DOS NOCHES DE
EXCELSO NIVEL
Mozarteum Argentino: Actuación de la Orquesta Filarmónica
Estatal de Hamburgo, Director: Kent Nagano. Solistas: Gauthier Capuçon
(Violoncelo), Naomi Seller (Viola), Mihoko Fujimura (Mezzosoprano). Programas:
1ª Noche: Richard Strauss: “Don Quijote” (Variaciones Fantásticas sobre un Tema
Caballeresco), Op. 35; Johannes Brahms, Sinfonía Nº 1 en Do menor, Op. 68. 2ª
Noche: Richard Wagner: Preludio al primer acto y “Muerte de Amor” de la Opera
“Tristán e Isolda” WWV 90, “Wesendonck Lieder”, WWV 91 (Versión Orquestal de
Félix Mottl, a excepción de la Nº 5, “Sueños”, orquestada por el compositor);
Antón Bruckner: Sinfonía Nº 6 en La mayor, WAB 106. (Teatro Colón 29 y 30 de
Setiembre de 2016).
Nuevamente Kent
Nagano estuvo entre Nosotros y el Mozarteum Argentino, una vez mas, fue el
artífice de su venida, y la institución
que nos permitió disfrutar del arte con mayúsculas que este excelente conductor
norteamericano brinda en cada una de sus presentaciones. Si además contamos con
que esta vez el medio empleado fue la Filarmónica Estatal de Hamburgo, que regreso al Colón después de 33 años de su
última presentación entre Nosotros (en aquella ocasión dirigida por Aldo
Cecatto), la que, sin dudas, es una agrupación de mayor linaje que la Sinfónica
de Montreal con la que Nagano se presentó en su visita anterior, no cabe duda
alguna que la suma de Director y Conjunto ya de antemano nos hacía intuir que
el resultado sería de actuaciones de una categoría superlativa. Sumemos además
de que si hay algo que al Director se le reconoce es el hecho que programando
es alguien verdaderamente anti rutinario, sino véase la grilla de ambas noches:
Richard Strauss y su poco frecuentado “Don Quijote”, junto a la Primera de uno
de los mas grandes Hamburgueses de la historia: Brahms. Y en la segunda Wagner
con el Preludio y la “Muerte de Amor” del “Tristán”, como punto de partida,
luego los “Wesendonck Lieder”, y en la
segunda parte, la Sexta de Bruckner, acaso el mas devoto admirador del Primero.
Como se ve, obras para nada complacientes, para los paladares mas
exquisitos. No defraudo para nada.
Para el “Don Quijote”,
el otro imán significó la presencia de Gauthier
Capuçon como Violoncelo solista, mas el aporte de Naomi Seiler (Viola solista
de la orquesta), a la que también hizo entrar junto al solista al escenario, y
ocupar Ella también, su atril de pie para su rol solista, en un gesto poco común. Ya desde el
primer compás, el sonido que comenzó a surgir desde las entrañas del conjunto
fue de una morbidez maravillosa, trabajado a lo Nagano, es decir, de un
glorioso refinamiento hasta la obtención de las filigranas mas sutiles y ahondando hasta lo
mas profundo. Capuçon una vez mas fue solista de fuste con rango de sonido
amplísimo y detalles de un color imponente. Seller no desentono en sus pasajes
(fundamentalmente en los “diálogos” con el solista principal), por lo que la
versión quedará en el recuerdo como una de las mas perfectas de las que se
tenga memoria en Ntro. Medio todo. Luego
el turno fue para la Primera de Brahms. Aquí Nagano sorprendió en los “tempi”
que eligió para la versión toda. Mucho mas ágiles que lo habitual en El,
sabiéndolo, como acabo de expresar líneas mas arriba, un interprete que llega
hasta el tuétano, casi como diseccionando la obra que elige para ofrecerla hasta en los detalles mas
recónditos. Ello se sintió fundamentalmente en los dos primeros movimientos, la
larga exposición inicial y el andante central, sin perjuicio de haber
disfrutado de manera privilegiada del solo de violín que Konradin Seitzer,
concertino de la Orquesta brindó de manera magistral, solo comparable, quizás,
con el del Concertino de la Filarmónica de Viena junto a Lorin Maazel en aquel
recordado día de la primavera de 1985. En cambio los dos movimientos finales
fueron de una magnífica tensión y, en el último, eso ayudó a que el discurso
fuera rematado de manera magnífica en la coda, con toda la energía que fluye de
la partitura misma. Y aquí nuevamente honor a Nagano: los “bises”. El Segundo
movimiento de la música para el ballet “Rosamunda” de Franz Schubert, con
cuerdas exquisitas, y luego, el último movimiento del “Concert Romanesc” de
Gyorgy Ligeti (Pensar que en la visita de esta misma Orquesta en 1979, también
junto a Ceccatto, estrenaron en Ntro. País “Atmósferas”), donde nuevamente el
Concertino Seitzer fue el protagonista de la versión con solos de impresionante
factura, casi como un verdadero gitano en plena Rumania, haciendo añicos la
versión que escucháramos en la misma sala meses atrás por la Sinfónica de
Bamberg con Jonathan Nott.
Ya en la segunda
noche, los conejos siguieron saliendo de la galera. Pocos Directores tienen el
“atrevimiento” de iniciar la velada con el preludio al primer acto y la “Muerte
de Amor” de “Tristán e Isolda”. Nagano es de esos. Atacar desde el vamos y en
frío semejante “Pezzo Grosso” es una prueba de fuego para un conjunto que
quiere demostrar su nivel. Si bien al comienzo se notó que era “en frío”, la versión fue creciendo en voltaje emotivo,
hasta llegar a una “Muerte de Amor” verdaderamente insuperable, para ser
seguida por los “Wesendonck Lieder”, obra directamente interrelacionada con la
primera, por caso tomado como un
producto inicial expuesto luego del producto final, vayamos a la música
de “En el Invernadero”, y escuchemos
luego el comienzo del Tercer acto de “Tristán”, o escuchemos “Sueños”, y luego la parte central del dúo de amor del
segundo acto de la misma Opera. Mihoko Fujimura sorprendió gratamente por su
adecuado volumen, su musicalidad y su expresividad, atributos todos, con los
que sumados a Nagano y el conjunto, permitieron el logro de una muy buena
versión, llevada la obra por el Director hasta el mas mínimo detalle y logrando
mantener un silencio durante toda la interpretación que haría envidia de Daniel
Barenboim, El que no pudo lograrlo en el “bis” que justamente hiciera al piano
con “Sueños” junto a Jonas Kaufmann el día del debut de este último en el
Colón, lo que provocó la “rabieta” del Primero con el público.
Para el final, Nagano
sorprendió a todos con las mas imponente versión en vivo de que se tenga
memoria en la Argentina de la Sexta de Bruckner. Tuvo todo: agilidad, canto
orquestal, paleta de color, refinamiento, momentos exquisitos con trabajos como
los de los bronces de inmaculada perfección. El destaque fue para todo el
conjunto por el nivel de entrega y profesionalidad que se alcanzó.
Verdaderamente un “Capolavoro” para un Director que ha hecho lo suyo tan solo
en un año de trabajo, sín hacerle perder la identidad al conjunto, que mantiene
el maravilloso sonido mate, distintivo de las grandes agrupaciones
Europeas, con cuerdas y vientos de
estupenda tersura y bronces y percusión de absoluto equilibrio. No hicieron
falta “bises”, mas allá que Nagano salió
tres veces a recibir la genuina ovación del público. Todo estaba dicho.
Donato Decina
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