Teatro Colón, Abono Nocturno Nuevo. Concierto Sinfónico-Vocal. West-Eastern Divan Orchestra,
Director: Daniel Barenboim, Solistas: Daniel Barenboim (Piano), Waltraut Meier
(Soprano/Isolda), Peter Seifert (Tenor/Tristán), Rene Pape (Bajo/Rey Marke),
Ekaterina Gubanova (Mezzosoprano/Brangania), Gustavo Lopez Manzitti
(Tenor/Melot). Programa: Wolfang Amadeus Mozart: Concierto para Piano y
Orquesta Nº 27 en Si bemol mayor K.595. Richard Wagner. “Tristán e Isolda”, 2º
acto en versión concierto, 12/08)14.
Quienes asistimos
acreditados por el Colón a esta función, quedamos sorprendidos por la decisión
de ofrecer esa noche en una función de Opera el concierto nº 27 de Mozart,
actuando el propio Daniel Barenboim como Solista y Director. Hilando fino, si
miramos para atrás en la perspectiva los años que precedieron a la reapertura
de la sala, observarán una serie de antecedentes que desembocan directamente en
esta situación que se planteó. Año 2012.
“Rinaldo” de Haëndel, versión de concierto con instrumentos actuales. “La Pasión según San Marcos” de Osvaldo
Golijov, un oratorio semimontado, esencialmente versión de Concierto.
Anteriormente, temporada 2009, Mefistófeles de Boito en el Coliseo (con la sala
del Colón cerrada), versión de concierto. Año 2013, “Requiem de Guerra” de
Benjamin Britten, Concierto Sinfónico-Vocal-Coral. Cuantas veces, desde hace
años, se mezclaba en el abono de Opera, un Concierto de estas características,
o un Ballet. Claro, quienes esperaban dos momentos trascendentales como el
Preludio al 1º acto, o “Muerte de Amor”, que sí se ofrecieron en las funciones
anteriores, se llevaron una decepción mayor, totalmente entendible, ante la
aparición del piano y la comunicación del programa cambiado en un suelto que
muy pocos vieron. Para los cronistas que
recibimos la información, solo en la comunicación de las funciones semanales
apareció el cambio. No hubo comunicado
oficial, algo lamentablemente recurrente cuando mas de uno hubiera querido
saber del porque de ese cambio y quien lo decidió. Súmese a ello, que toda esta
actividad fue denominada “Festival Barenboim”, que sin embargo, se vendieron
los abonos como individuales, tanto los
de Opera como el Estelar, tal cual es tradicional, y esas funciones terminaron englobándose dentro
del Festival. Además, la página de la
West Eastern Divan Orchestra, también ofrecía a la venta las entradas de Estas
funciones, sumiendo todo este proceso en un embrollo grande como una Bola de
Nieve, hecho “Alla Argentina”, con mucha improvisación y desorden, cosas que al
repetirse el evento en los próximos dos años, no deberán volver a ocurrir, como
tampoco, las dificultades que muchos
medios tuvimos para acreditarnos al Abono Estelar, en el que directamente
fuimos ninguneados, ya que se decidió la restricción del expolio, repitiendo la
nefasta experiencia de la temporada 2010 . La culpa no es del chancho, sino
quién le da de comer, y nunca mas vigente este aserto popular. Culpa de Ntra.
Parte por no insistir mas a fondo en la supresión de este tipo de programas en
las temporadas de abono. Del público, que no exterioriza su queja al momento de
ir a renovar su abono y asentarla por
escrito en el libro que existe a tal fin, y del Teatro, que resignó productividad,
cuando las obras deben ser representadas completas y se toleran “Llave en mano”
estos “combos”.
