sábado, 7 de marzo de 2015

Del recato y otros pudores. Reflexiones sobre el oficio del componer

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Decidamos que la primera nota será un re. Los problemas comenzarán por la segunda. ¿Si ponemos una segunda? ¿Menor? ¿Mayor? A esta altura del partido me gustan más las mayores. Entonces puede ser un mi (o un do, si la pensamos para abajo).
La tercera nota es aún más problemática (la tercera es la vencida). Si es un sol sostenido – re, mi, sol sostenido – nos dará una sensación de séptima dominante (que podríamos aprovechar más tarde), pero por el momento quisiéramos disimularla. Dependerá de nuestra cuarta nota… . ¿Qué tal un si bemol? Nos provocaría una sensación por tonos que podríamos enmascarar si por ejemplo nuestra siguiente nota fuera un do sostenido.
Tendríamos entonces: re, mi, sol sostenido, si bemol, do sostenido. Ahora las dos segundas mayores del comienzo nos comienzan a parecer un poco sospechosas.
Neutralicémoslas con un fa natural como sexta nota. La novena menor mi-fa y la quinta justa si bemol-fa se nos ocurren relaciones más fuertes que las dos segundas cuestionadas (que luego podríamos usar como escape), también nos está gustando la tercera mayor entre el do sostenido y el fa.
Ya estamos comenzando a pensar qué notas nos faltan para completar las doce. Veamos. Faltan: mi bemol, fa sostenido, sol, la, si, do. ¿En qué orden las usamos?
Luego del fa nos parece que una nueva quinta vendría bien. Pongamos el do y nos queda una hermosa sensación de re bemol mayor en la zona aguda; que inmediatamente contradeciríamos bajando al si y luego al la (obvia sensación de la menor).
Seguramente ahora vendría el fa sostenido para evitar el sol y el tritono que provocaría el mi bemol. (Diabolus in musica que en nuestros últimos años tratamos de evitar; uno se vuelve más pelado y más diatónico).
Ahora sí el mi bemol nos viene bien, porque si usamos el sol nos sonaría como una cadencia perfecta en idem mayor.
But now: ¿Qué hacemos con este sol? No hay ninguna nube en el horizonte. No nos gusta después del mi bemol. ¿Qué tal si lo intercalamos entre el fa y el do? Nos quedaría un sector maravillosamente diatónico. Tendríamos una secuencia que no está tan mal: re-mi-sol sostenido-si bemol-do sostenido-fa-sol-do-si-la-fa sostenido-mi bemol. Recién nos damos cuenta de que tenemos un maravilloso acorde de si bemol menor entre nuestros cuarto, quinto y sexto sonidos; y una hermosa sensación de mi menor en los cinco últimos.
Dejemos este material para repensarlo luego; mañana, si tenemos ganas; a la espera de que lo imprevisto se nos torne necesario.
- ¿Habrá alguien que haya escuchado con placer las Estructuras I de Boulez?
– ¿Habrá alguien que haya escuchado las Estructuras I de Boulez?
– Boulez, ¿habrá escuchado con placer sus Estructuras I?
– ¿Es el placer un componente necesario de la escucha?
– ¿Es necesario escuchar las Estructuras I de Boulez?
- ¿Qué habrá sentido Schumann cuando se le ocurrió el primer tema de su Tercera Sinfonía?
– ¡Y la epifanía de Schubert al imaginar el lento de su Quinteto con dos chelos!
– ¿Podemos imaginar la bronca de Debussy al recurrir a una solución de emergencia para el final de su Sonata para violín y piano?
– ¡Y el sentimiento de culpa de Beethoven por la marchita del final de la Novena Sinfonía!
Estamos casi convencidos de que todo eso que se llama “música contemporánea” es un gran error histórico.
¿Qué queda ya de nuestros viejos amores?
Casi nada. Nos cuesta enumerar fragmentos de memoria:
– … dolce, ridente, Safo, mágico comienzo de Dallapiccola;
– No más de cinco minutos de si bemol séptima de Stimmung;
– Piano piece for Philip Guston;
– La última variación de la tercera pieza del opus 27;
– Algún fragmento de Nuevas Aventuras;
– Quisiéramos citar algún Berio y sólo se nos ocurre con dudas O King.
