viernes, 17 de mayo de 2013

" ALEKO" Y "FRANCESCA DA RIMINI" EN EL COLON



Aleko/Lanceotto Malatesta: Sergei Leiferkus-Zemfira/Francesca Malatesta: Irina Oknina-Un joven gitano/Dante Alighieri: Leonid Zakhozhaev-Un viejo gitano/Espíritu de Virgilio: Maxim Kuzmin-Karavaev-Paolo Malatesta: Hug Smith-Una vieja gitana: Guadalupe Barrientos. Coro y Orquesta Estables del Teatro Colón. Director Musical: Ira Levin. Director del Coro: Miguel Martínez. Director de escena: Silviu Purcarete. Diseño de escenografía y vestuario: Helmut Stürmer. Diseño de Iluminación: Henry Skelton. Diseño coreográfico: Karel Vanek.
Teatro Colón, 14 de mayo de 2013


UN RACHMANINOV SERVIDO POR ENCIMA DE SUS VALORES MUSICALES


            Con estas dos operitas el Colón ha sumado a Rachmaninov a la lista de los compositores de óperas presentados en nuestro país. Nada se hubiera perdido si no se las montaba, pero sirve para que el oyente tenga un mayor conocimiento del autor y del repertorio operístico marginal. Aplaudo estas programaciones –que García Caffi viene haciendo desde la reapertura del Teatro-  pero no por eso voy a caer en frases que he escuchado del tipo de “por fin se hizo justicia”. No, de ninguna manera. Estéticamente ganábamos lo mismo si nos presentaban “El barbero de Bagdad”, “Sigurd”,  “Lodoïska” o “La sangre de las guitarras”.
            Rachmaninov no fue un genio. Fue un excelente músico con una o dos obras geniales, que no aportó nada al género con sus tres agradables pero prescindibles y olvidables obras. De cualquier manera –vuelvo a repetir- ¡bienvenidas sean!, sobre todo cuando han sido tan bien servidas.
    “Aleko” es su primera incursión en el teatro lírico y la primera de sus obras “grandes”. Esto se nota –como también el hecho de que fuera compuesta en algo más de dos semanas-. Más allá del mediocre libreto –nada menos que de Némirovich Danchenko-, la partitura es poco interesante. No existe un armazón formal, como tampoco hay tensiones ni profundización en los personajes ni situaciones. Es plana, demasiado plana, sin contrastes, sin consistencia y pecando, por momentos, de frío academicismo. Es una sucesión de números cerrados (¡1893!) bastante agradables melódicamente y muy bien orquestados, aunque sin mayor personalidad y con una muy fuerte influencia de Rimsky-Korsakov, Mussorgsky y Taneyev.          “Francesca da Rimini” es mucho más interesante, incluso desde el nada desdeñable libreto de Modest Tchaikovsky. Hay en ella unidad, una mayor elaboración temática y una acertada diferenciación entre el prólogo y epílogo y las escenas del racconto de los protagonistas –muy superiores las primeras-. También es mayor –o al menos existe- la consistencia dramática.
            Ambas son obras decididamente menores, superficiales y de escaso interés que se vieron realzadas por una muy interesante versión. 
            El éxito de este doble espectáculo radicó principalmente en los dos directores.
            En el podio, Ira Levin realizó su mejor trabajo entre nosotros. Su lectura lírica y apasionada fue tejiendo un discurso coherente y sin fisuras para llegar a un final realmente conmovedor .
            Cuando hablo de final hablo del final del espectáculo porque la puesta en escena de Silviu Purcarete logró ensamblar las dos óperas con inteligencia y sin traicionar el espíritu de ninguna de las dos. A partir del adulterio y asesinato consigue –con diversos guiños, figuras, vestuario y poses- remitirnos a “Aleko” desde “Francesca”. En la primera, el campamento gitano fue transmutado a un paupérrimo circo transhumante con el típico oso, que en este caso –y como Tonio en “Pagliacci”- termina instigando  los asesinatos. Las dos danzas –femenina y masculina- se transformaron en un juego del oso la primera y en un ensayo circense la segunda. Me resultó esto mucho más interesante y lógicamente integrada al desarrollo escénico que una serie de evoluciones pintorequistas con pasos académicos sobre una música que poco y nada tiene de gitana. Claro está que el diseño coreográfico de Karel Vanek no fue demasiado imaginativo en la primera. Tampoco fue muy imaginativa en ninguna de las dos óperas la iluminación de Henry Skelton. Hubo sí un momento de gran belleza en el uso de las luces azules en la escena del sueño de Aleko, donde Purcarete creó un clima de surrealismo onírico de gran fuerza expresiva. El final tuvo el dramatismo que pudo -que ya es mucho-  al tener que luchar con la total disociación de la música con el texto –culpable sólo el autor-. Tengo que reconocer que la bajada de un ventilador gigante me desconcertó bastante y me pareció totalmente descolgado en una puesta muy lógica.
           
