SOBRE "OPERA CLUB"

ÓPERA CLUB es un emprendimiento que nace el 17 de noviembre de 1990 a partir de un programa emitido por Radio Cultura. Este programa tuvo características muy especiales que lo transformaron, casi de inmediato, en el de mayor audiencia en su género.

Por primera vez se trataba el tema operístico con un absoluto desapego a las formas tradicionales de acartonamiento y solemnidad. Quedó en claro desde un principio que se trataba de un programa de ópera y no de cantantes –de estos últimos se ocupaba la mayoría-. Procedimos a lo que nuestro locutor de entonces (Mario Keegan) dio en llamar “derribando mitos” -desmitificar leyendas, anécdotas o lisas y llanas mentiras que con los años se convirtieron en falsas verdades-. Seguimos muy de cerca toda la actividad musical de Buenos Aires y La Plata poniendo muy especial énfasis en la promoción de los intérpretes jóvenes que estaban haciendo sus primeras armas –en la mayoría de los casos a puro pulmón- aunque sin descuidar las grandes figuras nacionales e internacionales que nos visitaban. Por último, el formato horario de cuatro horas nos permitió tratar amplia y distendidamente diferentes temas en un sólo programa desarrollado a través una conversación sin planificación previa entre dos a cinco co-conductores.

Todo esto nos puso en el primer lugar durante poco más de diez años. Diversos problemas –fundamentalmente económicos y de necesidades de programación de la radio- nos fueron acortando la duración y concluímos transmitiendo una hora a la medianoche del sábado. De esta manera fuimos perdiendo, junto con audiencia, nuestras características distintivas.

A partir de septiembre de 2012 nos mudamos a Radio Amadeus Cultura Musical recuperando nuestro formato original e intentando, de a poco y con mucho esfuerzo de todo tipo, retomar nuestro puesto de liderazgo –tarea nada fácil, por otra parte-.

Comencé diciendo que ÓPERA CLUB es un emprendimiento que nace a partir de un programa de radio. Esto es porque no es sólo un programa de radio –o, mejor dicho, el programa es casi como un pretexto-, sino un modo de unir a los oyentes tras un objetivo superior en común. El verdadero protagonista del programa no son ni los cantantes ni la música, son los oyentes –sus destinatarios y razón de ser-. Es por eso que los llamados telefónicos o mails son fundamentales para la concreción de lo que sale al aire. La audición es una excusa para que nos comuniquemos, nos conozcamos y podamos realizar y armar el programa y las actividades en forma conjunta.

Siempre me ha preocupado la incomunicación y soledad que aquejan a nuestra sociedad de manera cada vez mayor desde la segunda postguerra. Esta idea de nuclearnos bajo un interés u objetivo común es, para mí, un medio para paliar este terrible mal. Para esto, además del programa –y en lo personal más importante- son las diversas actividades que hemos venido realizando –con menor o mayor frecuencia- durante los últimos veintitrés años: encuentros, charlas, recitales, conferencia-debates, intercambio de material y, fundamentalmente, exhibición de videos (hoy DVDs) de diversas funciones operísticas –recuerdo con especial cariño el ciclo multitudinario que realizamos en el Centro Cultural General San Martín colmando ampliamente la capacidad plena de la Sala AB-. También estas actividades se vieron notablemente disminuídas con la anteriormente citada decadencia del programa –al que están intrínsecamente unidas-.

En esta nueva etapa muchas son las esperanzas y muchos los proyectos. La idea de congregarnos bajo nuestro amor a la ópera es, vuelvo a repetirlo, sólo un pretexto para encontrarnos virtual o realmente, tanto en nuestra relación comunicador-oyente como en forma personal. Este sitio, el Facebook y, en un futuro muy próximo, el Twitter serán nuestras herramientas virtuales a utilizarse en forma dinámica. Queremos crear un foro de debate y discusión a través del que no sólo hablemos de lo que nos gusta sino que intercambiemos ideas sobre políticas culturales. Necesitamos ampliar horizontes y promover los valores estéticos y culturales en los que se basan las obras de arte. De esta manera, a través de estos valores y del intercambio de ideas, iremos creciendo como personas y ayudando a crecer a nuestro entorno. Recordemos que los grandes cambios se producen, en general, a partir de los pequeños cambios individuales.

En cuanto al programa en sí mismo, posee una dinámica que va haciéndose cada vez más participativa –ya hemos desarrollado algunos temas propuestos por ustedes y esperamos una participación cada vez mayor-, poseemos también una enorme discoteca –probablemente la más grande de nuestro medio- con una cantidad de grabaciones que está muy holgadamente en la cantidad de cinco cifras y que abarca desde los primeros cilindros hasta las últimas funciones efectuadas en el mundo –a veces el mismo día de la emisión-, presentamos a las grandes figuras que nos visitan y hacemos una fuerte promoción de lo que están preparando los distintos grupos que han aparecido fuera del marco de los teatros oficiales y que es en donde realmente se encuentra el futuro.

La ópera es el centro pero no nos cerramos en ella. Abarcamos también los demás géneros vocales (opereta, zarzuela, oratorio, canción de cámara, sinfónico-vocal) y estamos, aún tímidamente y en muy pequeñas dosis, abriéndonos a todo el espectro de la música clásica (o académica –término que no me gusta pero al que adhiere muchísima gente-) En cuanto al período de lo que difundimos, es amplísimo y sin reservas ya que vamos desde la música medieval hasta las últimas manifestaciones de vanguardia.

En síntesis, estamos buscando crecer a partir del debate y la interacción. Considero que la relación estática con un oyente pasivo ya no es aceptable y pertenece a un tiempo que ya fue –no estoy valorizando, sólo presentando un hecho-. El piso de este proyecto es el que estamos transitando. El techo quisiera creer que no tiene límites (una sede propia, una emisora....).

Entre todos podemos lograrlo. Esto intenta ser un verdadero Club y les pido que se unan. Les garantizo que el crecimiento y el gozo serán ampliamente satisfactorios.


Dr. Roberto Luis Blanco Villalba


UNA CREACION DE ROBERTO BLANCO VILLALBA

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viernes, 23 de agosto de 2013

UNA SINGULAR VISITA



“Nuova Harmonía”: Actuación del Ensamble da Cámera “Umberto Giordano” de Foggia (Italia). Directora y Clavecinista: Gianna Fratta. Solistas: Ida Fratta (Soprano), Mateo D’Apólito (Bajo-Barítono). Dino de Palma(Violín). Programa: Pergolesi: “La Serva Padrona”(Intermedio musical en dos partes). Vivaldi: “Las Cuatro Estaciones” (con inclusión de proyección interactiva). Teatro Coliseo (21/08/13).

  Sín duda debe haber sido uno de los pocos conciertos en la historia de “Nuova Harmonía”, en donde el canto lírico tuvo un rol preponderante y más en la forma de una acción semi-montada en escena.  De todos modos deberá tenerse en cuenta que en los tiempos que corren, la ausencia de sobre titulado conspira en contra del espectáculo  ya que no todos leen previamente el programa de mano y por ello se pierde el sentido de lo que ocurre en escena. No tengo dudas que de haberse hecho, muchos más podrían haber disfrutado de la escena.  Dejo para el debate la conveniencia o no de realizar las dos obras de programa con instrumentos de cuerda convencionales en lugar que los de “usanza de la época”,  que hoy tienen preponderancia en este repertorio. Aquí, en ambas obras, el resultado fue satisfactorio.
  “La Serva Padrona”, es una maravillosa comedia a la que Giovanni Battista Pergolesi concibió como un intermedio musical en dos partes. Mi encuentro con la obra se remonta a alrededor de 34 años atrás, cuando en las inolvidables “Veladas de Gala” sabatinas en el Canal 9 estatal, el inolvidable profesor Horacio Carballal, presentó la obra, con la gente que luego sostuvo “La Scala de San Telmo”, recuerdo a Eduardo Cogorno entre ellos. Mucho más acá en el tiempo, una interesante puesta en el poco convencional espacio de la sala Apacheta de San Cristóbal, permitió el lucimiento de Natalia Cappa y ese formidable valor local que es Alejandro Spies que eran acompañados además por instrumentos a la usanza de la época. Y por fín, llegamos a esta realización, con una ambientación de la que no tenemos noticias de quién la hizo (verdadera lástima), de la cual los espectadores, mayoritariamente público de edad y de pensamiento conservador en materia estética, se hubieran sentido agradecidos, porque fue sobria y de muy buen gusto, con un vestuario de igual característica y que contó con dos cantantes que en materia actoral tuvieron ambos el “physique du rol” con un histrionismo a toda prueba, chispeante y de una maravillosa frescura. También es inconcebible que no se mencione quien fue el actor mudo cumplió el rol de Vespone, el segundo criado y quien tiene decisiva intervención en la trama cuando se disfraza del “Capitano Tempesta”, ya que lo hizo de manera formidable. Es de destacar que el pequeño conjunto que conforma el “Ensamble Da Camara”, exhibió en los hombres vestimentas acordes al vestuario del espectáculo, solo la Directora con un impactante vestido negro, lució  diferente, pero no por ello chocante. La iluminación fue ajustada y efectiva. Gianna Frata desde el Clave, dirigió de manera muy ajustada la interpretación y sus intervenciones en los recitativos fueron excelentes. En lo vocal, Ida Fratta, su hermana, hizo gala de su histrionismo, tiene sobrados recursos escénicos, pero un vibrato muy ingrato en la zona aguda extrema que conspiró por momentos en contra de su trabajo. Sín dudas, la gran revelación de toda la noche fue el Bajo-barítono Matteo D’Apolito, con una presencia, Voz e Histrionímo, sencillamente extraordinarios. Debería interesarse algún Teatro Oficial o compañía privada de nuestro medio por este elemento valiosísimo que ya al abrir su garganta impuso una presencia y un centro de escena con suprema autoridad y es un muy joven valor de veintiséis años  al que desde esta página le deseamos lo mejor.

