sábado, 8 de octubre de 2016

DOS NOCHES DE EXCELSO NIVEL

Mozarteum Argentino: Actuación de la Orquesta Filarmónica Estatal de Hamburgo, Director: Kent Nagano. Solistas: Gauthier Capuçon (Violoncelo), Naomi Seller (Viola), Mihoko Fujimura (Mezzosoprano). Programas: 1ª Noche: Richard Strauss: “Don Quijote” (Variaciones Fantásticas sobre un Tema Caballeresco), Op. 35; Johannes Brahms, Sinfonía Nº 1 en Do menor, Op. 68. 2ª Noche: Richard Wagner: Preludio al primer acto y “Muerte de Amor” de la Opera “Tristán e Isolda” WWV 90, “Wesendonck Lieder”, WWV 91 (Versión Orquestal de Félix Mottl, a excepción de la Nº 5, “Sueños”, orquestada por el compositor); Antón Bruckner: Sinfonía Nº 6 en La mayor, WAB 106. (Teatro Colón 29 y 30 de Setiembre de 2016).

  Nuevamente Kent Nagano estuvo entre Nosotros y el Mozarteum Argentino, una vez mas, fue el artífice de su venida,  y la institución que nos permitió disfrutar del arte con mayúsculas que este excelente conductor norteamericano brinda en cada una de sus presentaciones. Si además contamos con que esta vez el medio empleado fue la Filarmónica Estatal de Hamburgo,  que regreso al Colón después de 33 años de su última presentación entre Nosotros (en aquella ocasión dirigida por Aldo Cecatto), la que, sin dudas, es una agrupación de mayor linaje que la Sinfónica de Montreal con la que Nagano se presentó en su visita anterior, no cabe duda alguna que la suma de Director y Conjunto ya de antemano nos hacía intuir que el resultado sería de actuaciones de una categoría superlativa. Sumemos además de que si hay algo que al Director se le reconoce es el hecho que programando es alguien verdaderamente anti rutinario, sino véase la grilla de ambas noches: Richard Strauss y su poco frecuentado “Don Quijote”, junto a la Primera de uno de los mas grandes Hamburgueses de la historia: Brahms. Y en la segunda Wagner con el Preludio y la “Muerte de Amor” del “Tristán”, como punto de partida, luego los “Wesendonck Lieder”,  y en la segunda parte, la Sexta de Bruckner, acaso el mas devoto admirador del Primero. Como se ve, obras para nada complacientes, para los paladares mas exquisitos.  No defraudo para nada.

  Para el “Don Quijote”,  el otro imán significó la presencia de Gauthier Capuçon como Violoncelo solista, mas el aporte de Naomi Seiler (Viola solista de la orquesta), a la que también hizo entrar junto al solista al escenario, y ocupar Ella también, su atril de pie para su rol  solista, en un gesto poco común. Ya desde el primer compás, el sonido que comenzó a surgir desde las entrañas del conjunto fue de una morbidez maravillosa, trabajado a lo Nagano, es decir, de un glorioso refinamiento hasta la obtención de las   filigranas mas sutiles y ahondando hasta lo mas profundo. Capuçon una vez mas fue solista de fuste con rango de sonido amplísimo y detalles de un color imponente. Seller no desentono en sus pasajes (fundamentalmente en los “diálogos” con el solista principal), por lo que la versión quedará en el recuerdo como una de las mas perfectas de las que se tenga memoria en Ntro. Medio todo.  Luego el turno fue para la Primera de Brahms. Aquí Nagano sorprendió en los “tempi” que eligió para la versión toda. Mucho mas ágiles que lo habitual en El, sabiéndolo, como acabo de expresar líneas mas arriba, un interprete que llega hasta el tuétano, casi como diseccionando la obra que elige  para ofrecerla hasta en los detalles mas recónditos. Ello se sintió fundamentalmente en los dos primeros movimientos, la larga exposición inicial y el andante central, sin perjuicio de haber disfrutado de manera privilegiada del solo de violín que Konradin Seitzer, concertino de la Orquesta brindó de manera magistral, solo comparable, quizás, con el del Concertino de la Filarmónica de Viena junto a Lorin Maazel en aquel recordado día de la primavera de 1985. En cambio los dos movimientos finales fueron de una magnífica tensión y, en el último, eso ayudó a que el discurso fuera rematado de manera magnífica en la coda, con toda la energía que fluye de la partitura misma. Y aquí nuevamente honor a Nagano: los “bises”. El Segundo movimiento de la música para el ballet “Rosamunda” de Franz Schubert, con cuerdas exquisitas, y luego, el último movimiento del “Concert Romanesc” de Gyorgy Ligeti (Pensar que en la visita de esta misma Orquesta en 1979, también junto a Ceccatto, estrenaron en Ntro. País “Atmósferas”), donde nuevamente el Concertino Seitzer fue el protagonista de la versión con solos de impresionante factura, casi como un verdadero gitano en plena Rumania, haciendo añicos la versión que escucháramos en la misma sala meses atrás por la Sinfónica de Bamberg con Jonathan Nott.

  Ya en la segunda noche, los conejos siguieron saliendo de la galera. Pocos Directores tienen el “atrevimiento” de iniciar la velada con el preludio al primer acto y la “Muerte de Amor” de “Tristán e Isolda”. Nagano es de esos. Atacar desde el vamos y en frío semejante “Pezzo Grosso” es una prueba de fuego para un conjunto que quiere demostrar su nivel. Si bien al comienzo se notó que era “en frío”,  la versión fue creciendo en voltaje emotivo, hasta llegar a una “Muerte de Amor” verdaderamente insuperable, para ser seguida por los “Wesendonck Lieder”, obra directamente interrelacionada con la primera, por caso tomado como un  producto inicial expuesto luego del producto final, vayamos a la música de “En el Invernadero”,  y escuchemos luego el comienzo del Tercer acto de “Tristán”,  o escuchemos “Sueños”,  y luego la parte central del dúo de amor del segundo acto de la misma Opera. Mihoko Fujimura sorprendió gratamente por su adecuado volumen, su musicalidad y su expresividad, atributos todos, con los que sumados a Nagano y el conjunto, permitieron el logro de una muy buena versión, llevada la obra por el Director hasta el mas mínimo detalle y logrando mantener un silencio durante toda la interpretación que haría envidia de Daniel Barenboim, El que no pudo lograrlo en el “bis” que justamente hiciera al piano con “Sueños” junto a Jonas Kaufmann el día del debut de este último en el Colón, lo que provocó la “rabieta” del Primero con el público.

  Para el final, Nagano sorprendió a todos con las mas imponente versión en vivo de que se tenga memoria en la Argentina de la Sexta de Bruckner. Tuvo todo: agilidad, canto orquestal, paleta de color, refinamiento, momentos exquisitos con trabajos como los de los bronces de inmaculada perfección. El destaque fue para todo el conjunto por el nivel de entrega y profesionalidad que se alcanzó. Verdaderamente un “Capolavoro” para un Director que ha hecho lo suyo tan solo en un año de trabajo, sín hacerle perder la identidad al conjunto, que mantiene el maravilloso sonido mate, distintivo de las grandes agrupaciones Europeas,  con cuerdas y vientos de estupenda tersura y bronces y percusión de absoluto equilibrio. No hicieron falta “bises”,  mas allá que Nagano salió tres veces a recibir la genuina ovación del público. Todo estaba dicho.


Donato Decina

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