SOBRE "OPERA CLUB"

ÓPERA CLUB es un emprendimiento que nace el 17 de noviembre de 1990 a partir de un programa emitido por Radio Cultura. Este programa tuvo características muy especiales que lo transformaron, casi de inmediato, en el de mayor audiencia en su género.

Por primera vez se trataba el tema operístico con un absoluto desapego a las formas tradicionales de acartonamiento y solemnidad. Quedó en claro desde un principio que se trataba de un programa de ópera y no de cantantes –de estos últimos se ocupaba la mayoría-. Procedimos a lo que nuestro locutor de entonces (Mario Keegan) dio en llamar “derribando mitos” -desmitificar leyendas, anécdotas o lisas y llanas mentiras que con los años se convirtieron en falsas verdades-. Seguimos muy de cerca toda la actividad musical de Buenos Aires y La Plata poniendo muy especial énfasis en la promoción de los intérpretes jóvenes que estaban haciendo sus primeras armas –en la mayoría de los casos a puro pulmón- aunque sin descuidar las grandes figuras nacionales e internacionales que nos visitaban. Por último, el formato horario de cuatro horas nos permitió tratar amplia y distendidamente diferentes temas en un sólo programa desarrollado a través una conversación sin planificación previa entre dos a cinco co-conductores.

Todo esto nos puso en el primer lugar durante poco más de diez años. Diversos problemas –fundamentalmente económicos y de necesidades de programación de la radio- nos fueron acortando la duración y concluímos transmitiendo una hora a la medianoche del sábado. De esta manera fuimos perdiendo, junto con audiencia, nuestras características distintivas.

A partir de septiembre de 2012 nos mudamos a Radio Amadeus Cultura Musical recuperando nuestro formato original e intentando, de a poco y con mucho esfuerzo de todo tipo, retomar nuestro puesto de liderazgo –tarea nada fácil, por otra parte-.

Comencé diciendo que ÓPERA CLUB es un emprendimiento que nace a partir de un programa de radio. Esto es porque no es sólo un programa de radio –o, mejor dicho, el programa es casi como un pretexto-, sino un modo de unir a los oyentes tras un objetivo superior en común. El verdadero protagonista del programa no son ni los cantantes ni la música, son los oyentes –sus destinatarios y razón de ser-. Es por eso que los llamados telefónicos o mails son fundamentales para la concreción de lo que sale al aire. La audición es una excusa para que nos comuniquemos, nos conozcamos y podamos realizar y armar el programa y las actividades en forma conjunta.

Siempre me ha preocupado la incomunicación y soledad que aquejan a nuestra sociedad de manera cada vez mayor desde la segunda postguerra. Esta idea de nuclearnos bajo un interés u objetivo común es, para mí, un medio para paliar este terrible mal. Para esto, además del programa –y en lo personal más importante- son las diversas actividades que hemos venido realizando –con menor o mayor frecuencia- durante los últimos veintitrés años: encuentros, charlas, recitales, conferencia-debates, intercambio de material y, fundamentalmente, exhibición de videos (hoy DVDs) de diversas funciones operísticas –recuerdo con especial cariño el ciclo multitudinario que realizamos en el Centro Cultural General San Martín colmando ampliamente la capacidad plena de la Sala AB-. También estas actividades se vieron notablemente disminuídas con la anteriormente citada decadencia del programa –al que están intrínsecamente unidas-.

En esta nueva etapa muchas son las esperanzas y muchos los proyectos. La idea de congregarnos bajo nuestro amor a la ópera es, vuelvo a repetirlo, sólo un pretexto para encontrarnos virtual o realmente, tanto en nuestra relación comunicador-oyente como en forma personal. Este sitio, el Facebook y, en un futuro muy próximo, el Twitter serán nuestras herramientas virtuales a utilizarse en forma dinámica. Queremos crear un foro de debate y discusión a través del que no sólo hablemos de lo que nos gusta sino que intercambiemos ideas sobre políticas culturales. Necesitamos ampliar horizontes y promover los valores estéticos y culturales en los que se basan las obras de arte. De esta manera, a través de estos valores y del intercambio de ideas, iremos creciendo como personas y ayudando a crecer a nuestro entorno. Recordemos que los grandes cambios se producen, en general, a partir de los pequeños cambios individuales.

En cuanto al programa en sí mismo, posee una dinámica que va haciéndose cada vez más participativa –ya hemos desarrollado algunos temas propuestos por ustedes y esperamos una participación cada vez mayor-, poseemos también una enorme discoteca –probablemente la más grande de nuestro medio- con una cantidad de grabaciones que está muy holgadamente en la cantidad de cinco cifras y que abarca desde los primeros cilindros hasta las últimas funciones efectuadas en el mundo –a veces el mismo día de la emisión-, presentamos a las grandes figuras que nos visitan y hacemos una fuerte promoción de lo que están preparando los distintos grupos que han aparecido fuera del marco de los teatros oficiales y que es en donde realmente se encuentra el futuro.

La ópera es el centro pero no nos cerramos en ella. Abarcamos también los demás géneros vocales (opereta, zarzuela, oratorio, canción de cámara, sinfónico-vocal) y estamos, aún tímidamente y en muy pequeñas dosis, abriéndonos a todo el espectro de la música clásica (o académica –término que no me gusta pero al que adhiere muchísima gente-) En cuanto al período de lo que difundimos, es amplísimo y sin reservas ya que vamos desde la música medieval hasta las últimas manifestaciones de vanguardia.

En síntesis, estamos buscando crecer a partir del debate y la interacción. Considero que la relación estática con un oyente pasivo ya no es aceptable y pertenece a un tiempo que ya fue –no estoy valorizando, sólo presentando un hecho-. El piso de este proyecto es el que estamos transitando. El techo quisiera creer que no tiene límites (una sede propia, una emisora....).