  En la segunda parte del espectáculo se ofreció una particular versión de “Las Cuatro Estaciones” donde todos desde el solista hasta la directora lucieron vestidos de Frac. Cupo el rol solista a Dino de Palma, un violinista que exhibió buena sonoridad y seguridad a lo largo de toda la obra y una musicalidad sostenida. Tuvo la virtud de hacerse a un lado en el segundo movimiento del “otoño”, para darle lugar al conjunto en el único número que Este tiene solo. Aquí Fratta mostró pleno conocimiento de la obra, solo que el “tempi” sonó, a mi juicio, un poco lento a lo que hoy en día se interpreta a este Vivaldi.Los conjuntos camaristicos poseen siempre un valor que se erige en columna vertebral. En este caso le cabe al contrabajista Daniele Pisanelli el honor. Posee increíble sonoridad. El punto negativo que tuvo esta versión, radicó en una inexplicable e inentendible exhibición de diapositivas, mayoritariamente fuera de contexto, que si quiso hacer de ello un hecho “simpático”, lo terminó convirtiendo en las viejas sesiones de “mirar diapositivas” en las reuniones familiares de antaño. ¿Que tenían que ver, por cierto, imágenes del Vaticano, del Castel Sant’Angelo o mujeres mayores pisando uvas para elaborar vino, en fotos sacadas en estío a lo largo de la obra?  ¿O por caso, las consabidas fotos de ciervos en la nieve para graficar el invierno?.  ¿Todavía nos creerán indígenas de arco y flecha?


DONATO DECINA

SE PODIA HABER ORGANIZADO MEJOR


Concierto a cargo de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Mario Perusso. Obras de Giuseppe Verdi. Solistas: Luís Gaeta (barítono), Verónica Cano (mezzosoprano), Darío Leoncini (tenor), María Coronel Bugnon (soprano), Walter Bartaburu (bajo), Mariano Crosio (barítono), Melina Biagetti (soprano), Lidice Robinson (mezzosoprano), Vanesa Aguado Benítez (soprano), Horacio Badano (tenor), Reinaldo Samaniego (tenor), Emmanuel Faraldo (tenor), Juan Pablo Labourdette (bajo). Programa: Obertura de Nabucco, Acto III de Rigoletto, Obertura de I Vespri Siciliani, Acto II Escena II de Falstaff. Teatro Colón (22/08/13).

   Se podía haber hecho mejor. Después de varios conciertos de excelencia, esta programación que significaba la adhesión de la Filarmónica al Bicentenario Verdiano, contaba con la presencia de Fabián Veloz y debían especificarse que cantantes lo acompañarían en la empresa. Más allá de que Veloz fue padre la noche anterior, y mucho nos congratulamos por ello por cierto, y que su reemplazo fue una figura muy querida por el público como lo es Luís Gaeta, el saber de antemano que los demás intérpretes serían alumnos de la carrera de canto del Instituto Superior de Arte del Teatro, abría un serio interrogante, al que después se sumaron otros:
1°) Quienes serían los acompañantes finalmente.
2°) Como se organiza un Concierto del ciclo de Abono de la Filarmónica, al costo que sale cada localidad, ya sea de abono, como aún más en el caso de sobrante de abono, en el que la mayoría de los intérpretes son Alumnos, más allá que alguno de ellos sea conocido por haber realizado trabajos en el “Off Colón”, o teatros oficiales como el Argentino platense o el Roma de Avellaneda.
3°) Por que semejante programación ante sala colmada donde justamente se juzgaría a los alumnos con la misma vara que a los profesionales.
4°) Por que no se siguió la alternativa de hacer óperas de cámara con el soporte de la Academia Orquestal, como se ha venido haciendo, para el fogueo en la sala grande y luego ir “mechándolos” con roles co-primarios en segundos elencos y funciones principales para ir llegado paulatinamente a los primeros roles  y no como en el caso de algunos, exponerlos en semejante abono ante el gran público. Sumen Uds., queridos lectores, las preguntas que por olvido Yo no efectúo en Esta columna.

  El resultado final fue un producto de alarmante chatura que produjo en muchos abonados la comprensible reacción negativa y esto es algo que no podrán ignorar los directivos  del Teatro y de la Orquesta. Porque más allá de los muy buenos momentos que la Orquesta y Perusso lograron por si solos, de la interesante intención del Director de disponer a la Orquesta como cuando lo hace en el foso del Teatro, obteniendo una respuesta formidable del organismo en las dos oberturas que sonaron magníficas y que Luís Gaeta con su habitual generosidad y profesionalismo suplió a su colega con la categoría que se le reconoce, los demás cantantes evidenciaron mayoritariamente no estar a la altura del compromiso, muchos por inmadurez, otros por deficiencias. No se puede exponer a Darío Leoncini a cantar tercer acto de Rigoletto, a sabiéndas que a las dos frases de cantar debe entonar en el Colón “La donna e’mobile”.  Rescatemos entonces lo más positivo y es la mezzosoprano Verónica Cano que exhibió aplomo y soltura, la Soprano Melina Biagetti muy buena en Alice Ford y Mariano Crosio, muy solvente en su Ford. Lo demás fue clima de estudiantina y el abono de la Filarmónica no está para eso.


DONATO DECINA

sábado, 17 de agosto de 2013

LA CORTE DEL FARAON


“Aida”: Opera en cuatro actos con música de Giuseppe Verdi y libreto en italiano de Antonio Ghislanzoni, basado en la versión francesa de Camille du Locle de la historia propuesta por el egiptólogo francés Auguste Mariette.  Director de Orquesta: Ronaldo Rosa De Socalzo. Dirección de Escena: Eduardo Casullo. Escenografía: Hugo Ciciro, Diseño de vestuario y luces: Eduardo Casullo. Coreografía: Michailovsky Dirección de Coro: Pablo Quinteros. Intérpretes: Haydee Dabusti ( Aida), Edinela Oliveira ( Amneris) Juan Carlos Vasallo ( Radames), Douglas Hahn( Amonasro), Maximiliano Michailovsky ( Ramfis), Cristian De Marco ( Il Re) Rebeca Nomberto ( Schapenupet) , Martín Pagano ( Mensajero )  Ballet Surdanza, Coro y Orquesta convocado por Melodramma Asociación Civil  .   Teatro Avenida  (Función del 16 de Agosto de 2013).

