Carmen: Jossie Pérez/Oksana
Volkova-Don José: Thiago Arancam/Enrique Folger-Escamillo: Rodrigo
Esteves/Fernando Radó-Micaela: Inva Mula/Virginia Wagner-Zúñiga: Fernando
Radó/Mario De Salvo-Remendado: Sergio Spina-Morales: Norberto Marcos/Fernando
Grassi-Frasquita: Marina Silva/Victoria Gaeta-Mercedes: Florencia
Machado/Vanesa Tomas-Dancairo: Alejandro Meerapfel/Gustavo Gibert-Lillas
Pastia: Sebastiano De Filippi. Coro, Coro de Niños y Orquesta Estables del
Teatro Colón. Director del Coro: Miguel Martínez. Director del Coro de Niños:
César Bustamante. Director: Marc Piollet. Regisseur: Emilio Sagi. Escenografía:
Daniel Bianco. Vestuario: Renata Schussheim. Coreografía: Nuria Castejón.
Iluminación Eduardo Bravo.
Funciones del 16 (Gran Abono) y
17 (Extraordinaria) de abril de 2013
“Carmen” es una de esa escasa
veintena de óperas absolutamente geniales y vigentes que no pueden estar fuera
de la programación de un teatro por demasiado tiempo, y me parece que diez años
desde su última presentación es más que suficiente para que el Colón la
reponga. Ha sido una excelente elección y, además, el título ideal para abrir
la temporada.
Se apostó fuerte a una puesta que
no inquietara al público y que también lo impactara. Para ello se contrató a
Emilio Sagi, un epígono de Zeffirelli con mucha intuición y, obviamente, menos
genialidad e ideas. Su labor resultó satisfactoria y con instantes de verdadera
calidad.
Sobre una excelente escenografía
de Daniel Bianco, cuenta muy bien la historia sin que molestara –a aquellos que
suele molestarles- la traslación a la inmediata postguerra española. Movió
acertadamente las masas y, en varias ocasiones, logró momentos estáticos de
gran belleza plástica que, en buena
parte de los casos, remitieron a las muy bellas pinturas de José García Ramos.
Tuvo algunos –no muchos- hallazgos de gran nivel: los dos encuentros silenciosos
de Carmen y Micaela (acto 1º con una
protagonista que la observa de lejos temiendo una rival y acto 3º con Micaela
plantándosele desafiante y reclamando su derecho al hombre que se está
llevando), el bellísimo final del tercer acto con la silueta de Carmen en lo
alto de la montaña recortándose contra el cielo, o los niños que, en su
candorosa inocencia, nos hablan del acostumbramiento a la terrible realidad en
la que vivían jugando a fusilarse entre ellos. Otros detalles (el asesinato de
Zúñiga, Lillas Pastia travesti –desagradablemente caracterizado- o un Dancairo
gay) uno los ha visto muchísimo mejor resueltos. El punto flojo estuvo en la
marcación de los cantantes, que parecieron librados a su suerte dentro de
algunos lineamientos generales. Deduzco esto por la notoria diferencia que hubo
entre ambos elencos. Para terminar con la parte escénica, la estilización
flamenca de las danzas resultó atractiva aunque algo monótona. Totalmente fuera
de lugar y desagradable el bailarín del último preludio. Resumiendo, una buena
puesta con algunos reparos. Personalmente, después de ver la extraordinaria
“Carmen” de Marcelo Lombardero o conocer por DVD la de Calixto Bieito, espero
que me digan las cosas con mayor personalidad –la genialidad no es exigible-.
Si la parte visual resultó
bastante satisfactoria, lo musical sólo puede ser descripto como
desconcertante. En mis cincuenta y cinco años de oyente jamás me ocurrió algo
parecido a esto. Para poder apreciar a ambos elencos asistí a las dos primeras
funciones dos noches sucesivas. No puedo decir que la primera función haya sido
mala. Simplemente no pasó nada. No hubo magia, comunicatividad, encanto. Más
allá de los cantantes, casi todos de tercer orden, “Carmen” resultó mortalmente
aburrida. La noche siguiente asistí con la idea de ver sólo los dos primeros
actos para apreciar a los cuatro roles principales y volver a casa a gozar de
un buen CD o una buena película con una pipa y un whisky para sacarme el mal
gusto y el desagrado de ver mediocrizada una obra maestra. Pero ocurrió algo
insólito: desde los primeros compases del preludio sentí que me encontraba en
un teatro distinto. Había vida, calor, ideas, fraseo, planos, personajes
creíbles. Era otra “Carmen” y me quedé hasta el final y el público aplaudió de
forma entusiasta –cosa que no había ocurrido la noche anterior-.
Marc Piollet demostró ser más
que el rutinario acompañante que escuchamos en el Gran Abono. No es un grande,
pero conoce la obra y la sirve a conciencia. Los tempi rápidos –incluso algo
más que los del propio Prêtre en 1968, no es un alarde de memoria tengo la
grabación-, la orquesta liviana con muchos detalles de color y definiendo bien los planos sonoros remiten
al estilo típico de la opéra-comique. Demostró que frasea con corrección y
posee una buena dosis de lirismo. No es lo ideal, aunque su labor del miércoles
terminó siendo convincente y válida.
Oksana Volkova es una muy bella
treintañera bielorrusa que está haciendo una estimable carrera y el Colón, en
un principio, la contrató para la totalidad de las funciones. Extrañamente, y
sin que se diera ninguna explicación, se llamó a Jossie Pérez y se le
ofrecieron a la Volkova un par de funciones extraordinarias –que, como sabemos,
tienen menos ensayos y a la que los críticos de los medios importantes suelen
no asistir-. Parecería ser que esta fue una exigencia de Sagi. El tema es que
los abonados resultaron casi estafados.
