TREINTA Y TRES AÑOS DESPUES, LLEGO AL COLON
Quinto
Concierto de Abono a cargo de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires,
Director: Enrique Arturo Diemecke, Solista; Alfonso Mujica (Barítono). Programa
dedicado a Gustav Mahler (1860-1011): “Canciones de Un Caminante”. Sinfonía Nº
10 (Versión revisada por Enrique Arturo Diemecke de la reconstrucción hecha en
dos versiones por Deryck Cooke [1960 y 1964]). Teatro Colón, 18 de Junio de
2015.
Treinta y tres años
pasaron con velocidad inaudita, desde que pocos meses antes de iniciarme como
oyente con la Orquesta Sinfónica Nacional, Pedro Ignacio Calderón, por ese
entonces asesor de programación de la Filarmónica de Buenos Aires (Antonio
Russo era el titular), el que ni remotamente pensaba en ser titular de la
Nacional, de lo que ya lleva 21 años (record de permanencia en el cargo), hacía
con la primera Orquesta Argentina el estreno absoluto de una de las dos
versiones de la obra en el Auditorio de Belgrano. Lamenté mucho por ese entonces
la falta de información para poder
concurrir (solo me enteré por la crítica que el inolvidable Napoleón Cabrera
hiciera del concierto) y comenzar a experimentar en vivo, lo que ya verificaba
en grabaciones y en las legendarias
películas de “Conciertorama” en el desaparecido cine Maxi de la calle Carlos
Pellegrini, justo frente al Colón, en donde las versiones Bernstein con Viena y
Londres de la octava y la Segunda, respectivamente, me deslumbraron sobremanera y en donde la
familia Piscitelli hizo casi todo el resto vendiéndome las grabaciones, ya que
la Quinta me vino en vinilo directamente de Europa (aún lo escucho), con
explicaciones en castellano de Don José Luís Pérez de Arteaga (el gran
“mahleriano” español) y la décima la pude obtener en Cassette en el
desaparecido “Club Internacional del Disco” de Don Julio Epstein, allá en
Viamonte casi esquina Florida. Vaya paradoja, gracias a Don Julio descubrí a
Mahler y en su local cerré el círculo, obteniéndola en una versión de la EMI grabada con Equipos Grundig (según rezaba en
la cubierta del estuche), en la que un joven irreverente de 25 años llamado
Simon Rattle (por entonces aún no era Caballero del Imperio), al frente de la
Bournemouth Symphony Orchestra, deslumbraba interpretando la partitura en la
versión en la que Cooke fue asistido
para la reconstrucción por Bertold Goldscmidt, titular de la Sinfónica
de San Francisco por ese entonces, y
conductor del estreno absoluto en la BBC de Londres en 1964, poco antes del
fallecimiento de Alma Schindler, viuda de Mahler. Mucho tiempo transcurrido,
mucha avidez de mi parte por la experiencia de escucharla en vivo y Enrique
Arturo Diemecke, que finalmente decidió
programarla con la Filarmónica, fue
artífice para que finalmente yo haya podido atesorar la totalidad de la obra
sinfónica de Mahler en vivo.
En los días previos
al concierto, durante la extensa visita que el conductor mexicano hizo en los
estudios a “Opera Club”, nos manifestó en el micrófono y “Off The Record”, que
el suyo fue un trabajo que consistió en una “limpieza de Impurezas”,
fundamentalmente en los “Scherzos” (son dos), en donde habiendo tenido acceso a
los escritos originales de Mahler, descubrió que una serie de agregados y
repeticiones en nada ayudaban a la interpretación de la partitura. También nos
comentó que habría una “sorpresa” con la interpretación. Evidentemente debió
transpirar mas de la cuenta para todo ello. La partitura se inicia con un
“Adagio” (también otro la cerrará), que como se sabe, es el único movimiento
terminado por Mahler (los otros son todos esbozos, que fueron totalmente
reconstruidos y orquestados por Cooke). El ataque inicial está destinado a las
violas, las que en este concierto lo hicieron llamativamente desafinadas en
conjunto, lo que no dejó de sobresaltarme, ya que las cuerdas son la zona en donde reside
la mayor fortaleza de la Filarmónica. A medida que la interpretación avanzaba,
las cosas se fueron emparejando y llegamos al “clímax”, que es un estallido
orquestal, casi como una señal de alarma, en donde ahí sí el conjunto respondió
de manera formidable. Entrando de lleno en la parte “reconstruida”, el primero
de los “scherzos”, siguió mostrándonos a un conjunto llamativamente
“desacompasado”, casi como enfrentando una dificultad notoria. Evidentemente,
la partitura fue un hueso muy duro de roer y, a pesar de los esfuerzos de
Diemecke, la Orquesta no lograba hacer pie. Aquí, se notó casi sobre el final
el trabajo del Mexicano en cuanto a la revisión, pues aparecía eliminada una
pequeña repetición de uno de los temas, casi sobre el final del movimiento, al
menos en la versión que yo poseo.