Al comenzar “Francesca” y al ver ese ventilador provocando el girar eterno de los condenados por supeditar la razón a sus pasiones me sentí más cómodo y entendí que pretendía unificar conceptualmente ambas partituras. Además de una buena marcación actoral tuvo varios hallazgos: las figuras cubiertas de negro que eran las gitanas en “Aleko” acá personificaban a los diablos, los condenados cargaban un esqueleto en su espalda con el que después escenificarían el encuentro de Lancelot y Guinevere, la sombra de Francesca aparece vestida muy semejante a Zemfira, los esqueletos son sentados para presenciar la historia de los amantes, el zancudo y el enano del circo son aquí el sacerdote y el acólito que casan a Lanceotto, las alfombras en las que son llevados los cadáveres de los amantes en la historia anterior son aquí utilizadas para que se desarrolle sobre ellas la historia de amor de Francesca y Paolo y encuentren -también sobre ellas- la muerte. Podría seguir con varios detalles más pero no creo que tenga sentido insistir. El final fue todo un hallazgo con la entrada del Citroën naranja convertido en una suerte de barca de Caronte y produciendo –al menos en mí- una impresión muy fuerte de que la cosa volvería a comenzar en cualquier momento.
            Todo esto se desarrolló en medio de una escenografía muy sugestiva y con gran economía de medios, que utilizó los mismos materiales para las dos óperas.
            Entre los intérpretes fue, de lejos, Sergei Leiferkus quien se llevó las palmas. Muy buen cantante y excelente actor, logró dar realce a sus ingratos personajes. Zakhozhaev rindió mucho más en esta ocasión que en su Wagner del año pasado, Irina Oknina tiene una voz típicamente eslava con una zona aguda bastante estridente, Kuzmin-Karavaev lució bello timbre y buen canto y Hugh Smith cantó el Paolo de manera apasionada. La vieja gitana no ofrece mucho –casi es mejor decir que no frece nada- pero Guadalupe Barrientos realizó una estupenda caracterización a través de lo escénico.
            Bien el coro. Sigo sosteniendo que la falta morbidez y que no descienden del piano (en “Francesca” los pianissimi son muy importantes como nota de color).
                                                                                                                  Roberto Luis Blanco Villalba