                        La primera impresión que el espectador recibe al abrirse el telón en el Teatro Avenida, con el primer acorde del Preludio, es que  vamos a enfrentar una ópera  enorme, faraónica, con limitados recursos de producción. Sin prácticamente escenografía,  ( a excepción de dos telones colocados sobre las primeras patas y una imagen recortada de un egipcio, sacada del libro de Historia de Ibáñez para estudiantes secundarios colocada contra una pantalla en la que se adivinan proyecciones )  y con una orquesta recortadísima ( en la que no se incluyen las trompetas egipcias y los bronces y maderas están reducidos hasta  lo impensable), por lo que  lo menos qué puede esperarse es una excelencia y virtuosismo en los intérpretes y una puesta en escena con ideas novedosas y marcación actoral exigente. Desde ya adelanto que las expectativas se verán frustradas.
                     En la Aida de Rosa De Scalzo y  Casullo, hay de todo, menos lo indispensable.
                        Hay, por ejemplo, bailarinas apenas cubiertas con una especie de bikini y tocado dorados,( color que parece ser el leiv motiv estético de esta puesta ) mucho lurex, mucho coreuta amotinado, hasta un par de mujeres figurantes en topless,  en suma, una   visión “a lo Tinelli”  de la historia,  pero hay poco, casi nada, de Verdi.
                  Desde el incomprensible ballet interpretado por una bailarina solista semidesnuda que realiza movimientos sensuales y espasmódicos para introducirnos en la trama,  con el que  comienza la acción, hasta el final, sin tumba y con una Amneris ubicada en el mismo plano que la pareja de amantes moribunda, toda la puesta en escena resulta aburrida, desprolija y frustrante.
              Baste señalar, por ejemplo que el rey  ( que para los antiguos egipcios era la encarnación del Dios Sol) se mueve entre los prisioneros y el pueblo como un político mediático de hoy en día, siendo, por ejemplo, tocado y manoseado por los etíopes traídos por Radames que ruegan piedad,  y que  cuando Aida descubre que su padre se encuentra entre dichos prisioneros ( lo que no es ninguna hazaña ya que Amonasro es el único que viste de manera diferente y no respeta el uniforme reglamentario diseñado para su pueblo )   grita desde el costado izquierdo del escenario y su padre le espeta “ Non mi tradir” desde el derecho, con ausencia total de discreción y complicidad, lo que autoriza al espectador a colegir, sin temor a equivocarse, que todo Egipto se anoticio del parentesco.
           En esta particular visión, los intérpretes se mueven por escenario sin una marcación que les ahorraría movimientos inútiles, a la buena de Dios, lo que facilita y evidencia, los tics de cada uno. Amneris cree que interpreta a Ulrica o Azucena, a juzgar por sus movimientos  violentos y amenazantes; Aida en la piel de Dabusti, parece Pola Negri u otra actriz del cine mudo con ampulosos movimientos de brazos, pasitos cortos y taconeos. Radames se encuentra así limitado por las exageraciones de sus partenaires y aparece, a la vista del espectador como estático y desconcertado. Il Re y Ramfis, por su parte, parece que navegaran a lo largo de toda la obra en medio de fresco egipcio. Solo nos obviaron gracias a Dios, aparecer de perfil, lo que, a estas alturas, no me hubiera sorprendido en absoluto. En medio de todos, Amonasro, más medido en sus acciones y correcto en cuanto a sus movimientos, destaca.
                       Finalmente, no puedo dejar de mencionar el más grave de todos los errores de esta puesta deficiente: la escena del  juicio, en la que Casullo divide el escenario en dos espacios iguales, separados por una fila de 5 figurantes vestidos  como egipcios: Sobre la mitad derecha se amontonan  el coro de sacerdotes, Ramfis y un Radames desparramado en el piso como dormido (No sorprende por ende, que no conteste cuando le requieren arrepentimiento). En la mitad izquierda del escenario, se instala Amneris quien recorre el espacio que le asignaron de punta a punta, tratando de llenarlo, como si fuera un libero de un equipo de futbol. Dependiendo del sector de la platea en la que el espectador este ubicado, podrá acceder a la visión de uno u otro espacio, Pero nunca lograra ver ambos. Un verdadero atentado contra los principios básicos de la puesta en escena.
                        Es sabido que “Aida” es una ópera “de cantantes”. Sin cinco figuras y comprimarios experimentados ni el mejor teatro ni la mejor orquesta ni el mejor director puede hacer nada. Es por eso que ante las falencias señaladas de la puesta, mi esperanza estaba en que el abordaje musical fuera de excelencia, máxime si se tiene en cuenta que tanto Dabusti como Vasallo ha interpretado  los roles en innumerables oportunidades.
             Otra decepción me esperaba:   En cuanto a los intérpretes señalare que Dabusti  interpreta Aida  con comodidad  pero sin lujos, y  Vasallo hace lo propio con Radames. En cuanto a  Edinela Olivera, mezzoprano que informa el programa fuera importada desde Brasil para asumir el rol de Amneris, quiero suponer que posee una voz agradable, pero no podría asegurarlo ya que desde la cuarta fila de la platea, localidad que me asignaron, no pude escucharla.  Al rey de Cristian De marco le faltan cinco para el peso. Aborda su personaje sin la autoridad que el rol requiere y en cuanto al Ramfis de Michailovsky, resulta evidente su falta de madurez para encarar el rol. En el marco de esta mediocridad interpretativa destacan Hahn, con un correctísimo y expresivo Amonasro e, insólitamente la sacerdotisa de  Nomberto, quien posee una hermosa y prístina voz, que hace desear que su personaje cante un poco más.
                      La orquesta, que como ya se ha señalado resulta demasiado  insuficiente , por reducida, para tocar toda la música que Verdi escribió, fue conducida por Rosa de Scalzo, sin pizca de carácter ni imaginación, principal obstáculo para acceder al menos , a una calificación de faena digna. Este título requiere más “partes reales” que la mayoría de las otras del mismo autor (dos maderas adicionales, bastantes bronces, mucha percusión). En consecuencia, el número de cuerdas necesario para compensar el volumen de los vientos, crece. Como si ello no fuera suficiente, Verdi escribe “divisi” en dos, tres y hasta cuatro partes, con lo cual el número de cuerdas sube aún más (de lo contrario no hay músicos materialmente suficientes para tocar ciertas notas que caso contrario “no suenan”). En un teatro oficial y/o grande esta ópera se hace con no menos de 80 instrumentistas; el número mínimo de músicos que se precisan para hacerle justicia al autor (a costa de alguna debilidad notoria en violas y violonchelos, por cierto) es 51.  La orquesta, en esta producción contó con 42 músicos y su director no pudo con el desafío que esta limitación le planteaba .
                   El trabajo de Pablo Quinteros en la dirección de coros resultó correcto, con altibajos, dependiendo de la madurez de los coreutas que componían cada uno de ellos. Destaca el coro de prisioneros etíopes y el de sacerdotes, evidencia, a manera de mal endémico, la falta de voces masculinas con la preparacion necesaria para satisfacer lo requerido por partitura.
                    Dejo para el final el espantoso trabajo del Ballet Surdanza y de su coreógrafa Luciana Prato, quien, evidentemente, no tenía la menor idea que lo que Verdi pidió. Como es sabido, hay tres ballets en esta ópera: el de las sacerdotisas, el de los pequeños esclavos moros y el de la escena triunfal, pero en esta producción todos los ballet (incluso el inventado para el preludio), están a cargo de las mismas bailarinas, con el mismo atuendo (el ya comentado equipo de bailarina de caño)  quienes carecen de sincronización aun, para los  sencillos pasos de danza jazz pensados por la coreógrafa- Olvidable, para ser generosa.
                  En suma, resulta evidente que la primigenia idea, pensada para un  espacio  no convencional y a la manera de una “instalación”, no pudo tolerar el paso a una puesta a la italiana en escenario convencional siendo, por ende una obviable producción. En mi barrio, la calificación hubiera sido menos piadosa.

                                                                                                                                       MONICA ROSSI

UNA EXCELENTE LABOR DE DIEMECKE DEJÓ AL DESCUBIERTO LOS FALLOS DE MAHLER



Rhapsody in blue (George Gershwin), Sinfonía Nº 5 en do sostenido menor (Gustav Mahler). Fuera de programa: Danza del gauco matrero y Danza de la moza donosa (de "Tres danzas argentinas" de Alberto Ginastera) y Malagueña (Ernesto Lecuona).
Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Director: Enrique Arturo Diemecke. Piano: Marcos Madrigal.
Teatro Colón, jueves 15 de agosto de 2013   

              Sería redundante volver a hablar de la íntima compenetración entre Diemecke y la Filarmónica; pero es esto lo que le permite lograr plasmar sus ideas de la mejor manera posible. Nuestra orquesta es, en sus manos, una prolongación de su mente. Sobre todo cuando, como en este caso, se han tenido los ensayos suficientes como para lograr una cohesión casi perfecta.
            La OFBA sonó como en sus mejores noches: ajustada, precisa, tersa y con poco o nada que envidiar a nuestras visitantes extranjeras. Un par de pifias no pudieron oscurecer su magnífica labor y así lo entendió el público –más allá de un señor que resoplaba en el palco de al lado como un adolescente algo tonto-.
            La genial “Rhapsody in blue” fue objeto de una lectura que se centró más en lo melancólico y triste (blue) que en lo meramente jazzístico (blues) y en la que el director llegó a exquisitos momentos de refinamiento tímbrico junto a un enorme despliegue lírico.
            Lamentablemente, el cubano Marcos Madrigal no estuvo a la altura de las circunstancias. Dueño de un sonido absolutamente impersonal y una técnica no más que correcta, a su versión le faltó todo aquello que tuvo Diemecke: garra, nervio, canto y, sobre todo, ideas. Esto mismo se notó en las dos obras de Ginastera –que pasaron sin pena ni gloria- y no en la intrascendente y pasatista página de Lecuona –un músico de cuarta categoría-. Más allá de las figuras ya reconocidas existen en nuestro medio muchos jóvenes talentosos que podrían haberse desempeñado mejor que este ignoto pianista cuya contratación no encuentra justificativo alguno.
            Es conocido el amor que Diemecke siente por Mahler y la enorme seriedad con que lo aborda. También es conocido el hecho de que su visión de este compositor es bastante personal y –a mi juicio- acertada. Ahora bien, toda la concentración y el esfuerzo que ha puesto en la Quinta no hizo otra cosa que resaltar los varios defectos compositivos y la enorme endeblez estructural de la obra, así como lo pedestre y vulgar de muchos de sus fragmentos. Una lectura menos diáfana y refinada hubiera logrado que estos problemas se perdieran en medio de sonoridades farragosas. Pero esto es un problema de Mahler y no de Diemecke que se desenvolvió con gran profesionalismo y alta calidad artística y que logró un ltísimo desempeño en un Adagietto desprovisto de alambicamientos y exceso de dulzor.