Entre todos podemos lograrlo. Esto intenta ser un verdadero Club y les pido que se unan. Les garantizo que el crecimiento y el gozo serán ampliamente satisfactorios.


Dr. Roberto Luis Blanco Villalba


UNA CREACION DE ROBERTO BLANCO VILLALBA

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viernes, 22 de julio de 2016

   IL PIRATA Y EL NACIMIENTO DEL  
                MELODRAMA ROMÁNTICO 
   Dr. Roberto Luis Blanco Villalba 


La sorprendente y conmovedora parábola belliniana duró exactamente diez años, desde el estreno de su primer trabajo (1825) hasta su muerte en 1835. 
Profundamente lírico y elegíaco, contrapartida musical de Giacomo Leopardi –aunque con un dejo clásico que lo asimilaría a Vincenzo Monti- Bellini es el primer romántico auténtico de la música italiana, ya que el arrollador e indomable verbo donizettiano se desarrollará algo posteriormente. 
El romanticismo llega a él súbitamente y se hace canto, un canto “que apenas surgido ya ha arribado y es inmediatamente río y mar” (Ildebrando Pizzetti) 
Siciliano de origen abrucés, se formó en Nápoles durante los últimos tiempos de la gloriosa tradición operística de la ciudad partenopea y entre sus maestros se contaron los nombres de los últimos representantes genuinos de la más que secular y espléndida escuela napolitana. 
           
                       
Después del estudiantil y olvidable ensayo de “Adelson e Salvini” logró su primer éxito en 1826 al estrenar en el San Carlo la ópera “Bianca e Gernando”, mutación impuesta por la censura al título original ya que no era aceptable el uso del nombre del monarca (Fernando) sobre el escenario. 
Donizetti, presente en las funciones, observó las indudables dotes lírico-dramáticas del joven catanés y lo presentó al poderoso empresario Domenico Barbaja, que lo alentó a dirigirse a Milán en donde lo recomendó calurosamente. 
Ya en la capital lombarda y pese a la recomendación de Barbaja y al triunfo de “Bianca e Fernando”, encontró cierta oposición entre las autoridades de la Scala. Esta desconfianza no alcanzó al genovés Felice Romani –el más importante libretista de 
     
                      
de la época- que se encontraba trabajando con Mercadante en el estreno de “Il Montanaro”. Entre ambos artistas surgió una profunda amistad, fruto de ideales estéticos comunes, que fructificaría en una labor conjunta de poco común importancia a través de todo el resto de la producción belliniana a excepción del postrer “Puritani”. 
Romani propuso a la Scala escribir u libreto renunciando a sus honorarios. La propuesta fue rechazada, pero la confianza demostrada por el escritor decidió que finalmente se encomendara a Bellini la composición de una ópera para cerrar la temporada de otoño de 1827. 
Mucho se ha hablado acerca del origen del libreto, al que durante mucho tiempo se consideró un trabajo original o se lo hacía derivar de una de las dos baladas en verso –la que recita Mina- en “The Pirate de Walter Scott. Hoy sabemos que el tema fue tomado de “Bertram ou Le Pirate” del francés Isidore Taylor (llamado Raimond), derivado a su vez de “Bertram or the Castle of St. Aldobrand”, primera de las cuatro tragedias del clérigo Charles Maturin (1782-1824), estrenada por el célebre Edmund Kean en el Drury Lane de Londres en 1816 contando con el padrinazgo -¡nada menos!- que de Sir Walter Scott y Lord Byron. 
           
                    
La partitura fue compuesta entre mediados de mayo y fines de septiembre y estrenada en la Scala el 27 de octubre de 1827 con Henriette Meric Lalande como Imogene, Giovanni Battista Rubini encarnando al personaje titular, Antonio Tamburini en el rol de Ernesto, Pietro Anziloni en el de Goffredo y Lorenzo Lombardi y Marieta Sacchi en los de Itulbo y Adele. La dirección estuvo a cargo del maestro al cembalo Vincenzo Lavigna, que habría de alcanzar la inmortalidad como maestro de Giuseppe Verdi. 
        
                     
El éxito fue extraordinario y acompañó a cada una de las quince representaciones que se ofrecieron hasta fin de año. A partir de entonces la obra comenzó una carrera internacional bastante importante ofreciéndose, entre otras ciudades, en Viena en 1828, Londres en 1830 y París y Nueva york en 1832. Buenos Aires la conoció en el Teatro Principal de la Victoria en 1850 con dirección de Juan Rivas y la participación de Carolina Merea, el tenor Mugnay y el barítono Ramonda en los papeles centrales. 
La aparición de las grandes obras bellinianas y donizettianas y la verdadera revolución que supuso la irrupción del genio verdiano –amén de las producciones francesas y alemanas- cambiaron el gusto del púbico y condenaron esta obra al olvido, del que fue rescatado en Roma en 1935, en ocasión del centenario de la muerte del compositor, con participación de Iva PacettiBeniamino Gigli y Mario Basiola dirigidos por Tullio Serafin, sin demasiada aceptación del público ni de la crítica. Finalmente obtuvo la aprobación general con motivo de su exhumación en la Scala en 1958 con Maria Callas, Franco Corelli y Ettore Batianini con la dirección de Antonino Votto. 
                      
Con esta tercera ópera Bellini atrae definitivamente sobre sí la atención del público y fija los moldes del melodrama romántico que habrá de alcanzar su madurez en la donizettiana “Anna Bolena”. 
Cuando todos los operistas italianos giraban alrededor de la figura de Gioacchino RossiniBellini elige un camino propio, mucho más íntimo y concentrado y con evidentes raíces en el elegíaco mundo de Giovanni Paisiello. 

