El gaucho con botas nuevas
(Gilardo Gilardi), Rondò en La Mayor K 386 (Wolfgang Amadeus Mozart), Concierto
para piano y orquesta (Francis Poulenc), Sinfonía Nº 1 en Si bemol Mayor Op. 38
“Primavera” (Robert Schumann). Fuera de programa: Gymnopédie Nº 1 (Eric Satie)
OFBA. Director: Alexis Soriano.
Piano: Pascal Rogé.
Teatro Colón, 2 de mayo de 2013
¡Por Dios, qué pianista!!!! Quienes me conocen saben que no me gusta
atenerme a regla o normas y que realmente no me importa comenzar así una
crítica y, es más, si a alguno le molesta me hace sentir un poco mejor.
Es que lo que hizo el jueves Pascal Rogé en el Colón excede cualquier tipo de
apreciación objetiva. Y si alguno pudo hacerla lo descalifico como oyente. Ante
tamaña demostración de cualidades artísticas e interpretativas todo lo demás
queda, necesariamente, en segundo plano.
Si un crítico pierde la capacidad de
emocionarse, mejor sería que dejase de escribir. El hecho artístico no depende
de una nota errada o un acento distinto al que figura en la partitura, sino del
resultado general. Lo que importa es el concepto y el haber traducido –o no- el
espíritu del autor.
Quien haya perdido la capacidad de
emocionarse, dejado de lado el abrirse –no el aceptar ciegamente- a lo nuevo,
el poder escuchar una obra muy oída como si fuera casi la primera vez, debería
replantearse lo que está haciendo y dedicarse a otra cosa. Por otro lado, la
proliferación de blogs y otras yerbas virtuales y la idea de que la democracia
y la libertad permite que cualquier persona que no sepa nada sobre un tema
opine y pontifique sobre cosas de las que no sabe han desprestigiado
absolutamente la labor del crítico. Si un profesor de historia, un arquitecto,
una abogada o un médico que no saben música, ni canto, ni piano, ni castañuelas
dogmatizan sobre el tema es porque el rumbo se ha perdido. Yo escucho
regularmente en mis charlas, cursos, presentaciones o lo que sea decir “¡qué
buena técnica!” a personas que positivamente sé que no tienen la menor idea de
ello. Si a eso le unimos que algunos críticos sufren de complejo de Dios, en un
punto creo que estamos fritos. Cuando tres nombre importantes –uno de ellos el
de los dos o tres que más respeto- ante el infame –conceptualmente y como
realización- “Colón Ring” –o “Anillito”, como cruel y certeramente lo bautizó
el público- aseveraron, sin esgrimir ningún argumento, que “Siegfried” es una
obra menor sentí una profunda vergüenza ajena y me replantée si no había tirado
por la borda cuarenta y cinco de mis sesenta y dos años de vida dedicándome a
esto.
Obviamente, un grupo de ineptos y de soberbios no me apartan de mi vocación y
vuelvo a comenzar: ¡Qué pedazo de pianista!
El que Rogé sea un viejo y asiduo conocido no impide que uno se maraville ante
cada una de sus interpretaciones. Su técnica está totalmente fuera de
discusión: es perfecta. Ya conocemos y hemos hablado de la belleza de su
sonido, de su toque diáfano pero no blando, de la increíble agilidad, de la
casi incomprensible diafanidad de sus texturas. Es, sin lugar a dudas, una de
los cuatro o seis más grandes –sin entrar en la estupidez de lo mediático-
pianistas del momento –título que viene ostentando hace décadas, lo cual lo
exime de ser un “producto armado” para snobs como Lan o Volodos- y otra vez
volvió a revelarlo.
Después de una exquisita versión de un Mozart menor, nos entregó un Poulenc de
antología –sólo superado por su grabación con Dutoit- y la mejor “Gymnopédie”
que jamás haya escuchado. El Concierto no tiene secretos para él y,
literalmente, lo “jugó”, lo llenó de matices, de intenciones y nos regaló una
visión de la obra decididamente soñada.
A esto se sumó, además, una dirección sensible y plana de lirismo del español
Alexis Soriano, que alcanzó su mayor nivel de la noche. Ésta había comenzado con
un muy buen “Gaucho con botas nuevas” –una de las máximas obras de nuestra
historia musical- y se cerró con una una muy particular visión Biedermayer –que
yo creo que es la correcta- de la “Sinfonía Primavera”.
Decir que el desempeño de la OFBA fue magnífico es una redundancia pero no está
de más hacerlo. De cualquier manera, extraño el muy personal sonido que
consigue con otros directores.
Roberto
Luis Blanco Villalba
FOTO: GENTILEZA ARNALDO COLOMBAROLI
FOTO: GENTILEZA ARNALDO COLOMBAROLI
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