domingo, 30 de junio de 2013

GRACIAS A CALDERON, LA SINFONICA AUN LATE

Concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional, Director: Pedro Ignacio Calderón. Programa: Carlos Guastavino: “Tres Romances Argentinos”. Dimitri  Shostakovich: Sinfonía N° 11 “El año de 1905”. Auditorio de Belgrano  (28/06/13).

  Si la Sinfónica Nacional hoy por hoy está viva, es porque aun estando en una etapa de su vida en la que no debería asumir riesgos, su Director Titular, Pedro Ignacio Calderón todavía los asume y el máximo organismo sinfónico del país le responde con altísimas prestaciones como la alcanzada en la sesión de anoche. Es inconcebible la falta de difusión, la carencia de programas de mano (a esta altura de la temporada es un hecho que no los habrá),en donde los neófitos no tendrán la menor idea de lo que van a escuchar (y si no se fijan en el modesto afiche de la entrada, ni siquiera sabrán los títulos de las obras), la programación con fechas muy discontinuas para la realización de los conciertos y sumémosle los problemas de arrastre de cincuenta años a esta parte (falta de sala de ensayos adecuada, carencia de una sede propia, recién ahora se titularizarán algunos cargos por concurso). Lo manifesté muchas veces, la Sinfónica en los últimos treinta años (que son los que este cronista que les escribe la ha seguido ininterrumpidamente), ha pasado por muchísimas vicisitudes. Estas se acercan a momentos de extrema gravedad. Esperemos que las autoridades de Música y Danza de la Nación, de las que depende el organismo,  tomen debida nota, reasignen todo lo que se deba en materia presupuestaria y  no se pasen los papelones que venimos señalando. Más allá de la presencia el mismo día de la Royal Concergtebow de Amsterdam en el Colón y de la escasa difusión dada, el Auditorio estaba cubierto en las tres cuartas partes de sus ubicaciones. Por lo menos podemos mirar la parte llena del vaso. Eso sí, los medios, bien gracias. Este cronista es el único que estaba cubriendo el concierto. Vean entonces lo que pasó y comienzo a contarlo.

  El Concierto se inició con una buena interpretación de la versión orquestal de los “Tres Romances Argentinos”. Obra a la que la forma orquestal le queda demasiado grande, que termina siendo simpática y no pasa de ser folletinesca, producto de la influencia que ejercían en el compositor los nacionalistas argentinos de principios de siglo ya superados en ese entonces por los vanguardistas nacionales. Obras de esas que finalmente terminaron sirviendo, entre otras cosas,  para amenizar algunos documentales sobre nuestro país por la pintura que ofrecían sus temáticas (Se acuerdan por caso, los de la legendaria Dirección Nacional de Turismo en la década del 60, pasados en los cines y repetidos hasta el cansancio las tardes de Domingo en el viejo Canal 7 Blanco y Negro?).  Pues bien, no resiste el paso del tiempo  y ya suena a muy vieja. El comienzo fue impreciso, llamó la atención la debilidad de sonido en el ataque. Faltó ajuste?.  Porque ya a esta altura, con las tres o cuatro veces que se ofreció dentro de la programación de la Orquesta en las dos últimas temporadas, no se puede decir que faltaron ensayos. Sín embargo con el correr de ese número inicial, Las Niñas (las Hermanas mellizas Cavallini, destinatarias de la obra estuvieron llamativamente ausentes, estarían con el Concertgebow?), se fue ajustando al grupo y en las otras dos, Muchacho Jujeño y Bailecito en Cuyo, se llegó a una versión más refinada con lucimiento de las cuerdas y maderas.

  Sin intervalo, dada la brevedad de la obra, la Orquesta arremetió con una partitura, que no es la mejor de la producción del gran músico ruso. Que podrá apreciarse como una de las muestras más acabadas de la llamada “Música Patriótica”, en los tiempos del sistema Soviético y cuyo mayor mérito reside en la densa orquestación y que por los materiales elegidos que Shostakovich cita en su trabajo, dan conformidad a una partitura que se empleó para amenizar al mítico y célebre film “El Acorazado Potemkin” de Serguei Einseinstein, y es allí donde para muchos les resultará conocida (por supuesto, no olvidemos y vaya el homenaje a la escena del cochecito cayendo por las escalinatas del Palacio de los Zares, citada por tantos otros en diferentes películas) . “El Año de  1905” es una pieza narrativa de ese intento de toma de palacio, que adelantó lo que finalmente se produciría en 1917. En su transcurso, se oirán citas de otros compositores rusos, giros brucknerianos (Shostakovich, tuvo a Bruckner como uno de sus referentes),  citas autobiográficas (La técnica y el discursísmo de la Sinfonía N° 10 está latente allí)  y motivos populares (La marcha “La Varsoviana” en el último movimiento es un ejemplo).  Se la interpretó como marca la partitura sin solución de continuidad. En el comienzo “La Plaza del Palacio de Invierno”, la introducción en Pianíssimo tan admirablemente llevada por las cuerdas, se vio alterada por un solista de trompeta absolutamente destemplado, del que ya habíamos señalado su irregular desempeño en ocasión del pasado Requiem Verdiano y que pareciera no darse cuenta de esas situaciones que mal predisponen al auditorio y a sus compañeros mismos. Fue exasperante la destemplanza con la que sonaba y las pifias que produjo. Ya entrado el Segundo movimiento “El Nueve de Enero”, esa tensión que se produce cuando avanza  el pueblo sobre el Palacio quedó puesta de manifiesto. Con Tempi muy justo, Calderón ofreció una rica paleta de color y sonido y en el cambio de rítmo  en lo que sería la gráfica de la represión Zarista, contó con la inestimable y descollante actuación de los percusionistas Marcos Serrano (Timbales) y Guillermo Díaz Bruno (Tambor y Redoblante), quienes se erigieron en columna vertebral sosteniendo el pulso en la endiablada escritura.  El tercer movimiento mostró  a la Orquesta en el punto justo.  La desolación descripta en este pasaje (Memoria Eterna), fue abordada por cuerdas y vientos con total intensidad y ya en el final (Campana de Alarma), la  agrupación lució sólida y plena con una apoteosis final que mantuvo en vilo a los oyentes y los  hizo estallar en una larga y merecida ovación. Calderón ofreció una muestra más de su solidez interpretativa, haciendo, obviamente,  el repertorio con el que más se identifica. Cuenta con una Orquesta que en veinte temporadas de trabajo conjunto, ha establecido una alianza con El. Es hora de ajustar las cosas que correspondan y darles a El y a la Orquesta el lugar que se merecen. El Público, no tengan dudas, responderá y  todos estaremos agradecidos.
                                                                                    DONATO DECINA 

No hay comentarios:

Publicar un comentario