PARA UNA OBRA
“OSADA”, UN MUY BUEN DIRECTOR
Sexto Concierto de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires,
Director: Daejin Kim. Solista: Richard Stoltzman (Clarinete). Programa: John
Corigliano: Concierto para Clarinete y Orquesta. Antonin Dvorak: Sinfonía Nº 9
en Mi menor, Op. 95 “Del Nuevo Mundo”. Teatro Colón, 25 de Junio de 2015.
En mis comentarios
anteriores, les manifestaba a Uds. que Este concierto debió haber sido dirigido
por Enrique Arturo Diemecke, y que, habida cuenta de la cancelación que los
interpretes Chinos hicieran en el cuarto concierto de abono, el conductor
mexicano había resuelto asumir El mismo la fecha caída, y Esta fecha, que a
continuación comentaré, quedaba en manos
de un Director Oriental. Pues bien, Daejin Kim, en realidad nacido en Estados
Unidos, de ascendencia coreana, y ahora
sí residente en Corea desde hace mas de veinte años, donde dirige a la
Filarmónica de Suwon, con la que ha hecho giras a New York (Carnegie Hall),
Viena (Musikverein Saal) y Munich (Herkulessaal), entre otras ciudades, aceptó
el compromiso y viajó hasta aquí para hacerse cargo del concierto. Luego de escuchar el mismo, no tengo dudas en
que lo mejor que pudo haber ocurrido es este cambio. Tanto para que Diemecke se
hiciera cargo de la fecha caída con el estupendo resultado que consigné en este
blog, como para que Kim viniese y se nos revele como un estupendo conductor.
Debemos tomar como una
verdadera “Osadía” de programación, a juzgar por la manifiestamente
“conservadora” línea que año tras año Diemecke le impone a los programas de la
Filarmónica (mas allá del increíblemente “nefasto” abono comprimido de Este
año), la inclusión en el repertorio de este año del Concierto para Clarinete y
Orquesta de John Corigliano. Una obra que exige ante todo un solista de
excelencia, “flexible” ante los planteos y exigencias de la partitura la que
entre otros detalles contiene un dispositivo muy usado desde Mahler, Respighi, Berio y otros grandes, hasta comienzos de la
década del 70, como los es colocar instrumentistas y hasta una pequeña banda en
diferentes lugares de la sala (aquí se los distribuyó a cornistas entre fondo
de platea y en palcos platea y balcón, a la banda en palcos altos, lo mismo que
a un clarinetista), y a un Director que
debe preparar a la orquesta con indicaciones precisas, dado que habrá
disonancias, momentos de mucha agitación musical, pasajes un poco mas calmos
con mayor imaginación. Kim dio
respuestas a todo ello, y mas aún, lejos estuvo de mostrarse como un conductor
“mecánico”, como muchas veces se les
machaca a los Directores provenientes del Sudeste Asiático. Supo exigirle al
conjunto en los momentos precisos, manejó a la perfección a los músicos fuera
del escenario y fue cómplice del solista
en todo momento, Y hablando de ello, Robert Stoltzman, alguien muy conocido, a
través de grabaciones fundamentalmente, las que se consiguen en las casas
especialistas, fue “El” solista, que domina a la perfección la obra, que tiene
estupenda técnica y mostró formidable entrega a lo largo de la interpretación.
Y mas allá de muchas toses al comienzo, con las que el público manifiesta su
incomodidad, con el correr de la obra se fueron disipando, hasta lograr un reconocimiento unánime a los
interpretes.
Siempre es bueno que cada dos o tres años la
Sinfonía “del Nuevo Mundo” esté presente en los atriles. Cada versión encierra
un desafío en si misma. Lógicamente con Diemecke uno está a la expectativa,
aguardando que respuesta proviene del escenario. Y Kim nos mostró una versión vital,
chispeante, de “tempi” un poco acelerado , pero que igual se dejó escuchar, con
momentos verdaderamente sublimes como el pequeño dúo entre el Concertino y el
primer Violoncello al final del segundo movimiento, en donde Pablo Saraví y
Carlos Nozzi descollaron y fue
gratificante descubrir la intensidad y los momentos de vuelo que este Director
logró alcanzar con el conjunto, ganándose la ovación y el respeto de los
presentes, que culminó con el simpático detalle de que una Señorita ingresara
ataviada con un típico atuendo Coreano a entregarle el obsequio floral al
Director, como broche de oro de una noche magnífica.
Donato Decina
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