sábado, 15 de agosto de 2015



CASI UN CUARTO DE SIGLO DESPUES, EL MORO VOLVIO A LA PLATA (Y ESTA VEZ A CASA PROPIA)

Teatro Argentino de La Plata: “Otello”, Opera en Cuatro Actos, Música de Giuseppe Verdi, Libreto de Arrigo Boito, basado en la Obra Homónima de William Sheakespeare, Inerpretes: José Azocar (Otello), Paula Almerares (Desdemona), Fabián Veloz (Yago), Mariana Carnovali (Emilia), Sergio Spina (Cassio), Carlos Esquivel (Ludovico), Maximiliano Agatiello (Rodrigo), Mario de Salvo (Montano), Felipe Carelli (Un Heraldo). Coro Estable del Teatro Argentino de La Plata, Director: Hernán Sánchez Arteaga. Coro de Niños del Teatro Argentino de La Plata, Directora: Mónica Dagorret. Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata. Escenografía e Iluminación: Enrique Bordolini, Vestuario: Sofía Di Nunzio, Dirección Escénica: Pablo Maritano. Dirección de Orquesta y Concertación: Carlos Vieu. Teatro Argentino de La Plata, Sala Alberto Ginastera,  31 de Julio de 2015.

 El Argentino puso en escena a casi veinticinco años de su última realización, su título mas emblemático, el que lo distingue y con el que su mítica sala se inauguró allá por Diciembre de 1890.  “Otello”, una vez mas entre Ntros.,  después de la versión en la  Rocha en el Centenario de la Institución. Recuerdos de aquella vez, que vienen a la mente, y, en especial, el de cruzarme allí con Amneris Perusín, recordada soprano de amplia trayectoria en el Argentino, integrante de su Coro Estable y Desdémona en las versiones  de 1969 y 197 , fallecida unos días antes de Este estreno, gran persona,  a quien tuve el privilegio de tratar y a quién desde Esta columna, rindo mi homenaje. Vicisitudes personales, también la llevaron a convertirse en una militante de la causa de los derechos humanos, no la olvidaré.