                                 ESTRENOS TARDIOS PERO EFECTIVOS 


                                Muchas veces nos preguntamos el porqué de la programación de determinados títulos que a veces son carentes de méritos para ser representados en una sala de la envergadura del Colón de Buenos Aires. Aquí, sin embargo, no podemos menos que  estar de acuerdo dentro de las celebraciones de los 70 años de la muerte del gran compositor ruso con poner al menos dos de los tres títulos breves que aportó al arte lírico. “Aleko”, tal vez un ensayo, compuesta para sus tesis de conservatorio y “Francesca da Rimini”, un producto obviamente más logrado, que tuvo en Modest Tchaikovsky, el libretista de “La Dama de Pique” de su hermano Piotr, a una pluma productora de una buena dramaturgia. Las fuentes, ambas inobjetables para un drama en música: Pushkin y el Dante. En las partituras dos productos “genuinamente Rachmaninoff”, muy bien servidos y en la presentación de nuestro primer coliseo, Vocal y musicalmente irreprochables, pero visualmente discutibles. Dentro de lo primero, Ira Levin ofrece a mí entender su mejor trabajo para el Teatro Colón desde su primera convocatoria allá por el 2011. Supo entender ambas partituras, las tradujo de manera admirable y  logró de la Estable un rendimiento superlativo. Mantuvo un permanente ida y vuelta con el palco escénico lo que redundó en mutuo beneficio. Lo dicho, la Estable se lució en su prestación con una actuación muy sólida y entrando a la parte vocal, Serguei Leiferkus reapareció en el Colón de manera extraordinaria con medios sólidos y recursos actorales nobles en ambos papeles, los que no se diferencian mucho entre sí, el marido engañado por su joven esposa, madre de su hijo (cuanta similitud hay con “Pagliacci” por caso) y la consabida tragedia de “Francesca”, donde Lanceotto es verdaderamente “ninguneado” por su mujer. La Psiquis, el Carácter rudo de ambos personajes y los celos que lo van carcomiendo, los va exponiendo de muy buena manera y con una voz que no evidencia el paso de los años y que se escucha de manera espléndida. Irina Oknina fue el complemento ideal (no por ser asesinada las dos veces). Tanto en Zemfira como en Francesca, puso lo mejor de sí  vocal como actoralmente. Su registro es muy sólido, tiene belleza y presencia en el escenario y estuvo a la par de Leiferkus en las dos Operas, es un valor que se debe tener muy en cuenta de cara al futuro. Leonid Zakhozhaev, produjo su mejor actuación en Argentina. Su gitano en “Aleko”, le viene como anillo al dedo, tiene el “Physique du Rol” y respondió de muy buena manera tanto en lo vocal como en la escena. En cuanto a su intervención como el Dante, sí bien breve, fue muy correcta. Hugh Smith ofreció un buen Paolo Malatesta en lo vocal. Las difíciles intervenciones que tiene la partitura las afrontó con inteligencia, pero su déficit está en lo actoral y en ese rubro fue el más flojo de la noche. No puedo entender como con semejante “estampa”, tenga una actuación tan estática y carente de recursos. Maxim Kuzmin-Karavaev es un muy buen bajo que exhibió registro sin fisuras y muy buena técnica. Correcto en lo actoral tanto en su caracterización del viejo gitano, como en el breve rol del Espíritu de Virgilio. Guadalupe Barrientos supo aprovechar muy bien su breve intervención como la vieja gitana (con una caracterización tan buena que la hacía irreconocible), sacándole todo el jugo posible a su parte. El Coro estable preparado por Miguel Martínez, lució sólido y ajustado. En cuanto a lo visual, Silviú Purcarete es un hombre que proviene del teatro de prosa. Nativo de Rumania, tierra de Gitanos, le dio una impronta renovadora a “Aleko” situándola en un campamento de Circo. Aquí estéticamente, se puede estar de acuerdo. Hay elementos que ayudaron, por ejemplo, un Citroen Dyane 6, de los que vinieron en la oleada importadora de Martínez de Hoz y que uno sabe que tratándose de gitanos, bien se lo puede mirar como proveniente de algún “revoleo” en la comercialización a la que aquí están acostumbrados. La presencia de “Saltimbanquis”, propia de los circos y un acróbata disfrazado de “Oso Carolina” del que tenemos referencia por el relato de nuestros abuelos, como presencia insustituible en los corsos carnavalescos de los años 30 del siglo pasado por estas latitudes, que es el que lleva el sostén principal de la parte coreográfica y que logra que los momentos orquestales (propios del Rachmaninoff de las sinfonías), no hagan caer en un enorme bache a la representación. Hasta aquí, todo en orden. Ahora bién. Si le agregamos a ello que el campamento se sitúa en un Galpón (tranquilamente podría ser uno de los “Docks” de Madero), la presencia de un enorme ventilador de techo que sube y baja quién sabe con qué fines, extractores a los costados, caños por los que entran y salen los saltimbanquis que bien pueden interpretarse como de desagüe y hasta arañas de electricidad que se van a usar recién en “Francesca” uno se pregunta qué tiene que ver todo esto con el drama que atraviesa el protagonísta. Vamos a “Francesca”, la acción en el mismo Galpón, las arañas dando el marco de época correspondiente. Los elementos escénicos correspondientes. ¿Por qué en el final aparecen de vuelta el Oso Carolina y el Citroën Dyane 6? , ¿a cuento de qué?.  Más allá de que la escenografía y el vestuario de Helmut Stürmer y la iluminación de Henry Skelton sean correctos y efectivos y la coreografía de “Aleko” de Karel Vanek sea muy buena, entiendo que hay cosas fuera de lugar y comprendo la reacción de un sector de la platea y los palcos con murmullos de rechazo y desaprobación a la labor de Purcarete. Para innovar no hace falta probar con algunas ridiculeces decididamente fuera de lugar.


                                                                                     DONATO DECINA

                                                                                 
FOTOS: GENTILEZA ARNALDO COLOMBAROLI 

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