderazgo –tarea nada fácil, por otra parte-.

Comencé diciendo que ÓPERA CLUB es un emprendimiento que nace a partir de un programa de radio. Esto es porque no es sólo un programa de radio –o, mejor dicho, el programa es casi como un pretexto-, sino un modo de unir a los oyentes tras un objetivo superior en común. El verdadero protagonista del programa no son ni los cantantes ni la música, son los oyentes –sus destinatarios y razón de ser-. Es por eso que los llamados telefónicos o mails son fundamentales para la concreción de lo que sale al aire. La audición es una excusa para que nos comuniquemos, nos conozcamos y podamos realizar y armar el programa y las actividades en forma conjunta.

Siempre me ha preocupado la incomunicación y soledad que aquejan a nuestra sociedad de manera cada vez mayor desde la segunda postguerra. Esta idea de nuclearnos bajo un interés u objetivo común es, para mí, un medio para paliar este terrible mal. Para esto, además del programa –y en lo personal más importante- son las diversas actividades que hemos venido realizando –con menor o mayor frecuencia- durante los últimos veintitrés años: encuentros, charlas, recitales, conferencia-debates, intercambio de material y, fundamentalmente, exhibición de videos (hoy DVDs) de diversas funciones operísticas –recuerdo con especial cariño el ciclo multitudinario que realizamos en el Centro Cultural General San Martín colmando ampliamente la capacidad plena de la Sala AB-. También estas actividades se vieron notablemente disminuídas con la anteriormente citada decadencia del programa –al que están intrínsecamente unidas-.

En esta nueva etapa muchas son las esperanzas y muchos los proyectos. La idea de congregarnos bajo nuestro amor a la ópera es, vuelvo a repetirlo, sólo un pretexto para encontrarnos virtual o realmente, tanto en nuestra relación comunicador-oyente como en forma personal. Este sitio, el Facebook y, en un futuro muy próximo, el Twitter serán nuestras herramientas virtuales a utilizarse en forma dinámica. Queremos crear un foro de debate y discusión a través del que no sólo hablemos de lo que nos gusta sino que intercambiemos ideas sobre políticas culturales. Necesitamos ampliar horizontes y promover los valores estéticos y culturales en los que se basan las obras de arte. De esta manera, a través de estos valores y del intercambio de ideas, iremos creciendo como personas y ayudando a crecer a nuestro entorno. Recordemos que los grandes cambios se producen, en general, a partir de los pequeños cambios individuales.

En cuanto al programa en sí mismo, posee una dinámica que va haciéndose cada vez más participativa –ya hemos desarrollado algunos temas propuestos por ustedes y esperamos una participación cada vez mayor-, poseemos también una enorme discoteca –probablemente la más grande de nuestro medio- con una cantidad de grabaciones que está muy holgadamente en la cantidad de cinco cifras y que abarca desde los primeros cilindros hasta las últimas funciones efectuadas en el mundo –a veces el mismo día de la emisión-, presentamos a las grandes figuras que nos visitan y hacemos una fuerte promoción de lo que están preparando los distintos grupos que han aparecido fuera del marco de los teatros oficiales y que es en donde realmente se encuentra el futuro.

La ópera es el centro pero no nos cerramos en ella. Abarcamos también los demás géneros vocales (opereta, zarzuela, oratorio, canción de cámara, sinfónico-vocal) y estamos, aún tímidamente y en muy pequeñas dosis, abriéndonos a todo el espectro de la música clásica (o académica –término que no me gusta pero al que adhiere muchísima gente-) En cuanto al período de lo que difundimos, es amplísimo y sin reservas ya que vamos desde la música medieval hasta las últimas manifestaciones de vanguardia.

En síntesis, estamos buscando crecer a partir del debate y la interacción. Considero que la relación estática con un oyente pasivo ya no es aceptable y pertenece a un tiempo que ya fue –no estoy valorizando, sólo presentando un hecho-. El piso de este proyecto es el que estamos transitando. El techo quisiera creer que no tiene límites (una sede propia, una emisora....).

Entre todos podemos lograrlo. Esto intenta ser un verdadero Club y les pido que se unan. Les garantizo que el crecimiento y el gozo serán ampliamente satisfactorios.


Dr. Roberto Luis Blanco Villalba


UNA CREACION DE ROBERTO BLANCO VILLALBA

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sábado, 12 de julio de 2014

POR FIN CONVENCIO EN LO SINFONICO






Concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Ira Levin, Solista: Peter Donohoe (Piano). Programa: Richard Strauss: Burleske para Piano y Orquesta en Re menor op.85, Franz Liszt: Fantasía sobre temas folcklóricos húngaros, para Piano y Orquesta. Robert Schumann. Sinfonía Nº 2 en Do mayor, Op. 61. Teatro Colón, 10/07/14.

El saldo que dejó esta velada, y el fundamental, fue que por fin cierra de forma convincente y casi perfecta la actuación de Ira Levin como conductor sinfónico al frente de la Filarmónica Porteña . Y digo casi perfecta, pues al comienzo de la velada una voz en off del Teatro anunció que se alteraba el orden de interpretación del programa, comenzando por la Burleske para piano y orquesta de Richard Strauss, siguiendo por la fantasía sobre temas húngaros de Liszt y, obviamente manteniendo su ubicación, la segunda de Schumann. Al aparecer Peter Donohoe junto a Levin en el escenario, vemos que la partitura de la Burleske yacía sobre el atril del piano. ¿Falta de preparación?. ¿Algún detalle sin pulir?. Algo de eso evidentemente aconteció, ya que la obra, sí bien estuvo en general bien interpretada, fundamentalmente por la orquesta a la que Levin le extrajo brillo, intensidad y apasionamiento, hubo detalles y algunas desprolijidades e inseguridades por parte del solista, lo que no ocurrió en Liszt, que sonó brillante, con enjundia, con matices y una concentración admirable de ambas partes. Con este balance, me cabe preguntar si tal vez la Burleske no ha sido una imposición de la Filarmónica al solista como condición para su actuación, tal como le ocurriera al griego Dimitri Vassilakis, al que siendo especialista en contemporáneo se lo obligo a interpretar el Concierto de Khatchaturian. Logicamente, está en el solista su voluntad de aceptar o no y al aceptar se sabe que debe asumir los riesgos que conlleva el desafío y las posteriores críticas a su desempeño. Aquí, mientras en Strauss Donohoe estuvo correcto, en Liszt se sintió a sus anchas y Levin, pianista El también, estuvo magnífico en el acompañamiento de ambas obras.  El cierre estuvo marcado por una versión muy bien servida de la Segunda de Schumann, la que mostró apasionamiento, brillo, mucha profundidad (tal vez le faltó una pizca mas de la misma en el decisivo tercer movimiento) y que dio como resultado un trabajo al que pocas veces se escuchó en esa magnitud, para una obra muy pocas veces programada (lamentablemente) y que solo en mi memoria pudo haber sido superada por la versión de Bernard Haitink y la Royal Concertgebow de Amsterdam (nada menos), para el Mozarteum hace casi 30 años. Demasiado para una obra que merece estar mas seguido en los atriles.

