sábado, 16 de agosto de 2014

LA CULPA NO ES DEL CHANCHO, SINO QUIEN LE DA DE COMER



Teatro Colón, Abono Nocturno Nuevo. Concierto  Sinfónico-Vocal. West-Eastern Divan Orchestra, Director: Daniel Barenboim, Solistas: Daniel Barenboim (Piano), Waltraut Meier (Soprano/Isolda), Peter Seifert (Tenor/Tristán), Rene Pape (Bajo/Rey Marke), Ekaterina Gubanova (Mezzosoprano/Brangania), Gustavo Lopez Manzitti (Tenor/Melot). Programa: Wolfang Amadeus Mozart: Concierto para Piano y Orquesta Nº 27 en Si bemol mayor K.595. Richard Wagner. “Tristán e Isolda”, 2º acto en versión concierto,  12/08)14.

  Quienes asistimos acreditados por el Colón a esta función, quedamos sorprendidos por la decisión de ofrecer esa noche en una función de Opera el concierto nº 27 de Mozart, actuando el propio Daniel Barenboim como Solista y Director. Hilando fino, si miramos para atrás en la perspectiva los años que precedieron a la reapertura de la sala, observarán una serie de antecedentes que desembocan directamente en esta situación que se planteó.  Año 2012. “Rinaldo” de Haëndel, versión de concierto con instrumentos actuales.  “La Pasión según San Marcos” de Osvaldo Golijov, un oratorio semimontado, esencialmente versión de Concierto. Anteriormente, temporada 2009, Mefistófeles de Boito en el Coliseo (con la sala del Colón cerrada), versión de concierto. Año 2013, “Requiem de Guerra” de Benjamin Britten, Concierto Sinfónico-Vocal-Coral. Cuantas veces, desde hace años, se mezclaba en el abono de Opera, un Concierto de estas características, o un Ballet. Claro, quienes esperaban dos momentos trascendentales como el Preludio al 1º acto, o “Muerte de Amor”, que sí se ofrecieron en las funciones anteriores, se llevaron una decepción mayor, totalmente entendible, ante la aparición del piano y la comunicación del programa cambiado en un suelto que muy pocos vieron.  Para los cronistas que recibimos la información, solo en la comunicación de las funciones semanales apareció el cambio.  No hubo comunicado oficial, algo lamentablemente recurrente cuando mas de uno hubiera querido saber del porque de ese cambio y quien lo decidió. Súmese a ello, que toda esta actividad fue denominada “Festival Barenboim”, que sin embargo, se vendieron los abonos como  individuales, tanto los de Opera como el Estelar, tal cual es tradicional, y  esas funciones terminaron englobándose dentro del Festival.  Además, la página de la West Eastern Divan Orchestra, también ofrecía a la venta las entradas de Estas funciones, sumiendo todo este proceso en un embrollo grande como una Bola de Nieve, hecho “Alla Argentina”, con mucha improvisación y desorden, cosas que al repetirse el evento en los próximos dos años, no deberán volver a ocurrir, como tampoco,  las dificultades que muchos medios tuvimos para acreditarnos al Abono Estelar, en el que directamente fuimos ninguneados, ya que se decidió la restricción del expolio, repitiendo la nefasta experiencia de la temporada 2010 . La culpa no es del chancho, sino quién le da de comer, y nunca mas vigente este aserto popular. Culpa de Ntra. Parte por no insistir mas a fondo en la supresión de este tipo de programas en las temporadas de abono. Del público, que no exterioriza su queja al momento de ir a renovar su abono y  asentarla por escrito en el libro que existe a tal fin,  y del Teatro, que resignó productividad, cuando las obras deben ser representadas completas y se toleran “Llave en mano” estos “combos”.

