Concierto a cargo de la Orquesta
Filarmónica de Buenos Aires, Director: Francisco Rettig. Programa: Jean
Sibelius: Sinfonía Nº 2 en Re mayor Op. 43; Serguei Prokofieff: Extractos de
las Suites Nºs. 1 y 2, de la música para el Ballet “Romeo y Julieta”. Georges
Enesco: Rapsodia Rumana Nº 1 en La mayor Op. 11. Teatro Colón 31/10/13.
La semana pasada se informó a los medios que se debía adelantar al 31 de
Octubre el concierto de cierre de abono de la Filarmónica, sin especificar las
causas. Al momento de escribir esta crónica y con la grilla de programación de
noviembre en mi mano, no hay actividad pautada desde el 16 del ese mes hasta el
1 de Diciembre, fecha de estreno de la producción de La Fura dels Baus de “Un
Ballo in Maschera” de Verdi. Si como se presume, el despliegue de la puesta no
permite que el Teatro realice otras actividades en el ínterin en la sala
principal, ¿ignoraban acaso las autoridades que el concierto era imposible de
realizar en la fecha programada? . Y si
es así, ¿por qué comprometer al Maestro Diemecke para esa fecha y con otra
programación pautada, salvo la segunda de Sibelius que fue lo único que quedó
en pie?. Con la decisión de sala cerrada, se cae la posibilidad de hacer la
programación originalmente prevista, ya que Diemecke es hoy por hoy director de
agenda “completa” y para rehacerlo, hubo que salir a buscar conductor que
acepte y aquí otra perlita. Francisco Rettig, un probado y buen conductor
chileno, debió dirigir en esta fecha por dos semanas consecutivas como invitado
a la Sinfónica Nacional en el Auditorio de Belgrano. Los padecimientos crónicos
de la primera orquesta del país en materia presupuestaria, hicieron que debiera
informársele a Rettig que su actuación se caía. Por lo tanto, disponía de fecha
libre y el Colón lo encontró. Y aquí tenemos que el Directo que, vaya paradoja,
dirigió conciertos tantas veces en el Colón, pero con la Sinfónica (recordar el
estreno de “Turangalila” de Mesiaen y la Segunda de Mahler en los ciclos de la
lamentablemente desaparecida Asociación Wagneriana y que con la Filarmónica
hizo desde el foso acompañamiento de ballet, se encontró de manera impensada
con el debut en el ciclo de la Filarmónica en el Colón, mientras la Sinfónica
también reprogramaba su actividad. Rettig salió ganando, la Sinfónica…….
Vamos a la programación, en la gacetilla se informaba obras de Enesco,
Prokofieff y Sibelius, en ese orden. Al llegar a la sala y observar el programa
de mano, la conformación definitiva fue.¡ Sibelius!, en primera parte. Y en
segunda parte:¡ Prokofieff, primero! ¡Enesco, cierre!. Sin dudas, un absoluto desatino. Semejante
monumento universal de la música relegado a un comienzo de programa, para que
después viniera una selección a los ponchazos de Prokofieff, que debió haber
sido el centro y una obra de muchísima menor calidad que el resto, puesta de
cierre y fondo de programa, ¿era necesario?. El currículum actualizado de
Rettig dice que hoy es el titular de la Sinfónica de la Radio y Televisión de
Rumania y en su formación, recibió enseñanzas de Sergiu Celibidache,
¿casualidad?. 48 horas después de su actuación, al cierre de estas líneas, se
presenta la Sinfónica Nacional de ese país en el cierre de Nuova Harmonía. No
hay rumanos en la programación a ofrecerse,
¿habrá querido arrojar el guante?.
A pesar de estas disquisiciones hubo música. Afortunadamente muy buena
música. Porque entre tantos desatinos, la heroína de la noche fue la propia
Filarmónica. Que cerró su ciclo brillantemente, y de esta manera, completó el
que a mi juicio fue su mejor abono desde la reapertura del Teatro Colón, porque
logró en sus últimas actuaciones lo que siempre se le exigió: brillar, aún sin
Diemecke en el podio. Y lo hizo, tanto con Pavel Kogan como con Francisco
Rettig. Pocas veces se ha escuchado una segunda de Sibelius, tan nítida,
cantada y sentida, como la de esta ocasión, merito de ambos, Rettig y orquesta.
El cierre fue una cumbre pocas veces vista. Aún cuando los “tempi” del
conductor chileno fueron un poco mas lentos de lo habitual, la profundidad
interpretativa fue superlativa y llegó muy hondo al público que despacho una
justiciera ovación. Sin dudas era el
fondo de la noche.
En la segunda parte, tuvimos una selección absurda por los números
elegidos y el orden de interpretación dispuesto de las Suiters 1ª y 2ª de “Romeo y Julieta” de
Prokofieff. Se escucharon: “Montescos y Capuletos”, “La pequeña Julieta”,
“Danza de las antillanas”, “Mascarada”, “Romeo en la tumba de Julieta” y
“Muerte de Teobaldo”. Por lo tanto nos quedamos, sin la “Escena del balcón” sin
“La despedida de los amantes”, que es cuando
Romeo va al exilio y Prokofieff regala una fragmento orquestal
impresionante y , colofón, luego de la escena de cierre donde mueren los
protagonistas, vamos a la “Muerte de Teobaldo (y de Mercucio también), para
ganar el aplauso fácil. O sea, es como decir, hacemos “La Traviata”, pero dejamos el brindis al
final, después que Violeta se murió.
Saque cada cuál sus conclusiones y, de ser posible, me dejan un comentario en
el link de debajo de esta crónica, me gustaría leerlos.
Lo dicho, para el cierre, la Rapsodia de Enesco, obra simpática, muy
folklórica, colorida, encarada a “tempi” vertiginoso, con una Filarmónica
concentrada y atenta a las indicaciones de Rettig, que marcaba con gestos a lo
Celibidache (el mas maduro se entiende. El anciano debía sentarse en una
especie de atalaya, porque sus huesos no le respondían). Final de color para
una noche que vino mal barajada. Una orquesta que está, a Dios gracias, en la
buena senda y a encarar el año próximo con Richard Strauss hasta en la sopa,
mucho Diemecke y algunas cosas mas que encontraremos en el camino. En Marzo los
reencontraremos, ¿No les parece que es demasiado tiempo?
DONATO DECINA
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