 Un título fundamental como este, no debió ausentarse tanto tiempo. En especial,  en el hecho que permite al espectador apreciar a pleno las posibilidades técnicas y humanas de los integrantes de sus Cuerpos Estables, que deben lucir y mucho. Finalmente, la Gestión Ambrosio, con la indudable persistencia de Carlos Vieu, logró plasmar el objetivo. Se convocó a un verdadero artista como Pablo Maritano, para el desafío de la puesta escénica, y este, a su vez, se nutrió de dos verdaderos soportes que terminaron siendo una verdadera garantía. Enrique Bordolini en la escenografía  e iluminación y Sofía Di Nunzio en el vestuario. El resultado, una puesta de corte tradicional, agradable en lo visual y por momentos imponente en el efecto. Con notable marcación en lo actoral (sobretodo en el contrapunto de los principales protagonistas masculinos) y un interesante movimiento escénico en los momentos de desplazamiento de masas. Desarrollada íntegramente en el contorno e interior de un “coliseo”, en donde por el nivel de piso y sus gradas, los personajes se fueron situando y recorriendo su camino, apoyados por una maravillosa iluminación, pocos pero efectivísimos trastos de escena,  y atavíos de época, en donde predominaron tres colores, el blanco, el negro y el rojo, casi como simbolizando, lo oscuro de la trama, la lucha por el poder, la traición, la intriga y la locura a la que un ser humano puede llegar por amor. Todo eso fue plasmado con inteligencia por el equipo de realización, que tuvo el punto culminante en la escena de masas del tercer acto, con la entrada de Ludovico, en donde todo refulgió a pleno y  los integrantes  del espectáculo, expusieron el máximo de su capacidad. Y aquí entra a jugar decididamente la parte musical.  Comienzo entonces por señalar que el Coro de Niños en sus intervenciones, se mostró eficazmente preparado por Mónica Dagorret.  En cuanto al Coro Estable, comandado por Hernán Sánchez Arteaga,  luego de un comienzo en el que las voces femeninas superaron en amplitud a las masculinas, se fue asentando con el transcurrir de la representación, hasta alcanzar magnífica forma en el señalado cuadro del Tercer acto.
 En los roles de pequeña intervención, tanto Maximiliano Agatiello (Rodrigo), como Mario de Salvo (Montano), mostraron buena voz y sobrado oficio.  Elevándonos ya a papeles de mayor importancia, Carlos Esquivel fue un magnífico Ludovico. Tuvo imponencia en su escena del ingreso al palacio en el Tercer acto,  y ni que hablar de su intervención en lo vocal desde allí hasta el final del Espectáculo.  Mariana Carnovali cautivó con su presencia y su voz en las fundamentales intervenciones de Emilia, ya desde la escena con Yago en el arrebato del pañuelo en el segundo acto, para ir creciendo y comprometiéndose mas hasta convertirse en la piadosa acompañante de Desdémona en el tercero y,  finalmente, mostrándonos a la confidente y paño de lágrimas de la sufrida mujer, en la desgarradora escena de la despedida en el cuarto acto,  y ser capaz de desatar el nudo de la trama y desencadenar el trágico final.
  Sergio Spina, resolvió su Cassio con oficio. Mostró toda su gama de recursos vocales e histriónicos en el brindis del Primero. Mas allá de un discreto segundo plano en el segundo acto (tal vez marcado así por la Dirección Escénica). Se mostró con solvencia en el tercero, en la escena en que se lo anuncia como sucesor de Otello,  y exhibió presencia y seguridad en el final. Tal vez se debió recurrir a mejores recursos para la caracterización escénica (pequeña falencia, pero importante en lo visual),  en donde en nada favoreció el aplique capilar que se le impuso.
 Paula Almerares compuso a una interesante Desdémona, mostrando la riqueza de su timbre en el dúo de amor,  e ir creciendo a la par del personaje, mostrando tanto en el final del tercer acto, como en las decisivas “Canción del Sauce” y “Ave María”,   una carga dramática que Yo no le conocía,  una conmovedora despedida de Emilia y una tensión en la escena final, pocas veces apreciada. Tal vez lo que si debe resolver, sean algunos tics escénicos bien conocidos por todos Ntros. que ni el eficaz trabajo de “Regie”  pudo corregir.
 Fabián Veloz fue Yago. Y está todo dicho. Es el barítono Argentino del Momento y el mayor verdiano entre Ntros. Composición fuera de serie. Mostró toda la galería  de cinismo, locuras e intrigas que el personaje despliega. Voz imponente, su “Credo” tuvo una factura extraordinaria, realzada por el eficaz recurso escénico de incorporarle una Calavera cual monólogo de Hamlet  en un guiño al genio Inglés (y porque no también a Chaplin [otro Inglés], en la recordada escena del globo terráqueo de “El Gran Dictador”). Creció hasta convertirse en lo que debe ser, el antagonista de “Otello”, su verdadero destructor.
 Y José Azocar, fue capaz de “cantar” el Otello en todo el sentido de la acepción. Tuvo presencia escénica, fundamental, para trazar sus penurias, sus celos, sus miserias mas profundas, su amor atormentado. Tuvo buena voz,  no potente, pero si la suficiente para llevar a cabo su cometido, afinación,  además de saber “decir” algo tan fundamental y escaso en estos días en la mayoría de los interpretes. Párrafo aparte el “Si pel Ciel” entre ambos cantantes, que fue magníficamente expuesto.

 Carlos Vieu entregó el mejor trabajo de la Estable Platense de los últimos tiempos, prácticamente sin fallas, con buen empaste. Con “tempi” tal vez un poco acelerado, que en algunos momentos no permitió un  poco mas de canto y frescura, pero que de todos modos,  no empaña en modo alguno la riqueza de su labor.  Tuvo buena comunicación con el palco escénico y supo llevar a los interpretes vocales, nada menos.

 El Argentino presentó el que hasta ahora es el mejor espectáculo de la gestión Ambrosio y, que fue nada mas ni nada menos que Opera “Pura” en todo el sentido de la palabra. ¿Y si se persiste en esa ruta?

Donato Decina

No hay comentarios:

Publicar un comentario