Pese a una música ecléctica y, por momentos, imprecisa “Il Pirata” muestra ya las características de ese lirismo límpido y puro que habrá de constituir el centro mismo del estilo belliniano. Existen en la partitura algunos elementos dramáticos que no serán fecuentes en el resto de su producción, tales como un desembozado apasionamiento casi byronano, el uso de recitativos de inusual intensidad con fugaces manchas melódicas en su desarrollo –con indudable influencia de Donizetti- y un color oscuro y un empuje dramático que en cierto punto anticiparían a Verdi. 
        
                       
La orquestación es la más rica que haya escrito Bellini (nuevamente haciendo excepción de “I Puritani”) ya  que a partir de entonces la irá haciendo cada vez más despojada en cada nueva partitura con el fin de privilegiar la melodía cantada como modo único e insustituible de expresión. 
Además de la obertura –cuyo Andante moderato proviene de “Adelson e Salvini”- se destacan los estupendos dúos de Imogene con Gualtiero y Ernesto y algunos números de conjunto de real interés. El punto más alto se encuentra en la logradísima escena fina que rompe con el tradicional rondó rossiniano, constituyéndose además en el primer ejemplo romántico de una escena de locura en la ópera italiana. 
          
  Dr. Roberto Luis Blanco Villalba 
     

Para escuchar:  
Montserrat Caballé (Imogene)-Laviano Labò (Gualtiero)-Piero Cappuccilli (Ernesto). Orquesta y Coro del Maggio Musicale Fiorentino. Director: Franco Capuana (13 de junio de l967) 

Maria Callas (Imogene)-Pier Miranda Ferraro (Gualtiero)-Costantino Ego (Ernesto).Director: Nicola Rescigno  (Carnegie Hall de Nueva York, 27 de enero de 1959) 
Libreto traducido al castellano; 


MUSICA ARGENTINA ESTUPENDAMENTE PROGRAMADA

Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto”, Director: Luís Gorelik. Solista: Marcela Méndez (Arpa). Programa: Juan Carlos Zorzi (1935-1999): “Adagio Elegíaco” (In Memoriam Gilardo Gilardi-1963). Alberto Ginastera (1916-1983): “Glosas sobre un tema de Pau Casals” (versión 1977 para Orquesta Ampliada). Concierto para Arpa y Orquesta, Op. 25. CCk, Sala Argentina, 13 de julio de 2016.

   Un interesante programa presentó Esta agrupación consagrada al repertorio Nacional, sea Este Clásico o Popular. Hablar de dos compositores muy representativos, consagrados ambos a bucear en Ntras. Raíces y Ntra. Identidad, y además, Maestro (Ginastera) y Alumno (Zorzi), los que fueron reseñados de manera muy interesante por el Director, ya que faltaron programas de mano, y por ello Luís Gorelik, voz en cuello (no funcionó el micrófono), comentó cada obra seleccionada y las etapas que los creadores elegidos atravesaban al momento de componerlas.

  Para el tipo de actividad que la agrupación realizó hasta hace unos meses atrás, el hecho que Gorelik haya sido seleccionado como Director Titular de la misma es un inmenso privilegio para quienes la integran. También distinguir, entre otros, a Rafael Gíntoli como concertino y a Mario Fiocca en Viola, significa una jerarquización mayor del organismo. Bienvenidos sean todos estos avances.

  Y esto se refrendo en las interpretaciones, las que mantuvieron un nivel de excelencia que mucho se agradece. El Concierto, llevado a cabo en la muy cálida sala Argentina del CCK, se inició con la Obra de Zorzi, dedicada a Gilardo Gilardi (su principal formador), compuesta (como Gorelik señaló) casi de un tirón sobre dos temas principales de la “Sinfonía Cíclica” de Gilardi, que el Compositor y Director se hallaba preparando para su estreno absoluto. Escrita para Orquesta de Cuerdas, fue objeto de una versión muy emotiva.

  Luego vino el turno de las “Glosas obre un Tema de Pau Casals”. Aquí el Director explicó que se trataba del estreno de la revisión hecha por Ginastera sobre el original para Orquesta de Cuerdas, dotándola de una mayor orquestación, con lo que se favorecieron muchos efectos tímbricos. El original fue compuesto en 1974, para recordar el primer aniversario del fallecimiento de Casals, y estrenado en San Juan de Puerto Rico, sede de los festivales que llevan el nombre del gran músico Catalán. Esta revisión fue realizada a  pedido de la Orquesta Sinfónica Nacional de Washington y su entonces titular Mtislav Rostropovich, con lo que aquí se entrelazaron unas cuantas coincidencias, ya que Aurora Nátola (segunda Esposa de Ginastera) era alumna de Casals y cultivaban una gran amistad, intensificada a partir de unirse Esta a Ntro. Compositor. Rostropovich, obviamente dada su condición de Violoncellista, también estuvo fuertemente vinculado a Casals. Washington, ciudad en la que se produjeron encargos a Ginastera como “Beatrix Cenci”, una vez mas le pedía un trabajo y, uniendo todo esto, Ginastera le ofreció al gran interprete Ruso, esta reelaboración para cumplir con el pedido. La obra, basada en temas catalanes, tiene como punto de partida el recuerdo de la imagen de Casals viendo los atardeceres en las Playas Portorriqueñas con la vista fija en el mar. De allí todas las llamadas musicales, sonidos que simulan el canto de los pájaros, recuerdos entre sueños al dormitar por instantes, un nocturno que es muy introspectivo, y un vértigo final que lleva a una feliz explosión musical. Todo ello fue expuesto admirablemente por la Orquesta que se lució en la interpretación, la que no tuvo fisura alguna y que fue estupendamente recibida por la concurrencia.

