Aleko/Lanceotto Malatesta: Sergei Leiferkus-Zemfira/Francesca Malatesta: Irina Oknina-Un joven gitano/Dante Alighieri: Leonid Zakhozhaev-Un viejo gitano/Espíritu de Virgilio: Maxim Kuzmin-Karavaev-Paolo Malatesta: Hug Smith-Una vieja gitana: Guadalupe Barrientos. Coro y Orquesta Estables del Teatro Colón. Director Musical: Ira Levin. Director del Coro: Miguel Martínez. Director de escena: Silviu Purcarete. Diseño de escenografía y vestuario: Helmut Stürmer. Diseño de Iluminación: Henry Skelton. Diseño coreográfico: Karel Vanek.
Teatro Colón, 14 de mayo de 2013
UN RACHMANINOV SERVIDO POR ENCIMA DE SUS VALORES MUSICALES
Con estas dos operitas el Colón ha sumado a Rachmaninov a la lista de los compositores de óperas presentados en nuestro país. Nada se hubiera perdido si no se las montaba, pero sirve para que el oyente tenga un mayor conocimiento del autor y del repertorio operístico marginal. Aplaudo estas programaciones –que García Caffi viene haciendo desde la reapertura del Teatro- pero no por eso voy a caer en frases que he escuchado del tipo de “por fin se hizo justicia”. No, de ninguna manera. Estéticamente ganábamos lo mismo si nos presentaban “El barbero de Bagdad”, “Sigurd”, “Lodoïska” o “La sangre de las guitarras”.
Rachmaninov no fue un genio. Fue un excelente músico con una o dos obras geniales, que no aportó nada al género con sus tres agradables pero prescindibles y olvidables obras. De cualquier manera –vuelvo a repetir- ¡bienvenidas sean!, sobre todo cuando han sido tan bien servidas.
Ambas son obras decididamente menores, superficiales y de escaso interés que se
vieron realzadas por una muy interesante versión.
El éxito de este doble espectáculo radicó principalmente en los dos directores.
En el podio, Ira Levin realizó su mejor trabajo entre nosotros. Su lectura lírica y apasionada fue tejiendo un discurso coherente y sin fisuras para llegar a un final realmente conmovedor .
Cuando hablo de final hablo del final del espectáculo porque la puesta en escena de Silviu Purcarete logró ensamblar las dos óperas con inteligencia y sin traicionar el espíritu de ninguna de las dos. A partir del adulterio y asesinato consigue –con diversos guiños, figuras, vestuario y poses- remitirnos a “Aleko” desde “Francesca”. En la primera, el campamento gitano fue transmutado a un paupérrimo circo transhumante con el típico oso, que en este caso –y como Tonio en “Pagliacci”- termina instigando los asesinatos. Las dos danzas –femenina y masculina- se transformaron en un juego del oso la primera y en un ensayo circense la segunda. Me resultó esto mucho más interesante y lógicamente integrada al desarrollo escénico que una serie de evoluciones pintorequistas con pasos académicos sobre una música que poco y nada tiene de gitana. Claro está que el diseño coreográfico de Karel Vanek no fue demasiado imaginativo en la primera. Tampoco fue muy imaginativa en ninguna de las dos óperas la iluminación de Henry Skelton. Hubo sí un momento de gran belleza en el uso de las luces azules en la escena del sueño de Aleko, donde Purcarete creó un clima de surrealismo onírico de gran fuerza expresiva. El final tuvo el dramatismo que pudo -que ya es mucho- al tener que luchar con la total disociación de la música con el texto –culpable sólo el autor-. Tengo que reconocer que la bajada de un ventilador gigante me desconcertó bastante y me pareció totalmente descolgado en una puesta muy lógica.
Al comenzar “Francesca” y al ver ese ventilador provocando el girar eterno de
los condenados por supeditar la razón a sus pasiones me sentí más cómodo y
entendí que pretendía unificar conceptualmente ambas partituras. Además de una
buena marcación actoral tuvo varios hallazgos: las figuras cubiertas de negro
que eran las gitanas en “Aleko” acá personificaban a los diablos, los
condenados cargaban un esqueleto en su espalda con el que después
escenificarían el encuentro de Lancelot y Guinevere, la sombra de Francesca
aparece vestida muy semejante a Zemfira, los esqueletos son sentados para
presenciar la historia de los amantes, el zancudo y el enano del circo son aquí
el sacerdote y el acólito que casan a Lanceotto, las alfombras en las que son
llevados los cadáveres de los amantes en la historia anterior son aquí
utilizadas para que se desarrolle sobre ellas la historia de amor de Francesca
y Paolo y encuentren -también sobre ellas- la muerte. Podría seguir con varios
detalles más pero no creo que tenga sentido insistir. El final fue todo un
hallazgo con la entrada del Citroën naranja convertido en una suerte de barca de
Caronte y produciendo –al menos en mí- una impresión muy fuerte de que la cosa
volvería a comenzar en cualquier momento.