Donato Decina

Una de las 7 maravillas de la opera: Turandot de Puccini

Written on March 27, 2010 at 2:22 am by 


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Dos décadas después de Madama Butterfly, Puccini volvía al Extremo Oriente- en esta ocasión, China- para desarrollar la que fue su obra póstuma, Turandot. Una ópera que gozó de una gran aceptación desde su peculiar estreno en 1926, dos años después de la muerte del compositor en Bruselas. La evolución de las anteriores obras de Puccini culminó en una ópera de tal belleza como lo atestiguan esos fragmentos que han sobrepasado la línea de la ópera para llegar al gran público: “Nessun dorma“, “In questa reggia” o “Signore, ascolta“. Destaca la repercusión del aria de tenor gracias a su aparición en galas mundialmente conocidas -Los Tres Tenores- o en la película de Amenábar, “Mar Adentro” . Sin embargo, es en la argumentación donde destaca la ópera.
Turandot es un nombre de origen persa que significa “La hija de Turan”. Turan era una región de Asia Central que era parte del Imperio persa. El origen de la historia de Turandot se remonta a un poema de Nezami, uno de los grandes poetas épicos de la literatura persa, llamado Las siete bellezas o Las siete princesas. Este poema relata la historia de un príncipe persa de la época Sasánida, que tenía 7 princesas, cada una de ellas proveniente de un lugar distinto del imperio: Egipto, China, Rusia, Grecia, Turquía, India, Asia central. Una de estas princesas, de origen Ruso, no encontraba ningún hombre que fuera digno de ella, y por eso se encerró en una fortaleza y declaró que se entregaría al hombre que la encontrara y pudiera resolver una serie de enigmas. Pero una vez resueltos los enigmas, debía pasar por su “puerta secreta guardada por misteriosas espadas que amenazan con decapitar al intrépido”.
Esta historia fue recogida por Francois de la Croix, un orientalista francés contemporáneo de Antoine Galland, traductor de Las mil y una noches, en una colección de cuentos llamada Los mil y un días. En esta obra se hace una transposición cultural de la princesa rusa original a una fría y cruel princesa china llamada “Turandokht”. Esta transposición tiene como objeto acentuar el carácter exótico de la historia.
A partir de este relato, Carlo Gozzi creó una tragicomedia al estilo de la Comedia del arte, que luego fue recreada por el poeta alemán Friedrich Schiller. El texto de la ópera está basado en una traducción italiana de esta obra.
Puccini comenzó a trabajar en Turandot en marzo de 1920 después de reunirse con los libretistas Giuseppe Adami y Renato Simoni. Inició composición en enero de 1921. En marzo de 1924, había completado la ópera hasta el dueto final. Sin embargo, no había quedado satisfecho con el libreto del dueto y no reanudó el trabajo hasta el 8 de octubre, escogiendo la cuarta versión que hizo Adami del texto. El 10 de octubre le diagnostican a Puccini cáncer de garganta y muere pocas semanas después, el 29 de noviembre, dejando tan solo treinta y seis páginas con esbozos sobre el final de Turandot. Puccini también dejó instrucciones para que Riccardo Zandonai terminara la ópera, sin embargo su hijo Tonio objetó esta decisión y fue comisionado Franco Alfano para concluir la obra.
“Turandot” se estrenó en la Scala de Milán el 25 de abril de 1926 con la particular anécdota de que el propio director, Arturo Toscanini, en la escena de la muerte de Liù, paró la orquesta y se dirigió a los asistentes al estreno diciéndoles que “Aquí se acaba la ópera del maestro, es en esta página cuando murió”. El resto de la ópera fue compuesto, a partir de bocetos, por Franco Alfano, que respetó las ideas de Puccini. Entre los cantantes del estreno milanés destacó la presencia de Miguel Fleta.
  • Turandot – Rosa Raisa
  • Calaf – Miguel Fleta
  • Liù – Maria Zamboni
  • Timur – Carlo Walter
  • Ping – Giacomo Rimini
  • José Cura (2005)
En la mitad del acto tercero, dos compases luego de las palabras “Liù, poesía!”, la orquesta se detuvo, Toscanini bajó la batuta, se volvió al público y dijo “Qui il Maestro finí” (“Aquí terminó el maestro”). El telón descendió lentamente. Las representaciones posteriores incluyeron el final compuesto por Alfano.
En 2002, Luciano Berio compuso un nuevo final para Turandot que fue recibido con críticas mixtas (puede verse en la versión de Salzburg con Gergiev).
ACTO I 
-Muros de la ciudad Imperial de Pekín-
La ópera empieza con el edicto que nos desvela la trama de la ópera (“Popolo de Pekino“… Pueblo de Pekín) donde se establece que la princesa se casará con aquel príncipe que sea capaz de desvelar los tres enigmas que ella propondrá; en caso contrario, morirá. Una vez dicho esto, el mandarín informa que el último pretendiente, el Príncipe de Persia, morirá con la salida de la luna. El pueblo acude con insospechada alegría al palacio (“Muoia, sì, muoia“). Entre toda la gente reunida se ve a un ciego acompañado de una guía; dicho ciego cae y, ante los gritos de auxilio de ella para que la ayuden a levantarlo, aparece alguien que lo reconoce como su padre (“O padre, sì, ti ritrovo“). El ciego, antiguo rey exiliado llamado Timur, le comenta que, tras perder la batalla, ella fue su guía y mendigaba por él; ante tal gesto noble, el príncipe preguntó a la esclava el porqué de esos actos a lo que ella responde que todo se debe “a que un día me sonrío en el palacio”. En ese momento, el pueblo asistente clama fervientemente “sangre” (“Gira la cote“) y pide que surja la luna (“Perchè tarda la luna?“) en un tono más coral donde los tenores se van intercalando con sopranos, bajos…hasta que aparece el verdugo Pu-Tin- Pao. Sin embargo, la reacción del pueblo muta con la visión del príncipe de Persia y pide piedad para el joven (O giovanotto!Grazia,grazia...O jovencito, gracia, gracia). A ellos se une el príncipe desconocido (a partir de ahora llamaré así al hijo del rey ciego Timur) a la hora de pedir piedad para el condenado pero la aparición de Turandot cambia las maldiciones del príncipe (“ch’io ti veda e ch’io ti maledica“) por unas exclamaciones de alguien completamente enamorado (O divina bellezza! O meraviglia!).Tanto su padre como la esclava tratan de quitarle la idea de optar por ella. Ni siquiera el grito del condenado llamando a Turandot en la hora de su muerte convence al príncipe desconocido para abandonar. Cuando está dispuesto a golpear el gong las tres veces le cortan el paso los tres ministros del Emperador (Fermo! Che fai?T’arresta!…, Alto, ¿qué haces? párate). Los tres ministros-Ping, Pang y Pong- tratan de convencerlo de que no vale la pena arriesgar la vida por Turandot cuando, al fin y al cabo, es una “mujer con una cara, dos brazos y dos piernas como el resto”. Como una especie de tregua ante semejante repertorio de “motivos” para evitar que el príncipe desconocido siga con la idea de Turandot aparecen las sirvientas de Turandot pidiendo silencio (Silenzio,olà) así como las sombras de los condenados por el amor de la princesa de hielo en las que se nota el tono más pausado. Liù se une, a petición de Timur, para pedirle al príncipe que reconsidere su idea (Signore, ascolta!) en un aria que se apodera del oyente tanto por el dramatismo como por la belleza musical. El príncipe desconocido le responde (Non piangere,Liù) en el que le pide a ella que no abandone a su padre mientras ella no puede evitar que él esté magnetizado por la fuerza de Turandot (Nessuno più ascolto!...no escucho a nadie). El brillante final (ah,per l’ultima volta!) acaba, pues, con el célebre “Turandot!” exclamado por el príncipe hasta tres veces y golpeando el gong que le convierte en el candidato al amor de la princesa ante el pueblo aglomerado.