  Después de esta reseña, vamos a lo musical. Sabemos la historia de la West Eastern Divan Orchestra, por lo que sería ocioso repetirla. Siendo sintéticos y en virtud  de las visitas anteriores,  ya la podemos definir como una agrupación que cumple un proyecto humanitario  muy loable, con un funcionamiento de los típicos conjuntos del hemisferio norte que actúan en los festivales de verano y al que en este caso le suman una pequeña actividad adicional en el invierno, como  este año con una gira  por ciudades de España. Así funciona y, directamente, proporcional, así entonces su sonido, que es el de un conjunto prolijo, llevado por ese genio que es su Director y que se nota en algunos pasajes de música en detalles, acentuaciones, ritmo, timbres, pero que no alcanzan a la homogeneidad que tiene la Staatskapelle de Berlín, que es el otro conjunto en el que Ntro. Compatriota es titular. Hay calidad en cuerdas y vientos, la percusión es buena, los metales por ahí tienen  algún déficit, pero hay mucha solidaridad entre pares y entre todos tiran parejo del carro. Sumado a ello, las inquietantes noticias que conocemos de Medio Oriente, hacen a que pese a las dificultades, el conjunto se sobreponga a la situación y el balance sea satisfactorio.  En el Concierto 27 de Mozart, tras un comienzo llamativamente impreciso, dio la sensación de que el carro se fue acomodando en movimiento y ya en el segundo de los tiempos apareció el Barenboim que todos conocemos en su máxima expresión. El clima de intimidad que reinó en la sala durante el transcurso de ese “Larghetto” fue impresionante y la interpretación exquisita. El cierre fue sencillamente brillante y, a pesar de la inocultable tensión que había en la sala debido al cambio de programa, Barenboim fue ovacionado como se merecía.


  Y,  ¡por fín!, Opera. Barenboim sostuvo a pleno la tensión del discurso con un conjunto ya definitivamente ajustado, evidente producto de las funciones anteriores. El pasaje orquestal del encuentro de los amantes tuvo total intensidad y un vértigo sencillamente glorioso. Y el final de acto tuvo un paso del drama a una sensación de vacío verdaderamente espeluznante. Se efectuó algo así como un semimontaje en el que los cantantes de desplazaron por detrás de la Orquesta en una gran tarima como la que emplean los coros en  los conciertos, entrando y saliendo según las indicaciones del libreto. Eso pudo haber conspirado fundamentalmente en la perfomance de Waltraud Meier, cuya voz acusa el paso de los años para una dilatadísima carrera y que por momentos, y mas allá de un oficio innegable,  al ser tapada en los “tutti” orquestales, en algunos lugares de la sala era directamente inaudible. Obviamente, un nombre con tanto peso específico propio, es imposible de reemplazar por mas covers que existan y, quienes cuentan con la simpatía del Director y pueden hacerlo, tienen quien mas o quien menos, compromisos de festivales. Cabe preguntarnos, si no habrá sido por ello la modificación del programa, ahorrándole la molestia de interprtetar la “Muerte de Amor”( la que según asistentes de funciones anteriores era “tortuosa”) y resignando el Preludio, para no quedar el Director como protagonista. Peter Seifert, fue un muy buen Tristan. Es una de esas voces wagnerianas que tanto se añoran y que por fin  pudimos disfrutar, un Tristán heróico como pocos, con un énfasis,seguridad, un fraseo y una musicalidad irreprochables. René Pape, en una actuación descomunal, aportó voz, presencia, gusto en el decir, dictando en el escenario una cátedra de canto y actuación Wagnerianos. Ekaterina Gubanova fue una correcta Brangania, con bellísima presencia y sólido registro, aunque en los momentos de canto fuera de escena se podría haber aprovechado hacerla cantar su parte  en la araña de la sala, con lo cual el efecto hubiera sido mayor. Gustavo López Manzitti, aunque breve fue su participación, se lució en el Melot, ganándose finalmente el favor y el afecto del Maestro, quien al parecer, según trascendidos, lo trató de manera distante en las primeras funciones. Afortunadamente,  aquí sí lo saludó de la misma forma que a los demás.

  Todos saludaron desde la tarima, con lo cuál, ¿no hubiera sido mejor hacer el preludio (de hecho algunos espectadores reclamaron a viva voz eso antes de comenzar el “Tristán”), el 2º acto, hacer salir a los cantantes del escenario y, aunque mas no sea, la versión orquestal de la “Muerte de Amor”?. También es obvio que habría tenido reticencias, pero muchas menos que ir a escuchar Opera y de golpe enterarse que va a escuchar un Concierto Sinfónico.


Donato Decina

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