“Nuova Harmonía 2014”: Orchester der Klangverwaltung München (Orquesta
de la Administración del Sonido de Munich), Dirección: Enoch Zu Guttenberg,
Solista: Stefan Stroissnig (Piano). Programa: Ludwig Van Beethoven: Obertura
“Leonora” Nº3, Concierto para Piano y Orquesta Nº5 en Mi bemol mayor Op. 73 “El
Emperador”. Anton Bruckner: Sinfonía Nº 4 en Mi bemol mayor “Romántica”. Teatro Colón: 29/10/14.
Confieso que al
momento de escribir esta crónica, sigo aún sin entender cual fue la pretensión
de ambos interpretes a lo largo de la noche. Y digo esto, ya que es la
sensación que mantuve a lo largo de toda la velada. Dió toda la impresión que
por parte de Enoch Zu Guttenberg (Director de Orquesta), la interpretación se
asemejaba mas a una búsqueda que a conceptos sólidos en lo que a interpretación
se refiere. Y por parte de Stefan Stroissnig (solista de Piano), la técnica
estaba, pero no toda la inspiración. Y entonces asistí desconcertado, mas aún
luego de releer el programa de mano cuando en el currículum del Director encontramos “Las respuestas a preguntas sin
solución en el mundo de Guttemberg buscadas y encontradas en la música a veces
radicales, han polarizado a los expertos mas de una vez…” (sic), a una noche en
donde encontrar una explicación sobre lo escuchado se hizo casi imposible. Creo
haber hallado al menos un hilo conductor, por lo tanto, me sujeto y ahí vamos.
Este conjunto vino en
reemplazo de la Orquesta Sinfónica Bruno
Walter. Como dije en mi crónica del Concierto de la Sinfónica de Lucerna días
atrás, la Entidad Organizadora reformulo gran parte de su propuesta de este año
para el segundo semestre y, en consecuencia asistimos a algunos cambios, en
este caso la Orquesta. No así el solista que desde el vamos era Stroissnig.
Entonces nos reencontramos con Zu Guttenberg, en mi caso después de alrededor
de 25 años. Recordadas fueron sus actuaciones con Chorgemeinschaft Neubeuern, con el que
durante tres temporadas casi consecutivas, vino al país traído por el
Mozarteum. Recordada fue su presentación durante una de sus visitas en la
Basílica de Luján con una misa de Mozart y la “Pasión Según San Mateo” Bachiana
en el Colón junto a nombres como María Venuti y Claes H. Ahnsjö entre otros
solistas. De esas actuaciones la impresión que mantuve fue la de un intérprete
correcto. Nada de genialidades, pero tampoco imperfecciones. Ahora bien, pasaron los años y lo encontramos
conduciendo esta orquesta de nombre tan sorprendente “Admnistración del
Sonido”, proyecto nacido a partir de dos violinistas que fueron a buscar al
Director, obtuvieron el concurso de instrumentistas de diferentes agrupaciones,
portadores de instrumentos de incalculable valor: Stradivari, Guarnieri, Amati,
Guadagnini y siguen las firmas….. Actuaciones en Festivales de verano (incluido
el propio), giras internacionales, grabaciones con premio (casualmente la Obra
de Fondo del Concierto) y otros reconocimientos. Dice Zu Guttenberg que su
trabajo con el grupo se basa en tres premisas: lo absoluto, foco obligatorio en
el contenido y crecimiento emocional. Y aquí la polémica: ¿Hubo algo de las
tres cosas o alguna de ellas en la noche? ¿O es una pregunta sin solución,
parafraseando al currículum del conductor?. La respuesta es una sola, y este es
el hilo que hallé: NO. Porque el conjunto está trabajado, es cierto, tiene un
sonido de una transparencia increíble, pero lo absoluto es algo a mi juicio
inalcanzable y, entonces, hallamos interpretaciones correctas como las de sus
visitas anteriores, detalles insólitos como hacer tocar en el Palco Escudo al
Trompetista solista de la “Leonora” (en lugar de hacerlo “fuera de escena” como
está indicado), cambios de “tempi” sorprendentes, desde un “pianísimo” a un
“fortissimo” sin nada intermedio y un Bruckner absolutamente desmedido,
estirado como la muzzarella de una pizza a la que al intentar cortar la porción
se va extendiendo hasta convertirse en una fina hilacha que nunca termina de
cortarse, y lo peor, carente de profundidad. Si comparase esta versión (con
partitura de las primeras ediciones, no la Nowak definitiva utilizada por
Scarabino en 1993, y Diemecke y Calderón, ambos en 2012) con las de idéntica
edición hechas en vivo en el Colón por Masur y Barenboim, vamos de un rango de
entre 61 minutos el primero, 58 minutos el segundo y ¡75
minutos Zu Guttenberg!. Si encontráramos algún atisbo de profundidad, se
hubiera hecho mas llevadera. Al no haberla, sin llegar a aburrir y a
predisponer al bostezo, la escucha llevó a una insólita situación extenuante,
idéntica a la que me ocurriera un cuarto de siglo atrás con “La Pasión según
San Mateo” del mismo Director. Y en cuanto al solista, poseedor de antecedentes
interesantes, exhibió buena técnica, lindo sonido, pero también nula
expresividad, ¿influyeron Orquesta y Director tal vez?. Si al responder a los
aplausos concedió como bis un muy bien llevado “Impromptu” de Schubert y la
sensación es que se lo escuchó en mucha mejor forma, allí tenemos al menos una
respuesta. Afortunadamente de parte de la Orquesta no hubo bises. No hacían
falta, la desbandada de platea con el último compás (mas los que se fueron al
final de cada movimiento anterior), fue fiel reflejo de las sensaciones
vividas.
Donato Decina
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