 
ACTO II 
Cuadro I
-Pabellón cercano al palacio del Emperador-
Quizás es el acto en el que se note más esa musicalidad oriental, bien en la conversación entre los tres ministros del emperador, bien en esa escena impresionante del palacio del emperador en lo que es el segundo cuadro. Cómo decíamos, la conversación de Ping, Pang y Pong (Olà Pang, olà Pong!) consigue aligerar la tensión del final del primer acto con un tono melódico bien diferenciado según el momento. Así, vemos una parte de diálogo ágil (O China, o China) en el que van recordando el destino terrible de China desde que nació Turandot, los diferentes pretendientes “peculiares”( O Mondo!) y, entre ambas escenas, la evocadora “Ho una casa nell’Honan” en un sublime trío en el que los ministros van recordando sus respectivas zonas de descanso y sus deseos de volver… si no fuera porque debían mantenerse en Pekín por la princesa. La culminación del primer cuadro llega de la mano de ese “Addio,amore, addio,razza!” en el que los tres ministros cantan al unísono imaginando un feliz desenlace, cómo prepararían los esponsales y deseando que el amor devuelva la paz a la China (Gloria,gloria al bel corpo discinto”… Gloria al bello cuerpo desnudo).Desde el Palacio Verde les llaman para que se presenten para el “enésimo suplicio” con lo que sirve de nexo para dar lugar al segundo cuadro
Cuadro II
-Palacio del Emperador-
Llegan los tres ministros al palacio donde les recibe el público expectante por la resolución de los enigmas (“Gravi,enormi ed imponenti“…graves, enormes e imponentes). El Emperador, aclamado por el pueblo, trata de convencer al príncipe desconocido para que renuncie a seguir con esa locura “que ensucia de sangre su cetro” y por el que no quiere “cargar con el peso de su joven vida”. El mandarín, como algo rutinario, repite la cantinela del principio de la obra, recordando que aquel que no supere los enigmas deberá poner su cabeza debajo del hacha.
Turandot, que no ha aparecido en toda la ópera salvo para sentenciar con un gesto al príncipe de Persia al principio del acto I, tiene su primera intervención con un aria que revela su carácter duro y frío (“In questa Reggia“… En este palacio) donde revive el dramático fin de la princesa Lou-Ling, violada por un extranjero, y que, ahora, Turandot quiere vengar. En un aria imponente, de gran fuerza dramática, la colaboración del coro es secundaria pero no le quita belleza sino que la complementa. El príncipe, que escucha como Turandot le pide que “no tiente la fortuna”, insiste en su intención de resolver los tres enigmas; uno a uno, el príncipe los va resolviendo ante el aplauso del público presente (“Gloria,gloria, o vincitore“). Cuando se resuelve el tercer enigma surge la sorpresa: la princesa pide que “no se le entregue en los brazos del extranjero” como una “esclava, muerta de vergüenza”; todo esto es acompañado por la gran belleza de la melodía pucciniana en la que la voz de la soprano se une formando una gran armonía . El príncipe, que prefiere que la princesa no se muestre hostil, le sugiere que resuelva un enigma: si dice su nombre antes del alba (“Tre enigmi m’hai proposto”…”Dimmi il mio nome“…Tres enigmas me has propuesto…Dime mi nombre), él morirá. Ella acepta esta solución mientras que el Emperador, harto de tanta muerte, le desea suerte.
ACTO III 
Cuadro 1
-Jardines del Palacio- Noche
Los heraldos anticipan el aria del príncipe cuando desvelan la orden de Turandot: “Nadie duerma en Pekín. Pena de muerte salvo que el nombre del príncipe desconocido sea revelado”. El aria “Nessun Dorma“, como anticipábamos en la introducción, es lo más emblemático de esta ópera. Su belleza es reconocida dentro y fuera del mundo de la ópera. No es extraño que les insista que aprovechen las actuales tecnologías (CD/DVD) y escuchen este aria, incluso antes de ponerse a ver/escuchar el resto, puesto que les dispondrá de forma positiva. Los tres ministros irrumpen (Tu, che sguardi!) con el objetivo de convencerlo de que abandone la idea de tener a Turandot presentándole mujeres bellas, dinero o imperios fabulosos pero el príncipe niega tales bienes ya que sigue queriendo a la princesa mientras que el pueblo, amenazado por ella, se muestra adverso; visto que no es el camino, le traen a su padre- recordemos que es el rey Timur que aparece en el acto I- y a la esclava Liù bajo amenaza de tortura para que el príncipe diga su nombre. Llega la princesa y Ping le cuenta la intención de empezar la tortura (Principessa!).Este momento es clave en la ópera puesto que Liù se convierte en la verdadera protagonista: declara que sabe el nombre pero niega revelar el secreto puesto que quiere “poseerlo ella sola”; se muestra fuerte ante la tortura y su aria “Tanto amore segreto, e inconfesato“, en el que desvela todo el sacrificio dispuesto a realizar por ella, es un ejemplo de la gran serenidad de una persona dispuesta a morir por no decir el nombre del príncipe; eso sí, sin dejar de advertir que la princesa acabaría cediendo al amor del desconocido (“Tu , che di gel sei cinta“). La muerte de Liù, unida al presagio de Timur, cambia la actitud de los tres ministros y del pueblo que, hasta entonces, estaba ofuscado y que deviene compasivo (“Liù, sorgi!,sorgi!“). Cuando todos se han marchado, el príncipe recrimina el porte frío de la princesa, recordando la sangre derramada (“Principessa di gelo!“), y afirmando rotundamente que todo ese ” tu hielo es mentira”. Ella le confiesa sus sensaciones cuando le vio por primera vez (“Del primo pianto“) y cómo había vencido él, no con la prueba, sino con “esa fiebre que me viene de ti”… pero pidiendo que no siga más con el intento de tenerla en sus brazos (“Vittoria più grande non voler“). Al final, el príncipe acaba resignado y decide revelarle el nombre: “Io son Kalaf,figlio di Timur” mientras suenan las trompetas desde el Palacio.
Cuadro 2
-Palacio-
Tras la aclamación del pueblo al Emperador llega el momento en el que Turandot debe desvelar el nombre del príncipe extranjero: “Il suo nome è …Amor“, dice ella. El pueblo se muestra exultante de que la princesa haya alcanzado el amor y lo celebra (“Amor! O sole!, vita!,eternità!”) en un final bastante emotivo.

PARA VER (Subtitulada en castellano): https://www.youtube.com/watch?v=Au5xo8SfiAw
Turandot: Giovanna Casolla/Calaf: Sergeij Larin/Liù:Barbara Frittoli/Timur:Carlo Colombara/Ping:José Fardilha/Pang:Francesco Piccoli/Pong: Carlo Allemano/Altoum: Aldo Bottion/Mandarín:Vittorio Vitteli/Verdugo:Liu Yuanyuan. Coro y Orquesta del Maggio Musicale Fiorentino. Director del coro: José Luis Basso. Director: Zubin Mehta.Puesta en escena: Zhang Yimou (Ciudad Prohibida de Beijing, 1998)

RESUELTA CON MUCHA INTELIGENCIA



Teatro Colón, Temporada 2014: “Idomeneo”, Drama para Música en tres actos K.366 de Wolfang Amadeus Mozart, Libro de Giambattista Varesco sobre el texto francés de Antoine Danchet. Dirección Musical: Ira Levin, Concepción y Dirección Escénica: Jorge Lavelli con Colaboración Artística de: Dominique Poulange, Dispositivo Escénico. Ricardo Sanchez Cuerda, Diseño de Vestuario: Francesco Zito, Diseño de Iluminación: Roberto Traferri/Jorge Lavelli, Dirección de Coro: Miguel Martínez. Elenco: Richard Croft (Idomeneo), Verónica Cangemi (Illia), Jurgita Adamonyte (Idamante), Emma Bell (Elettra), Santiago Ballerini (Arbace), Ivan Maier (Gran Sacerdote de Neptuno), Mario de Salvo (Una Voz), Selene Lara Iervasi/Vanesa Mautner (Dos Jóvenes Cretenses), FermínPrieto/Sebastián Angulegui(Dos Troyanos). Función del 8 de Julio de 2014.

