viernes, 22 de julio de 2016

   IL PIRATA Y EL NACIMIENTO DEL  
                MELODRAMA ROMÁNTICO 
   Dr. Roberto Luis Blanco Villalba 


La sorprendente y conmovedora parábola belliniana duró exactamente diez años, desde el estreno de su primer trabajo (1825) hasta su muerte en 1835. 
Profundamente lírico y elegíaco, contrapartida musical de Giacomo Leopardi –aunque con un dejo clásico que lo asimilaría a Vincenzo Monti- Bellini es el primer romántico auténtico de la música italiana, ya que el arrollador e indomable verbo donizettiano se desarrollará algo posteriormente. 
El romanticismo llega a él súbitamente y se hace canto, un canto “que apenas surgido ya ha arribado y es inmediatamente río y mar” (Ildebrando Pizzetti) 
Siciliano de origen abrucés, se formó en Nápoles durante los últimos tiempos de la gloriosa tradición operística de la ciudad partenopea y entre sus maestros se contaron los nombres de los últimos representantes genuinos de la más que secular y espléndida escuela napolitana. 
           
                       
Después del estudiantil y olvidable ensayo de “Adelson e Salvini” logró su primer éxito en 1826 al estrenar en el San Carlo la ópera “Bianca e Gernando”, mutación impuesta por la censura al título original ya que no era aceptable el uso del nombre del monarca (Fernando) sobre el escenario. 
Donizetti, presente en las funciones, observó las indudables dotes lírico-dramáticas del joven catanés y lo presentó al poderoso empresario Domenico Barbaja, que lo alentó a dirigirse a Milán en donde lo recomendó calurosamente. 
Ya en la capital lombarda y pese a la recomendación de Barbaja y al triunfo de “Bianca e Fernando”, encontró cierta oposición entre las autoridades de la Scala. Esta desconfianza no alcanzó al genovés Felice Romani –el más importante libretista de 
     
                      
de la época- que se encontraba trabajando con Mercadante en el estreno de “Il Montanaro”. Entre ambos artistas surgió una profunda amistad, fruto de ideales estéticos comunes, que fructificaría en una labor conjunta de poco común importancia a través de todo el resto de la producción belliniana a excepción del postrer “Puritani”. 
Romani propuso a la Scala escribir u libreto renunciando a sus honorarios. La propuesta fue rechazada, pero la confianza demostrada por el escritor decidió que finalmente se encomendara a Bellini la composición de una ópera para cerrar la temporada de otoño de 1827. 
Mucho se ha hablado acerca del origen del libreto, al que durante mucho tiempo se consideró un trabajo original o se lo hacía derivar de una de las dos baladas en verso –la que recita Mina- en “The Pirate de Walter Scott. Hoy sabemos que el tema fue tomado de “Bertram ou Le Pirate” del francés Isidore Taylor (llamado Raimond), derivado a su vez de “Bertram or the Castle of St. Aldobrand”, primera de las cuatro tragedias del clérigo Charles Maturin (1782-1824), estrenada por el célebre Edmund Kean en el Drury Lane de Londres en 1816 contando con el padrinazgo -¡nada menos!- que de Sir Walter Scott y Lord Byron. 
           
                    
La partitura fue compuesta entre mediados de mayo y fines de septiembre y estrenada en la Scala el 27 de octubre de 1827 con Henriette Meric Lalande como Imogene, Giovanni Battista Rubini encarnando al personaje titular, Antonio Tamburini en el rol de Ernesto, Pietro Anziloni en el de Goffredo y Lorenzo Lombardi y Marieta Sacchi en los de Itulbo y Adele. La dirección estuvo a cargo del maestro al cembalo Vincenzo Lavigna, que habría de alcanzar la inmortalidad como maestro de Giuseppe Verdi. 
        
                     
El éxito fue extraordinario y acompañó a cada una de las quince representaciones que se ofrecieron hasta fin de año. A partir de entonces la obra comenzó una carrera internacional bastante importante ofreciéndose, entre otras ciudades, en Viena en 1828, Londres en 1830 y París y Nueva york en 1832. Buenos Aires la conoció en el Teatro Principal de la Victoria en 1850 con dirección de Juan Rivas y la participación de Carolina Merea, el tenor Mugnay y el barítono Ramonda en los papeles centrales. 
La aparición de las grandes obras bellinianas y donizettianas y la verdadera revolución que supuso la irrupción del genio verdiano –amén de las producciones francesas y alemanas- cambiaron el gusto del púbico y condenaron esta obra al olvido, del que fue rescatado en Roma en 1935, en ocasión del centenario de la muerte del compositor, con participación de Iva PacettiBeniamino Gigli y Mario Basiola dirigidos por Tullio Serafin, sin demasiada aceptación del público ni de la crítica. Finalmente obtuvo la aprobación general con motivo de su exhumación en la Scala en 1958 con Maria Callas, Franco Corelli y Ettore Batianini con la dirección de Antonino Votto. 
                      
Con esta tercera ópera Bellini atrae definitivamente sobre sí la atención del público y fija los moldes del melodrama romántico que habrá de alcanzar su madurez en la donizettiana “Anna Bolena”. 
Cuando todos los operistas italianos giraban alrededor de la figura de Gioacchino RossiniBellini elige un camino propio, mucho más íntimo y concentrado y con evidentes raíces en el elegíaco mundo de Giovanni Paisiello. 

Pese a una música ecléctica y, por momentos, imprecisa “Il Pirata” muestra ya las características de ese lirismo límpido y puro que habrá de constituir el centro mismo del estilo belliniano. Existen en la partitura algunos elementos dramáticos que no serán fecuentes en el resto de su producción, tales como un desembozado apasionamiento casi byronano, el uso de recitativos de inusual intensidad con fugaces manchas melódicas en su desarrollo –con indudable influencia de Donizetti- y un color oscuro y un empuje dramático que en cierto punto anticiparían a Verdi. 
        
                       
La orquestación es la más rica que haya escrito Bellini (nuevamente haciendo excepción de “I Puritani”) ya  que a partir de entonces la irá haciendo cada vez más despojada en cada nueva partitura con el fin de privilegiar la melodía cantada como modo único e insustituible de expresión. 
Además de la obertura –cuyo Andante moderato proviene de “Adelson e Salvini”- se destacan los estupendos dúos de Imogene con Gualtiero y Ernesto y algunos números de conjunto de real interés. El punto más alto se encuentra en la logradísima escena fina que rompe con el tradicional rondó rossiniano, constituyéndose además en el primer ejemplo romántico de una escena de locura en la ópera italiana. 
          
  Dr. Roberto Luis Blanco Villalba 
     

Para escuchar:  
Montserrat Caballé (Imogene)-Laviano Labò (Gualtiero)-Piero Cappuccilli (Ernesto). Orquesta y Coro del Maggio Musicale Fiorentino. Director: Franco Capuana (13 de junio de l967) 

Maria Callas (Imogene)-Pier Miranda Ferraro (Gualtiero)-Costantino Ego (Ernesto).Director: Nicola Rescigno  (Carnegie Hall de Nueva York, 27 de enero de 1959) 
Libreto traducido al castellano; 

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