Buenos Aires Lírica: “Adriana Lecouvreur”, Opera en cuatro
actos, música de Francesco Cilea y libreto de Arturo Colautti sobre la pieza
teatral homónima de Eugene Scribe y
Ernest Legouve. Elenco: Virginia Wagner (Adriana), Eric Herrero
(Maurizio), Omar Carrión (MIchonnet), Adriana Mastrángelo (Princesa de
Bouillión), Christian Peregrino (Principe de Bouillión), Sergio Spina (Abate de
Chazeuil). Director de Orquesta: Carlos Vieu, Director de Coro: Juan
Casasbellas , Escenografía: Noelia González Svoboda, Vestuario: Lucía Marmorek,
Iluminación: Rubén Conde, Puesta en Escena: Crystal Manich. Teatro Avenida:
06/06/14.
Buenos Aires Lírica
encaró una nueva producción de Este clásico del “Verísmo” italiano, pensando en
la figura de la malograda Florencia Fabris. Superado el tremendo impacto de su
repentina desaparición física, y siguiendo la premisa del Teatro en aquello de
que “El Espectáculo debe Continuar”….., se mantuvo el título. Se planteó la
convocatoria a Daniela Tabernig, quién fuera anunciada originalmente, pero
luego se conformó un reparto con la convocatoria a Virginia Wagner para el
protagónico y a Eric Herrero, que dejara buena impresión en “Jenufa” en la
pasada temporada para el Maurizio. La presencia de Crystal Manich como
“Regiseur”, de recordado buen trabajo en la “Butterfly” que la entidad
organizadora presentara en 2010, abrió el crédito para Este espectáculo y así
nos predispusimos para asistir al “Avenida”.
La puesta, de neto
corte “Tradicional”, fue resuelta con creatividad e ingenio, siempre con un
pequeño escenario como hilo conductor que va cambiando de posiciones con el
correr de cada acto. Sumado a ello, algunos trastos de época, lo mismo que el
muy buen vestuario, el que sin caer en la tentación de virar todo a sepia, se
mostró en gama multicolor muy bien aprovechada. Súmese a ello, el muy buen
trabajo lumínico de Rubén Conde, que con eficacia no dejó nada librado al azar.
Manich demostró conocimiento cabal del libreto, aprovechó situaciones, como por
ejemplo, poner el ramo de violetas que
Adriana obsequia a Maurizio como hilo conductor, haciéndolo notar en cada acto.
Resaltar los roles del Príncipe de Bouillión y del Abate, que en otras puestas
pueden pasar desapercibidos, la resolución del final del tercer acto, con
esbeltos movimientos de actores figurantes reemplazando a los bailarines en el
cuadro del “Juicio de París”, mas la
escena final donde la protagonista, en vez de salir con Michonnet llevándola de
la mano, lo hace con el Príncipe en un tramo, mostrando Este su satisfacción
por dejar en evidencia a su adúltera mujer, mientras Michonnet queda con su
mano extendida “pagando” como Scarpia en el “Tedeum” de “Tosca” y el sentir y
sufrir del Director de Escena, quien de estar enamorado, pasa con resignación
al amor “filial”. Por supuesto no podía faltar la ubicación el rol de “Diva” de
la protagonista, la fuerte figura de la impetuosa Princesa de Bouillion y en el déficit, la imprecisa ubicación de
Maurizio, al que no podemos tratar de
definirlo, si es un príncipe casi rey, héroe en la batalla y débil en el amor, capaz
de sucumbir ante la fuerte figura de la adúltera princesa hasta dejar a su
verdadero amor de lado, o realmente
alguien que sabe mover de manera cínica los hilos de la trama.
Para el logro del
objetivo se contó con un elenco en el que hubo muy sólidos trabajos. Adriana
Mastrángelo lució imponente en su Princesa desde el “Accerva Voluta” inicial
hasta el final del tercer acto, sólida, muy buenos registro y volumen y muy
abundantes recursos actorales, con una faena rotunda. Sergio Spina logró que el
rol del “Abate” no pasara desapercibido, sacándole todo el jugo y mas a su
parte, con el plus del manejo de su Voz al que nos tiene acostumbrados.
Christian Peregrino logró otro tanto en el rol del “Principe de Bouillión” a partir de su emisión, mostrando presencia y
autoridad. Omar Carrión trazó con corrección a Michonnet, dándole mucha
emotividad desde lo actoral. En lo vocal su voz corrió justa. Para el final la
pareja protagónica. Ambos tienen una carencia y es no saber administrar con
inteligencia los sobrados recursos vocales que tienen para una sala como el
“Avenida. La falta de matices fue notoria, corrió tanto para Eric Herrero en
sus dos momentos de lucimiento (“La dolcissima effigie” y “L’anima ho stanca”),
en donde esas carencias lo llevan a una inexpresividad sin retorno, sumado a
ello las mismas falencias en lo actoral y en el caso de la protagonista ocurrió
lo mismo en el final de “Io son l’umile ancella”, logrando que semejante aria
pase desapercibida para el público. A su favor, su actuación creció muchísimo mas en la segunda parte, en donde
el recitado de “Fedra” de Racine fue muy convincente y “Poveri Fiori” fue
expresada con pasión y emotividad, compensando de esta forma mucho mas su
actuación y rescatando por ello un mejor desempeño. Hubo roles coprimarios
realizados por buenos cantantes como Eugenia Coronel, Walter Schuarz y Juan
Feico, entre otros, quienes aportaron su
experiencia resaltándolos. También se observó a miembros del coro en el
doble rol de coreutas y figurantes, dándole mayor eficacia a los movimientos
escénicos.
En lo musical, Juan
Casasbellas logró ajustada respuesta del coro en el tercer acto. El héroe de la
noche fue Carlos Vieu, quién obtuvo una respuesta formidable del conjunto
orquestal, superando las dimensiones reducidas del foso, por lo que parte de
los bronces y la percusión debieron ubicarse en los palcos “Avant Scene” y ni
hablar de su ya probada conexión con el palco escénico, logrando una concertación
casi perfecta.
Fue una noche con
dignos resultados y deberá tenerse muy en cuenta a una gran profesional que
presenta cada vez en que es convocada trabajos visuales de mucha valía.
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