sábado, 15 de agosto de 2015

NI EL MISMISIMO BOULEZ  EN EL COLON,  TUVO UNA RECEPCION TAN APOTEOTICA DE SU OBRA

Festival de Música y Reflexión 2015. Actuación de Músicos de la West Eastern Divan y Refuerzos Invitados, Director: Daniel Barenboim. Programa: Richard Wagner: “Idilio de Sigfrido” (Versión Original para 13 Instrumentistas), Arnold Schöenberg: Sinfonía de Cámara Nº 1, Pierre Boulez: “Sur Incises” (Para 9 instrumentos, Estreno Argentino) Teatro Colón, 31 de Julio de 2015 (Concierto de Apertura del Festival).

 Y llego el día. Ese, al que muchos melómanos de Argentina y otros países de la región, esperamos con ansiedad, para ver aparecer en el escenario del Colón la figura de Daniel Barenboim, junto a sus músicos de la Orquesta del Diván  y algunos otros que han venido a reforzar el grupo, dada la exigencia que implicó el desarrollo del programa de apertura, mas otras obras de igual compromiso que se han programado durante su desarrollo. Sabido es que para los habitués del Teatro, la programación es lo primordial, y en ese sentido las obras incluidas en el primer concierto, representan una bocanada de aire fresco en cuanto al repertorio presentado. Barenboim es sinónimo de convocatoria. Pero que en un programa que incluyó la Sinfonía de Cámara Nº 1 de Schöenberg y “Sur Incises” de Pierre Boulez y que el “Idilio de Sigfrido” se ofrecía en la disposición originalmente ideada por Wagner, la concurrencia desbordara, fue lo mas positivo en mucho tiempo que haya ocurrido en el Colón, y revela que se está en la línea que el publico de conciertos exige, y aún mas, a las formaciones extranjeras que nos visitan. Una vez mas, gracias Daniel Barenboim.

 La versión del “Idilio” fue magnífica. Los instrumentistas, capitaneados por Michael Barenboim desde el primer atril, a las órdenes del querido Director, ofrecieron una versión de antología, plena de canto, fraseo, intensidad y voltaje emotivo. Desde el suave comienzo, la música fluyó para ir penetrando paulatinamente en el oído de cada uno de los presentes hasta esa esfumatura final en el que la música va diluyéndose, culminando en maravilloso silencio . En ese momento recordé también, la versión que hace mas de 20 años ofreciera en el espacio del por entonces flamante C.E.T.C., Gerardo Gandini con su “Sinfonietta”, solo que esta fue mas intensa aún que aquella. Y mas valor tuvo aún, el hecho que por las consabidas causas, jóvenes Arabes e Israelíes la abordaran con el mismo tesón y la misma enjundia con que abordaran las versiones de “Tristan e Isolda” hechas a lo largo de estos años. Ahí sobrevino la primera ovación de la noche, que dio paso a una intensa versión de la Sinfonía de Cámara Nº 1 de Schöenberg. Obra de magnífica escritura, casi continuadora del “Wagnerianísmo”, plena de contrastes, tensiones y progresiones, que fue ofrecida en una versión vivaz, que no decayó en ningún momento. El “sacudón” y la impresión que la obra produjo en el público fue muy elocuente,   y, desde las localidades altas (¿Dónde sino?), partió una andanada de aplausos, continuada por el resto de la sala, que se sumó al ímpetu del público joven que se encontraba en aquella zona del teatro.

 Y luego “Sur Incises” (Sobre ”Incises”), un Boulez al que no se escuchó con tanta devoción, ni siquiera en su visita de la década del 90 del pasado siglo, merced entonces, a los oficios del Mozarteum Argentino. Una prolongación de “Incises” para piano solo, casualmente compuesta alrededor de la fecha de esa visita a Buenos Aires del gran Compositor y Director Galo. De una obra de unos pocos minutos, deriva esta nueva que se extiende por casi tres cuartos de hora con tanta contundencia que prácticamente no deja al oyente respiro alguno. Tres pianistas, tres arpistas y tres percusionistas, quedaron dispuestos en abanico a las órdenes de Barenboim, y allí ese sonido por momentos mágico, capaz de desplegar una paleta de color y sonido, con una impresionante labor de los percusionistas, sin ir en modo alguno en desmedro de la actuación de los demás, también sobresaliente, solo que los primeros alcanzaron una cumbre inigualable.  Hacía muchísimo tiempo que quien esto escribe, esperaba algo así en el Teatro. Más allá de ese excelente ciclo que es “Colon Contemporáneo”, hacía falta una programación innovadora en un ciclo masivo. El hecho que fuera Daniel Barenboim quién lo hiciera, ayudó a la concurrencia, logrando por fin el resultado deseado. A muchos espectadores, literalmente hablando, “se les abrió la cabeza”, y la gran ovación que se desató al final de la interpretación, conmovió hasta al mismismo Director,  el que en un estado de sorpresa, salió en varias ocasiones a agradecer al público. Ni el propio Boulez en su visita, tuvo una aceptación así. Es cierto que el público era otro y los jóvenes concurrentes de las localidades altas, como en ésta ocasión, fueron los que le hicieron el  “Aguante”, mientras los de abajo se retiraban casi en estampida. Acá se quedó todo el mundo y todos aplaudimos. ¡Por fin!. Batalla ganada. No hubo necesidad de bises, estaba todo dicho.

Donato Decina

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