                                                                              Roberto Luis Blanco Villalba


FOTO: GENTILEZA ARNALDO COLOMBAROLI

¡MOZART!!... AUSENTE SIN AVISO

   

Conde: Mathias Hausmann-Condesa: Maija Kovalevska-Figaro: Erwin Schrott-Susanna: Julia Novikova- Cherubino: Serena Malfi-Doctor Bartolo: Luis Gaeta-Marcellina:Guadalupe Barrientos-Don Basilio: Sergio Spina- Don Curzio: Gabriel Centeno- Barbarina: Oriana Favaro-Antonio: Emiliano Bulacios-Dos doncellas: Jaquelian Livieri y Carla Paz Andrade. Coro y Orquesta Estables del Teatro Colón. Director del Coro: Miguel Martínez. Director: Roberto Paternostro. Dirección de Escena: Davide Livermore y Alfonso Antoniozzi. Diseño de escenografía: Davide Livermore. Diseño de vestuario: Mariana Fracasso. Direño de iluminación: Vladi Spigarolo. Diseño de video: D-Wok
Teatro Colón, martes 13 y viernes 16 de agosto de 2013.           

            Debo reconocer que absolutamente indignado y herido mortalmente de aburrimiento me retiré del mi palco ni bien concluyó el acto primero de la función de Gran Abono. Después de pensarlo mucho, saqué una entrada para la función siguiente y sufrí de pie una de las más hermosas y geniales partituras jamás escritas para el teatro lírico. Mi compromiso con la crítica pudo más que mi cada vez mayor resistencia a que me hagan perder tiempo. De cualquier manera esta crítica será corta porque no es mucho lo que hay que analizar. Se realizaron dos –o tres- contrataciones pésimas –una se sabía ya desde el año pasado que lo era- y condujeron al fracaso a un buen elenco.
            Esto no es sólo una sensación subjetiva sino que el viernes fue mucho el público que desapareció en el intervalo o se fue después del tercer acto. No recuerdo haber visto nada igual en el Colón durante una ópera de repertorio.
            No hubo ningún cantante excepcional pero todos fueron buenos, con voces más o menos bellas, musicalidad irreprochable y adecuado dominio técnico. Es evidente que la carrera internacional de Schrott se basa fundamentalmente en que es el marido de la Netrebko, pero no deja de ser un elemento valioso; Hausmann es un típico barítono vienés, como nos lo demostrara hace un par de años en Danilo; Kovalevska posee un buen material que maneja con autoridad; Novikova cantó Susanna como si fuera Giorgetta y a Gaeta la tesitura del Bartolo le ofrece demasiado problemas en el grave. Dejo para el final a Serena Malfi porque fue la única que ofreció algo más que buen canto. Su Cherubino fue bueno.
            ¿Cuál fue el problema? Que no hubo ideas. Que el señor Paternostro demostró estar por debajo aún de Theo Alcántara, que es de lo más inútil que he visto en más de cincuenta años de Colón. La orquesta sonó más o menos ajustada pero sin planos, sin gracia, sin alternancia dinámica, sin un trabajo de elaboración formal o tímbrico. Fue la tarea de un buen estudiante y nada más. García Caffi se casa con ciertos nombres (si no es que existen otros motivos menos claros) y uno no se explica cómo se lo vuelve  traer después de su desvaída lectura del infame Ring del año pasado (que a otro funcionario le hubiera costado la cabeza). Paternostro es un pobre hombre sin ninguna virtud para estar al frente de la Estable y sus escasas grabaciones lo confirman. Se dedicó a solfear y marcar entradas y todo lo que hizo fue aburrido. Al contrario de Midas, le dieron una barra de oro puro y la transformó en barro –para no ponernos escatológicos-.
            Como si lo de este inútil fuera poco, la dupla Livermore-Antoniozzi creó una ¿puesta en escena? de un estatismo y elementalidad que resultaron exasperantes y todo en un grandilocuente marco escenográfico que muy poco tenía que ver con la acción. Para colmo las proyecciones fueron crudas y sin ningún valor estético. La única idea original: presentar la obra como un recuerdo de una Barbarina vieja y moribunda estuvo mal resuelta –lean las críticas de los diarios- y fueron pocos los que se dieron cuenta –yo lo sabía porque Antoniozzi lo dijo en mi programa, si no hubiera estado con el resto-. La función no fue mala, fue aburrida y en Mozart –en cualquiera, aunque en Mozart es más grave- es mucho peor.
                                                                           
                                                                                      Roberto Luis Blanco Villalba


   FOTOS: GENTILEZA ARNALDO COLOMBAROLI                                                                         

DEBUSSY: PRELUDIO PARA LA SIESTA DE UN FAUNO


                                        Edward Downes ("Aventuras con la música sinfónica", 1947)

       

          La popular "Siesta de un fauno" de Debussy es una de las partituras más relevantes y de mayor sensibilidad que produjera su autor. Su visión musical del fauno tomando el sol en el agradable calorcillo de la tarde, simboliza prácticamente una época y una gente de preocupaciones poco profundas y que se asolean en aquella seguridad y comodidad que hoy nos parecen tan remotas como los sucesos de una fábula. A Debussy le fascinaros las corrientes artísticas y literarias de su tiempo, desde la más temprana juventud del compositos. Allá por 1880 y hallándose en el umbral de sus veinte años, empezó a frecuentar las tertulias de los martes en casa de Mallarmé, donde le era dado hallar a todo un mundo de personas cuyas ideas y pensamientos eran afines a los suyos propios: Mallarmé mismo, Verlaine, Monet, Rodin, Pirre Louys, Gustave Kahn, Paul Claudel, Camille Mauclair, André Gide, Paul Valéry; y celebrados extranjeros tales como Whistler, Maeterlinck o el poeta alemán Stefan George.
          "Impresionismo, simbolismo, realismo poético. Todo se confundía en una gran corriente de entusiasmo, curiosidad y apasionamiento intelectual -escribe Dukas, el compositor-. Pintores, poetas y escultores se inclinaban todos inquisitivamente sobre los materiales sensibles de sus medios de expresión, procediendo a disecarlos o recomponerlos de acuerdo con sus deseos, tratando de dotar a las palabras, los sonidos, los colores y las formas de nuevos significados y tonalidades".

                              

          Debussy fue absorbido por esta corriente, y en aquellas composiciones suyas que datan de los años inmediatos a la misma, han tenido una influencia más profunda los hombres del salón de Mallarmé que los factores puramente musicales. Sus amigos pintores, los im`presionistas, habían descartado el contorno definido y la objetividad de la generación anterior, en favor de impresiones nebulosas disueltas en la luz. Sus amigos poetas, encabezados por el simbolista Mallamé, disolvieron la lógica del lenguaje en una sucesión de palabras de sugestiva musicalidad. Verlaine buscó en su poesía "de la musique avant toute chose". No fue por casualidad que Debussy escogió su famoso poema "L'Après-Midi d'un Faune" como tema para su composición. Estrenado en París en 1894, constituyó el primer gran éxito de público del compositor.
          El poema de Mallarmé, que no tiene ni es probable que pretenda tener mucho sentido lógico, ni siquiera cuando se lo lee en francés, ha sido interpretado como sigue:
          "Un fauno -ser sencillo, afectuoso y apasionado- se despierta en el bosque al romper el alba y trata de reconstruír los sucesos de la tarde anterior. ¿Fue realmente favorecido él con la visitas de las ninfas, diosas de oro y blanco, de divina ternura y complacencia? ¿O no es el recuerdo que su mente trata de retener sino la sombra de una visión no más concreta que la 'árida lluvia'de las notas de su flauta?. No sabe decirlo...

                         

          "¿Eran cisnes, lo son? ¡No! ¿Náyades, quizás, retozando en las aguas? ¡Quizás!... El recuerdo de la deliciosa experiencia se torna cada vez más vago. Por retenerlo, el fauno daría su reino de dios del bosque... ¡Oh, el esfuerzo es demasiado grande para su pobre cerebro!... Se desvanece aquella hora feliz. Sueño o realidad, nunca sabrá lo que fue?".
          La miniatura musical de Debussy, en cuanto capta la evasiva modalidad de las palabras de Mallarmé, es mucho más inteligible. Empieza con la hebra simple de una melodía lánguida y caprichosa, tal vez la flauta del fauno. Luego, y toque a toque, el compositor le va agregando colorido instrumental, armonías de más en más exóticas y transformaciones de la melodía de creciente fantasía. Hay una sugestión de sol y de calor, destellos de las aguas, el soplo de una brisa pasajera, el dormitar de la floresta y... el sueño desaparece en los aires.

PARA VER Y ESCUCHAR:


EL DRAMA LITÚRGICO


Por Antonio José López Domínguez. ("Filomusica", mayo de 2008)
Tras siglos de olvido, la recuperación del teatro en el Occidente medieval tuvo principal apoyo en el clero. La introducción de la representación dramática supuso la forma mas interesante y seguramente la más sorprendente con la que la iglesia medieval agrandó y embelleció su liturgia.
Cuando aparecieron los primeros ensayos de un arte teatral tal como nosotros lo entendemos, hacía muchos siglos que estaban presentes y más o menos desarrollados en la liturgia los cuatro elementos del teatro: el literario, el musical, el mímico y el escénico. En efecto, la más antigua liturgia muestra estos elementos mediante la forma dialogada de los responsorios, las canciones correspondientes, la ceremonia simbólica y los aparatos alusivos.
Durante los primeros decenios después de Cristo, las liturgias iniciales todavía inciertas que los apóstoles indicaban a los diversos grupos de fieles que iban reuniendo utilizaban ampliamente las oraciones y los cánticos de la sinagoga, excepto en la evocación del sacrificio divino, como es lógico. Posteriormente, con la extensión de la evangelización por toda Europa, el repertorio musical litúrgico se enriqueció con nuevos cantos recogidos también de las diversas tradiciones locales.

