TODO A MITAD DE CAMINO
Teatro Colón, Temporada 2016: “Don Giovanni”, Opera en dos
actos, Libreto: Lorenzo Da Ponte, Música: Wolfang Amadeus Mozart. Intérpretes:
Erwin Schrott (Don Giovanni), Simone Orfila (Leoporello), Paula Almerares (Doña
Anna), María Bayo (Doña Elvira), Jonathan Boyd (Don Ottavio), Jaquelina Livieri
(Zerlina), Mario de Salvo (Masetto), Lucas Debevec (Comendador). Coro Estable
del Teatro Colón, Director: Miguel Martínez. Escenografía: Daniel Blanco,
Iluminación: José Luís Fiorruccio, Vestuario: Renata Schussheim. Orquesta
Estable del Teatro Colón: Director: Marc Piollet. Puesta en escena: Emilio
Sagi, Teatro Colón, 05/04/16.
No cabe duda que en
cada nueva puesta de “Don Giovanni” se crea una lógica expectativa, dada su
trama, las situaciones de comedia que se presentan, la visión del concertador
y, por supuesto, la prestación de los intérpretes vocales. Después de
presenciar el estreno, debo reconocer que en un punto salí defraudado, dado que
una vez mas hubo un tropiezo en lo que es el talón de Aquiles de esta joya de
la música y es el sostener en acción y en los tiempos musicales el segundo acto
que es el que desata el drama en si mismo.
Mas aún, luego de un arranque promisorio, con una obertura muy bien
expuesta, tanto en intensidad como en color musical y un ágil primer cuadro,
lentamente comenzó a aletargarse el discurso, hasta que al llegar en el segundo
acto, a partir de la serenata que “Leoporello”, vistiendo la indumentaria de su
patrón, le ofrece a Doña Elvira, dicho letargo comenzó a acentuarse mas, hasta
tornarse en un final muy difícil de soportar, llegando a momentos
verdaderamente soporíferos. ¿Causas?, en ambas puntas. La escénica, en donde si
bien Emilio Sagi quiso llevar la acción a la España de la primera mitad del
siglo veinte, lográndolo muy bien y no afectando en lo mas mínimo la esencia de
la historia, en ese difícil segundo acto, no logró plasmar una escena lo suficientemente ágil,
faltando a mi juicio, una pizca mas de “chispa” que enganchara definitivamente
al público. Tampoco logró convencerme la alegoría del final, hecha a base de
una farsa tomada de la recordada serie cómica “Los Locos Adams”, en donde en el
momento de la cena, la parte decisiva en la que el Comendador le pide al
protagonista que le brinde su mano, el “Convidado de Piedra” fue caracterizado
como una mano que surge por debajo de la mesa, lo que inmediatamente me llevó a
recordar al personaje de “Dedos”, de la recordada serie norteamericana. Cuando
“Don Giovanni” padece su final, queda
extendido sobre la mesa en la que la cena ha transcurrido, y la moraleja del
“burlador burlado”, se expresa cuando el resto de los personajes de la obra le
desmenuzan sobre el cuerpo exánime una torta que está en la mesa, casi al
estilo de los “tortazos” que los inolvidables “Tres Chiflados”, utilizaban en
sus películas, por lo que estos recursos ultra remanidos no hacen mas que
exhibir la limitación de ideas con la que escénicamente se resolvió la puesta.
En cuanto a la parte musical, Marc Piollet, careció de ideas y no pudo sostener
el discurso musical. La combinación de ambos factores, llevaron, sin dudas, al
resultado por mi expuesto en los párrafos anteriores, por lo cuál una vez mas,
el Colón quedó a mitad de camino en el objetivo y “Don Giovanni” sigue siendo,
como en los últimos tiempos, una asignatura pendiente para la sala de la calle
Libertad. Para dar adecuado marco a la propuesta visual, la escenografía de
Daniel Blanco, la iluminación de José Luís Fiorruccio y, sobre todo, el
excelente vestuario de Renata Schussheim, expresaron en el punto justo, las
ideas del “Regista”.
Pasando a lo
estrictamente vocal, Erwin Schrott dio vida al protagonista. Tuvo presencia
escénica, desenvoltura y vocalmente tuvo mucho oficio. De todos modos, todo ello
no fue suficiente para convencer en el rol. Simone Orfila trazó un “Leoporello”
muy correcto, que terminó por ser el que
mas convenció, por sus dotes histriónicas y su voz muy bien colocada. “Madamina
Il Catálogo e Questo”, tuvo, dada su muy buena prestación, a un interprete mas que adecuado. Paula
Almerares cantó con solvencia su “Doña Anna”, aún cuando en lo actoral el
Regista no pudo evitar corregirle muchos de sus conocidos “tics”. María Bayo resolvió con oficio
su intervención, pero ya aborda a “Doña Elvira” en una etapa en la que su
carrera transita un tramo final y eso se notó. Supo esquivar los momentos
difíciles que la partitura tiene en su rol, pero para ese personaje, con oficio
solamente no basta. Jonathan Boyd tuvo un rendimiento desparejo. Mientras su
“Dalla sua pace” fue lo que desató los aplausos mas sostenidos de la noche, “Il
Mio Tesoro” lo mostró “diluido” dentro de la escena, acaso como sumándose a ese
letargo al que hago referencia que ocurrió en el segundo acto. Jaquelina
Livieri (Zerlina) y Mario de Salvo (Masetto), aparecieron en sus roles algunos
escalones mas abajo que el resto. Si bien son dos reconocidos valores de Ntro.
Medio, Ella con juventud, frescura y promisoria carrera y El, ya con mucho mas
aplomo y varios roles secundarios de valía en el escenario del Colón, en las
intervenciones de ambos se notó una diferencia sustancial respecto al resto del
elenco y en una sala como la de Ntro. Primer Coliseo se evidencia mucho mas.
Quienes arman los elencos para un abono que se cotiza a valor internacional,
deberían tomar nota de todo esto, los desbalances se notan. Lucas Debevec trazó
con corrección a su “Comendador”, transitando por carriles normales. El Coro,
preparado por Miguel Martínez, tuvo una correcta participación.
Abrir una temporada
con un Título capital de la historia de la ópera, es un interesante desafío. Se
puede acertar o no, aquí ocurrió esto último. Esta experiencia debe servir para
ajustar criterios y detalles, capitalizar las falencias y no repetir errores.
Donato Decina
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