Después del primer cluster de Atmósferas todos los demás estuvieron de-más: ¡Clusters japoneses, polacos, pampeanos, de la Comunidad Europea, del Mercosur!
Un enigma: ¿Cuál tiene menos interés: la música universitaria yanqui o la canadiense?
Es hora de retomar nuestro trabajo. Volvamos a nuestra secuencia: re-mi-sol sostenido-si bemol-do sostenido-fa-sol-do-si-la-fa sostenido-mi bemol.
Nos entran muchas dudas.
Yo cambiaría los extremos, que son siempre peligrosos. Comenzaría por el mi bemol y terminaría con el re. De esa manera se evitarían las dos segundas mayores del comienzo; pero la sensación de dominante de mi menor del final se cambia por la de dominante de sol. Idea para después: usar las dos formas, de manera de poder modular de un modo a otro.
¿Será éste el imprevisto necesario que esperábamos?
En el fondo lo dudamos.
Dejemos descansar el material.
- Arvo Pärt, ¿se la ceerá?
– ¿Y Felipe Vidrio?
No estamos acá en la tercera parte grande de la tercera parte chica. En realidad tampoco estamos en la cuarta mitad de la segunda parte mediana.
Estamos en un estudio de la calle Rivadavia tratando de escribir una ponencia. (De poner un escrito). Viendo cómo llegamos a los pudores y los recatos.
Ahora nos damos cuenta de que en uno hay dos res y en el otro sólo uno. (Y ninguna media res). Podríamos elaborar una célula rítmica 2-1 e invertirla 1-2. Por ejemplo, negra corchea, corchea negra. ¡Lo cual en realidad nos daría una especie de zamba! Mejor lo descartamos.
Pensemos:
Tenemos un re cato
y unos pudo res
Si invertimos tendremos repudo
catores
o
pudo cato reres
cato pudo resre
otac odup erser
erser
El ser
El pudor de no haber sido y el recato de no ser
El recato de ser pudoroso
Comienzo de una novela histórica, seguro bestseller, por ejemplo sobre los orgasmos de Monteagudo:
“… él tenía el pudor de ser recatado”
(el pudor de ser rescatado de sus recatos)
El poder de ser
El poder del ser
El poder de ser pudoroso
El pudor de ser poderoso
Lo imprevisto recatado que se torna pudorosamente necesario.
¿Qué tal si volvemos a nuestra secuencia? Lo de los modos no es una mala idea. Toquémoslos en el piano.
Ahora pensamos que lo que molesta es el lugar del fa sostenido. Si lo pasamos al séptimo lugar tendremos un provechoso clustercito (fa-fa sostenido-sol).
Nos queda en ambos modos una zona cromática al comienzo y un consecuente diatónico.
Dejémoslo descansar.
¿Cuá será el motivo por el que Cage basa sus Sonatas e Interludios en proporciones numéricas que luego son enmascaradas por el lugar en que sus sonidos aparecen?
Nos acordamos de la época en que no nos habíamos dado cuenta que Musiques Formelles era un texto surrealista: ¡la biblia junto a los gases del calefón de Gauss!
Penser la musique aujourd’hui ¡qué antigüedad!
¿Y los sonidos intersticiales?
¿Y los formantes?
¿Y David Tudor como indicación de instrumento?
¡Ah,qué joven fui un día!
(En Nevers, oui, en Nevers).
¿Qué queda ya de nuestros pudores?
Estoy aquí y quisiera no tener nada que decir. No en Kansas, sino en un piso 12 en la calle Rivadavia, poniendo un escrito para la tercera reunión de arte contemporáneo en la que Filipelli y Beceyro despedirán al cine, tratando de llegar al recato o a los pudores o a concretar una secuencia que comienza con un re.
En realidad todos los sonidos que pusimos después de él ahora se nos tornan sospechosos.
Creo que habría que empezar todo de nuevo.
Decidamos que la primera nota será un re.
Los problemas comenzarán con la segunda.
Dejemos madurar el material
a la espera de lo imprevisto
que se torne necesario.
© 1997, Gerardo Gandini
Ponencia leída en la Tercera Reunión de Arte Contemporáneo, Santa Fe, Argentina, octubre 1997. Publicada en sus anales y en Pauta Nº 65, México D.F., Enero-Marzo 1998.
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