                            

Los investigadores de manuscritos medievales han descubierto algunas piezas en latín dialogadas, que imitaban, como ejercicios escolares, a autores latinos clásicos; se conservan las seis comedias moralizadoras de la monja Rosvita de Gandersheim (935-973), que imitan la técnica y el estilo de Terencio. Escritas para ser leídas, no tuvieron ninguna resonancia en el teatro de la época. A esta tradición pertenece el Panfilo de amore que conociera el Arcipreste de Hita y que pudiera haber tenido presente el autor de La Celestina, Fernando de Rojas.

La liturgia cristiana combinó el calendario solar romano con el lunar judío para crear su ciclo festivo polarizado en dos momentos cruciales: el uno, alrededor del solsticio de invierno (las Saturnalia fueron reemplazadas por las fiestas de Navidad-nacimiento), y el otro, alrededor del equinoccio de primavera (la Pascua hebrea coincidía con la Semana Santa y su ciclo de muerte y resurrección). El solsticio de verano se asimiló a las fiestas dePentecostésCorpus Christi y San Juan; el equinoccio de otoño a Todos los Santos.  
Son fiestas en las que se recuerdan los misterios básicos para la creencia del cristiano, por lo que era imprescindible conocer el mensaje bíblico de las fiestas correspondientes y más teniendo en cuenta que hacia el siglo IX ya no se entendía el latín eclesiástico.
¿Cómo dar a conocer la enseñanza y el misterio que se celebraba en esas fiestas y que recordaban las lecciones litúrgicas? El clero medieval vio en la representación de "misterios" y "milagros" un instrumento apropiado para explicar con sencillez la religión y sus misterios. 

                                        

El diálogo entre pueblo y celebrantes se intensificó en la liturgia medieval con la intercalación de los tropos en los oficios divinos, fenómeno propio de la época carolingia. Los tropos, variedad del canto antifónico, exigían una alternancia entre las voces de los participantes a los oficios y con frecuencia tenían un marcado carácter dramático, como el famoso Quem quaeritis dialogado entre el ángel que guarda el sepulcro de Cristo y las tres Marías. Precisamente poseemos un texto de capital importancia sobre los aspectos dramáticos que adornaban el canto en este tropo gracias a un curioso pasaje de la Regularis concordia, obra escrita entre 959 y 979 por el obispo inglés Ethelwold de Winchester. 
"En aquel tiempo, pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé, compraron aromas para embalsamar el cuerpo. Y muy temprano, el primer día de la semana, llegaron al sepulcro, apenas salido el sol. Se decían unas a otras: "¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?». Pero cuando miraron, vieron que la piedra había sido retirada a un lado, a pesar de ser una piedra muy grande. Al entrar en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido enteramente de blanco, y se asustaron. Pero él les dijo: «No se asusten. Si ustedes buscan a Jesús Nazareno, el crucificado, no está aquí, ha resucitado; pero éste es el lugar donde lo pusieron. Pero id y decid a sus discípulos y a Pedro, que os precederá en Galilea: allí le veréis, como os dijo".  
Al leer atentamente este texto descubrimos la posibilidad de una representación: Personajes con un objetivo que deben enfrentar un obstáculo, son las tres santas mujeres que se dirigen hacia el sepulcro para honrar el cuerpo del Maestro. En una primera instancia sólo a través de mímica los monjes, que representaban a las mujeres, trasmitían el mensaje.  Posteriormente, se pasó a paráfrasis dramáticas de diversa amplitud; en los códices que contienen las numerosas "escenas" escritas sobre este tema, junto a los personajes evangélicos se presentan a veces otras figuras (p.ej., los mercaderes de aromas, a los que se dirigen las mujeres a comprar perfumes para ungir el cuerpo del Señor), y el diálogo original entre el ángel y las tres Marías se prolonga en la acción hasta el anuncio de la resurrección a los apóstoles. Además, en algunos casos -una particularidad realmente común a composiciones "escénicas" de otro tipo- encontramos la lengua vulgar para algunas inserciones; son notables las indicaciones de dirección escénica que se encuentran a veces en los manuscritos.  
Sobre la base de esta primera representación, se elaboraron, con las variaciones correspondientes, los Autos de Pascua de Natividad: Las tres Marías fueron reemplazadas por tres Reyes Magos cuyo objetivo era saludar al Redentor; en lugar de ungüentos llevaban sendos obsequios para el recién nacido, oro, incienso y mirra. La dificultad la representó la ambición de Herodes. Es el esquema de la primera obra dramática que encontramos en España: El Auto de los Reyes Magos.  
Las melodías para estos dramas litúrgicos son unas veces silábicas (a cada sílaba del texto corresponde una o -sólo excepcionalmente- dos notas musicales), otras neumáticas (a cada sílaba del texto corresponden varias notas -de dos a cuatro/cinco-, ligadas en un solo grupo llamado neuma), a veces melismáticas (a cada sílaba del texto se sobreponen varios neumas o grupos de notas). Las diferencias existentes entre las diversas redacciones melódicas se derivan en algunos casos solamente de una aportación ornamental que no afecta a la estructura básica de la melodía; por tanto, cabe pensar en la existencia de una fuente musical común. En otros casos las discrepancias son tales que hay que pensar en orígenes diversos del texto musical. Además, entre estos dos polos es fácil una "contaminación"; se trata de un problema que merecería un estudio largo y profundo. Especialmente en las redacciones más antiguas (siglo x) se puede observar una mayor semejanza en las líneas melódicas; por el contrario, en los dramas litúrgicos posteriores se observa a veces una clara divergencia, aun cuando es posible encontrar fragmentos muy parecidos en "escenas" contenidas en manuscritos de fecha distinta (siglos XII-XIII). 

                                    

En la liturgia nocturna de la vigilia de navidad se contiene la profecía de la Sibila, canto atribuido antiguamente a San Agustín: es el momento de una "representación escénica", tema especialmente apreciado al parecer, en España. A partir del canto del texto por obra de un intérprete distinto del celebrante, se fue desarrollando hasta unir a la figura de la Sibila otros profetas, como Moisés, Isaías, Jeremías, Daniel, Habacuc, etc., que proponían cada uno por turno su propio responso adivinatorio; se trata del Drama de los profetas de Cristo; la redacción que contiene un códice del siglo XI de la abadía de San Marcial de Limoges tiene como prólogo otro drama litúrgico:Sponsus, paráfrasis de la parábola de las vírgenes necias y de las prudentes (Mt 25,1-13). También en esta "representación" se observa el detalle de estrofas en lengua vulgar unidas al texto en latín y figuran nuevos personajes al lado de los del pasaje evangélico: los mercaderes de aceite, a quienes acuden inútilmente las vírgenes necias, y los diablos que conducen al infierno a las imprudentes. La introducción de estas figuras hace más viva y más humana la acción dramática, y por tanto más cercana y evidente la lectura del evangelio a los fieles. 
El drama litúrgico se fue desarrollando a través de los doscientos años siguientes, con varias historias bíblicas en las que actuaban monaguillos y jóvenes del coro. Al principio bastaban las vestiduras propias para la celebración de la misa y las formas arquitectónicas de la iglesia como decorado, pero pronto se organizó de modo más formal. La base del escenario físico eran denominadas mansión y platea. La mansión consistía en una pequeña estructura escénica, un tabladillo, que sugería de forma emblemática un lugar en concreto como el jardín del Edén, Jerusalén o el Cielo; y la platea era un área neutra frente a la mansión que era utilizada por los actores para la interpretación de la escena.

                                    

Con la evolución del drama litúrgico, muchas historias bíblicas temáticamente relacionadas se representaban como un ciclo; por ejemplo desde la creación hasta la crucifixión. Estas obras se denominan de diversos modos, obras de Pasión, milagros, de santos, loas. Se construían mansiones al efecto alrededor de la nave central del templo, con el cielo del lado del altar y la boca del infierno, una elaborada cabeza de monstruo, en el otro lado.  
Las obras eran episódicas y su acción se desarrollaba en periodos de tiempo que abarcan miles de años, incluían lugares separados a gran distancia, y entornos con carga alegórica, espiritual y temporal. A diferencia de la tragedia griega, que estaba orientada estrechamente a la construcción de un clímax catártico, el drama medieval no siempre mostraba tensión y conflicto. Su propósito era dramatizar la salvación de la humanidad.  
Aunque la iglesia animara los inicios del drama litúrgico, dadas sus cualidades didácticas, el entretenimiento y el espectáculo fueron imponiendo su hegemonía, y la iglesia, de nuevo, demostró sus recelos sobre el teatro. No queriendo renunciar a sus efectos beneficiosos, la iglesia zanjó la cuestión trasladando la representación al exterior del edificio. Se recreó la misma disposición del espacio físico en las plazas de mercado de las ciudades. Sin deshacerse de su contenido e intencionalidad religiosas, la producción fue progresivamente haciéndose más secular.
  
