sábado, 7 de junio de 2014

CON NOBLES RECURSOS




Buenos Aires Lírica: “Adriana Lecouvreur”, Opera en cuatro actos, música de Francesco Cilea y libreto de Arturo Colautti sobre la pieza teatral homónima de Eugene Scribe y  Ernest Legouve. Elenco: Virginia Wagner (Adriana), Eric Herrero (Maurizio), Omar Carrión (MIchonnet), Adriana Mastrángelo (Princesa de Bouillión), Christian Peregrino (Principe de Bouillión), Sergio Spina (Abate de Chazeuil). Director de Orquesta: Carlos Vieu, Director de Coro: Juan Casasbellas , Escenografía: Noelia González Svoboda, Vestuario: Lucía Marmorek, Iluminación: Rubén Conde, Puesta en Escena: Crystal Manich. Teatro Avenida: 06/06/14.

  Buenos Aires Lírica encaró una nueva producción de Este clásico del “Verísmo” italiano, pensando en la figura de la malograda Florencia Fabris. Superado el tremendo impacto de su repentina desaparición física, y siguiendo la premisa del Teatro en aquello de que “El Espectáculo debe Continuar”….., se mantuvo el título. Se planteó la convocatoria a Daniela Tabernig, quién fuera anunciada originalmente, pero luego se conformó un reparto con la convocatoria a Virginia Wagner para el protagónico y a Eric Herrero, que dejara buena impresión en “Jenufa” en la pasada temporada para el Maurizio. La presencia de Crystal Manich como “Regiseur”, de recordado buen trabajo en la “Butterfly” que la entidad organizadora presentara en 2010, abrió el crédito para Este espectáculo y así nos predispusimos para asistir al “Avenida”.

  La puesta, de neto corte “Tradicional”, fue resuelta con creatividad e ingenio, siempre con un pequeño escenario como hilo conductor que va cambiando de posiciones con el correr de cada acto. Sumado a ello, algunos trastos de época, lo mismo que el muy buen vestuario, el que sin caer en la tentación de virar todo a sepia, se mostró en gama multicolor muy bien aprovechada. Súmese a ello, el muy buen trabajo lumínico de Rubén Conde, que con eficacia no dejó nada librado al azar. Manich demostró conocimiento cabal del libreto, aprovechó situaciones, como por ejemplo, poner el ramo de violetas  que Adriana obsequia a Maurizio como hilo conductor, haciéndolo notar en cada acto. Resaltar los roles del Príncipe de Bouillión y del Abate, que en otras puestas pueden pasar desapercibidos, la resolución del final del tercer acto, con esbeltos movimientos de actores figurantes reemplazando a los bailarines en el cuadro del “Juicio de París”,  mas la escena final donde la protagonista, en vez de salir con Michonnet llevándola de la mano, lo hace con el Príncipe en un tramo, mostrando Este su satisfacción por dejar en evidencia a su adúltera mujer, mientras Michonnet queda con su mano extendida “pagando” como Scarpia en el “Tedeum” de “Tosca” y el sentir y sufrir del Director de Escena, quien de estar enamorado, pasa con resignación al amor “filial”. Por supuesto no podía faltar la ubicación el rol de “Diva” de la protagonista, la fuerte figura de la impetuosa Princesa de Bouillion  y en el déficit, la imprecisa ubicación de Maurizio,  al que no podemos tratar de definirlo, si es un príncipe casi rey,  héroe en la batalla y débil en el amor, capaz de sucumbir ante la fuerte figura de la adúltera princesa hasta dejar a su verdadero amor de lado,  o realmente alguien que sabe mover de manera cínica los hilos de la trama.
  Para el logro del objetivo se contó con un elenco en el que hubo muy sólidos trabajos. Adriana Mastrángelo lució imponente en su Princesa desde el “Accerva Voluta” inicial hasta el final del tercer acto, sólida, muy buenos registro y volumen y muy abundantes recursos actorales, con una faena rotunda. Sergio Spina logró que el rol del “Abate” no pasara desapercibido, sacándole todo el jugo y mas a su parte, con el plus del manejo de su Voz al que nos tiene acostumbrados. Christian Peregrino logró otro tanto en el rol del “Principe de Bouillión”  a partir de su emisión, mostrando presencia y autoridad. Omar Carrión trazó con corrección a Michonnet, dándole mucha emotividad desde lo actoral. En lo vocal su voz corrió justa. Para el final la pareja protagónica. Ambos tienen una carencia y es no saber administrar con inteligencia los sobrados recursos vocales que tienen para una sala como el “Avenida. La falta de matices fue notoria, corrió tanto para Eric Herrero en sus dos momentos de lucimiento (“La dolcissima effigie” y “L’anima ho stanca”), en donde esas carencias lo llevan a una inexpresividad sin retorno, sumado a ello las mismas falencias en lo actoral y en el caso de la protagonista ocurrió lo mismo en el final de “Io son l’umile ancella”, logrando que semejante aria pase desapercibida para el público. A su favor, su actuación creció  muchísimo mas en la segunda parte, en donde el recitado de “Fedra” de Racine fue muy convincente y “Poveri Fiori” fue expresada con pasión y emotividad, compensando de esta forma mucho mas su actuación y rescatando por ello un mejor desempeño. Hubo roles coprimarios realizados por buenos cantantes como Eugenia Coronel, Walter Schuarz y Juan Feico, entre otros, quienes aportaron su  experiencia resaltándolos. También se observó a miembros del coro en el doble rol de coreutas y figurantes, dándole mayor eficacia a los movimientos escénicos.

  En lo musical, Juan Casasbellas logró ajustada respuesta del coro en el tercer acto. El héroe de la noche fue Carlos Vieu, quién obtuvo una respuesta formidable del conjunto orquestal, superando las dimensiones reducidas del foso, por lo que parte de los bronces y la percusión debieron ubicarse en los palcos “Avant Scene” y ni hablar de su ya probada conexión con el palco escénico, logrando una concertación casi perfecta.

  Fue una noche con dignos resultados y deberá tenerse muy en cuenta a una gran profesional que presenta cada vez en que es convocada trabajos visuales de mucha valía.



Donato Decina

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