Todo esto se desarrolló en medio de una escenografía muy sugestiva y con gran economía de medios, que utilizó los mismos materiales para las dos óperas.
Entre los intérpretes fue, de lejos, Sergei Leiferkus quien se llevó las palmas. Muy buen cantante y excelente actor, logró dar realce a sus ingratos personajes. Zakhozhaev rindió mucho más en esta ocasión que en su Wagner del año pasado, Irina Oknina tiene una voz típicamente eslava con una zona aguda bastante estridente, Kuzmin-Karavaev lució bello timbre y buen canto y Hugh Smith cantó el Paolo de manera apasionada. La vieja gitana no ofrece mucho –casi es mejor decir que no frece nada- pero Guadalupe Barrientos realizó una estupenda caracterización a través de lo escénico.
Bien el coro. Sigo sosteniendo que la falta morbidez y que no descienden del piano (en “Francesca” los pianissimi son muy importantes como nota de color).
Roberto Luis Blanco Villalba
El éxito de este doble espectáculo radicó principalmente en los dos directores.
En el podio, Ira Levin realizó su mejor trabajo entre nosotros. Su lectura lírica y apasionada fue tejiendo un discurso coherente y sin fisuras para llegar a un final realmente conmovedor .
Cuando hablo de final hablo del final del espectáculo porque la puesta en escena de Silviu Purcarete logró ensamblar las dos óperas con inteligencia y sin traicionar el espíritu de ninguna de las dos. A partir del adulterio y asesinato consigue –con diversos guiños, figuras, vestuario y poses- remitirnos a “Aleko” desde “Francesca”. En la primera, el campamento gitano fue transmutado a un paupérrimo circo transhumante con el típico oso, que en este caso –y como Tonio en “Pagliacci”- termina instigando los asesinatos. Las dos danzas –femenina y masculina- se transformaron en un juego del oso la primera y en un ensayo circense la segunda. Me resultó esto mucho más interesante y lógicamente integrada al desarrollo escénico que una serie de evoluciones pintorequistas con pasos académicos sobre una música que poco y nada tiene de gitana. Claro está que el diseño coreográfico de Karel Vanek no fue demasiado imaginativo en la primera. Tampoco fue muy imaginativa en ninguna de las dos óperas la iluminación de Henry Skelton. Hubo sí un momento de gran belleza en el uso de las luces azules en la escena del sueño de Aleko, donde Purcarete creó un clima de surrealismo onírico de gran fuerza expresiva. El final tuvo el dramatismo que pudo -que ya es mucho- al tener que luchar con la total disociación de la música con el texto –culpable sólo el autor-. Tengo que reconocer que la bajada de un ventilador gigante me desconcertó bastante y me pareció totalmente descolgado en una puesta muy lógica.

Todo esto se desarrolló en medio de una escenografía muy sugestiva y con gran economía de medios, que utilizó los mismos materiales para las dos óperas.
Entre los intérpretes fue, de lejos, Sergei Leiferkus quien se llevó las palmas. Muy buen cantante y excelente actor, logró dar realce a sus ingratos personajes. Zakhozhaev rindió mucho más en esta ocasión que en su Wagner del año pasado, Irina Oknina tiene una voz típicamente eslava con una zona aguda bastante estridente, Kuzmin-Karavaev lució bello timbre y buen canto y Hugh Smith cantó el Paolo de manera apasionada. La vieja gitana no ofrece mucho –casi es mejor decir que no frece nada- pero Guadalupe Barrientos realizó una estupenda caracterización a través de lo escénico.
Bien el coro. Sigo sosteniendo que la falta morbidez y que no descienden del piano (en “Francesca” los pianissimi son muy importantes como nota de color).
Roberto Luis Blanco Villalba
ESTRENOS TARDIOS PERO EFECTIVOS

DONATO DECINA
FOTOS: GENTILEZA ARNALDO COLOMBAROLI
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