  El final vino de la mano del Concierto para Arpa y Orquesta, op. 25, compuesto para el gran Nicanor Zabaleta. Obra que continua con la etapa nacionalista de la producción de Ginastera, aparece íntimamente ligada a su Op. 23, las inmensas “Variaciones Concertantes” para Orquesta. La ocasión permitió conocer a Marcela Méndez, una arpista de la que no tenía Yo antecedente alguno,  y que me sorprendió gratamente pues se reveló dominadora del instrumento, dueña de un refinadísimo sonido, musicalidad absoluta y una exquisita técnica. Gorelik redondeó una extraordinaria faena, con un acompañamiento en el que en ningún momento sobrepasó al sonido de la arpista, la que hizo lo suyo sin amplificación alguna,  y un conjunto con muy buena respuesta, con momentos de brillo y lucimiento.

  Todo esto no hace mas que decir que valió muchísimo la pena concurrir al CCK. Preparados de esta forma,  con un muy buen conjunto orquestal y muy buena guía, se impone decir que recomiendo abiertamente concurrir a sus conciertos. Descubrirán a intérpretes de muchísimo valor.


Donato Decina

martes, 19 de julio de 2016

DIE SOLDATEN


AL FIN LEVANTO LA PUNTERIA

TL FIN LEVANTO LA PUNTERIA
eatro Colón: “Die Soldaten”, en dos actos. Libreto y Música de Bernd Alois Zimmermann, basado en la obra homónima de Jakob Lenz. Elenco: Marie: Susanne Elmark. Charlotte: Julia Riley. Condesa de La Roche: Noemí Nadelmann. Desportes: Tom Randle. Stolzius: Leigh Melrose. Wesener: Frode Olsen. El Joven Conde de la Noche: Santiago Ballerini. Eisenhardt: Gustavo Gibert. Madre de Stolzius: Eugenia Fuente. Anciana Madre de Wesener: Virginia Correa Dupuy. Capitán Pirzel: Nazareth Aufe. Capitán Mary: Alejandro “Meerapfel. Capitán Haudy: Luciano Garay. Tres Jóvenes Oficiales: Carlos Ullán, Santiago Burgi, Iván Maier. Coronel Obrist, Conde de Spanheim: Christián de Marco. Sirviente de la Condesa de la Noche: Alejandro Spies. Joven Alférez: Mariano Crosio. Oficial Ebrio: Leandro Sosa. Tres Capitanes: Gabriel Vacas, Román Modszelevsky, Edgardo Zecca, y demás roles co-primarios a cargo de bailarines y percusionistas. Orquesta Estable del Teatro Colón, Director de Orquesta: Baldur Brönnimann. Diseño de Escenografía e Iluminación: Enrique Bordolini. Diseño de Vestuario: Sofía Di Nunzio. Coreografía: Carlos Trunsky. Diseño y Realización de Video: Marco Furnari, Espacialización de la Banda Sonora: Mauro Zannoti. Dirección Escénica: Pablo Maritano. Teatro Colón, 15 de Julio de 2016.

  Mas allá de algún aspecto que puede ser perfectible, el balance general que deja este estreno anunciado como Iberoamericano de “Die Soldaten” de Bernd Alois Zimmermann, marcará para el plano doméstico en esta temporada hasta ahora escuálida, el que puede ser el comienzo de un ascenso, o algo así como levantar en algo la puntería en cuanto a calidad de realización, voces y prestación de la Orquesta Estable se refiere.  Obra de difíciles aristas, fundamentalmente en cuanto lo musical, lo que también llevará a la interconexión con lo escénico,  llega a Ntros. (y a Iberoamérica) con cincuenta y un años de atraso, y si nos llevamos también por la experiencias con estrenos mas recientes de obras con complejidades casi similares como “Kraft” de Magnus Lindberg ( a treinta y tres años de su estreno), que requieren de desplazamientos de músicos que se van desdoblando en la interpretación de diferentes instrumentos, la síntesis de ambas obras es que las dos responden a parámetros ya superados, con orquestaciones ahora menos ampulosas y, sobre todo, mucho poder de síntesis al momento de narrar la historia (independientemente del lenguaje musical que se utilice). El valor que este estreno tiene, entonces, es el de mostrarnos como se componía en una época, en la que los compositores, y Zimmermann en particular, necesitaban de una inmensa masa orquestal para poder  expresarse.  Si bien el total de música de “Die Soldaten” se expresa en alrededor de una hora y cuarenta y cinco minutos, los medios empleados son los de una orquesta frondosa, la que llevará por momentos a una fuerza sonora inmensa (al menos lo escuchado en la función que comento), para graficar una historia en la que una muchacha siguiendo el mandato paterno, deja a su novio para vincularse con un oficial militar (lo que supuestamente la llevará a una vida mas acomodada), pero con el transcurrir de la obra irá manteniendo vínculos mas carnales no solo con ese oficial, sino que también lo hará con otros mas. El novio abandonado irá en pos de Ella, pero mas allá de alistarse el también como militar,  y de servir a los oficiales que cortejaron a la protagonista, llegará a la desesperación a tal punto de auto eliminarse y, en lo que a la protagonista se refiere, escapará de ese laberinto en el que se metió, para degradarse de forma tal que culminará mendigando desesperadamente,  en un estado tal en el que no reconocerá a su propio padre al pedirle limosna en la calle, y Este de igual forma tampoco se percatará que es  su  hija, de la que algo quisiera saber , la que le está pidiendo.  Toda esta trama ocurre bajo  trasfondo de una guerra, y por supuesto, la ambientación en la Francia ocupada por el Nazismo funciona a la perfección. Pablo Maritano dispuso de dos paneles divididos en tres niveles de compartimentos en donde va transcurriendo toda la historia y la progresión de la vida de la protagonista, la conveniente iluminación de estos compartimentos nos ubicará en tiempo y espacio. El fuerte componente sexual que el libreto tiene, quedó expuesto de manera inteligente, insinuando mas que exhibiendo, luego de las puestas sobrecargadas de “Beatrix Cenci” y “Dido y Eneas” y mostrando de manera magistral algunas criaturas como la Abuela de la Protagonista, la Madre del frustrado novio o los diálogos entre hermanas que tiene la protagonista. La parte menos favorable es que para llevar a cabo esto en un escenario como el del Colón, los compartimentos superiores no fueron apreciados por los espectadores de las localidades superiores, que perdieron parte de la narración visual de la escena, llama la atención, que siendo Enrique Bordolini el realizador (formado en la casa), que ese detalle no se halla tenido en cuenta. En lo musical, Baldur Bronnimann, presentó un trabajo prolijo, con muchísima potencia en los “Forte”. Tuvo correcta conexión con las voces, pero no hubo lugar para mas cosas. Parte de los movimientos escénicos fueron expresados por Coreografías y una vez mas Carlos Trunsky mostró su valía. Movimientos precisos, expresividad y lucimiento.  Yendo ahora a lo vocal, Susanne Elmark fue una efectiva protagonista que salió airosa del desafío con una buena voz, bien timbrada y con una actuación sin desmayos. Julia Riley como Charlotte supo sacarle jugo al papel, mostrando a una hermana mayor que se desespera por la suerte que la protagonista  va corriendo.