BIBLIOGRAFÍA:
AA.VV., The New Grove Dictíonary of Music and Musicians, Londres: Macmillan, 1980.
CALDWELL, John. La música medieval. Madrid: Alianza Editorial, 1984. (Alianza música, 18).
CATTIN, G.: El Medioevo, Madrid: Ed. Turner, 1986.
HOPPIN, R. La música medieval. Los Berrocales del Jarama [Madrid]: Akal, 1991.
REESE G., La música en la Edad Media. Madrid: Alianza Editorial, 1989. (Alianza Música, 43)

PARA VER Y ESCUCHAR:

Ubi est Christus (Alia Mvsica): http://www.youtube.com/watch?v=-e-8ESz6Nyg
 Ludus Danielis (Thew Dufay Collective): 
Le Jeu de Pèlerins d'Emmaüs (Ensemble Organum): 

LA SANGRE DE LOS VÖLSUNGOS
por Fátima Gutiérrez ("Wagnermania", noviembre de 2001)
 
¡Mi niña, mi hermana,
sueña con la ternura
de ir a vivir juntos, lejos!
¡Amar a placer,
amar hasta perecer
en un país a ti parejo!
Ch. Baudelaire. Invitación al viaje. 
Las flores del mal.



 
Cuando cae el telón sobre el primer acto de La Walkyria, el destino de los völsungos, ya ha sido trazado, aunque ni el propio Wotan lo sepa, aún. Su paso por el mundo será breve y trágico: han sido engendrados por el miedo de un dios que intenta, a toda costa, evitar el fin ignominioso de su sagrada estirpe. La vida no les dará una tregua hasta el momento en el que se reconozcan y se nombren. Pero esa tregua será muy breve.

            Sin embargo, los ancestros míticos de los gemelos wagnerianos, llevaron vidas muy distintas, tanto en aventuras como en extensión. Ya hemos visto (Tiempo de héroes) cómo los hermanos de la Völsunga Saga, Sígmund y Signý, engendran a  Sinfjötli y de qué manera las sangrientas correrías por los bosques de ambos, comobersekir (apresados en mágicas pieles de lobo), nos recuerdan más a la relación de Wotan con Siegmund (antes de que el dios desaparezca, dejando una piel de lobo abandonada en la floresta), que a la de éste con Siegfried, ya que, en la obra de Wagner, el padre muere muy poco después de ser engendrado el hijo; a diferencia de la tradición épica germanoescandinava, en la que Sinfjötli (que, en cierto modo, prefigura el personaje de Sigurd) morirá antes que su padre.
       



Cuentan la Edda Mayor (en la Frá dauda Sinfjötla, La Muerte de Sinfjötli) y laVölsunga Saga que el hijo de Sígmund y su cuñado (el hermano de Bórghildr, su primera esposa) se enamoraron de la misma mujer. El dilema se resolvió con una lucha en la que el völsungo mató a su rival. Cuando volvió a las tierras de su padre, la reina exigió su destierro, pero Sígmund anuló esta orden cambiando el exilio por una indemnización de oro y otras riquezas; entonces, Bórghildr celebró un convite funerario para su hermano, invitó a su hijastro y le dio a beber un gran 
cuerno de cerveza. Al comentar que el líquido estaba turbio, Sígmund le arrebató el cuerno y se lo bebió. La reina volvió con bebida, recriminando duramente a Sinfjötli, que, de nuevo, la encontró alterada. Sígmund, inmune por dentro y por fuera a cualquier tipo de veneno gracias a su enorme fortaleza (mientras que sus hijos sólo resistían el veneno que les venía por fuera de la piel), también se lo bebió. Al llegar Bórghildr con el tercer cuerno, le dijo que bebiera si realmente tenía el valor de los völsungos y Sinfjötli le contestó que en la bebida había veneno. Sígmund, ya algo ebrio, le recomendó que la colara con las barbas. El héroe bebió y murió al instante. El rey recogió el cuerpo de su hijo y lo llevó hasta un fiordo donde Odín les esperaba en una barca pequeña en la que se llevó a Sinfjötli camino del Walhall. La reina fue desterrada y no sobrevivió mucho tiempo, según la Völsunga Saga, puesto que la Edda no menciona este hecho, se limita a comentar que Sígmund vivió mucho tiempo en Dinamarca, en los dominios de Bórghildr y que, más tarde, se fue al sur en donde se encontró con el rey Eylimi; nos lo vuelve a contar la Völsunga Saga:

La bella  Hjördís

Dos poderosos reyes querían convertirse en yernos de Eylimi: Lyngvi, un hijo de Húnding y Sígmund, pero aquél le dejó la elección a la muchacha, ya que confiaba en su buen juicio. El afortunado fue Sígmund, por ser, aunque ya casi anciano, el más ilustre. Mientras los nuevos esposos regresaban a la patria de Sígmund en Húnaland, el despechado Lyngvi, junto con sus hermanos, reunió un poderoso ejército para acabar con la fuerza de los völsungos. Sígmund se dispuso a la lucha, pero, antes, envió a Hjördís al bosque, con una sierva y el gran tesoro real.

                                                       Sigmund y Hjördis. F. Leeke

Aunque Sígmund ya era viejo y su hueste inferior en número, iba ganando la batalla, mediante una fiera lucha, chorreando sangre de pies a cabeza y sin haber sido rozado por ninguno de sus enemigos. Entonces, en plena lid, apareció un sobrenatural guerrero cubierto por un casco de oro y una maya azul (el color escandinavo del luto); llevaba una lanza en la mano y era tuerto. Levantó el arma contra el rey y éste la golpeó con fuerza, pero su espada se partió en dos al chocar contra ella. Naturalmente se trata de Odín y su gesto es idéntico al del final del segundo acto de La Walkyria.

Después de caer los reyes Sígmund y Eylimi, con casi todos sus soldados, el hijo de Húnding quiso capturar a la reina y hacerse con el tesoro que guardaba, pero no lo consiguió. Aquella noche, Hjördís fue hasta el campo se batalla y encontró, moribundo, a Sígmund, que le entregó los trozos de su espada e intentó consolarla: un día Gramr (Batalladora) sería reforjada y empuñada por el hijo de ambos, el más glorioso de los héroes mientras durara el mundo. Al amanecer, el rey emprendió el camino del Walhall que Odín le había abierto con su lanza.

Los vikingos descubrieron la carnicería, apresaron a Hjördís y a su sierva, que corrían por el bosque, y recogieron el tesoro real. Con el tiempo, se casó con el rey vikingo Álfr; ya había dado a luz a un niño de penetrantes ojos: Sigurd, el hijo póstumo de Sígmund.

Hay otras versiones del nacimiento de Sigurd/Siegfried, como la de la Thidrek Saga (La Saga de Thidrek) que se acercan mucho más a la historia que Wagner nos narra en la Tetralogía, pero hablaremos de ellas en su momento.

Estamos viendo que, mientras que Sieglinde reúne características de Signý y Hjördís (hermana y segunda esposa de Sígmund respectivamente), el personaje wagneriano de Siegfried tiene algo de los tres hijos de Sígmund: Sinfjötli, Helgi y, sobre todo, Sigurd.

Helgi

Si el primer ciclo de los poemas heroicos de la Edda Mayor está dedicado a la Leyenda de los Niflungar (Nibelungos) y el tercero a Völundr (Wieland) el mágico forjador (otro tema muy querido por Wagner pero que no llegó a desarrollar), el segundo estará dedicado a este personaje a través de tres poemas que tienen por motivo central el amor del héroe por una walkyria. En el Helgakvidha Hjörvarhssonar(Cantar de Helgi, Hijo de Hjörvardhr),  se nos presenta como hijo de un gran rey y su cuarta esposa: la mujer más bella del mundo, Sigrlinn (no podemos dejar de poner este nombre escandinavo en relación con el germánico Sieglinde). Helgi nace mudo pero la walkyria Sváva, con la que vivirá una amor más poderoso que la muerte, le dará un nombre y el don de la palabra. El héroe vengará a su abuelo, pero no hay nada en el poema que indique su ascendencia völsunga; aunque, en un intento (común a muchas mitologías) de poner en relación personajes y sagas, que en un principio parecen bastante dispares, el protagonista de los dos cantos de las Eddas a los que nos referiremos inmediatamente se considerará como la reencarnación del hijo de Hjörvardhr.


En el Helgakvidha Hundingsbana I (Primer Cantar de Helgi, Asesino de Húnding), Helgi es völsungo, al nacer de Sígmund y de su primera esposa Bórghildr. Cuando empieza el canto, Sígmund ha muerto a manos de Húnding (no a las de sus hijos, como en otras versiones), lo que inmediatamente vengará Helgi, y así comenzará una guerra entre los descendientes de ambos reyes. En el Helgakvidha Hundingsbana II (Segundo Cantar de Helgi, Asesino de Húnding), völsungos y hundingos se matan entre sí y Helgi venga la muerte de su padre en Húnding. Sin embargo, lo que nos llama la atención de este canto es que nos encontramos en él una historia muy parecida a la que relata Siegmund en la segunda escena de La Walkyria; pero, esta vez, con final feliz: Sigrun busca el auxilio de Helgi para que impida su matrimonio con el hombre que le ha impuesto su familia, pero al que no ama. El héroe reúne todo un ejército que vence al de los parientes de Sigrun. Sin embargo, a diferencia de la Primera Jornada de la Tetralogía, la muchacha no se lamenta del violento final de sus parientes, ni muere, sino que se casa con el que la salvó de una unión en contra su voluntad.

