jueves, 4 de diciembre de 2014


CON LOS MISMOS ELEMENTOS SE PODRIA HABER OBTENIDO UN MEJOR RESULTADO

Teatro Argentino de La Plata: “Tosca”, opera en tres actos de Giacomo Puccini, basada en la novela de Victorien Sardou, libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica. Interpretes: Amparo Navarro ( Floria Tosca), José Azocar (Mario Cavaradossi), Hernán Iturralde (Barón Vitello Scarpia), Santiago Bürgi (Spoletta), Fernando Alvar Núñez (Sciarrone) , Victor Castells (Cesare Angelotti), Fernando Santiago (Sacristán), Oreste Chlopecki (Carcelero), Sonia Stelman (Un Pastor), Coro Estable del Teatro Argentino de La Plata: Director: Hernán Sánchez Arteaga, Coro de Niños del Teatro Argentino de La Plata: Directora: Mónica Dagorret, Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata, Concertador: Carlos Vieu, Directora de Escena: Valeria Ambrosio, Diseño Escenográfico: Ana Repetto, Diseño Multimedia: Maximiliano Vecco, Supervisión de Vestuario: Fabiana Yalet y Raúl Gatto, Diseño de Iluminación: Sandro Pujía. Sala Alberto Ginastera, 30/11/14.


  Al llegar a la sala, la misma se hallaba atiborrada de público. Vino a mi memoria una función del año 2000, con la que dicha sala quedaba oficialmente inaugurada  para hacer representaciones en forma definitiva. Un Domingo por la tarde. Con Rita Contino, Darío Volonté y Ricardo Ortale en los roles centrales, Puesta de Beni Montresor y Dirección de Orquesta de Javier Logioia Orbe. Un lleno casi igual, solo que en aquella ocasión fueron mas de 7 micros repletos que salieron de la vereda de Cerrito frente al Colón (Casualidades de la vida quieren que el hoy Director del Colón, era en esa ocasión Director General del Argentino) y de la Casa de la Provincia de Buenos Aires. Lógicamente esos micros con mas de 350 espectadores, mas los que viajaban desde otros puntos de la provincia,  y de otras provincias, llenaban la sala. Catorce años después, un micro y dos combis (una de ellas solo con cronistas), mas uno o dos micros  venidos  desde otros puntos de la Provincia. Entonces, misión cumplida. La Plata puede enorgullecerse de contar con un público propio que, al menos en los títulos populares (y Tosca lo es desde siempre en la historia del Coliseo Platense), llena por sí solo la sala. Y allí en los pasillos, Jorge Telerman, Presidente del Instituto Cultural de la Provincia, caminaba rebosante por el resultado obtenido. Y no es para menos,  luego de un transito tan convulsionado como el de este año, en donde las limitaciones presupuestarias se llevaron puesto a casi todo un elenco directivo, debiendo convocarse a otros funcionarios, entre ellos Valeria Ambrosio como Directora Artística, que salieron a la cancha a levantar la bandera de la casa Platense. Si analizamos la limitada temporada y la composición de la misma con tres títulos de tres de los mas grandes operistas de la historia (Wagner, Verdi y Puccini), no se puede decir otra cosa que  estupendo por ello. