«El coste de una ópera es un disparate. En la época de Callas no era así, ni hacía falta»
El barítono italiano, triunfador en el Maestranza, dice que muchos directores de escena son «arrogantes y se cargan las óperas por querer hacerlas modernas»
Con más de 500 rigolettos a sus espaldas y con más actuaciones que nadie sobre el escenario de la Scala de Milán, el cantante italiano asegura en una entrevista concedida a ABC que «lo que cuesta hoy montar una ópera es obsceno, con tanta gente sin trabajo». Y añade: «La ópera es emoción, magia. Su música y su historia bastan y todo se podría hacer sin esas puestas en escena tan costosas ni tanta tecnología. Se podría hacer una ópera con 50.000 euros».
«Además -dice el prestigioso barítono- los montajes caros son cosa de los últimos cuarenta años. Antes no eran así, en la época de la Callas eran más sencillos y no hacía falta. Se ha inflado mucho todo. Los cantantes cobramos demasiado y lo que cobran muchos directores de orquesta es injustificable, todo lo cual ha convertido la época en algo elitista con entradas que cuestan 100, 200 ó 300 euros, cuando debían costar 30 euros como máximo, para que todo el mundo pudiera verlas».
Nucci considera también que muchos directores de escena actuales, a los que califica de«arrogantes» y «aprovechados», «se cargan las óperas por querer hacerlas modernas». «No hay ninguna necesidad de llevar la Bohème al mundo de la drogadicción o convertir a la Traviata en una yonqui. Eso es justo lo que hace anacrónica una ópera», añade.
El cantante italiano, que se despide el sábado del Maestranza, reconoce, sin embargo, que algunas óperas resultan demasiado largas y admite que es difícil de aguantar estar cuatro horas y medio sentado escuchando, por ejemplo, un título de Wagner. «Como dice Puccini en "La bohème" la brevedad es muy valiosa, un premio. Yo también canté a Wagner, pero no creo que se necesite un chelo de 45 minutos».
Mecánico de profesión hasta los 25 años, cuando entró en el coro de la Scala de Milán, Nucci es hijo y nieto de un herrador de caballos. «Mi padre dejó de hablarme durante un año, cuando entré en el coro porque pensaba que no haría carrera. Y yo también lo pensaba. Pero cuando cumplí 28 empecé a despegar y ya él se convirtió en mi primer fan», dice.
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