Concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional, Director: Pedro
Ignacio Calderón. Programa: Carlos Guastavino: “Tres Romances Argentinos”.
Dimitri Shostakovich: Sinfonía N° 11 “El
año de 1905”. Auditorio de Belgrano
(28/06/13).
Si la Sinfónica Nacional
hoy por hoy está viva, es porque aun estando en una etapa de su vida en la que
no debería asumir riesgos, su Director Titular, Pedro Ignacio Calderón todavía
los asume y el máximo organismo sinfónico del país le responde con altísimas
prestaciones como la alcanzada en la sesión de anoche. Es inconcebible la falta
de difusión, la carencia de programas de mano (a esta altura de la temporada es
un hecho que no los habrá),en donde los neófitos no tendrán la menor idea de lo
que van a escuchar (y si no se fijan en el modesto afiche de la entrada, ni
siquiera sabrán los títulos de las obras), la programación con fechas muy
discontinuas para la realización de los conciertos y sumémosle los problemas de
arrastre de cincuenta años a esta parte (falta de sala de ensayos adecuada,
carencia de una sede propia, recién ahora se titularizarán algunos cargos por
concurso). Lo manifesté muchas veces, la Sinfónica en los últimos treinta años
(que son los que este cronista que les escribe la ha seguido
ininterrumpidamente), ha pasado por muchísimas vicisitudes. Estas se acercan a
momentos de extrema gravedad. Esperemos que las autoridades de Música y Danza
de la Nación, de las que depende el organismo, tomen debida nota, reasignen todo lo que se
deba en materia presupuestaria y no se
pasen los papelones que venimos señalando. Más allá de la presencia el mismo
día de la Royal Concergtebow de Amsterdam en el Colón y de la escasa difusión
dada, el Auditorio estaba cubierto en las tres cuartas partes de sus
ubicaciones. Por lo menos podemos mirar la parte llena del vaso. Eso sí, los
medios, bien gracias. Este cronista es el único que estaba cubriendo el
concierto. Vean entonces lo que pasó y comienzo a contarlo.
El Concierto se inició
con una buena interpretación de la versión orquestal de los “Tres Romances
Argentinos”. Obra a la que la forma orquestal le queda demasiado grande, que
termina siendo simpática y no pasa de ser folletinesca, producto de la
influencia que ejercían en el compositor los nacionalistas argentinos de
principios de siglo ya superados en ese entonces por los vanguardistas
nacionales. Obras de esas que finalmente terminaron sirviendo, entre otras
cosas, para amenizar algunos
documentales sobre nuestro país por la pintura que ofrecían sus temáticas (Se
acuerdan por caso, los de la legendaria Dirección Nacional de Turismo en la
década del 60, pasados en los cines y repetidos hasta el cansancio las tardes
de Domingo en el viejo Canal 7 Blanco y Negro?). Pues bien, no resiste el paso del tiempo y ya suena a muy vieja. El comienzo fue
impreciso, llamó la atención la debilidad de sonido en el ataque. Faltó ajuste?.
Porque ya a esta altura, con las tres o
cuatro veces que se ofreció dentro de la programación de la Orquesta en las dos
últimas temporadas, no se puede decir que faltaron ensayos. Sín embargo con el
correr de ese número inicial, Las Niñas (las Hermanas mellizas Cavallini,
destinatarias de la obra estuvieron llamativamente ausentes, estarían con el
Concertgebow?), se fue ajustando al grupo y en las otras dos, Muchacho Jujeño y
Bailecito en Cuyo, se llegó a una versión más refinada con lucimiento de las
cuerdas y maderas.
Sin intervalo, dada
la brevedad de la obra, la Orquesta arremetió con una partitura, que no es la
mejor de la producción del gran músico ruso. Que podrá apreciarse como una de
las muestras más acabadas de la llamada “Música Patriótica”, en los tiempos del
sistema Soviético y cuyo mayor mérito reside en la densa orquestación y que por
los materiales elegidos que Shostakovich cita en su trabajo, dan conformidad a
una partitura que se empleó para amenizar al mítico y célebre film “El
Acorazado Potemkin” de Serguei Einseinstein, y es allí donde para muchos les
resultará conocida (por supuesto, no olvidemos y vaya el homenaje a la escena
del cochecito cayendo por las escalinatas del Palacio de los Zares, citada por
tantos otros en diferentes películas) . “El Año de 1905” es una pieza narrativa de ese intento
de toma de palacio, que adelantó lo que finalmente se produciría en 1917. En su
transcurso, se oirán citas de otros compositores rusos, giros brucknerianos
(Shostakovich, tuvo a Bruckner como uno de sus referentes), citas autobiográficas (La técnica y el
discursísmo de la Sinfonía N° 10 está latente allí) y motivos populares (La marcha “La
Varsoviana” en el último movimiento es un ejemplo). Se la interpretó como marca la partitura sin
solución de continuidad. En el comienzo “La Plaza del Palacio de Invierno”, la
introducción en Pianíssimo tan admirablemente llevada por las cuerdas, se vio
alterada por un solista de trompeta absolutamente destemplado, del que ya
habíamos señalado su irregular desempeño en ocasión del pasado Requiem Verdiano
y que pareciera no darse cuenta de esas situaciones que mal predisponen al
auditorio y a sus compañeros mismos. Fue exasperante la destemplanza con la que
sonaba y las pifias que produjo. Ya entrado el Segundo movimiento “El Nueve de
Enero”, esa tensión que se produce cuando avanza el pueblo sobre el Palacio quedó puesta de
manifiesto. Con Tempi muy justo, Calderón ofreció una rica paleta de color y
sonido y en el cambio de rítmo en lo que
sería la gráfica de la represión Zarista, contó con la inestimable y
descollante actuación de los percusionistas Marcos Serrano (Timbales) y
Guillermo Díaz Bruno (Tambor y Redoblante), quienes se erigieron en columna
vertebral sosteniendo el pulso en la endiablada escritura. El tercer movimiento mostró a la Orquesta en el punto justo. La desolación descripta en este pasaje
(Memoria Eterna), fue abordada por cuerdas y vientos con total intensidad y ya
en el final (Campana de Alarma), la
agrupación lució sólida y plena con una apoteosis final que mantuvo en
vilo a los oyentes y los hizo estallar
en una larga y merecida ovación. Calderón ofreció una muestra más de su solidez
interpretativa, haciendo, obviamente, el
repertorio con el que más se identifica. Cuenta con una Orquesta que en veinte
temporadas de trabajo conjunto, ha establecido una alianza con El. Es hora de
ajustar las cosas que correspondan y darles a El y a la Orquesta el lugar que
se merecen. El Público, no tengan dudas, responderá y todos estaremos agradecidos.
DONATO DECINA
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