Correctos Frode Olsen como el padre y Noemi Nadelmann como la Condesa de La Roche, pero en cambio Tom Randle como Desportes, Leigh Melrose como el sufrido y atribulado Stolzius, Alejandro Meerapfel como el Capitan Mary, Luciano Garay como el Capitan Haudy, Virginia Correa Dupuy, como la anciana madre de Wesener (o sea la abuela de la protagonista) y Alejandro Spies como el Sirviente de la Condesa de La Roche, se llevaron junto a la protagonista los laureles de meritorias actuaciones. Los demás roles estuvieron bien expuestos, a la altura de semejante desafío.

  Se ha tenido un estreno de mejor calidad  con respecto a algunos anteriores, aunque sín superar a “Requiem” de Oscar Strasnoy, que es lo mejor (Nacional y Contemporáneo) que se haya estrenado últimamente. Se salió de manera airosa. Esperamos mejores realizaciones a futuro.
                                    

Donato Decina

jueves, 14 de julio de 2016

Las primeras óperas venecianas o cómo la ópera se convirtió en negocio


31 de marzo de 2015
LAS PRIMERAS ÓPERAS VENECIANAS O CÓMO LA ÓPERA SE CONVIRTIÓ EN NEGOCIO
Por Yolanda Quincoces
   Si plantea la pregunta “¿cuándo surgió la ópera?”, es probable que la respuesta que obtenga sea “en el año 1600 en Florencia” (hace ya tiempo que se ha admitido la Euridice de Peri como el primer ejemplo del género y no la más conocida Orfeo de Monteverdi). Sin embargo, si nos paramos a pensar qué tienen de parecido aquella primera ópera y la ópera actual, habremos de admitir que las similitudes se limitan al hecho artístico: una obra dramática cantada en la que participan un compositor, un libretista, varios cantantes, una orquesta de mayor o menor tamaño, etc.
   Si, por el contrario, pensamos en los aspectos que rodean a la producción, las diferencias no pueden ser mayores. Aquella primera ópera, cantada en su totalidad, era una obra encargada para una boda real, un acontecimiento irrepetible concebido con el objetivo de complacer a la pareja y a los invitados. Algo bastante diferente del concepto moderno de ópera como espectáculo de ocio para asistir al cual el único requisito imprescindible es poder pagar el precio de la entrada.
   Por lo tanto, si lo que queremos es buscar los orígenes de la ópera tal como la entendemos hoy en día, tendremos que trasladarnos unos pocos años y unos cuantos kilómetros hasta Venecia en el año 1637, cuando una compañía de músicos liderada por Benedetto Ferrari y Francesco Manelli presentaba por primera vez una ópera con fines comerciales (además de artísticos), en un teatro público y cobrando entrada. La ópera se titulabaAndromeda y sería la primera de una larga serie de producciones que convertirían a Venecia en la sede mundial del nuevo género. Sería en esta ciudad donde la ópera tomaría forma y donde definiría sus características, para luego ser exportada a Italia y a Europa.
Antecedentes: la ópera de corte
   El 6 de octubre del año 1600 se dio en Florencia un acontecimiento festivo excepcional: la boda de Enrique IV de Francia con Maria de Medicis. Dicho evento estuvo rodeado de una serie de espectáculos y entretenimientos de diversas clases, entre los que destaca (desde el punto de vista de la musicología actual) la puesta en escena de la primera ópera: la Euridice de Jacopo Peri y Ottavio Rinuccini. Durante los primeros años del siglo XVII, las diferentes cortes italianas se fueron haciendo eco de este nuevo género, como forma de ostentación y de demostración del poder de nobles y monarcas. Uno de los ejemplos más significantes es el Orfeo de Claudio Monteverdi y Alessandro Striggio, obra estrenada en la corte de Mantua en 1607. Tras propagarse por el norte de Italia, la ópera adquirió cierta estabilidad en Roma, donde, a pesar de no haber corte, el papa Urbano VIII estableció esta tradición en su entorno de forma bastante regular, de nuevo con una intención ostentatoria.
   La ópera cortesana estaba concebida como un acontecimiento único, irrepetible, destinado a la celebración de un evento social, político o religioso y contaba para ello con un presupuesto casi ilimitado por parte de la corte que la encargaba. No fue hasta los años 30 del siglo XVII cuando algunos músicos comenzaron a ver la ópera como una posible fuente de ingresos, lo que supondría un giro radical en la forma de concebir este espectáculo e, incluso, en la misma ópera. Y esto no sucedería en Florencia ni en Roma, sino en Venecia.
El primer experimento: Andromeda
   En el carnaval de 1637, una pequeña compañía liderada por los compositores Benedetto Ferrari y Francesco Manelli y que contaba con seis cantantes (incluida la mujer de Manelli, Maddalena), alquiló el veneciano Teatro San Cassiano, (que había sido cerrado en 1633 al ser destruido por un incendio) para representar en él una ópera,Andromeda, con música de Manelli y basada en un libreto de Ferrari. Ambos músicos habían tenido contacto con la ópera en Roma y ya el año anterior (1636) la misma compañía había representado el torneo Ermiona, en Padua. El teatro fue alquilado directamente por la compañía a la familia Tron, propietaria del mismo, que lo había usado anteriormente como teatro de comedia hablada. Tan sólo un mes después de la representación de Ermiona esta poderosa familia ya había acordado con la dicha compañía la reapertura del teatro como “teatro de musica qual se prattica in più parte per lo diletto de l’insegni pubblici”.
   La importancia de Andromeda se debe a que fue la primera ópera representada para un público que había adquirido una entrada. La primera ópera “pública”, en el sentido de que cualquier persona capaz de pagar el precio de la entrada podía asistir a la representación. También es novedoso el hecho de que la ópera no respondía a ningún encargo (como la ópera cortesana), sino que había sido ideada por la misma compañía ejecutante, que había cargado con los gastos de la producción y la organización de la misma. Es decir, se trataba de una compañía prácticamente autosuficiente, si bien es probable que aceptara cierta ayuda económica por parte de la familia Tron. Ferrari, además de escribir el libreto, tocar la tiorba y, probablemente, dirigir la orquesta, actuó comoempresario, una figura fundamental de la ópera veneciana que se encargaba de la organización del espectáculo, tanto en lo económico como en lo artístico.