También en la Völsunga Saga aparece el personaje de Helgi al que se le dedica, por entero, el noveno capítulo. Podríamos decir que es una versión de Sigurd mimada por las Nornas: llega a la mayoría de edad entablando batalla con el poderoso rey Hundingr matándole a él y a gran parte de los suyos; los hijos de Hundingr vuelven a reunir un ejército para vengar a su padre, pero, de nuevo, son vencidos por Helgi; inmediatamente después de esa victoria, se adentra en el bosque donde encuentra a Sigrún, prometida a un príncipe contra su voluntad; entonces, reúne un gran ejército que, ayudado por una hueste de walkyrias, con Sigrún a la cabeza, vence y mata a su pretendiente. El héroe toma posesión de las tierras conquistadas, se casa con la walkyria y es famoso y querido por su pueblo.



El ambiente cortesano del Nibelungenlied, está ya lejos de las antiguas historias escandinavas: el poderoso rey Sigemunt y su bella reina Sigelint tenían su residencia a orillas del Rin y a un hijo, valiente y cabal, que se llamaba Siegfried. Después de muchas aventuras, y muerta ya Sigelint, el rey tendrá que ir hasta Worms, para llorar la muerte de su hijo asesinado. Pero seguir por este camino sería adelantar acontecimientos...

A través de  la épica del Gran Norte, floreció en varios personajes la sangre de los völsungos que Wagner va a reunir en uno: Siegfried, el héroe sin miedo que matará al dragón y entenderá el lenguaje de los pájaros. Su tema aparecerá, por primera vez, en el tercer acto de La Walkyria, en el momento en el que Brünnhilde, antes de entregarle los trozos de Nothung, le recuerde a Sieglinde que guarda en ella al más sublime de los héroes (al que la diosa inmediatamente dará nombre). No tardará en oírse, en la voz de la mujer, el tema de la Redención por el Amor que sonará aquí y ya nunca más, en la Tetralogía, hasta la escena final del Ocaso de los dioses.

Los hermanos völsungos no pudieron viajar hasta ese país del que hablaba Baudelaire en el que:

No hay más que orden, belleza,
Lujo, calma y complacencia.

Bibliografía

Cantar de los Nibelungos; Madrid, Cátedra, 1998.
Edda Mayor; Madrid, Alianza Editorial, 2000.
Saga de los Volsungos. Madrid, Gredos, 1998.
Sturluson, S.; Edda Menor. Madrid, Alianza Editorial, 2000.

TIEMPOS DE HEROES


 Por Fátima Gutiérrez ("Wagnermanía octubre de 2001)Tempestad y el bramido de la tormenta; inclemencias del tiempo en el bosque. La ruda orden del dios resuena y se repite, deformada por la ira, y el trueno irrumpe obediente. El telón se alza como si lo hubiera abierto un viento tempestuoso. Ahí estaba la cabaña pagana, con las brasas del fuego relumbrando en la oscuridad y la destacada silueta del tronco del fresno en el centro. T. Mann. Sangre de Welsungos.