Después de esta
reseña, vamos a lo musical. Sabemos la historia de la West Eastern Divan
Orchestra, por lo que sería ocioso repetirla. Siendo sintéticos y en virtud de las visitas anteriores, ya la podemos definir como una agrupación que
cumple un proyecto humanitario muy
loable, con un funcionamiento de los típicos conjuntos del hemisferio norte que
actúan en los festivales de verano y al que en este caso le suman una pequeña
actividad adicional en el invierno, como este año con una gira por ciudades de España. Así funciona y,
directamente, proporcional, así entonces su sonido, que es el de un conjunto
prolijo, llevado por ese genio que es su Director y que se nota en algunos
pasajes de música en detalles, acentuaciones, ritmo, timbres, pero que no
alcanzan a la homogeneidad que tiene la Staatskapelle de Berlín, que es el otro
conjunto en el que Ntro. Compatriota es titular. Hay calidad en cuerdas y
vientos, la percusión es buena, los metales por ahí tienen algún déficit, pero hay mucha solidaridad
entre pares y entre todos tiran parejo del carro. Sumado a ello, las
inquietantes noticias que conocemos de Medio Oriente, hacen a que pese a las
dificultades, el conjunto se sobreponga a la situación y el balance sea
satisfactorio. En el Concierto 27 de
Mozart, tras un comienzo llamativamente impreciso, dio la sensación de que el
carro se fue acomodando en movimiento y ya en el segundo de los tiempos
apareció el Barenboim que todos conocemos en su máxima expresión. El clima de
intimidad que reinó en la sala durante el transcurso de ese “Larghetto” fue
impresionante y la interpretación exquisita. El cierre fue sencillamente
brillante y, a pesar de la inocultable tensión que había en la sala debido al
cambio de programa, Barenboim fue ovacionado como se merecía.
Y, ¡por fín!, Opera. Barenboim sostuvo a pleno
la tensión del discurso con un conjunto ya definitivamente ajustado, evidente
producto de las funciones anteriores. El pasaje orquestal del encuentro de los
amantes tuvo total intensidad y un vértigo sencillamente glorioso. Y el final
de acto tuvo un paso del drama a una sensación de vacío verdaderamente
espeluznante. Se efectuó algo así como un semimontaje en el que los cantantes
de desplazaron por detrás de la Orquesta en una gran tarima como la que emplean
los coros en los conciertos, entrando y
saliendo según las indicaciones del libreto. Eso pudo haber conspirado
fundamentalmente en la perfomance de Waltraud Meier, cuya voz acusa el paso de
los años para una dilatadísima carrera y que por momentos, y mas allá de un
oficio innegable, al ser tapada en los “tutti”
orquestales, en algunos lugares de la sala era directamente inaudible.
Obviamente, un nombre con tanto peso específico propio, es imposible de
reemplazar por mas covers que existan y, quienes cuentan con la simpatía del
Director y pueden hacerlo, tienen quien mas o quien menos, compromisos de
festivales. Cabe preguntarnos, si no habrá sido por ello la modificación del
programa, ahorrándole la molestia de interprtetar la “Muerte de Amor”( la que
según asistentes de funciones anteriores era “tortuosa”) y resignando el
Preludio, para no quedar el Director como protagonista. Peter Seifert, fue un
muy buen Tristan. Es una de esas voces wagnerianas que tanto se añoran y que
por fin pudimos disfrutar, un Tristán
heróico como pocos, con un énfasis,seguridad, un fraseo y una musicalidad
irreprochables. René Pape, en una actuación descomunal, aportó voz, presencia,
gusto en el decir, dictando en el escenario una cátedra de canto y actuación
Wagnerianos. Ekaterina Gubanova fue una correcta Brangania, con bellísima
presencia y sólido registro, aunque en los momentos de canto fuera de escena se
podría haber aprovechado hacerla cantar su parte en la araña de la sala, con lo cual el efecto
hubiera sido mayor. Gustavo López Manzitti, aunque breve fue su participación,
se lució en el Melot, ganándose finalmente el favor y el afecto del Maestro,
quien al parecer, según trascendidos, lo trató de manera distante en las
primeras funciones. Afortunadamente,
aquí sí lo saludó de la misma forma que a los demás.
Todos saludaron desde
la tarima, con lo cuál, ¿no hubiera sido mejor hacer el preludio (de hecho
algunos espectadores reclamaron a viva voz eso antes de comenzar el “Tristán”),
el 2º acto, hacer salir a los cantantes del escenario y, aunque mas no sea, la
versión orquestal de la “Muerte de Amor”?. También es obvio que habría tenido
reticencias, pero muchas menos que ir a escuchar Opera y de golpe enterarse que
va a escuchar un Concierto Sinfónico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario