sábado, 27 de junio de 2015



UN ESTUPENDO GOLPE DE TIMON

Teatro Colón: Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Enrique Arturo Diemecke, Solista: Gao Hong (Pipa). Programa: Ge Gan Ru: “Lovers’ Besiged “(Los Amantes Sitiados), Tan Dun: Concierto para Pipa y Orquesta de Cuerdas. Piotr Illich Tchaickovsky: Sinfonía Nº5 en Mi Menor Op.64,  Teatro Colón (04 de Junio de 2015).

  Al conocerse la programación de la Temporada, gestada bajo la anterior administración, Este concierto estaba confiado a un Director y a un solista de Pipa, ambos de origen Chino, quienes para la primera parte habían programado dos obras de otros compositores del mismo origen (por supuesto que una de ellas era un concierto para Pipa [laúd Chino]), aunque se completaba el programa con la Quinta de Tchaicovsky en la segunda parte. Pues bien, solista y director no vinieron (tampoco se explicaron las razones a las que obedecían la no venida de ambos) y se buscó un reemplazo de jerarquía para el mismo instrumento solista comprometido, y Enrique Arturo Diemecke, como titular de la Filarmónica, asumió el compromiso de cubrir la  conducción de la velada, adelantando de ese modo la segunda de sus presentaciones previstas durante el corriente mes (la prevista inicialmente ya ha sido asignada a otro Director  también de origen oriental). El resultado fue un acertado golpe de timón como consecuencia de la obra para Pipa programada en reemplazo, con una solista de estupenda jerarquía y un Tchaickovsky verdaderamente antológico.

  El inicio trajo también otro cambio. Entre otras novedades, este año Diemecke ha asumido la conducción de la Orquesta Sinfónica de un importante Instituto Universitario de México, organismo con el cuál, según noticias que recibí a través del sitio Facebook de internet, estrenó allí una obra de Ge Gan Ru, un compositor chino nacido en los años cincuenta, llamada “Lovers’ Besiged” (En Castellano “Los Amantes Sitiados”), la que entonces , evidentemente producto del apuro con que debe haber tomado a la Filarmónica las deserciones comentadas, fue la elegida para la apertura del concierto, habida cuenta que se trataba al fin y al cabo de música china,  tal como se había propuesto para la primera parte. Según la semblanza incluida en el programa de mano, dentro de los comentarios hechos por mi gran amigo Carlos Singer, es una persona que en sus años formativos no pudo tomar contacto con las formas occidentales de música, debido a las prohibiciones imperantes en esa época por la censura cultural. Solo en los años ochenta, luego de los acercamientos a occidente producidos por aquel formidable estratega llamado Deng Xiao Ping, este hombre ha podido trasladarse a la Universidad de Columbia, donde culminó su formación con Ntro. Compatriota Mario Davidovsky,  y en el Conservatorio de Shangai tomó contacto con obras de compositores como Boulez, Cage y Crumb. Por su apego a esas formas y estilos, es que se ganó el mote de “el primer compositor Chino de vanguardia”. La obra, que se divide en   tres episodios, describe una leyenda popular que cuenta el ocaso de la dinastía Qin,  doscientos años antes de Cristo. El material empleado es producto de la reelaboración de un trío para Piano, Violoncello y Percusión. La historia refiere a un príncipe de esa dinastía, conductor de su ejército y su amada,  que se ven sitiados en la ciudad en que viven por fuerzas de una dinastía rival.  Al impacto inicial de ese sitio, se produce el clásico encuentro de los amantes, luego del cuál la mujer intenta convencer en todas las formas (incluso cantando)  de la necesidad de que su amado salga a combatir a los invasores,  y al no lograrlo, con los rivales casi encima de ellos, opta por darse muerte y,  soló ahí,  su amante se da cuenta de el error y sale al combate, obteniendo un triunfo de sabor muy amargo. La música es muy descriptiva, muy arrolladora y disonante durante el primer número, para ir virando luego a formas mucho mas melódicas en los dos números posteriores y culminar en una exposición “ a lo Khatchaturian”. También en esa línea fue mi decepción, ya que luego de un comienzo con algo muy diferente, nos dirigimos a formas archiconocidas, por lo que al “vanguardista chino”  lo deberé esperar para otra mejor oportunidad para poder apreciarlo mejor.  Descomunal en cambio, y ahí el porqué del título del presente comentario, ha sido la versión del Concierto para Pipa y Orquesta de Cuerdas de Tan Dun, compositor que ha incursionado en múltiples facetas, que van desde la música de la apertura de los Juegos Olímpicos del 2006 (que algunos magníficos recuerdos nos trajera a los Argentinos), hasta música de películas y obras multimedia. Aquí sí que tuvimos una obra de superior escritura, en la que la elaboración, con mucha técnica y bastante disonancia, pudo amalgamarse de manera tal que la esencia de los ritmos chinos tan característicos, pudo convivir con el lenguaje moderno, reservando para la Pipa solista un lucimiento muy especial de la que Gao Hong, la solista convocada, sacó amplio provecho con técnica exquisita y fina sensibilidad interpretativa. Previamente y a pedido del Director, explicó las características del instrumento y brindó ejemplos musicales, hasta llegar a sonidos de la naturaleza,  que no hicieron mas que lograr meterse al público en el bolsillo, obtenendo una merecida ovación al final de la obra. Refinamiento y justeza tuvo también el acompañamiento de Diemecke, atento como siempre a todos los detalles, quien siguió “al milímetro” la labor de la solista. Observando la semblanza de la misma, es compositora y docente radicada desde hace mucho tiempo en Estados Unidos, en donde desarrolla una  intensa labor en la Universidad de Música del Carleton College de Minnesota, estado lindero a Michigan, en donde Diemecke desde hace 27 años conduce a la Sinfónica de Flint, por lo que no sería nada raro que el conocimiento que el conductor mexicano tiene de allí, luego de tantos años de trabajo , lo haya llevado a contactarse con esta formidable interprete con este resultado obtenido.

  Y desde el lejano y milenario Oriente, fuimos a las frías estepas para desde allí dirigirmos a Rusia y al encuentro de una bienvenida, por la intensa y  personalísima versión que Diemecke efectuó,  Quinta de Tchaickovsky. Personal, porque lo hizo a un “tempi” un poco mas lento de lo habitual, lo que permitió encontrar otros sonidos que habitualmente pasan desapercibidos,  y detalles de orquesta virtuosa que gracias a ese tiempo empleado,  pudieron apreciarse. Una coda final expuesta de manera sobresaliente, culminó en una ovación cerrada, de esas que perduran en el recuerdo.


Donato Decina

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