   El espectáculo fue un éxito que quedó registrado mediante la publicación de un libreto que, además del texto del drama incluía entusiastas descripciones sobre las funciones, la escenografía y el vestuario. Un auténtico escaparate publicitario para la compañía y para el nuevo género.
Primera página del libreto de Andromeda de Benedetto Ferrari, 1637
1637-1645: La carrera de los teatros
   El éxito de Andromeda animó a la compañía del San Cassiano a programar otra ópera al año siguiente: La Maga Fulminata, de nuevo con música de Manelli y texto de Ferrari. A partir de entonces, la actividad operística de este teatro fue muy intensa. Sin embargo, la inestabilidad de un negocio que daba sus primeros pasos provocó que la organización del teatro pasara por al menos cinco compañías diferentes desde su apertura en 1637 hasta 1660.
   Muy pronto otras poderosas familias venecianas quisieron formar parte de la nueva moda operística, como lo había hecho la familia Tron. En el año 1638 abre sus puertas el Teatro SS. Giovanni e Paolo, propiedad de la familia Grimani, construido alrededor de 1635 y reconocido casi hasta finales de siglo como el teatro más cómodo y bello de Venecia. El nuevo teatro se inauguró en la temporada de 1639 con dos óperas producidas de nuevo por la compañía de Ferrari y Manelli (que se había trasladado desde el San Cassiano): Delia, con libreto de Giulio Strozzi y música de Manelli, y Armida, escrita y compuesta por Ferrari. Mientras, en el teatro San Cassiano, una nueva compañía dirigida por Francesco Cavalli, ponía en escena su Le Nozze di Teti e di Peleo (con libreto de Persiani).
   En 1640, otro de los clanes nobles de la ciudad, la familia Zane, inauguraba un tercer teatro operístico: el Teatro San Moisè. Al igual que su predecesor, se estrenó con dos óperas: la Arianna de Monteverdi (libreto de Rinuccini) e Il pastor regio de Ferrari. Si sumamos las producciones llevadas a cabo por los tres teatros, la cifra asciende a un total de cinco óperas por temporada, número que se mantendría más o menos constante hasta 1645, año en que los todos los teatros tuvieron que clausurarse debido a la guerra con los turcos.
   Hasta el inicio de la guerra todavía se abriría un teatro más dedicado a la ópera en Venecia, el último de esta frenética carrera: el Teatro Novissimo. Tenía ciertas peculiaridades en comparación con los otros tres teatros abiertos hasta el momento. Para empezar no era un teatro reconvertido sino que era de nueva planta (de ahí el nombre) y había sido construido específicamente para representar en él ópera. Además, no pertenecía a una única familia sino a un grupo de nobles bastante amplio conectado con la Accademia degli Incogniti, institución fundada en 1630 que contaba con importantes miembros de la clase política veneciana así como con numerosos intelectuales que quisieron participar en el desarrollo del nuevo género (algunos como libretistas, otros como empresarios). El citado teatro tendría una vida corta (pero artísticamente muy relevante), pues no volvería a abrir sus puertas tras el cierre general de los teatros en 1645.
   La primera producción del Teatro Novissimo, La finta pazza (1641), se convertiría en el mayor éxito alcanzado hasta el momento por el género, hasta el punto que definió en gran parte las características de lo que sería la ópera a partir de entonces. Con música del compositor Francesco Sacrati, el libreto había sido elaborado por el miembro de la academia Giulio Strozzi. Una de las claves del éxito de la ópera fue el aspecto escenográfico, visualmente impresionante, en manos del famoso escenógrafo Giacomo Torelli a quien debemos una gran cantidad de avances técnicos en este ámbito. Además, esta ópera encumbraría a la soprano Anna Renzi, que se convertiría en la primera prima donna de la historia.
¿Por qué en Venecia?
   No es una mera coincidencia que fuera precisamente en Venecia donde se instalara definitivamente la ópera. Es muy poco probable que el género hubiera alcanzado tanta fama de intentarse el experimento en otro lugar. Y es que el ambiente de la mítica ciudad era idóneo para la ópera por varios motivos.
   En primer lugar, Venecia se diferenciaba del resto de ciudades italianas en cuanto al clima de libertad que se vivía en la república. Una libertad tanto política como religiosa, que propiciaba la realización de numerosas actividades lúdicas y todo tipo de espectáculos extravagantes, siendo el más importante de ellos el carnaval. Este ambiente estaba favorecido por el hecho de que no existía una corte ni un monarca, sino que el sistema político estaba organizado en diversos organismos a los que se les atribuían funciones diversas, si bien la mayor parte del poder estaba concentrado en el patriciado. Políticamente, además, Venecia se jactaba de una estabilidad sin precedentes, pues la república, fundada en el año 421 era ya más longeva que la antigua Roma, de la que se declaraba sucesora.
   En Venecia se daban cita comerciantes de todo el mundo, era la puerta entre el mundo oriental y el occidental, una ciudad cosmopolita y exótica que volcaba todo su lujo y ostentación en el aspecto teatral, muy importante en el ceremonial político y civil. El patriciado era poseedor de un capital financiero muy importante pues participaba de la rica vida comercial de la ciudad y estaba dispuesto a invertirlo en el mundo del espectáculo, para su propia diversión, para demostrar su poder y, sobre todo, para su enriquecimiento personal.
   Por otra parte, existía una tradición teatral muy importante de comedia hablada (commedia dell’arte), lo que suponía dos ventajas. Por un lado la existencia de unas infraestructuras aprovechables para la ópera (los primeros teatros eran teatros de comedia hablada reconvertidos) y, por otro, la disposición de un público ya acostumbrado a ir al teatro, que era una parte fundamental de la vida social veneciana.
Joseph Heintz el Joven: La Plaza San Marcos en Carnaval (s.XVII)
