sábado, 14 de junio de 2014

UN SOLO CALIFICATIVO POSIBLE: ¡EXCEPCIONAL!






Concierto a cargo de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Enrique Arturo Diemecke, Solista: Boris Giltburg (Piano). Programa: Gerardo Gandini: Variaciones para Orquesta I-IX; Serguei Prokofieff. Concierto para Piano y Orquesta Nº 3 en Do mayor Op. 26; Alexander Glazunov: Sinfonía Nº 1 en Mi mayor Op. 5; Richard Strauss. Muerte y Transfiguración (Poema Sinfónico) Op.24. Teatro Colón  12/06/14.

  La faena ofrecida por Enrique Arturo Diemecke y los Filarmónicos en este concierto solo puede calificársela como excepcional.  No acepta otra consideración que no sea esa. Solo se puede entenderla, valorando entrega, compromiso, pasión por hacer, disciplina. Una Orquesta que paulatinamente va luciendo mas renovada, con inyección de sangre nueva que aporta entusiasmo, manteniendo el lógico equilibrio con los atriles experimentados que van transfundiendo la experiencia. Entonces, el producto final es un concierto que se disfruta del primer al último compás. Antes de comenzar, Diemecke se encargo de poner las cosas en su justo lugar, anunciando a viva voz que la velada se dedicaba tanto a Richard Strauss, cuyo sesquicentenario había acaecido el día anterior y a las memorias  de Rafael Frübeck de Burgos,  fallecido tres días antes y del recordadisimo Franz Paul Decker, quien también fuera titular de la Orquesta, el que en este  caso falleciera dos semanas atrás, homenajeando a todos con un minuto de aplausos. Mas allá del noble gesto, que enaltece al titular del organismo, resaltando fuertemente la trayectoria de uno de sus antecesores en el cargo, nos cabe preguntar el porque el Teatro no emitió comunicado alguno anunciando el deceso de Decker y homenajeándolo como era debido, tal como se hizo con otros artistas de igual valía, mas aún cuando el maestro alemán realizó una tarea notoria en el teatro y que la Dirección Musical de la Orquesta le fuera encomendada por el mismísimo Pedro Pablo García Caffi. Para pensar.

  La velada se inició con una muy buena y ajustada versión de las Variaciones para Orquesta de Gerardo Gandini. Obra de 1962, muestra ya para ese entonces la génesis de lo que sería a futuro su producción musical. Es una carta de presentación en la que muestra los ingredientes de lo que luego musicalmente produciría. Escucharla es recordar obras como Eusebius, Descripción de la Luna o Paisaje Imaginario. Detalles, pizcas, halo de misterio, todo fue quedando expuesto y Diemecke lo amalgamó de manera muy noble, con una orquesta absolutamente consustanciada.

  Luego fue el turno del Concierto Nº 3 de Prokofieff, que marcó el debut Colonero de Boris Giltburg. Este joven pianista Israelí, al que escuchara en igual forma en la Facultad de Derecho con la Sinfónica Nacional allá por 2008, descolló en la interpretación, haciéndolo con aplomo, seguridad, técnica y digitación impecables y caudaloso y robusto sonido. La Orquesta tuvo un ida y vuelta permanente con el solista, entregando un acompañamiento brillante. Hubo un bis y fue una sentida versión de la adaptación para piano que Serguei Rachmaninoff hiciera de la célebre “Pena de Amor” de Kreisler.

    Una obra cuya inclusión en este programa se reveló como absolutamente innecesaria fue la Sinfonía Nº 1 de Alexander Glazunov. La obra, concebida como una tesis de conservatorio, es simpática, pero no deja de ser una tesis y no agrega mucho mas. De todos modos, la versión fue ofrecida de manera ajustadísima con gran desempeño de todos los sectores de la agrupación.

 La velada culminó con la que para Mi ha sido la mas espectacular versión de “Muerte y Transfiguración” de Richard Strauss que haya escuchado en vivo. Tuvo todos los condimentos, ajuste, apasionamiento,  sonido magnífico. Diemecke realizó un trabajo de orfebrería, el que merecía mas aplausos de los que tuvo. En realidad, muchos se van con el ultimo compás y, evidentemente, no valoran o no entienden lo que reciben. Pobres ellos. Nosotros, los que nos quedamos hasta el último aplauso, vemos un crecimiento permanente de la Orquesta que parece no tener techo. Disfrutémoslo entonces y celebremos todo lo que está por venir.


Donato Decina

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