PARA ESCUCHAR
LA FALENA
Leyenda lírica en tres actos de
Antonio Smareglia con libro de Silvio Benco.
El Rey
Stellio
Ruggero Bondino (Tenor)
El viejo
Uberto
Mario D’Anna (Baritono)
Albina, su
hija Rita Lantieri (Soprano)
La Falena, espíritu
maléfico Leyla Gencer (Soprano)
Morio, viejo
marino
Aurio Tomisich (Bajo)
El
ladrón Dario Zerial (Tenor)
Voz interna de un
marinero Giuseppe Botta (Tenor)
Coro y Orquesta del Teatro Verdi de
Trieste
Director: Gianandrea Gavazzeni
Grabación efectuada en el Teatro
Verdi de Trieste el 18 de marzo de 1975
Para escucharla: http://www.youtube.com/watch?v=zedYU_8BL64
El destino de Antonio Smareglia estuvo signado por la misma dualidad presentada
por su Istria natal. Esta bellísima región, que perteneció alternativamente a
Italia y al Imperio Austro-Húngaro y que en la actualidad está dividida entre
la patria del Dante y Croacia, cabalgó siempre entre dos culturas.
Lo mismo le ocurrió
a este excelente músico nacido en Pola en 1854 y que fuera enviado por sus
padrea a Graz para estudiar ingeniería. Una vez en Austria tomó contacto con la
música de Wagner y decidió, a los dieciocho años, trasladarse a Viena para
realizar estudios musicales.
Con posterioridad
eligió el Conservatorio de Milán, dado que en él prevalecía el temperamento
italiano por sobre el ambiente germanófilo en el que se movía.
Allí, en la capital
lombarda, fue alumno de Franco Faccio y Alberto Mazzuccato y tomó contacto con
la famosa Scapigliatura, movimiento cultural que intentaba
revitalizar el arte romántico y que diera figuras de gran importancia como,
entre otros, Arrigo Boito, su hermano Camillo –estupendo escritor cuya novela Senso merece
contarse entre lo más importante de la producción italiana de la segunda mitad
del siglo XIX- o el pintor Tranquillo Cremona.
Smareglia egresó en
1875 y, cuatro años después, estrenó su primera ópera: Preziosa. A
ésta le siguieron Bianca da Cervia, Re Nala, Il
Vasallo di Sziget –estrenada en la Ópera de Viena en 1889-, Cornill
Schut –que se ofreciera en el Teatro Nacional de Praga en 1893 y que
luego fuera reelaborada con el título de I pittori fiaminghi-, Nozze
istriane de 1895 –su trabajo más difundido-, La Falena, Oceana y Abisso.
En el año 1900
quedó ciego, pero no por eso dejó de trabajar. Su maravillosa memoria le
permitía recordar escenas enteras del libreto que se le ofrecía y así, sentado
frente al piano, tocaba y dictaba sus partituras. De esa forma compuso sus
últimas dos óperas y, a pedido de Toscanini que lo tenía en muy alta estima,
completó el Nerone de Boito.
En 1921 fue
nombrado profesor del Conservatorio de Trieste, cargo que ocupó hasta su muerte
en 1929.
Smareglia nació el
mismo año que Catalania, músico con el que guarda muchos puntos de contacto
aunque resulta mucho más interesante. Su estilo hiperromántico, que aúna el
lirismo italiano con la densidad germana, su interés por los temas fantásticos
y su no aceptación de los postulados tradicionales lo muestran como un
continuador de la línea estética inaugurada por el malogrado compositor luqués.
El eterno conflicto
entre las aspiraciones ideales del espíritu y las tentaciones de la carne fue
profundamente sentido por Smareglia, que lo llevó por primera vez a escena en
su Cornill Shut. Inmediatamente pensó que podía potenciar aún más
este tema con una ópera basada en Las tentaciones de San Antonio de
Gustave Flaubert. Aunque el proyecto no llegó a concretarse, la idea de la
oposición espíritu-carne siguió interesándolo hasta sus últimos días.
Este tema tomó
forma definitiva cuando, una vez radicado en Trieste, conoció al joven
periodista y poeta Silvio Benco, fantasioso y refinado simbolista. En un
período dominado por el verismo, Smareglia y Benco crearon una ópera totalmente
original en un género a la vez fantástico y humano, enraizada en las antiguas
tradiciones y leyendas de santos tentados por los demonios. La acción está
referida a los primeros años de la era cristiana y la maléfica Falena es
contrapuesta a la angelical figura de la piadosa virgen Albina, que con su
perdón redime al pecador.