  Mientras nos predisponíamos a vivir un 9 de Julio más, ecos futbolísticos (eliminación por sopapo de Brasil y ansiedad por el partido de Ntra. Selección) y la cierta ansiedad por la develación de la incógnita artística, una vez mas el Colón demostró que sigue siendo la referencia, el faro, ofreciendo un producto con la calidad genuina de su sello, el que fue expuesto con muchísima inteligencia. Los dos pilares fundamentales en los que este trabajo se sostiene fueron: la buena dirección musical de Ira Levin, con una lectura inteligente, flexible, con “tempi” por momentos ajustadísimos los que apenas por instántes cayeron en leves baches que en nada hacen al resultado general y La imponente puesta de Jorge Lavelli, que nos da una muestra más a los espectadores de su inteligencia y su sentir del teatro. Esta, mayoritariamente ascética, fue resuelta con mucha simpleza con revestimientos de tela de  color natural, creadas por Ricardo Sanchez Cuerda, magníficamente iluminados por Roberto Traferri con alguna clara indicación del Director Escénico, que conformaron interiores y fondos para las escenas grupales y telas y espejos en el decisivo tercer acto para las imponentes escenas de palacio , logrando la concentración del espectador para la acción teatral en la que ninguno de los intérpretes convocados desentonó, con movimientos individuales y de masas convincentes. Sumado a ello, la demostración de haber leído a lo largo de los años y de las muchas veces en que montó el espectáculo la trama de la historia al milímetro. Así vemos la inteligente subida y bajada de las luminarias, de acuerdo al texto, por lo que resaltaban aún mas el sentido de la acción. Un inteligente vestuario de época, diseñado por Francesco Zito, que no desentonó en momento alguno, terminó de cerrar la parte escénica. En el canto, Verónica Cangemi se floreó una vez mas entre Ntros. dictando una verdadera Catedra del buen gusto, entonación, afinación, dicción y fresco fraseo. Jurgita Adamonyté, una vez mas en un personaje travestido como en “Calígula”,  que convenció de manera sólida dando vida al sufrido Idamante, con sólida actuación y buen decir. Emma Bell, esta última fundamentalmente en el último acto en su fuerte intervención de coloratura, que terminó convenciendo y llevándose la mayor ovación del público. En cuanto al protagonista, Richard Croft, se lo vio vocalmente disminuido, administrando al máximo sus recursos, pero aún así, con inteligencia suprema para decir, frasear y en una situación evidentemente extrema, mostró desde ese costado su jerarquía. Párrafo aparte en lo actoral, dio vida convincentemente al atribulado protagonista. No pudieron ser mejor elegidos los demás co-prmarios. Santiago Ballerini, de decisiva intervención como Arbace, Iván Maier, impresionante en el rol del Gran Sacerdote de Neptuno, Mario de Salvo, cantando el rol de Una Voz desde la Araña de sala con generosísimo caudal, celebrar la convocatoria de Selene Lara Iervasi, que no es otra que Selene Lara, a quién tantas veces comentamos en roles de Este repertorio y que por fin es convocada por el Colón para cantar su breve intervención con solvencia junto a Vanesa Mautner, otra verdadera especialista en este tipo de repertorio,  que lo hizo “de taquito” y Fermín Prieto y Sebastián Angulegui, quienes se lucieron como los jóvenes troyanos. Vaya también el saludo a la buena preparación del Coro Estable, por parte del Miguel Martínez el que lo hizo y lo actuó (escena del barco), con admirable solvencia. Y otro más por el programa de mano, certero en sus artículos, especialmente el de Sebastiano de Filippi (otra vez impresionante), que hace que el alto costo sea mas  una “inversión”. Lo único verdaderamente incomprensible se trató de la sorpresiva aparición de la banda fuera de escena sobre el escenario, entonando los compases solemnes durante la escena del fallido sacrificio, llevada sobre un carro con rueditas. ¿será así,  o bien un guiño del Director Escénico a ese Teatro del Absurdo del que desde siempre fue un gran adicto?.


Donato Decina

sábado, 28 de junio de 2014

UNA OBRA ARGENTINA QUE NO ESTUVO A LA ALTURA DE UN NOBLE EDIPO




Orquesta Sinfónica Nacional, Director invitado: Facundo Agudín. Solistas: Pablo Mainetti (bandoneón). Ricardo González Dorrego (Tenor-Edipo), Cecilia Díaz ( Mezzosoprano-Yocasta), Mario De Salvo (Bajo- Barítono/Creonte-Un Mensajero), Alejandro Di Nardo (Bajo-El Oráculo), Maico -I- Hisiao (Tenor-Un Pastor), Sección Masculina del Coro Polifónico Nacional, Director: Roberto Luvini. Programa: Pablo Mainetti: “Fuga Parisina” (Estreno de la versión para Bandoneón y Orquesta de Cuerdas), Igor Stravinsky: “Oedipus Rex”. Auditorio de Belgrano, 25 de junio de 2014.

 Un concierto con lugar a falsas interpretaciones. La falla en la comunicación ayudó a ello. Las primeras gacetillas informaban que el evento tendría lugar en el Auditorio de Belgrano los días 25 y 27 de Junio. Sorpresivamente, se recibió una nueva gacetilla en la que se nos informaba que el Concierto se llevaba a cabo el día 25. Súmese a ello que en muchas jurisdicciones se decretó el día 27 como “Día del Empleado Público”  y entonces para muchos (Yo incluido), estaba claro que era solo el 25. Al llegar a la sala, se me dice que se repetía el 27. Eso sí, la aficheta solo informaba la función del 25…….(saque Ud. Sus conclusiones).

  Sala ocupada solo a un cuarto de su capacidad, daba por momentos la impresión que eran mas los artistas sobre el escenario que público en la sala. Cuantas veces le pasó a la Sinfónica, cuantas mas a los otros Cuerpos Estables de la Nación y a los Estables del mismísimo Colón (se acuerdan de aquellas palabras de Franz Paul Decker, recientemente desaparecido, en su última visita del año 2008). Que pena enorme tan poca difusión y tan magra respuesta. (Sigan sacando conclusiones).

    Antes del inicio de la velada, y luego que los músicos afinaran, apareció en escena el Director, Facundo Agudín, para solicitarle al público disculpas por la ausencia del programa de mano, el que había pasado las pruebas de corrección y que incluía un dossier, al estilo de los programas actuales de mano del Colón con información completa de las obras y las letras en Latín y Castellano del “Oedipus”, responsabilizando por ello a algún vericueto burocrático del flamante Ministerio de Cultura de la Nación. Por cierto, grande fue también Ntra. Sorpresa, cuando en lugar de los programas las acomodadoras de sala entregaban al público un Número de la revista “D.N.A.” (sigla de la Dirección Nacional de Artes), del mes de Abril pasado, cuando Cultura era secretaría, Jorge Coscia el Secretario del Area y José Luís Castiñeira de Dios el Director de la Repartición (hoy ambos renunciados y Cultura elevada a Ministerio), allí se informa de las fechas de conciertos de esa época, cuyos comentarios,  en parte, están en Este blog y entonces, Agudín debió hacer también de comentarista de las obras a escucharse, como en un concierto didáctico. (saquen aún mas conclusiones).

  La sesión se inició con el estreno de la versión orquestada de “Fuga Parisina” de Pablo Mainetti, la que originalmente estaba escrita para el instrumento y cuarteto de cuerdas.  Y en la que el autor actuó en el rol solista.  Sabido es que por ser la Orquesta oficial de la Nación, la Sinfónica tiene impuesta la difusión de obras nacionales y debe ser así.  Ahora, si la obra es este tango tan inexpresivo, cuyo tema central está repetido hasta el hartazgo, casi en un muy mal entendido minimalismo, las cosas no funcionan. Habiendo tantas obras tan probadas, de autores capitales de Ntra. Producción (Ginastera, Gandini, García Morillo, entre tantos), no puede entenderse la elección de este trabajo, el que seguramente después de su repetición del 27 caerá en el justo olvido.