   Finalmente, la que era la atracción turística más importante de la ciudad, que cada año atraía a alrededor de sesenta mil visitantes, doblando así la población habitual: el carnaval. Durante las fechas del carnaval se daban cita innumerables espectáculos, bailes de máscaras, juegos, desfiles, entre los que la ópera se integró a la perfección como una muestra más del poderío y majestuosidad de Venecia. La presencia en estas fechas de un público amplísimo y deseoso de presenciar cuantas más excentricidades mejor, fue una de las claves del éxito de la ópera.
   Los temas representados en la ópera estuvieron, en gran parte, en concordancia con el tono de opulencia y ostentación general, contribuyendo en buena parte al afianzamiento del “mito de Venecia” durante este siglo. Basados en relatos mitológicos, historias de la civilización romana o la guerra de Troya, buscaban siempre conectar los grandes acontecimientos narrados con la grandiosidad de la ciudad que los acogía.
La ópera como negocio
   La ópera veneciana, entendida como espectáculo comercial, necesitaba de un entramado organizativo mucho más complicado que el de la ópera cortesana. Para llevar a cabo una producción era necesaria la colaboración de un gran número de personas así como un aporte económico cuantioso (sin ninguna garantía). En muchos casos, no sólo no se conseguían ganancias sino que el dinero invertido a priori no se recuperaba tras las funciones. Esto provocaba una gran cantidad de deudas para el teatro, que sólo podían saldarse con la organización de un nuevo espectáculo (suponiendo que éste fuera más lucrativo), lo que, en parte, garantizaba la continuidad del género.
   La figura central del negocio operístico durante el siglo XVII es el empresario, normalmente un personaje individual que se encargaba de la organización de la producción en prácticamente todos sus aspectos. Muy habitualmente actuaba como inversor, es decir, aportaba una cantidad de dinero (en general bastante importante) de su bolsillo para afrontar los gastos de la producción. El riesgo económico era, por tanto, suyo. Además, el empresario era el encargado de contratar a los artistas (compositor, libretista, cantantes, bailarines, escenógrafo, orquesta…) así como a los operarios necesarios para las funciones. Suya era también la gestión del teatro, que normalmente alquilaba a una familia noble. No hay que olvidar que, a pesar del nuevo carácter comercial de la ópera, ésta seguía funcionando como reflejo de un poder político, no ya el de un monarca, sino el del patriciado veneciano.
   La familia dueña del teatro así como otros muchos nobles y personas pertenecientes a la clase alta de la ciudad contribuían al negocio mediante el alquiler de los palcos para toda la temporada operística. Era ésta la mayor fuente de ganancias y la más segura. También era posible adquirir entradas de parterre, zona principalmente ocupada por turistas y algunos ciudadanos, en su mayoría de clase alta. En este sentido, no es del todo acertada la idea de la ópera veneciana como ópera popular, pues eran realmente pocos los miembros de las clases populares que asistían a las funciones.
   En cuanto a los artistas, normalmente eran contratados por temporadas, aunque los teatros intentaban conseguir contratos a largo plazo con los músicos más relevantes para asegurarse el éxito de las producciones. Fue el caso de Cavalli, que estuvo empleado en el Teatro San Cassiano desde 1639 a 1650. Un caso aparte era el del libretista, pues sus beneficios provenían de la venta de los libretos cuyos gastos de impresión, por otra parte, debía financiar él mismo.
   El hecho de que, en las primeras décadas del siglo, cuatro teatros de ópera estuvieran a la vez en activo (cifra que se doblaría en la segunda mitad del XVII) dio lugar a una feroz competencia y a la creación de estrategias para atraer al público a las nuevas producciones. En este aspecto es muy importante el uso frecuentísimo de lapublicidad, especialmente a través de los libretos, como en aquel primero de Andromeda, que alababan el aspecto visual de las producciones. La contratación de los cantantes era uno de los puntos más importantes de la producción de una ópera, pues de éstos dependía el éxito o fracaso de la misma. Los teatros intentaban asegurarse la presencia de estrellas internacionales para atraer a la mayor cantidad de público posible y en ellos se gastaban cantidades de dinero muy superiores a las que recibía el compositor. Siendo Cavalli el compositor mejor pagado de la ciudad, los cantantes más importantes ganaban hasta seis veces más que él (ni que decir ya de los músicos de la orquesta).
   Ya que del público dependía que un teatro se mantuviera o que tuviera que cerrar sus puertas, desde el principio se adquirió la estrategia de adaptar los espectáculos al gusto de los asistentes. Esto influyó también en las características intrínsecas de la ópera, que fueron definiéndose y estandarizándose a lo largo del siglo hasta adoptar unas fórmulas que garantizaran su éxito. El público también exigía una renovación constante del repertorio, de los temas, los decorados y el vestuario, clave para evitar el estancamiento y favorecer el desarrollo del género.
Las bases de la ópera moderna
   En conclusión, es cierto que el negocio de la ópera ha evolucionado y que son muchas las diferencias que nos separan de aquellos primeros ejemplos venecianos, pero también es cierto que esa primera semilla fue la base para el desarrollo de un género y de un modo de organización que se han mantenido en sus rasgos principales hasta la actualidad. El sistema organizativo de la ópera comercial en Venecia durante el siglo XVII supuso un cambio trascendental en la forma de ver éste género. El hecho de convertir un espectáculo privado y al alcance de muy pocos en una actividad pública basada en criterios económicos fue la clave para el mantenimiento y desarrollo de la ópera, que, de no ser así, probablemente habría desaparecido, limitada a una corta serie de funciones cortesanas que no tuvieron continuidad.
BIBLIOGRAFÍA
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viernes, 1 de julio de 2016

