viernes, 17 de junio de 2016

A PESAR DE LOS ALTIBAJOS, FUE UNA BUENA NOCHE

Orquesta Filarmónica de Buenos Aires: Director Invitado: Andrés Tolcachir, Solista: Xavier Incháusti (Violín). Programa: Max Bruch: Concierto para Violín y Orquesta Nº 1. Antonín Dvorak: Sinfonía Nº 7 en Re menor, op. 70. Teatro Coliseo (En reemplazo de la sala de la Usina del Arte, originalmente programada), 16 de Junio de 2016.

  Si mi querida compañera,  la “Doc” Mónica Rossi, sube en el orden cronológico en que ocurrieron estás dos últimas crónicas sobre dos conciertos sinfónicos ocurridos con un día de diferencia uno con el otro, se darán cuenta que la obra solista en ambos es la misma, el Concierto Nº 1 de Bruch. También que en los últimos días, la presencia de una Compañía de Ballet Holandesa, hizo que se alterara la programación de la “Usina del Arte”, por lo que este concierto del ciclo “la Filarmónica en la Usina”, que tiene mas actividades que el propio ciclo de Abono en el mismísimo Colón, pasara a la sala del Coliseo. Resultado: Inconcebible que la Filarmónica, como está actuando últimamente, llene tan solo tres cuartos de platea de la sala del Coliseo. No entro en polémicas, ni discusiones, acerca de si una obra pueda ser interpretada por dos Orquestas en la misma ciudad tres días seguidos. Quedará para los programadores de Ntros. dos máximos Organismos Sinfónicos Argentinos, si alguna vez compatibilizarán programaciones para que, sin resignar cada organismo la programación de una misma obra, al menos se brinde la misma en fechas diferentes. De la misma forma que en la comunicación, vuelvo a reiterarlo, algo falla y mal. La Filarmónica no se merecía un marco tan paupérrimo de público.

  La diferencia fundamental, que hace que esta versión de Bruch, haya sido superior a la que escuchara la noche anterior, es que Xavier Incháusti tuvo la musicalidad y profundidad, de la que la otra careció. Técnica sobró, y sin que sea un Virtuoso, Incháusti tuvo inteligencia suficiente para hacer una versión muy bien llevada, incluso para exigirle a Tolcachir mediante un gesto en plena interpretación, un “tempi” un poco mas lento del que el Conductor venía adoptando. Ni que hablar del rendimiento de la agrupación orquestal, ya que se notó, y demasiado, que la Filarmónica es una Orquesta muy bien trabajada y de refinadísimo sonido, lo que quedó expuesto ya desde el primer compás. Mientras los aplausos de la concurrencia se mantenían, aún cuando comenzaban a aminorar, llamó poderosamente la atención la actitud del Concertino Delmir Lulja de retirase junto a la fila de violines que encabeza, para que los armadores de Orquesta del Colón preparen los atriles y arrancar de inmediato con la 7ª de Dvorak. Pareció la actitud de un burócrata que quería despachar su trabajo cuanto antes y tomarse el fin de semana largo que al día siguiente se iniciaba, por lo cuál, los asistentes se quedaron con las ganas de escuchar un bis que Incháusti merecía.

  La Séptima de Dvorak fue objeto de una interesante lectura por parte de Tolcachir, el que logró que pudieran apreciarse todos los planos sonoros en momentos de un “tutti” orquestal pleno. Hubo momentos de pleno canto orquestal, algo de lo que la  mayoría de los actuales jóvenes conductores argentinos carecen, y brillo,  como en el final, en que la coda de la obra fue muy bien expuesta. El vals sobre el que se desarrolla el tercer movimiento, fue el que marcó el punto mas alto de la noche, donde marcó la nostalgia y melancolía que la música encierra, con un final de vibración magnífica.

  Y con todos estos ingredientes, como en las actas de una reunión de consorcio, “a las 21,15, se levantó la sesión”. A tomarse el “raje”, que el “finde extra large” comenzó.


Donato Decina

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