jueves, 27 de octubre de 2016

PARE, MIRE, ESCUCHE


Buenos Aires Lírica (Temporada 2016): “Manon Lescaut”. Drama lírico en cuatro actos, libreto de Luigi Illica, Marco Parga, Domenico Oliva, Ruggiero Leoncavallo, Giulio Ricordi y Tito Ricordi. Música de Giacomo Puccini, basada en la novela “Historia del Caballero Des Grieux y Manon Lescaut” del Abate Prevost (1731). Interpretes: Macarena Valenzuela (Manon Lescaut), Eric Herrero (Renato Des Grieux), Ernesto Bauer (Lescaut), Norberto Marcos (Geronte Di Ravoir), Ivan Maier (Edmondo, Maestro de Baile, Farolero),Trinidad Goyeneche (Un Músico), Enzo Romano (Posadero, Capitán, Sargento), Constanza Panozzo-Cristina Wasylyk-Marcela Marina-Diana Gómez (Madrigalistas), Natalia Giardinieri- Moyra Agrelo-Alfonsina Ciotti-Florencia Fernández Mora-Florencia Repetto (Cortesanas [Actrices]).Coro de Buenos Aires Lírica, Preparador: Juan Casasbellas. Escenografía: Daniela Taiana, Vestuario: Sofía Di Nunzio, Iluminación: Gonzalo Córdova. Orquesta de Buenos Aires Lírica: Director: Mario Perusso. Puesta en Escena: André Heller-Lopes (Teatro Avenida, 14 de Octubre de 2016).

  El título de esta crónica no es otro que el que se lee en los pasos a nivel ferroviarios (casi siempre en las “Cruces de San Andrés”), y entiendo que el verdadero significado es prestar atención y respetar las señales (y por ende el cruce). Si lo trasladamos a este trabajo con el que Buenos Aires Lírica culmino la presente temporada oficial (Se anunció una puesta adaptada de “Agrippina” de Händel la que tendrá lugar en el mas acotado Teatro del Picadero), es obvio que ante la magnitud del título abordado a desarrollar en una sala con un foso que no puede albergar a una masa orquestal como la que pide Puccini (En los créditos no se menciona si es la partitura original o se emplea una reducción de algún compositor o adaptador), uno pide prestar atención y respetar la obra.  En el desarrollo que seguirá, se darán cuenta de que hubo buenas intenciones visulaes basadas justamente en el respeto por la obra, mas allá de algún disenso puntual. Musicalmente, hubieron voces que emplearon todos sus recursos redondeando un final digno,  y en el foso el máximo especialista en Puccini de la República Argentina,  comandando las cosas desde ahí para que la empresa llegue a puerto.

  André Heller-Lopes hizo girar todo su trabajo en base a un  convento como espacio físico. Allí Des Grieux está escribiendo el que probablemente sea su Diario Intimo por el que luego se irán acercando Edmundo,  la propia Manon (en “In Quine Trine Morbide”) y Lescaut (En la arenga a la multitud en la que solicita se apiaden de la desgracia de su hermana). Si bien aquí no se trata el asunto, como sí ocurre en la de Massenet, Des Grieux fue seminarista. Se ha dicho que una persona le refirió a Prevost el asunto (¿la persona que lo vivió?) en Le Havre, volviendo de Louisiana, mientras al Abate se embarcaba en sentido inverso,  y esta narración actuó como disparador para que escribiera la novela. Ahí tenemos un hilo conductor, Des Grieux-Prevost-Manon (Que viaja a París enviada por su familia a tomar los habitos). Renato revive la historia mientras la va escribiendo y el espacio toma forma de Posada de Amiens, Palacio de Geronte, Planchada del Muelle desde donde zarparán deportados a Louisiana y el propio desierto de Louisiana. Todo ello resuelto con nobles recursos visuales, sin caer jamás en chabacanería alguna, para lo cual contó con la invalorable colaboración de Daniela Taiana en el diseño escénico, un muy buen vestuario de Sofía Di Nunzio y una muy conveniente y efectiva iluminación de Gonzalo Córdova. Puede objetarse el hecho de que se le haya quitado intimidad al final, cuando en el desenlace aparecen los espectros de Edmundo, Geronte, Lescaut y el Posadero junto a los protagonistas, o bien, el momento del embarque, ya que al estar Lescaut casi fuera de escena leyendo ese tramo de la narración iluminado por un velador, el mas desprevenido pudo haber pensado que el interprete no tenía memorizado el fragmento, de todas formas son detalles menores que no hacen al fondo de la cuestión. La idea es interesante, pero todos los factores que confluyeron para desarrollarla no estuvieron por igual al mismo nivel, por eso, Parar-Mirar-Escuchar. Terminó siendo un hueso dificilísimo de roer y los logros fueron parciales.

  En lo vocal, Macarena Valenzuela hizo una composición de menor a mayor, el primer acto decididamente no va con su tesitura vocal. Empero, a partir del segundo acto (desde el “Dúo de Amor”) fue creciendo en entrega e intensidad y ya en el cuarto, entregó una interesante “Sola, Perduta, Abbandonata”. Fue buena actriz, muy convincente en sus gestos. Eric Herrero se entregó al personaje con todos sus recursos vocales y actorales, los que no siempre estuvieron de su lado. Al límite, con técnica trastabillante. Solo su tesón y su tenacidad lo llevaron a llegar al final de la representación de digna manera. Ernesto Bauer fue un correcto Lescaut, bien jugado desde lo actoral, con un buen juego de comedia en los dos primeros actos. Vocalmente tuvo un correcto decir. Norberto Marcos fue un digno Geronte. Supo extraerle todo lo posible al rol, demostrando el deseo  creciente de poseer a la joven, hasta el momento de denunciarla sin vacilar, como respuesta al ultraje de su dignidad y de su casa. Ivan Maier fue el  valor mas parejo de todo el elenco, soltura, elegancia, buen decir, impecable línea vocal. La asignación de roles dada para este espectáculo, le consignó el Edmundo en el primer acto (trazando a un perfecto ladero de Renato), el Maestro de Baile para el segundo (dando vuelo a un simpático paso de comedia) y al farolero en el tercero (resuelto de impecable forma).

  Enzo Romano tuvo efectiva intervención, tanto el Posadero en el primer acto como ser Capitan y Sargento al mismo tiempo en el tercero. Impecable en presencia y dicción.  Trinidad Goyeneche compuso de manera muy simpática al músico, secundada con corrección por Constanza Panozzo, Cristina Wasylyk, Marcela Marina y Diana Gómez como las madrigalistas. El Coro, bien preparado por Juan Casasbellas, mostró el brío al que nos tiene acostumbrados.  Y bien por las actrices que en el tercer acto compusieron a las cortesanas que son deportadas a Louisiana con  Manon.

  El sostén fundamental de este enorme esfuerzo se llama Mario Perusso, que a sus ochenta jóvenes años, se dio el gusto de concertar este título. La Orquesta que se reunió, fue conformada por valores de primerísima línea de nuestros principales organismos musicales. A la falta de ensayos, suplieron con enorme profesionalidad las carencias y ofrecieron una versión plena de nervio, tensión creciente y un punto culminante en el célebre “Intermezzo”, que al igual que en su versión del Colón se lo interpretó entre el tercero y  el cuarto acto, lleno de apasionamiento y arrancando la ovación mas sostenida de la noche.


Donato Decina

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