                Un hombre traspasa el umbral de la cabaña. Llega extenuado. Es evidente que huye de alguien o de algo. Al saberse solo, se deja caer sobre una piel de oso, junto al fuego. Aparece una mujer. No muestra ningún temor frente al extranjero que yace en su choza. Sin preguntas, se dispone a socorrerle, primero con agua, después con hidromiel. El parecido entre ambos es extraordinario...
El modelo heroico
Alan Lee. Wotan en la sala de Hunding
            En el Prólogo del Anillo del Nibelungo, dioses, gigantes, enanos y ondinas se disputaban el oro del Rin. Pero, en todas las mitologías, los conflictos de los seres sobrenaturales terminan, tarde o temprano, afectando a los hombres. La primera escena de La Walkyria, tratará de individuos de talla excepcional, pero humanos: los héroes. Para Homero, son mortales (lo que les da el carácter trágico) de valentía y méritos superiores, favoritos, por ello, de los dioses; para Hesíodo, son hijos de dioses y humanos. Siegmund cumple este primer requisito, ya que Wagner nos lo presenta como un esforzado guerrero, hijo de Wotan.
Otra de las características del "modelo" heroico es que un universo hostil le amenaza desde su infancia, lo que le hace llevar una vida oscura, muy diferente de aquella que se podría haber previsto por su ilustre nacimiento. Son los años ocultos del héroe, en los que las múltiples dificultades acaban de templar su formidable personalidad. Siegmund también cumple este requisito, como se puede constatar en la segunda escena del acto inaugural de La Walkyria, donde relata a Sieglinde y a Hunding la vida desdichada que ha llevado desde que un día encontrara su hogar arrasado, a su madre muerta y a su hermana gemela desaparecida; no mucho después, también se vería separado de su padre. La mitología llama a este periodo específico el de la "vida oculta" o la "muerte aparente" del héroe, al que pondrá fin una "señal" que permita reconocer su origen, lo que se llama "epifanía" o manifestación heroica. En el primer acto de la Primera Jornada de la Tetralogía, esta señal será, naturalmente, el que consiga extraer la espada que, sólo para su hijo, Wotan clavó en el fresno y que, por más intentos que se hicieran, nadie pudo arrancar antes que él.
F. Leeke. Sieglinde y Siegmund
En el momento en el que el héroe ha sido "reconocido", empiezan sus "gestas"; la más típica es la del combate con algún monstruo que guarde un tesoro (lo que, como sabemos, llevará a cabo su hijo Siegfried en las versiones germanoescandinavas del mito, porque en la anglosajona, según el Beowulf, es Siegmund el que mata al dragón y se hace con el tesoro), que haya secuestrado a una doncella o sembrado el pánico arrasando alguna comunidad. A veces, el monstruo es reemplazado por una multitud de enemigos o por uno de talla gigantesca. Venciendo en esta prueba, el héroe suele aparecer como el reverenciado salvador de todo un pueblo: es su "apoteosis". Más tarde, no importa que sea abandonado por los dioses o incluso "traicionado" (lo que les ocurre a algunos griegos como Héctor o Heracles y a muchos héroes germanoescandinavos, ya que Wotan necesita de ellos en su Walhall para que estén a su lado en la batalla final del Ragnarök), no importa que muera: su destino se ha cumplido y su gloria perdurará en la memoria de los hombres. Pero, cuando Siegmund se enfrenta en lucha singular con Hunding, éste no tiene la astucia de una esfinge ni las fantásticas hechuras de un dragón, y Fricka ya ha obligado a Wotan a que cambie de parecer con respecto a su destino. Con Wagner, el héroe Siegmund no llegará a su apoteosis. Vamos a ver qué ocurre con sus predecesores míticos.
Eddas, Völsunga Saga Nibelungenlied
Si, hasta ahora, nos habíamos centrado especialmente en las Eddas, a partir de este momento, no las dejaremos de lado, pero también nos serviremos preferentemente de la Völsunga saga y, en menor medida (porque, en contra de lo que se pueda creer por el título, va a influir muy poco en el maestro de Leipzig), del Nibelungenlied, la obra más importante y célebre de toda la producción poética alemana de la Edad Media. También haremos alguna referencia al Beowulf el antiquísimo cantar de gesta (escrito en la primera mitad del siglo VIII) que, aunque anglosajón, se presenta como una epopeya del antiguo mundo germánico.
Edda Mayor (Codex Regius)
Pero, es Escandinavia quien ha conservado las versiones más antiguas de la materia de los Nibelungos a través de los cantos heroicos de la Edda Mayor(aparecida hacia 1250, si bien redactada entre 1150 y 1200 y compuesta de poemas que se remontan a tradiciones orales surgidas entre 800 y 1200). Algo más tarde, tanto la anónima Völsunga Saga (hacia 1260) como la Edda Menor (hacia 1220) de Snorri tratarán, en prosa, el mismo tema, aunque esta última de manera muy sucinta en el Skáldskaparmál (Lenguaje del arte escáldico). En cambio, no conservamos las versiones más antiguas del Nibelungenlied (hacia 1200), aunque, es muy probable que se tratara de poemas heroicos, que la tradición oral empezó a difundir a partir del siglo VI, relacionados con ciertos acontecimientos históricos, de los que hablaremos más adelante.
Se puede dividir la materia tratada por las leyendas de los Nibelungos en cuatro ciclos: infancia de Sigurd (Siegfried), muerte de Sigurd, final de los Burgundios y muerte de Atli (Atila). Wagner se referirá al primero y desarrollará el segundo en las tres Jornadas del Anillo.
Sígmund, Sigmundr, Siegmund
A. Rackham. Siegmund, Sieglinde y Hunding
            Aunque Sígmund es mencionado por la Edda Mayor en numerosas ocasiones, en la mayoría de éstas sólo se hace referencia a él como "hijo de Völsung" y, sobre todo, como padre de Sígurd. Únicamente dos cantos: la brevísima Frá dauda Sinfjötla (La muerte de Sinfiotli) y la introducción del Helgakvida Hundingsbana önnor (Cantar segundo de Helgi el matador de Hünding, en donde también se nos indica que existió un viejo poema eddico que se llamaba El Antiguo Cantar de los Volsungos, hoy perdido) nos dan algo más de información sobre él: se trata de un poderoso rey de los francos, del linaje de los völsungos o ylfingos (literalmente: hijos del lobo), casado en varias ocasiones y padre de numerosos héroes, que pasó parte de su vida en Dinamarca y estuvo abiertamente enfrentado con otro gran rey guerrero: Húnding (que da nombre a la legendaria Húndland -Tierra de perros- vemos que Wagner no despreciará estas antiguas etimologías). Según algunos cantos de la Edda,Húnding (según otros, los hijos de éste) matará a Sígmund, por lo que le vengará su hijo Helgi en algunos poemas de la Edda Mayor, ya que en otros, como la Grípisspá (Predicción de Grípir) o los Reginsmál (Dichos de Regin), será Sígurd el vengador, que matará a los hijos de Húnding mediante el "águila de sangre", un duro suplicio, reservado a los asesinos de un padre y que consistía en cortar las costillas y echarlas hacia atrás en forma de alas desplegadas.
            Snorri se limitará a presentarnos a Sígmund como hijo de Völsung y de Hiordis, hija, a su vez, de Eylimi cuyo padre fue, como sabemos por la Edda Mayor, Hreidmar (al que Fafnir asesinó, aprovechando su sueño. VidLa seducción y el oro), con lo cual, en la tradición germanoescandinava Siegfried será quien también vengue, en última instancia, a su antepasado Hreidmar, y, lo que es más curioso, en esta misma tradición, el dragón y el héroe son parientes: hijo y tataranieto, respectivamente de Hreidmar.
            La Völsunga Saga (de donde más directamente se inspirará Wagner), nos da una información más clara y ordenada que la que nos ofrecen las Eddas sobre el personaje de Sigmundr que, en primer lugar, se nos presenta no como hijo, pero sí como descendiente directo de Odín por vía paterna, ya que Völsung es hijo de Rerir y éste lo es, a su vez, de Sigi, cuyo padre fue el rey de los dioses.
P. Wilson. Sigmund y la loba
El noble y fuerte Völsung, reinó en el país de los hunos, como su padre; se casó con  Hljód, la hija de un gigante, con la que tuvo once vástagos (los dos mayores, Sigmundr y Signý, además de ser los más bellos e inteligentes, eran gemelos) y mandó construir un salón tan enorme que, dentro de él, crecía un árbol (si bien en este caso se trata de un manzano y no de un fresno como en Wagner). Siggeir, rey de los gautas, pidió la mano de Signý y se arregló un matrimonio que no agradaba a la novia. Durante el banquete nupcial, apareció un enigmático personaje: un anciano alto, tuerto, cubierto por una capa raída (Odín, naturalmente) y llevando en la mano una espada que hundió en el tronco del árbol declarando que era excelente y pertenecería a aquél que pudiera sacarla. Todos los invitados lo intentaron, pero sólo Sigmundr lo logró. Siggeir quiso comprarla, pero el hijo de Völsung se negó a ello, con lo que nació la enemistad entre las dos familias.
Hasta aquí, hemos podido reconocer algunos rasgos de Sieglinde en la figura de Signý; esto junto con el motivo de la espada, clavada por Wotan en el árbol y que sólo Siegmund podrá arrancar, son claras similitudes entre la Völsunga Saga y el acto primero deLa Walkyria.
Siggeir puso fin al banquete de bodas antes de tiempo y regresó a sus tierras llevando a Signý contra su voluntad, pero invitando a Völsung y sus demás hijos a visitar su reino en un plazo de tres meses. Al llegar, Signý les avisó de la traición que se fraguaba contra ellos: su marido había reunido un poderoso ejército para aniquilarlos. Pero el orgullo y la aceptación del destino pudieron más que la advertencia y se entabló una batalla desigual en la que Völsung cayó junto con su ejército, a la vez que todos sus hijos eran hechos prisioneros. Por sugerencia de Signý, no se dio muerte inmediata a sus hermanos sino que fueron colgados de un tronco por los pies y abandonados en un bosque. Cada noche, una loba llegaba junto a ellos y se comía a uno, hasta que sólo quedó Sigmundr. Entonces, la mujer envió a un criado al que mandó restregar un terrón de miel por la cara y la boca de su hermano. Al llegar, la loba olfateó la miel y metió su lengua en la boca de Sigmundr, lo que éste aprovechó para mordérsela; el animal dio un gran salto hacia atrás y partió el tronco en dos; así se pudo liberar el hombre, mientras la loba moría con la lengua arrancada, y refugiarse en el bosque donde le encontró Signý. Juntos planearon la venganza. Nada de este cruento episodio quedó reflejado en la obra de Wagner.
Autor desconocido Siegmund defiende a Sieglinde frente a Hunding
El rey Siggeir tenía dos hijos con Signý a los que ésta envió junto a su hermano para ver si podían ayudarle, pero ambos resultaron ser débiles, por lo que, a instancias de su madre, Sigmundr los mató. Entonces la mujer decidió que sólo un hijo de Sigmundr sería lo suficientemente fuerte y valeroso para ayudarle en la venganza, así que intercambió su forma con la de una hechicera, pasó tres noches con él y, más tarde, parió a Sinfjötli que demostró ser un auténtico völsungo, valeroso, bello y fuerte. Aquí volvemos a encontrar una correspondencia temática entre la Völsunga Saga y la Primera Jornada de la Tetralogía, se trata, por supuesto, de la unión incestuosa entre los gemelos, de la que nacerá un héroe; aunque ese héroe aún no sea Sigurdr (Siegfried) y Sigmundr no sepa que la mujer con la que pasa las tres noches en el bosque es su propia hermana.
Aun desconociendo su origen, Sigmundr se propuso templar el valor de Sinfjötli, recorriendo con él el bosque y matando todo lo que se ponía a su alcance. Así llegaron hasta una cabaña en la que dormían dos hombres con sendas pieles de lobo suspendidas sobre sus cabezas que, por un encantamiento, sólo podían quitarse cada diez días. Sigmundr y Sinfjötli vistieron las pieles y, al instante, quedaron convertidos en  lobos. Con este episodio, la Völsunga Saga hace alusión a los bersekir, una raza de guerreros odínicos famosos por su ardor en el combate: se dice que luchaban desnudos y ni el fuego ni el hierro les dañaban; berserk significa etimológicamente "camisa de oso", pero también se les llamaba ylfhednar: "pelliza de lobo" y no podemos dejar de poner en relación este episodio con el momento en el que, en el acto primero de La Walkyria, Siegmund, que se llama a sí mismo Lobezno,  narra el tiempo que pasó con su padre Lobo en el bosque, cazando y depredando hasta que perdió su rastro y sólo encontró en su lugar una piel de lobo. De la Völsunga al Anillo, los personajes varían (Sigmundr/Sinfjötli, Wotan/Siegmund), pero el motivo sigue siendo el mismo.
A. Rackham. Siegmund empuña a Nothung.
Después del periodo de entrenamiento para la lucha en el bosque, Sigmundr y Sinfjötli estarán preparados para la venganza contra Siggeir. Entran en su palacio, degollan a sus hijos, son apresados y enterrados vivos; pero, Signý, antes de que la tumba fuese totalmente sellada con una losa, les arroja una gavilla de heno que esconde un trozo de tocino que sirve para disimular la espada se Sigmundr. Con ella, cortaron la losa y se liberaron. Entonces quemaron el palacio de Siggeir que ardió vivo junto con Signý, quien, después de descubrirle a Sigmundr el secreto de su paternidad, se arrojó alegre y voluntariamente al fuego. Nada de esto se reflejará en la obra de Wagner.
Padre e hijo regresaron a las tierras de sus ancestros donde Sigmundr se convirtió en un rey poderoso y se casó con Borghildr con quien tuvo dos hijos: Helgi y Hamundr. El primero se encontró con un rey llamado Hundingr... Pero ésa ya es otra historia...
De nuevo de la mano de Thomas Mann, volvamos al escenario de la Colina Verde: Compararon entre sí sus ojos y sus sienes, sus frentes y sus voces, y las encontraron iguales. Este reconocimiento apremiante y creciente les arrancó el nombre de su padre. Entonces ella lo llamó por el suyo -"¡Siegmund! ¡Siegmund!-, él blandió sobre su cabeza la espada que había liberado y, dichosa, le cantó quien era: su hermana gemela, Sieglinde... Él abrió embriagado sus brazos hacia ella, su novia, ella se lanzó contra su pecho, el telón se cerró con un leve fragor, la música giró sobre sí misma en un remolino rugiente, estruendoso y espumeante de pasión desatada, girando una y otra vez hasta, con un imponente retumbar, detenerse de pronto.

Bibliografía
Beowulf y otros poemas anglosajones; Madrid, Alianza Editorial, 1999.Cantar de los Nibelungos; Madrid, Cátedra, 1998.Edda Mayor; Madrid, Alianza Editorial, 2000.Mann, T.; la voluntad de ser feliz y otros relatos; Barcelona, Alba Editorial, 2000.Saga de los Volsungos. Madrid, Gredos, 1998.Sturluson, S.; Edda Menor. Madrid, Alianza Editorial, 2000.
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