El estreno tuvo
lugar en el Teatro Rossini de Venecia el 4 de septiembre de 1897 con un
excelente reparto: la mezzo-soprano Alice Cucini en el rol central, la mítica
Emma Carelli encarnando a Albina, Alfonso Garulli como Stellio y Vittorio
Bombara en Uberto con la dirección de Gialdino Gialdini. La obra fue
representada en Roma en 1899 y en Triste ese mismo año y en 1911, 1930, 1947 y
1975. La Falena es la última
obra que Smareglia escribiera sin ayuda. Las dos restantes (Oceana y Abisso)
fueron compuestas luego de su ceguera. Es una partitura de enorme belleza. El
alucinado y decadente simbolismo del texto se encuentra magníficamente
reflejado en una música de avasallador lirismo, de una atmósfera onírica
estupendamente enmarcada a través de una orquestación suntuosa y sumamente
cuidada y de una escritura vocal intensa y de envolvente slancio.
Dejado de lado como
otros importantes nombres de su generación o de la posterior (Martucci,
Sgambatti, Pizzetti, Alfano, Zandonai, entre otros) Antonio Smareglia es uno de
esos casos de injusticia artística en que suele caer Italia. Hoy los invitamos
a tomar contacto con esta joya auténticamente italiana a la que los
calificativos de wagneriana y germanófila con que fuera peyorativamente
recibida no le caben de ninguna manera.
Argumento
La acción de La Falena transcurre en un reino de la costa
atlántica europea durante los primeros tiempos cristianos.
Acto 1º
Este acto se desarrolla en un bosque
cercano al palacio del joven rey Stellio.
Un grupo de muchachas que ha estado recogiendo flores se encuentra formando
ramos mientras entonan una balada. Las encuentra Albina que, sobre un jazmín
que le ofreciera una de las jóvenes, canta a la flor moribunda. Desde el mar se
escucha la melancólica canción de un marinero, lo que la entristece aún más.
Uberto, su anciano padre, la reprende por su costumbre de encontrar en cada
cosa motivos de aflicción.
Se reúnen campesinos y pescadores en espera de la vuelta del rey de su partida
de caza. Los guardias traen a un ladrón que deberá ser juzgado por Stellio.
Éste sale del bosque junto con su cortejo y todos se reúnen a su alrededor. El
ladrón se vuelve hacia Albina, suplicándole que interceda a su favor. El
soberano, ante el pedido de la joven, lo absuelve. Cuando todos se retiran y
Albina está por seguir a su padre, Stellio la retiene y le confiesa su amor,
que es correspondido.
Absortos en su diálogo amoroso, ninguno advierte que anocheció. Cuando el rey
está por besar a Albina surge de entre el follaje una criatura desconocida
envuelta en un amplio manto que lo arranca de los brazos de su amada y lanza un
desafío: ella es la hermosa, la fuerte, que hace arder los sentidos y destroza
los corazones. Luego, mientras Albina retrocede temerosa, el espíritu maléfico
–la Falena- extiende su manto sobre Stellio y hace caer sobre sus ojos un sueño
hipnótico, exclamando que la noche lo requiere para sí. Después desaparece en
el bosque.
Albina, aterrorizada junto al durmiente Stellio, es encontrada por Uberto, que
llama al pueblo. El anciano lanza sus imprecaciones contra los espíritus
malignos mientras los demás rezan por la salud del rey, al que cuatro jóvenes
alzan para llevarlo al palacio.
La introducción nos pone frente al afiebrado y apasionado mundo de los
espíritus nocturnos a través de un tenso discurso lírico, suntuosamente
orquestado con un muy personal lenguaje armónico.
La intensidad posrromántica de este fragmentos va calmando hasta disolverse en
el delicado canto de las doncellas. La entrada de Albina da lugar a un breve y
doliente monólogo cuyo triste carácter se acentúa con el melancólico canto del
marinero.La adocenada reprimenda de Uberto precede a la escena del ladrón,
espléndidamente subrayada por la orquesta. La entrada del rey presenta un
brillo que la ubicaría entre una más de muchas escenas similares de la ópera
tradicional. Sin embargo, pronto cambia el carácter dando lugar a extrañas
armonías que preanuncian la “Turandot” pucciniana con treinta años de
antelación. Con concisión y sin fáciles efectismos se desarrollan las escenas
previas a muy bello dúo “Ti rimirai vivente”, donde hay momentos de especial
encanto poético.
El clima cambia súbitamente con la aparición de la Falena, que opone su
ardiente e intensa voluptuosidad con la ingenuidad con que es tratada la figura
de Albina. Este momento vuelve a ubicarnos en el mundo fantástico anunciado en
la introducción.
El posterior díalogo entre Uberto y su hija peca de falta de interés debido a
la reiteración de fórmulas melódicas y armónicas. La entrada del pueble cierra
el acto con una convencional pero bella plegaria.
