UN ESTUPENDO GOLPE
DE TIMON
Teatro Colón: Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director:
Enrique Arturo Diemecke, Solista: Gao Hong (Pipa). Programa: Ge Gan Ru:
“Lovers’ Besiged “(Los Amantes Sitiados), Tan Dun: Concierto para Pipa y
Orquesta de Cuerdas. Piotr Illich Tchaickovsky: Sinfonía Nº5 en Mi Menor
Op.64, Teatro Colón (04 de Junio de
2015).
Al conocerse la
programación de la Temporada, gestada bajo la anterior administración, Este
concierto estaba confiado a un Director y a un solista de Pipa, ambos de origen
Chino, quienes para la primera parte habían programado dos obras de otros
compositores del mismo origen (por supuesto que una de ellas era un concierto
para Pipa [laúd Chino]), aunque se completaba el programa con la Quinta de Tchaicovsky
en la segunda parte. Pues bien, solista y director no vinieron (tampoco se
explicaron las razones a las que obedecían la no venida de ambos) y se buscó un
reemplazo de jerarquía para el mismo instrumento solista comprometido, y
Enrique Arturo Diemecke, como titular de la Filarmónica, asumió el compromiso
de cubrir la conducción de la velada,
adelantando de ese modo la segunda de sus presentaciones previstas durante el
corriente mes (la prevista inicialmente ya ha sido asignada a otro
Director también de origen oriental). El
resultado fue un acertado golpe de timón como consecuencia de la obra para Pipa
programada en reemplazo, con una solista de estupenda jerarquía y un
Tchaickovsky verdaderamente antológico.
El inicio trajo
también otro cambio. Entre otras novedades, este año Diemecke ha asumido la
conducción de la Orquesta Sinfónica de un importante Instituto Universitario de
México, organismo con el cuál, según noticias que recibí a través del sitio
Facebook de internet, estrenó allí una obra de Ge Gan Ru, un compositor chino
nacido en los años cincuenta, llamada “Lovers’ Besiged” (En Castellano “Los
Amantes Sitiados”), la que entonces , evidentemente producto del apuro con que
debe haber tomado a la Filarmónica las deserciones comentadas, fue la elegida
para la apertura del concierto, habida cuenta que se trataba al fin y al cabo
de música china, tal como se había
propuesto para la primera parte. Según la semblanza incluida en el programa de
mano, dentro de los comentarios hechos por mi gran amigo Carlos Singer, es una
persona que en sus años formativos no pudo tomar contacto con las formas
occidentales de música, debido a las prohibiciones imperantes en esa época por
la censura cultural. Solo en los años ochenta, luego de los acercamientos a
occidente producidos por aquel formidable estratega llamado Deng Xiao Ping,
este hombre ha podido trasladarse a la Universidad de Columbia, donde culminó
su formación con Ntro. Compatriota Mario Davidovsky, y en el Conservatorio de Shangai tomó contacto
con obras de compositores como Boulez, Cage y Crumb. Por su apego a esas formas
y estilos, es que se ganó el mote de “el primer compositor Chino de
vanguardia”. La obra, que se divide en
tres episodios, describe una leyenda popular que cuenta el ocaso de la
dinastía Qin, doscientos años antes de
Cristo. El material empleado es producto de la reelaboración de un trío para
Piano, Violoncello y Percusión. La historia refiere a un príncipe de esa
dinastía, conductor de su ejército y su amada, que se ven sitiados en la ciudad en que viven
por fuerzas de una dinastía rival. Al
impacto inicial de ese sitio, se produce el clásico encuentro de los amantes,
luego del cuál la mujer intenta convencer en todas las formas (incluso
cantando) de la necesidad de que su
amado salga a combatir a los invasores, y al no lograrlo, con los rivales casi encima
de ellos, opta por darse muerte y, soló
ahí, su amante se da cuenta de el error
y sale al combate, obteniendo un triunfo de sabor muy amargo. La música es muy
descriptiva, muy arrolladora y disonante durante el primer número, para ir
virando luego a formas mucho mas melódicas en los dos números posteriores y
culminar en una exposición “ a lo Khatchaturian”. También en esa línea fue mi
decepción, ya que luego de un comienzo con algo muy diferente, nos dirigimos a
formas archiconocidas, por lo que al “vanguardista chino” lo deberé esperar para otra mejor oportunidad
para poder apreciarlo mejor. Descomunal
en cambio, y ahí el porqué del título del presente comentario, ha sido la
versión del Concierto para Pipa y Orquesta de Cuerdas de Tan Dun, compositor
que ha incursionado en múltiples facetas, que van desde la música de la
apertura de los Juegos Olímpicos del 2006 (que algunos magníficos recuerdos nos
trajera a los Argentinos), hasta música de películas y obras multimedia. Aquí
sí que tuvimos una obra de superior escritura, en la que la elaboración, con
mucha técnica y bastante disonancia, pudo amalgamarse de manera tal que la
esencia de los ritmos chinos tan característicos, pudo convivir con el lenguaje
moderno, reservando para la Pipa solista un lucimiento muy especial de la que
Gao Hong, la solista convocada, sacó amplio provecho con técnica exquisita y
fina sensibilidad interpretativa. Previamente y a pedido del Director, explicó
las características del instrumento y brindó ejemplos musicales, hasta llegar a
sonidos de la naturaleza, que no
hicieron mas que lograr meterse al público en el bolsillo, obtenendo una
merecida ovación al final de la obra. Refinamiento y justeza tuvo también el
acompañamiento de Diemecke, atento como siempre a todos los detalles, quien
siguió “al milímetro” la labor de la solista. Observando la semblanza de la
misma, es compositora y docente radicada desde hace mucho tiempo en Estados
Unidos, en donde desarrolla una intensa
labor en la Universidad de Música del Carleton College de Minnesota, estado
lindero a Michigan, en donde Diemecke desde hace 27 años conduce a la Sinfónica
de Flint, por lo que no sería nada raro que el conocimiento que el conductor
mexicano tiene de allí, luego de tantos años de trabajo , lo haya llevado a
contactarse con esta formidable interprete con este resultado obtenido.
Y desde el lejano y
milenario Oriente, fuimos a las frías estepas para desde allí dirigirmos a
Rusia y al encuentro de una bienvenida, por la intensa y personalísima versión que Diemecke efectuó, Quinta de Tchaickovsky. Personal, porque lo
hizo a un “tempi” un poco mas lento de lo habitual, lo que permitió encontrar
otros sonidos que habitualmente pasan desapercibidos, y detalles de orquesta virtuosa que gracias a
ese tiempo empleado, pudieron apreciarse.
Una coda final expuesta de manera sobresaliente, culminó en una ovación
cerrada, de esas que perduran en el recuerdo.
Donato Decina
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