miércoles, 1 de mayo de 2013

JANOS STARKER


                                        (Budapest, 5 de julio de 1924 – Bloomington, Indiana, 28 de abril de 2013)           

 Existen en la vida de un espectador momentos tan mágicos  y perfectos –pocos en realidad- que quedan grabados en su memoria para siempre como los de mayor goce estético que haya disfrutado. En mi caso estos no llegan a la decena y, entre ellos, figura una noche de 1974 en que Janos Starker en el Coliseo interpretó la “Sonata” de Zoltan Kodaly. Fue tan enorme la conmoción que me provocara la intensidad de uno de los escasos artistas de verdad y con mayúsculas que uno pudiera conocer, que salí de la sala casi flotando en una nube antes de que algún bis exhibicionista pudiera tirar abajo la maravillosa sensación que me había dejado el recital (la primera parte fueron dos suites de Bach).
            Quise comenzar así, con un recuerdo personal, estas breves líneas porque Starker fue, sin lugar a dudas, uno de los más grandes músicos que tuviera la suerte de apreciar. Judío húngaro, sobrevivió al campo de concentración –no así su familia- y, tenazmente, decidió que debía dar todo de sí para que esa supervivencia valiera la pena. ¡Y vaya que lo consiguió!, se convirtió en el más grande violoncellista de la historia luego del mítico Rostropovich.
            Comenzó sus estudios muy chico -a los cinco años -ingresando en la Academia Franz Liszt de Budapest, donde estudió con Adolf Schiffer –que, a su vez fuera alumno nada menos que de David Popper, una de las máximas figuras del cello del siglo XIX-. Así entendemos su imperiosa necesidad de hacer música y su inquebrantable compromiso con ella.
            En 1948 se radicó en los Estados Unidos –cuya ciudadanía adoptó- siendo primer cello de las orquestas del  Met, Dallas y Chicago. Diez años después se radicó en Bloomington (Indiana) dedicándose a su mayor pasión: la enseñanza. Desde ese año y hasta poco antes de su muerte fue profesor en la Jacobs School of Music de la Universidad local. Al mismo tiempo desarrolló su carrera como solista que ,debido a su precaria salud, abandonó en 2005. En una ocasión dijo:”nací para ser maestro. Muchos cuestionaron la validez de esta afirmación porque ofrecí, tres, cuatro, cinco mil conciertos en toda mi vida. Pero el hecho es que creo que he sido puesto sobre la tierra para enseñar”.
            Lo primero que impactaba al oír a Starker era su sonido. Éste era penetrante, purísimo, de gran belleza y de un volumen amplio y poderoso –en especial en los graves, verdaderamente sobrecogedores-. A esto hay que unir una afinación perfecta, una técnica sin fisuras, una profunda musicalidad, una concentración casi sobrehumanas y una mano izquiera que era, sencillamente, milagrosa.
            Un compositor muy amigo me envió un mensaje con el que quiero cerrar este pequeño homenaje: Gloria eterna a ti, Janos

                                                                               Roberto Luis Blanco Villalba


Dejo la dirección para que puedan leer una interesantísima entrevista que se le realizara en 2002:

Además, para poder disfrtuarlo:


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