UNA DIGNA “TOSCA”
PARA RECORDAR A UN GRAN ARTISTA AL QUE POR CIERTO SE LO EXTRAÑA
Teatro Colón: “Tosca”, Opera en Tres actos con música de
Giacomo Puccini, libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, basado en la obra
de teatro homónima de Victorien Sardou. Intérpretes: Eva María Westbroek
(Floria Tosca), Marcelo Alvarez (Mario Cavaradossi), Carlos Alvarez (Barón
Vitelio Scarpia), Sergio Spina (Spoletta), Fernando Grassi (Sciarrone), Mario de Salvo (Cesare Angelotti), Luis Gaeta
(Sacristán), Carlos Esquivel (carcelero), Julieta Unrein (Pastor). Reposición
de la Puesta año 1992 de Roberto Oswald, a cargo de Anibal Lápiz (Dirección
Escénica y Vestuario), Christian Prego (Escenografía) y Rubén Conde
(Iluminación). Coro Estable del Teatro Colón: Dirigido por Miguel Martínez.
Coro de Niños del Teatro Colón: Dirigido por César Bustamante. Orquesta Estable
del Teatro Colón: Dirección de Orquesta y Concertación: Carlos Vieu. 23 de
Agosto de 2016.
Con el anuncio, a
fines del pasado año, de la temporada actual, todos los comunicadores musicales
pusimos el ojo en la reposición de esta producción ampliamente conocida de
Roberto Oswald, no solo por la categoría que el trabajo tuvo desde su primera
presentación hace ya largos 24 años, sino por la importancia del elenco
conformado, con un trío protagónico de nivel internacional, del que sobresalía
la vuelta al Colón de Marcelo Alvarez
luego de inexplicables 19 años tras su presentación sin que se lo haya
convocado nuevamente. Si bien es
gratísimo poder volver a disfrutar de un trabajo que recibió a cada momento
unánimes elogios, el hecho que una de las últimas puestas que de Oswald haya sido aquel “Falstaff” a medio
presentar por los conflictos gremiales desatados por aquella época de
realización, mueve a que en mi pensamiento ronde la idea de que ese trabajo
debía ser repuesto, mas allá que se haya representado el título verdiano hace
dos años atrás, teniendo en cuenta también la endeblez que la nueva
presentación escénica tuvo (a pesar del formidable Ambroggio Maestri).
La reposición tuvo en
Anibal Lápiz (Con quien Oswald conformó una dupla inolvidable), a su Director
Escénico, a Christian Prego (quien se sumó en los últimos años a la dupla de
creadores), como encargado de la reposición escenográfica y a Ruben Conde como
repositor de la iluminación. Técnicamente irreprochable en todo sentido. La
magnificencia volvió a rondar por el escenario
y los nostálgicos estuvieron de parabienes. En cuanto a la marcación escénica,
se extrañaron muchos detalles que el gran artista argentino siempre señaló: En
el segundo acto, el ruido de grilletes que golpeaban contra el piso fuera de
escena, tanto previa como posteriormente al momento de la tortura del pintor.
En el Tercer acto, Floria ingresa con Spoletta, quien la deja junto a
Cavaradossi, pero en el original, el fiel colaborador de Scarpia se mantenía
junto a los oficiales conversando hasta la hora de la ejecución, simulando ante
Floria que el juego estaba plenamente vigente. Acá no se lo vio. Pero por sobre
todas las cosas, dio la impresión que se apoyó en los cantantes dejándolos
hacer en la resolución de escenas, y
entonces se vio por ejemplo a un estático Scarpia decirle “Usted No” a Tosca,
cuando intenta seguir a Cavaradossi luego del “Vitoria” y los esbirros se lo
llevan para ejecutarlo, sin ningún movimiento que resalte el sentido. Por lo demás, los desplazamientos de masas,
las marcaciones a los interpretes co-primarios y lo que hace a la reposición de
iluminación de Ruben Conde, se resolvieron de manera eficaz. Los dos Coros
Estables del Teatro, el de Mayores y el de Niños, actuaron con corrección,
faltó mayor énfasis y mayor fuerza en el canto final del Tedeum que cierra el
primer acto. La concertación de Carlos Vieu mostró un avance respecto de la que
escucháramos hace casi dos años atrás en La Plata. Los tiempos fueros mas
ajustados y el rendimiento del conjunto fue satisfactorio, empero, estuvo muy
pendiente de los cantantes protagónicos, sobre todo en lo que hace al fraseo, por lo cual,
cierto letargo sobrevoló en algunos pasajes, cosa que, entiendo,
debió evitar. También, al igual que los
coros, hubiera sido aconsejable un mayor énfasis y mas fuerza en el “Tedeum”,
pero como ya veremos luego, Scarpia por momentos era poco audible, es probable
que se haya sacrificado fuerza y fervor, para facilitar al protagonista del
momento su cometido.
Vamos a lo vocal
desde los roles mas chicos a los mayores. Simpática intervención tuvo la niña
Julieta Unrein (integrante del Coro de Niños), cantando (probablemente desde la
araña) el rol del Pastor. Luís Gaeta estuvo correcto como el Sacristán. En
cambio, debió haber existido una distinta asignación de roles en cuanto a
Angelotti y el Carcelero, ya que Carlos Esquivel está mas para el primer rol y
a Mario de Salvo se lo escucharía mas cómodo en este último. Correcto Sciarrone
fue Fernando Grassi e impecable Spoletta ha sido Sergio Spina, con la
solvencia, tanto vocal como actoral, que siempre se le reconoce.
En cuanto a los protagonistas,
Carlos Alvarez fue un correcto Scarpia. Mas allá de que en el mencionado
“Tedeum” la Orquesta lo sobrepasó, vocalmente lució en buena forma.
Actoralmente fue el mayor déficit, demasiada sobriedad cuando, sobre todo en el
segundo acto, debe aparecer mas apasionado y,
antes de ser apuñalado, mostrando toda su lascivia.
Marcelo Alvarez tuvo
bello timbre, correcto canto, pero también una actuación por momentos
desbocada. Algún pasaje sobreactuado conspiró contra una actuación que venía
siendo de lo mejor.
Eva María Westbroek,
asumió el protagónico. Tuvo un muy buen primer acto. A partir del segundo acto
su actuación se fue diluyendo hasta caer en una lectura “plana”, casi como
pasando letra. El “Vissi d’arte” no pasó de la corrección, manteniendo esa
“tesitura” hasta el final.
Oswald merece, sin
dudas, este y muchos otros homenajes, es muy válida la intención y la próxima,
que sea con todos los detalles como a El le gustaba.
Donato Decina