Madrid entrega su alma a Plácido Domingo

Lidia Bosch, Fran Pera y María Dolores de Cospedal, ayer, a su entrada al concierto en el Bernabéu.SERGIO GONZÁLEZ
Más de 30 artistas actuaron ayer en el estadio Santiago Bernabéu para homenajear al tenor en un concierto benéfico
  • NOELIA MARÍN
  • Madrid
El estadio Santiago Bernabéu acogió ayer un homenaje a uno de los embajadores más internacionales de la música española y, también, del Real Madrid: Plácido Domingo. El tenor ha cumplido 75 años y decenas de miles de personas se reunieron para disfrutar de Plácido en el alma, un concierto solidario en reconocimiento de la carrera musical del artista, que lleva medio siglo dedicado a la música. Más de 30 cantantes y grupos, entre los que destacaban caras conocidas del pop y del rock español como Pablo López, Dvicio o David Bisbal ,entre otros, se subieron al escenario del Santiago Bernabéu.
El lugar de la cita tampoco se eligió al azar. Un homenaje «histórico» -como lo calificó Bertín Osborne, encargado de conducir el concierto- no podía ser en otro lugar que el templo del Real Madrid ya que Plácido Domingo, que en la actualidad es director general de la Ópera de Los Ángeles, es un madridista confeso. Esa pasión le ha llevado incluso a ser el intérprete del himno del centenario del club blanco y de la Undécima Copa de Europa.
Vestido de negro imponente, Plácido despertó los vítores y aplausos del público cada vez que apareció en escena.
Las más de tres horas de concierto se sucedieron entre clásicos de la discografía del tenor -que actuó en solitario y también acompañado por colegas de profesión como Andrea Bocelli- y los temas más actuales de losintérpretes invitados, que no dudaron en felicitar al cantante por su trayectoria profesional.
En contra de los estereotipos, el público asistente fue de lo más variado. Desde familias completas y parejas de mediana edad hasta grupos de adolescentes que, en primera fila, esperaban impacientes la actuación de su ídolo, Pablo Alborán.
Entre los invitados a la cita también hubo algunos artistas procedentes del otro extremo del charco, como Diego Torres, que deleitó al público con su mítico Saber que se puede o Carlos Baute, que levantó a los asistentes de su asiento para bailar al ritmo de Colgando en tus manos. El trío italiano Il Volo, inscrito en el género crossover clásico, también hizo su homenaje a la música clásica con Grande amore, un tema que Plácido descubrió, tal y como reconoció, gracias a sus nietos pequeños.

El baile también tuvo su momento de gloria

Además de la música, el baile también estuvo presente en la noche madrileña. Uno de los momentos más emotivos de la cita lo protagonizó el tenor junto a la bailaora Sara Baras, que danzó al son de la canción Aquellos ojos verdes cantada por él mismo, una actuación que despertó todos los instintos del público. Su taconeo se escuchaba hasta en la zona más alta del estadio y al terminar, el propio Plácido se arrodilló ante ella como muestra de agradecimiento y devoción.
También actuaron Los Secretos, Alejandro Sanz, Pablo López, Fehr (Maná), Juanes, Diana Navarro, José María Cano, Pablo Sáinz, Arturo Sandoval, Café Quijano, José Mercé, el propio Bertín Osborne y alguien muy especial para el tenor, Plácido Domingo Jr., su hijo, con quien protagonizó un emotivo momento sobre el escenario.
Después de que todos los artistas pasaran por el escenario, el tenor se despidió visiblemente emocionado y aseguró que se iba "con el alma emocionada".
Pese al nivel de la cita musical, todos los invitados acudieron de forma altruista y la recaudación del multitudinario concierto se destinará a 38 escuelas sociodeportivas de la Fundación Real Madrid en México. Fue una cita en la que el binomio clásico y moderno consiguió que Madrid se rindiera ante el alma de Plácido Domingo por una causa solidaria.
ESCUCHENOS TODOS LOS SABADOS, A PARTIR DE LAS 20 HS POR RADIO CULTURA MUSICAL 104.9 Y POR www.culturamusical.com.ar.
ESCRIBANOS A operaclubradio@gmail.com