    Yendo ya, ¡por fin!, a la obra de fondo, tuvimos una buena audición. Fundamentalmente basado en cuatro pilares: la buena lectura de Facundo Agudín, quien dio en el punto justo de interpretación, el notable ajuste logrado por Roberto Luvini  para la impecable preparación de las voces masculinas del Coro Polifónico Nacional. Ricardo Gonzalez Dorrego, con una muy buena preparación del rol protagónico. Seguro, con buen volumen, dicción impecable, lograda al cabo de muchos años de interpretación de oratorios y excelente afinación y la descollante actuación de Mario de Salvo en los roles de Creonte y el Mensajero, quién ya evidencia no solo su experiencia en este repertorio, sino que se le nota y mucho, el aprendizaje en el Colón a lo largo de sus últimas convocatorias, la última una semana antes en “Requiem” de Oscar Strasnoy. También Maico-I-Hisiao como el Pastor se lució en su breve intervención. En cambio, Alejandro Di Nardo padeció un percance durante su intervención, justo en un pasaje donde cambiaba de la zona baja a notas mas agudas y le afectó el resto de su participación y Cecilia Díaz, hiperprofesional como siempre, cantando toda su parte de memoria, tuvo emisión absolutamente engolada, afectando toda su intervención, algo lamentablemente recurrente en los últimos tiempos, por lo que deberá replantearse el derrotero a seguir. La Orquesta sonó impecable, ajustada, con momentos de altísima calidad, algo que no era frecuente en las últimas veces que la escuché. Ojalá se mantenga así, en lo que resta del ciclo de Este año.


Donato Decina

MENESES Y DIEMECKE REGALARON UNA NOCHE FORMIDABLE





Teatro Colón. Concierto del ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Enrique Arturo Diemecke. Solista: Antonio Meneses (Violoncello). Programa: “Don Quijote” Op. 35, Poema Sinfónico para Violoncello solista y Orquesta de Richard Strauss. Ludwig Van Beethoven, Sinfonía Nº 6 en Fa menor Op. 68, “Pastoral”, Teatro Colón 26/06/14.

  No pudo ser mas afortunada la elección de estas obras en el repertorio que conformó este concierto. Como Diemecke mismo lo expresara al comienzo de la segunda parte, una obra basada en una novela fundamental en la historia de la lengua española, sobre la que Richard Strauss compuso este trabajo, basado en el carácter fantasioso, no exento de la descripción de escenarios pastoriles, junto a una obra basada en la observación de escenarios típicamente pastoriles, es decir, fantasía y realidad, con dos gigantes de la música y obras sencillamente colosales como vehículos conductores.

  La presencia de Antonio Meneses como solista del “Don Quijote”, no hizo mas que realzar la categoría de la versión ofrecida. Mucho mejor que en su anterior presentación entre Nosotros, junto a la Filarmónica de Minas Gerais y Fabio Mechetti haciendo Villa-Lobos, Meneses exhibió un noble sonido, unido a su excepcional técnica y su notable musicalidad. Su entendimiento con Diemecke fue perfecto y este sacó de la Filarmónica una riqueza de sonoridades y matices como pocas veces se escuchó en vivo para esta partitura.

  Antes de comenzar la Sinfonía y agregado al comentario que anteriormente les describí, Diemecke también le recordó al público los movimientos y significados de la “Pastoral” a modo de evitar aplausos fuera de lugar. ¿Era necesario llegar a esto sín que nadie en el Colón tome nota?. Por suerte, todo salió bien y la versión fue intensa, bien llevada a buen “tempi”, con momentos de intenso lirismo y también de virtuosismo, con lo que la noche terminó siendo redonda, quedando Ntros. a la espera de nuevas presentaciones de una temporada que ya se perfila como magnífica.


Donato Decina

DISTINTO SI, PERO IRREGULAR



Mozarteum Argentino: Presentación del Jerusalem Chamber Music Festival, Pianista y Directora: Elena Bashkirova, Violines: Michael Barenboim y Axel Wilczok, Viola: Madelaine Carruzzo, Violoncello: Timothy Park. Programa: Wolfang A. Mozart: Cuarteto para piano y Cuerdas en Sol menor K.478; Alfred Schnittke: Quinteto para Piano y Cuerdas; Anton Webern: Cuarteto para Cuerdas Op. 28; Robert Schumann: Quinteto para Piano y Cuerdas en Mi bemol mayor Op. 44 (24/06/14 – Teatro Colón).

Después de 6 largos años volvió a presentarse entre nosotros,  el Jerusalem Chamber Music Festival. Esta celebración anual, porque así debemos entenderla, a la que convoca Elena Bashkirova, ha recorrido mucho mundo, mas allá de su sede natural, la muticultural y multirreligiosa Jerusalén, en la que también hay que estar pendiente de no estar en la línea de fuego, con tanta violencia latente hoy en día, lamentablemente. Año tras año, Bashkirova renueva el ritual de convocar a diferentes músicos para que junto a Ella desde el piano, se escuche música de cámara de la mejor. En la anterior ocasión, recordamos entre otros, la presencia de instrumentistas de la talla de Gerard Causse, Latica Honda Rosenberg o Michael Sanderling, quien este año dejará a un lado el Violoncello entre Ntros., para empuñar la batuta al frente de la Filarmónica de Dresde dentro de este mismo ciclo del Mozarteum. Hoy, la presencia de Michael Barenboim como primer violín, como todos sabemos hijo de la Pianísta y de Ntro. Daniel,  nos hace ver que ya no solo ha crecido biológica y cronológicamente, sino que tampoco no es tan solo el Concertino de la West Eastern Divan (por lo que en un mes y medio estará nuevamente por aquí), es  un instrumentista solista que ya se ha presentado junto a grandes Directores por el mundo: Boulez, Mehta, Maazel, Zinman, Gielen, entre otros,  y aquí,  en otra posición de destaque, se nos revelo como correcto instrumentista de cámara. Junto a ellos, Axel Wilczok, Concertino de la Staatskapelle de Berlín (todo queda en familia), Madelaine Carruzzo en viola (primera mujer en integrar la Filarmónica de Berlín, en las postrimerías de la gestión Karajan en 1984) y Timothy Park, un violoncellista Coreano-norteamericano. Todos con sus mas y con sus menos, poseedores de frondoso currículum para un programa exigente, digno de una familia que de la música comprometida hace un culto.

  Es indudable que mucho le debe Bashkirova a su relación tanto personal como profesional con Daniel Barenboim,  y se nota en el armado mismo del programa. Obras poco difundidas y otras muy comprometidas. Abrir con el Cuarteto para Piano y Cuerdas Nº 1 de Mozart, obra pocas veces escuchada entre Ntros., la que se nos reveló en una versión discreta,  ya que como Bashkirova lo demostrara en el recordado concierto del sexagésimo aniversario del Mozarteum como solista del celebre Nº 21, sus “tempi” y su dinámica no son los mas exactos  y eso se transmite al resto del conjunto, comenzando por su propio hijo, cuyo sonido tampoco favoreció  para este trabajo, mientras que Carruzzo y Park solo se limitaron a seguir a los otros instrumentistas, por lo que el resultado fue una versión chata y anodina. En cambio debe decirse que lo mejor, por lejos, fueron las dos obras centrales del programa. El durísimo quinteto de Alfred Schnittke, ya con Axel Wilczok como segundo violín, el que fue expuesto en plenitud como lo que es, una obra dura, difícil, sín concesiones, que exige todo o mas a los instrumentistas y mientras Wilczok era el soporte de Barenboim, Carruzzo y Park se acoplaban a la perfección y Bashkirova descollaba con un interpretación soberbia, con  un uso del pedal del piano increíble para marcar todas las notas y silencios que Schnittke pide,  y así se fueron entrelazando el desgarrador y extenso movimiento inicial, el sentimental motivo valseado, el tríste andante, la dureza del largo y llegar a la pastoral de cierre, no exenta de una tendencia minimalista cuyo tema se va lentamente extinguiendo, cerrando la obra. Y luego, el cuarteto mas breve pero contundente de Antón Webern,  ya con Michael Barenboim como Guía expuesto de manera sobresaliente. Logro de la programación  de  Bashkirova y del Mozarteum que nunca baja los brazos e insiste en este tipo de repertorio,  aún dentro de un concierto con otras obras tonales y con un público absolutamente conservador, el que por supuesto no se privo de toser a mansalva en algunos pasajes de las obras. El cierre le cupo al Quinteto para Piano y Cuerdas del Op. 44 de Schumann, en el que las cosas corrieron un poco mejor que en Mozart y en donde se notó tal vez demasiado que era Wilczok el que debía haber sido primer violín, ya que siempre en su accionar se lo notó “arreando” a sus compañeros. Demasiado tenues los aplausos, cuando los interpretes se habían prodigado por mas de dos horas. Demasiado grosero e injusto el desbande de platea con el último compás. Tal vez por eso los músicos se retiraron sin hacer bises, pero tampoco seamos injustos con ellos. Con todo lo que dieron no se les podía pedir nada mas.

Donato Decina

martes, 24 de junio de 2014

UNA GRAN OBRA EN UN COLÓN COMO EN SUS MEJORES DÍAS DE GLORIA

“Requiem” de Oscar Strasnoy. Ópera en un prólogo y dos actos. Libro de Matthew Jocelyn basado en “Requiem for a nun” de William Faulkner. Encargo del Teatro Colón.
Temple Drake: Jennifer Holloway-Nancy Mannigoe: Siphiwe McKenzie-Gavin Stevens:James Johnson-Gowan Stevens: Brett Polegato-Gobernador: Cristian De Marco-Pete: Santiago Burgi-Carcelero: Damián Ramírez-El juez: Mario De Salvo-Bucky Stevens: Matías Romig. Coro y Orquesta Estables del Teatro Colón. Director del coro: Miguel Martínez. Director: Christian Baldini. Dirección de escena: Matthew Jocelyn. Diseño de escenografía: Anick La Bissonière y Eric Oliver Lacroix. Diseño de vestuario: Aníbal Lápiz. Diseño de iluminación: Enrique Bordolini
Teatro Colón. Función del 10 de junio de 2014 (Gran Abono)

    
        El complejo lenguaje de Faulkner no es el más apropiado para ser trasladado al teatro (Camus desbarró estrepitosamente al hacerlo) o al cine (no hay una sola de las adaptaciones de sus obras que valga la pena).
            En este caso, el director de escena canadiense Matthew Jocelyn lo logró ampliamente (¿será que el comentario musical enriquece al libreto?). Lo cierto es que “Requiem” de Oscar Strasnoy es una gran obra en la que el espíritu de Faulkner está presente trascendiendo su visión sureña estadounidense para proyectarse a un drama de culpas y redenciones que bien puede pertenecer a cualquier lugar del mapa (por momentos, de manera muy especial, a nuestro medio –sobre todo algunos lugares del interior donde aún los caciques locales pueden llegar a regir los destinos de familias enteras-).
            La historia es un policial oscuro que no da tregua. La sombra de un pasado siniestro (violación, trata, secuestro, prostitución, droga, dipsomanía) sobrevuela durante toda la obra culminando en el asesinato del bebé de Temple a manos de su nana (la “nun” del título original) para evitar que ésta huya con su amante y destroce su extraña familia (el marido es quien la violó y su tío político quien la secuestró y entregó a un prostíbulo). La culpa de la protagonista, que intenta por todos los medios salvar a Nancy de la muerte, y la de la propia Nancy por el asesinato cometido encuentran su expiación a través del dolor y la tortura interna.
            Strasnoy se nos muestra como un enorme músico, dueño de un oficio verdaderamente soberbio y de una imaginación y lenguajes sumamente personales. No hay en él referencias a múltiples autores como ocurriera con la mediocre “Calígula” que abriera la temporada. Tiene su propio estilo y una personalidad propia, lo que no es poco decir.
            Estamos frente a una verdadera ópera en el auténtico sentido de la palabra, arias incluídas (las de Nancy y, sobre todo, de Temple en el segundo acto son realmente cautivantes). Es teatro musical donde la música no comenta el texto, como en la mayoría de las óperas contemporáneas, si no que lo integra a ella integrándose a él en un trabajo sencillamente estupendo.
            La orquesta está tratada con una delicadeza y refinamiento no demasiado comunes. Sin golpes bajos, y casi sin fortissimi, la tensión es constante y el clima es agobiadoramente insostenible. El uso de células o pequeñas alusiones a gospels, spirituals o blues, junto al uso de armónica, órgano hammond, guitarra eléctrica y acordeón, no condicionan la universalidad de su lenguaje. La escritura es compleja aunque, y esto es un gran mérito del autor, no exige un esfuerzo extra del oyente para su disfrute –que es casi directo-.
            Mención aparte merecen los espléndidos coros –los mejores de toda la historia de la ópera argentina- que no están integrados a la acción y sólo la comentan con textos del Requiem latino, con alguna breve intervención en inglés -idioma en el que se canta la obra-. Por eso me pareció genial que se lo ubicara por sobre la escena y con partitura en mano, como es costumbre en los oratorios, permaneciendo en la oscuridad y discretamente iluminado en sus intervenciones.
            Conozco casi sesenta óperas nacionales (la mayoría por haberlas visto y otras a través de grabaciones o partituras) y puedo asegurar, sin riesgo a equivocarme, que la mayoría no posee valores reales. Creo que sólo hay dos óperas absolutamente válidas: “La ciudad ausente” y “Bomarzo”, junto a otras tres algo inferiores pero muy buenas: “El caso Maillard”, “Antígona Vélez” y “Don Rodrigo”. “Requiem” merece estar junto a las dos primeras como verdadera cima de nuestra producción lírica.
            El motivo de mi tardanza en publicar esta crítica radica en que no quise apresurarme y dejarme llevar por primeras impresiones. La vi tres veces y me hice de una copia de audio pirateada durante una de las funciones dedicándome a escucharla concienzudamente no menos de dos veces.
            No inferior a la obra resultó la impecable y perfecta versión. Todos los cantantes, sin excepción alguna, estuvieron magníficos. Se destacaron las dos mujeres.
Jennifer Holloway y Siphiwe McKenzie realizaron ambas una labor excepcional, mostrando la segunda un envidiable material de soprano ligera con agudos claros e impactantes. Ninguno de los cantantes quedó librado a su suerte y fueron movidos con mano experta y segura por el propio libretista, que aquí se reveló como un gran director de escena. Hubo teatro del bueno, donde todo fluyó naturalmente y sin caer en recursos baratos.
            Muy bello y efectivo –además de práctico- el marco escénico de la dupla La Bissonière/Lacroix impecablemente iluminado por Enrique Bordolini y, una vez más, Aníbal Lápiz demostró que no tiene rivales como nuestro mejor vestuarista.
            Es la primera vez desde la inexplicada partida de Peter Burian que el Coro no demostró falencias y lució ese sonido mórbido que tanto se extrañaba.
            Impecable la Orquesta Estable dirigida por un segurísimo e interesante Christian Baldini.
            Muy bueno el programa de mano con un excelente artículo de Sebastiano De Filippi.
            Éste es el nivel que aspiro que tenga el Colón, como el de sus mejores épocas.