A partir de “Purgatorio” (tercer movimiento, un pequeño
andante), la versión fue tomando vuelo hasta el final, y la entrega del
conjunto fue cada vez mayor, las flautas aquí jugaron magníficamente la parte a
ellas reservada y las cuerdas graves (fundamentalmente contrabajos), tuvieron
su primer momento de Gloria.
El segundo “Scherzo”
tuvo mas ajuste, ya los vientos lucían de otra forma y los bronces incidieron
favorablemente y de manera decisiva. No dejó de llamarme la atención que para
una orquesta “Mahleriana” y numerosa, solo tres percusionistas debieran
soportar el peso de la partitura y eso se notó, dada la revisión de Diemecke,
la que suprimió un percutir de palillos casi al final del tiempo, que recuerdan
al tic-tac de un reloj y un detalle fundamental. Se conoce una anécdota en la
cuál Mahler, ya agravado en su estado de salud y a punto de regresar de New
York (Cesanteado tanto en el Met cono en la New York Philarmonic), escuchó
intensos golpes de bombo bajo la ventana de la habitación del hotel en el que
se alojaba. Era el cortejo fúnebre que acompañaba los restos de un bombero
fallecido en acto de servicio. Ello lo impresionó de tal manera que incorporó
al boceto, en donde se hallan los compases reservados paar un bombo de gran
envergadura, el que debía golpearse al final de este movimiento y al comienzo
del quinto y último (el Adagio de cierre), en donde va “in crescendo” y cada
uno de los golpes debe adquirir mayor intensidad, a medida que en paralelo la
música va transcurriendo (como en un
cortejo, que en este caso es su propia despedida). Y aquí, el mayor
error de Diemecke, ya que evidentemente, al no conformarse con los bombos
disponibles, optó por el martillo que se emplea en la sexta sinfonía, solo que
allí es bien conocido que lo hace solo en tres decisivas ocasiones (luego
eliminó el tercer golpe por superstición). El martillo de la Filarmónica (que
aquí se golpea contra una caja, distinto al de otras orquestas que tienen uno
gigante, a veces necesariamente manipulado por dos percusionistas juntos que lo
hacen golpear directamente contra el suelo), fue tan pobre en su sonido que
quedó descolocado en la partitura, por lo que a un pasaje tan trascendente se
lo vio transcurrir sin pena ni gloria.
Solo luego de ello, desde el segundo de los “Climax” similar al del primer
movimiento, emergió el canto mas franco y el momento mas convincente de la
orquesta en todo el concierto, lirismo, pureza de sonido y un pasaje final que
se fue extinguiendo lentamente. El propio Cooke, que comenta la novena sinfonía
en la versión Solti -Sinfónica de Londres, con traducción castellana de Julio Palacio (nada menos, hono al máximo
Mahleriano Argentino), manifestó que en el Adagio de esa, Mahler se despedía
“sobre aquellas cumbres”. Aquí es como que ha descendido por la otra ladera de
la misma montaña a paso apurado (por la superstición de quebrar el número 9, en
el que los grandes sinfonistas se detuvieron), y ello se nota en la partitura, y mucho mas a partir de los movimientos
reconstruidos. Solo al final, en el que ahí si se notan las notas Mahler, el que se va extinguiendo lentamente como
si fuera el compositor el que se va
alejando hasta finalmente desaparecer, es en donde aparece toda la riqueza del
trabajo. Si bien Diemecke y los músicos
trabajaron por demás, la versión me dejó abiertos muchos interrogantes, los que
solo con una única (y tal vez última) audición mas de mi parte, alcanzarán para
develarlos. De todos modos, comienzo a ver con otros ojos el porque Bernstein,
Solti, Kubelik (entre otros) y aquí Calderón mismo (quién me lo manifestó
personalmente), no consideraron grabarla íntegramente (solo hicieron el Adagio
Inicial). De cualquier forma, bienvenida sea, y para el debate, su
interpretación en el Colón.
La noche comenzó con
una pobre versión de las “Canciones de un Caminante”, poemas tomados del ciclo
de Armin y Brentano “El Cuerno Mágico de la Juventud”, en donde un buen
acompañamiento de Diemecke resultó empobrecido a partir de la flojísima
actuación del barítono Uruguayo Alfonso Mujica, quien lució tenso, inexpresivo,
pobre en su decir y carente de línea de canto. Es inconcebible que teniendo en
cuenta que en Ntro. Medio hay no menos de cuatro interpretes de primerísima
magnitud, se haya recurrido a un interprete desconocido entre Ntros. y de
antecedentes en salas mucho menores al Colón, el que se debe recordar es una
meta y no un trampolín
Donato Decina
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