Acto 2º
Los sucesos de este acto tienen lugar
en el antro de la Falena.
La Falena espera ansiosamente la llegada de Stellio. Cuando entra se le acerca
sensualmente, provocándolo y arrojándose a sus brazos. Stellio, haciendo un
supremo esfuerzo por resistir, invoca el nombre de Albina. La Falena, entonces,
lo induce a beber una copa de vino de sus ánforas, después de lo cual ella le
parece de una belleza incomparable. Su apasionado abrazo es interrumpido por la
entrada de Uberto. La Falena le arranca al rey la promesa de matar al viejo.
Éste intenta, vanamente, convencerlo para que abandone ese lugar maldito.
Stellio es sordo a sus plegarias y, cuando Uberto intenta llevárselo por la
fuerza, la Falena saca de la cintura del monarca un cuchillo y se lo pone en la
mano; luego lo arroja sobre Uberto, que cae apuñalado-
Stellio fija horrorizado su mirada en sus manos ensangrentadas pero la Falena
lo incita a seguir bebiendo su vino adormecedor. La angustia de Stellio se
aplaca y tiene una visión de Fata Morgana. Azules colinas de una isla encantada
surgen del mar, con castillos orlados de gemas bajo un cielo de oro. Pero
cuando Stellio alza las manos para acariciar a la Falena la visión se desvanece
vuelve a ver la sangre, pidiendo agua para lavarla.
Corriendo una roca con el pie, hace surgir un hilo de agua y desata sus
trenzas. Stellio juega voluptuosamente con los cabellos y el agua hasta que se
da cuenta que, por más que intente hacerlas desparecer, las manchas de sangre
permanecen en sus manos. En medio de una creciente angustia, los remordimientos
se agolpan en su mente y cree oír un llanto proveniente del bosque. La Falena
trata de que no lo escuche, pero él piensa que es el llanto de Albina y lo
invade un enloquecido terror. Ambos huyen del lugar en un paroxismo de
angustia.
La
introducción muestra, una vez más, la maestría de Smareglia en el arte
orquestal y nos presenta el tenebroso y fantasmagórico mundo de la Falena, cuyo
carácter queda magníficamente delineado en su intenso monólogo “Balzato è dal
giaciglio”. La entrada de Stellio da lugar a un dúo demasiado extenso y
repetitivo. La entrada de Uberto y el trío siguiente desembocan en la concisa y
dramática muerte del anciano.
Sigue otro largo dúo entre Stellio y la Falena. Toda la magia y el irreal y
onírico mundo demoníaco está representado en una página de fuerte poder
evocativo, exigente vocalismo y orquestación palpitante y de gran riqueza
tímbrica, que cierra el acto
Acto 3º
Una playa junto al mar a la salida
del bosque, cerca del palacio.
El viejo marino Morio narra a los pescadores las aventuras corridas en los
viajes que realizara durante su juventud. Después va a descansar a su barca
mientras los demás tienden sus redes. La escena es invadida por los cazadores y
el pueblo, que han salido en busca del rey Stellio y de Uberto.
Mientras todos entran en el bosque, salen por otro lado la Falena y Stellio.
Con las primeras luces del alba comienza a desvanecerse la fascinación de la
Falena, que se hace cada vez más transparente. Ella sigue intentando exaltar a
Stellio y le sugiere que parta en la nave de Morio. Llamado por el rey, el
marino ve como el espíritu se disuelve en la creciente luz de la aurora. Le
explica al monarca que esa era una fantástica criatura nocturna que hace pecar
a los hombres con oscuros maleficios y que quien haya pasado la noche con ella
se encuentra condenado.
Ante el llamado de Morio acude todo el pueblo. El rey se arrodilla y se
confiesa delante de ellos. Al llegar Albina le muestra las manos
ensangrentadas, diciéndole que es la sangre de su padre. El pueblo,
horrorizado, se aleja de él, Stellio pide desesperadamente que alguno le dé
muerte. Albina se le acerca, le besa los cabellos y le dice que con ese beso lo
ha salvado. Luego cae muerta. Stellio, llorando, se arroja sobre el cuerpo de
su amada.
El
carácter diverso de este acto final se presenta a través de una breve y diáfana
introducción.
El anodino relato de Morio es seguido por las anhelantes frases del coro
buscando a su rey. Éste aparece en compañía de la Falena y, nuevamente, un
lenguaje de intenso apasionamiento se adueña de la acción. Escaso interés
presentan la disolución de la protagonista y las frases de Morio describiendo
el pecado cometido que preparan la desgarradora confesión del rey. La escena
final presenta los lamentos del pueblo, la maldición de Morio a la Falena y el
doloroso perdón de Albina con el resultado de una grandeza verdaderamente
conmovedora.
Roberto Luis Blanco
Villalba
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