                                   Roberto Luis Blanco Villalba

sábado, 21 de junio de 2014

LANG LANG CONVENCIO (PIROTECNIA APARTE)



Función ofrecida en el Teatro Colón por el International Commerce Bank Of China (I.C.B.C.), con la actuación del Pianista Lang Lang. Programa: Mozart Sonatas Nºs.: 5 en Sol mayor K.283, 4 en Mi bemol mayor K.282 y 8 en La menor K.310. Chopin: Baladas Nºs. 1 en Sol menor Op.23, 2 en Fa mayor Op. 38, 3 en La bemol mayor Op.47 y 4 en Fa menor Op.52. 18/06/14.

  Me tocó en suerte,  por ser cliente de la institución bancaria organizadora,  el asistir a este concierto, cuyas impresiones comparto ahora con todos Uds. y que me ha dejado una buena vivencia. Sabido es la parafernalia marketinera que rodea a Este interprete, de hecho en los próximos días compartirá el cierre del mundial de Fútbol en el mismísimo Maracaná junto al querido Pla, reemplazando así a aquellos cierres de “Los Tres Tenores”, y aquí no fue la excepción. Luego del desembarco de la Institución Bancaria China en Ntro. Medio, efectivizado tras la adquisición de la filial local del Standard Bank Sudafricano, se organizó esta velada para lucimiento de uno de los embajadores culturales chinos de mayor trascendencia en el mundo y, de paso, hacer mejores relaciones públicas, las que generan buenos y mayores negocios. Lang eligió para esta ocasión, desarrollar el mismo programa que abordaría 48 horas después para el Abono Estelar del Colón, consistente en tres sonatas de Mozart para la primera parte y cuatro baladas de Chopin para la segunda. Lo primero que debo decir es,  que a diferencia de la visita de hace unos años atrás, aquí se lo vio mas “enchufado” con el repertorio elegido. Mas concentrado y comprometido. Mas allá de alguna exageración “pour la galerie”  en la ampulosidad de sus gestos, que no es mas que la que también realizan otros interpretes como Joshua Bell, por ejemplo, el Mozart de Lang tuvo buenos matices, equilibrio, punto justo de interpretación, sobre todo en la Sonata Nº 4 ofrecida en segundo término. Transparencia, algunos “pianíssimi” realmente sutiles y un manejo excepcional de los silencios. En la Sonata Nº 8, se registró un percance con el nuevo piano del Colón, aparentemente por una falla en el mecanismo de una de las teclas, lo que no le permitió tocar alguna nota. Debió ser subsanado, aunque con gran profesionalismo interpretó la obra por completo. Ya en la segunda parte se oyó un Chopin para nada edulcorado, viril, con fuerza justa, buen equilibrio, grata sonoridad y una descollante interpretación de la Balada Nº 2 que arrancó una gigantesca ovación. En todo momento mantuvo latentes las tensiones de cada obra. Tras los gestos “Divísticos”, como arrojar el ramo de Flores que le habían obsequiado a una espectadora  de platea o también hacer lo mismo con la toalla de mano que utilizó durante el recital, cual tenista profesional, obsequió al público dos bises: Un valsecito popular mexicano y un célebre vals de Chopin, que sellaron el romance definitivo con el público. Esta vez Lang logró convencerme.


Donato Decina

viernes, 20 de junio de 2014

A LA MEDIDA DE ARTURO




Concierto de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Enrique Arturo Diemecke. Solista: Nadia Salerno-Sonnenberg (Violín). Programa: Leonard Bernstein (1918-1990): Obertura de “Candide”; Samuel Barber (1910-1981): Concierto para Violín y Orquesta, Op.14; Aaron Copland (1900-1990): “Appalachian Spring”; George Gershwin (1898-1937): “Un Americano en París”. Teatro Colón (19/06/14).

   Si nos atenemos a la ubicación geográfica del lugar de nacimiento de todos los compositores programados en Este concierto, lo correcto sería decir que estamos ante un programa “Estadounidense” y no “Norteamericano”. América del Norte, según los manuales de Escuela Primaria de antes (y espero y deseo que los de ahora también) y los libros de geografía de la secundaria (ídem en mi pensamiento para este caso), señalan que América del Norte se compone por los territorios de tres países a saber: México (tierra natal del conductor titular de la Filarmónica y de Este concierto), Estados Unidos de Norte América y Canadá. Desde Estados Unidos lamentablemente ha partido la visión en que América son solamente ellos y de ahí las deformaciones que todos conocemos, Latinoamérica, Centroamericano y todos los  ítems que quiera Ud. sumarle. Para mí existe una sola y válida visión, y es que fue un concierto de música de compositores Estadounidenses. Hecha la aclaración.

  No cabe duda alguna que en el armado del programa de Esta velada, pesó el gusto del Director. Y entonces nos encontramos con obras absolutamente “Tonales”, escritas sí, por notables compositores e instrumentadores, que han dejado huella y enseñanza en su país. Pero también existen otros mas actuales, cuya sola inclusión podría haber brindado al oyente un panorama mas acabado de la creación musical Estadounidense. Contemporáneo de los seleccionados  (y gran ausente) fue Charles Ives. Con solo decir “La Pregunta Sin Respuesta” o alguna de sus Sinfonías, ya cae de maduro preguntar porque estuvo ausente. Más aquí en el tiempo, hablar de John Corigliano,  o el irreverente provocador John Cage y ni pensar en Morton Feldman, es hablar de un lenguaje musical  actual, pero por ahora solo debemos conformarnos con la selección ofrecida. Es evidente que Enrique Arturo Diemecke se siente mas a sus anchas en esa franja musical, aún cuando en el concierto anterior, Gerardo Gandini sonó magnífico y recordar la última visita de Mauricio Kagel, en donde el conductor mexicano mostró su capacidad. También en argentinos actuales como Esteban Benzecry. Esperemos que en otras oportunidades, todas las variantes y épocas estén representadas.

  La noche arrancó con una buena versión de la Obertura de “Candide” de Leonard Bernstein, en un “tempi” un poco mas lento de lo habitual, pero con todo el espíritu del compositor presente, ese que también encontramos en “West Side Story” y que hace que sean sus dos creaciones mas acabadas y reconocidas popularmente en todo el mundo. La orquesta funcionó a pleno y los aplausos premiaron la labor. Luego fue el turno de Samuel Barber y su concierto para Violín y Orquesta el que permitió una vez mas entre Nosotros el lucimiento de Nadia Salerno-Sonnenberg. Esta gran violinista Italo-Estadounidense, se mostró con gran desenvoltura, buen sonido, notable técnica y con un plus que aquí la mostró aun mejor que en sus presentaciones anteriores y es que estuvo cómoda y enchufadísima desde el principio, como deleitada por el sonido que emanaba de la Orquesta a partir de las indicaciones del Director y entonces se entiende el porque de las miradas cómplices con el Concertino, las razones para acentuar el clima del segundo movimiento con unos notables “Pianissimi” que eran apenas perceptibles y atacar aguerrida y por momentos con gestos absolutamente “Atléticos”, el difícil inicio del último movimiento. En un concierto de escritura absolutamente post-romantica, era esperable lo que se escuchó, con un Diemecke realizando un acompañamiento formidable y una solista excepcional, coronada por la ovación merecidamente recibida, como premio a la faena.