La mezzo portorriqueña es una
mera comprimaria a la que la Carmen le queda enorme. Tiene una voz extraña, por
momentos bella y por otros seca y desagradable –supongo que por efecto de una
técnica precaria-. El vibrato en la zona aguda a veces da la sensación de una
afinación insegura. Su concepción del rol es aún más precaria que su vocalidad.
Carece de todo vestigio de sensualidad y seducción y en su deseo por dar
énfasis a su deseo de libertad termina cargando tanto las tintas que finaliza
siendo una marimacho poco atractiva, pendenciera y extremadamente violenta. Su
gestualidad en el dúo final parecía tan de cine mudo o de ópera italiana de los
cuarentas que estuvo al borde de transformarlo en un paso de comedia.
Con Volkova todo cambió.
Poseedora de una voz muy bella, aterciopelada y homogénea–típicamente rusa-
tiene asimismo una muy buena técnica y una impecable musicalidad. Tiene también
idea de quién es Carmen. Bastante buena actriz y dueña de una inquietante
sensualidad, terminó cautivando al público. Exceptuando a Bumbry, Crespin y
Uria Monzon es la mejor Carmen que haya visto en el Colón.
A Thiago Arancam lo
vi el año pasado en la Deutsche Oper de Berlín como Don José en la peor
“Carmen” de la que tenga memoria (huí despavorido de la sala al promediar el
segundo acto). Puedo asegurar que no mejoró. Voz lírica básicamente linda, está
manejada con una técnica elementalísima y con una muy molesta engoladura en la
zona aguda. Es el típico tenor de teatros provincianos de segunda. Actor
elemental, imprime a su canto exabruptos veristas anacrónicos y de enorme mal
gusto. El personaje no está compuesto y su interacción con Pérez en el final
fue memorable por lo ridícula.
Sin ser una revelación, muy
correcto Enrique Folger. De cualquier manera, esperaba más de él. Los dos
últimos actos fueron decididamente superiores a los primeros. Buena línea, un
uso no demasiado imaginativo de la dinámica pero con momentos de gran belleza
(final del duo con Micaela). Puso pasión y hacia el final del tercer acto logró
una interpretación conmovedora.
La albanesa Inva Mula fue la
gran figura de la primera noche y, junto con Volkova, la única de nivel Colón.
Mula –que ya ronda la cincuentena- es una excelente cantante, de muy buen
gusto, técnica sin fisuras y exquisita musicalidad. Además, era la única que
tenía su papel internalizado. Lamentablemente, Piollet se dedicó esa función a
marcar rígidamente los tempi sin permitirle expansiones en su aria. De
cualquier manera escucharla fue un bálsamo y sería de esperar que el Teatro
piense en ella para un papel de más trascendencia –le vi en Bastille la más
maravillosa Marguerite que recuerde-.
Virginia Wagner, obviamente,
perdió mucho con la comparación. Sin embargo, aún sin compararla, es una
cantante elemental. Su fraseo es rutinario, no es imaginativa, se mueve en una
gama que va del mezzo forte al forte y es mala actriz. Considero que, más allá
de su voz importante y su buena técnica, no es un nombre para insistir.
Un Escamillo correcto,
rutinario y monótono el del brasileño Rodrigo Esteves. Fernando Radó-–aún
cuando todavía debe resolver algunos pequeños detalles técnicos- compuso un
excelente torero al que sirvió con una muy
interesante voz.
En general muy bien los demás
papeles –superiores los del primer elenco- entre los que deseo destacar a
Marina Silva, Florencia Machado, Sergio Spina y Alejandro Meerapfel.
Muy bueno –excelente en la
segunda función- el Coro de Niños. En cuanto al Coro prefiero escucharlo en
otra ópera antes de emitir una opinión definitiva. Ha perdido ese sonido
mórbido que lo caracterizó los últimos tiempos, no se le escucharon pianissimi,
a veces los forti estaban cerca del grito y el sector femenino mostró problemas
de ensamble. Espero que sea algo circunstancial.
Una perlita. La tapa del
programa de mano juega con la marquilla de Gitanes. Lo que es casi cómico es
que la célebre gitana envuelta en humo de los cigarrillos franceses está
inspirada en la gitana cigarrera protagonista de una célebre obra lírica; el
tema es que no es en Carmen sino en la Frasquita de Lehár que causaba furor en
la Francia de la entreguerra.
Roberto Luis Blanco Villalba
Asistía a la función del 17 con el segundo elenco. En líneas generales coincido con lo expresado por Roberto B.V. Lo que no entiendo es qué motiva al Colón contratar a cantantes tan elementales para el elenco principal. Por otro lado cómo se programa? Se elige un título llamativo y después se ubica el elenco o contando con la disponibilidad de tales artistas se elige un título adecuado? Como fuere en este caso se ofreció como primer elenco un grupo inadecuado de cantantes y de algún modo indigno del Colón. No debiera ser este el camino a seguir por el teatro y además la dirección artística tendría que tener una mejor información acerca de los artistas contratados. Que el título de apertura haya sido un fiasco (al menos con el primer elenco) habla mal de los programadores. Y atención, con esos elementos el resultado no podía ser otra cosa que un fiasco.
ResponderEliminarGuillermo Rostom Maderna