  Ya en la segunda parte, se escuchó una excelente versión de “Appalachian Spring” de Aarón Copland. Música para Ballet que tiene reminiscencias de otras producciones suyas como “Rodeo”, “El Salón México” o la Sinfonía Nº 3 (A propósito ¿para cuando?, si esa es obra suya Arturo). Los momentos de cálido lirismo, resaltados por Diemecke, contribuyeron a la belleza de la versión que mostró a un conjunto orquestal muy solido, en un tranquilo final en el que por fin el Director logró su objetivo de hacer permanecer al público un instante en silencio antes de los aplausos a modo de no destruir el clima logrado,  y que en particular en la presente temporada ha logrado, de la mano de su titular, convincentes presentaciones, coronadas por una formidable y muy transparente versión de “Un Americano en París” de George Gershwin, en donde sin resignar el carácter “Jazzistico” de la obra, hubo un sonido que permitió apreciar algunas partes instrumentales que pocas veces se escucharon de manera tan nítida y cristalina y una coda magistral con un “Tutti” que lentamente se extinguía dando paso a una cerrada ovación como premio a la labor de toda la noche.

  La mácula de la noche estuvo dada, una vez mas, por la asistencia de público absolutamente ignorante, que va al Colón como atracción turística y que se hace notar en los aplausos fuera de lugar durante la interpretación de las obras. Hay formas y formas de generar público. Es evidente que la conducción del Colón “erró el vizcachazo” con su política de entradas de alto valor monetario. Existen otras políticas como la ya probada de “Entradas de ultimo minuto”, que por lo menos no recuperan todo el valor pero garantizan mas y mejor publico. ¿Y si los turistas van a visitas guiadas o a funciones matutinas solo para ellos y dejamos al o público (sea Argentino o extranjero), que disfrute como se debe de los espectáculos que conforman los abonos?.



Donato Decina

lunes, 16 de junio de 2014

CONTUNDENTE




Teatro Colón, Temporada lírica 2014: “Requiem” de Oscar Strasnoy,  Libreto de Matthew Jocelyn. Basada en “Requiem for a Nun” de William Faulkner. Obra encargada por el Teatro Colón, estreno mundial. Reparto: Jennifer Holloway (Temple Drake), Siphiwe Mc Kenzie (Nancy Manigoe), James Johnson (Gavin Stevens), Brett Polegato (Gowan Stevens), Cristian De Marco (Gobernador), Santiago Burgi (Pete), Damian Ramirez (Carcelero), Mario De Salvo (El Juez), Matías Romig (Bucky Stevens), Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón. Director de Orquesta: Christian Baldini, Director de Coro: Miguel Martínez. Escenografía: Anick La Bissonierè – Eric Oliver Lacroix. Vestuario: Aníbal Lápiz. Iluminación: Enrique Bordolini. Regie: Matthew Jocelyn. 10/06/14. (Cantada en Ingles y Agregados en Latín).

  Contundente. Así de sencillo. Y si quiere agregarle otros calificativos, podemos agregarle franca, sin concesiones. Ese es el resultado de “Requiem”, la ópera que Oscar Strasnoy compuso por encargo del Teatro Colón, con un libreto de Matthew Jocelyn, también “regisseur” del espectáculo, basado en “Requiem for a Nun” (Requiem para una Monja) del norteamericano William Faulkner. Es cierto que el relato de Faulkner es muy especial. La historia de una mujer abandonada por su novio alcoholizado, raptada y sometida durante seis semanas en un burdel de Memphis, rescatada y luego casada con ese hombre que la ha abandonado. Ocho años después de aquel suceso, su criada, una ex trabajadora del burdel y compañera de Temple durante su cautiverio,  espera su ejecución ya que ha dado muerte a uno de los niños de la pareja, porque su ahora patrona iba a huir con su cuñado, el que muere asesinado en el burdel trágico cuando están  a punto de hacerlo,  y , con ellos,el bebé que sería asesinado, dejando a esposo y a otro hijo abandonados . El móvil de dicha tragedia era sostener la unidad de esa familia. Como se ve un tema cerradísimo en el que no faltan encuentros, acusaciones, un Tío del esposo y del amante que es defensor de la criada y trata por todos los medios de salvarla de la pena capital, recurriendo a encuentros que esclarezcan las cosas y en realidad las complican mas. No faltan un Gobernador que lejos de tener acabado conocimiento de la situación, no logra entender en absoluto las explicaciones cuando Temple y su Tío Político le  intentan justificar el porque del pedido de clemencia. Los hechos acaecidos en torno a la muerte de Red, el amante. Un Juez que anuncia la consabida sentencia a la pena capital. Un coro dispuesto como en tragedia griega el que alterna comentarios de situaciones con fragmentos en latín del ordinario de la misa de difuntos, y un final para diferentes interpretaciones a veinticuatro horas antes de la aplicación de la sentencia,  donde siguen agotando instancias o, resignadamente, se encuentra en esta ejecución un escape que dé el “descanso eterno” a tanto sufrir. La falsía, la pacatería, las cerradas tradiciones del interior de Estados Unidos de sesenta años atrás. Todo entra en esta adaptación de Jocelyn sobre el libro de Faulkner y Strasnoy logra un producto  musical contundente, fundamentalmente en el segundo acto, ya que en el primero por trazar la identidad de los personajes, la acción se ve un poco retrasada y se hace difícil de sobrellevar ante un tema tan “pesado” (hasta psicólogos profesionales así lo reconocen). La línea musical siempre está al servicio de la acción y del teatro y el final sereno deja al espectador pensando y repensando sobre todo lo visto y escuchado. Sin dudas se está ante un trabajo de admirable concreción, impactante en lo teatral y magnífico en lo musical. Y mas allá de un libreto en otra lengua, de lo mas contundente que se haya producido en el Teatro Lírico Argentino,  configurando un logro para el Colón , el haber recibido esta obra como producto de su encargo. Junto a los realizadores del trabajo, sumaron su aporte un notable conjunto de colaboradores como Anick La Bissonière y  Eric Oliver Lacroix, responsables de una noble y práctica realización escénica que permitió darle ritmo y acción a la puesta y dos grandes creadores nacionales como Enrique Bordolini, esta vez en el rol de iluminador, cumplido de manera magnífica con las cosas en su justo punto y Aníbal Lápiz , en su primer trabajo “Post Oswald” con un vestuario con un nivel al que siempre nos tiene acostumbrados. En el foso, Christian Baldini, joven director argentino residente en Estados Unidos, realizó una concertación sólida y admirable, manteniendo la tensión y acentuando el clima de cerrazón que la obra transmite. En cambio Miguel Martínez llegó con lo justo con el Coro estable, el que llamativamente actuaba en esa tribuna de tragedia griega con las partituras en mano, evidenciando dificultades en la memorización de los textos. En lo vocal, Jennifer Holloway es una mezzo de carácter y de gran belleza física. Su Temple, estuvo magníficamente trazada, muy buena actriz, buena presencia y un sólido registro vocal. Siphiwe Mc Kenzie en el rol de Nancy, la niñera sentenciada, hizo lo suyo con convicción, buena voz, gran coloratura. Tiene pocos minutos en escena, pero los pocos son muy bravos y los sobrelleva de manera magnífica. James Johnson como Gavin, el Tío-Abogado, también tiene voz magnífica y actuación notable. Brett Polegato como Gowan, el marido engañado, trazo un perfil adecuado para su criatura, un personaje que mas allá de su alcoholismo, trata de descubrir atormentadamente cual es la verdad de todo el asunto. Santiago Burgi como Pete, el cuñado- amante, realizó una composición magnífica, tanto en lo actoral como en lo vocal y un saludo desde aquí a los otros tres co-primarios, Cristian De Marco, eficaz como el gobernador, Mario De Salvo en el rol del Juez y Damián Ramírez que caracterizó estupendamente al típico carcelero norteamericano. Acertadísima resultó la tierna intervención de Matías Romig, como Bucky el hijo sobreviviente de la pareja. Gratísima sorpresa es Este trabajo que eleva a la creación nacional.


Donato Decina
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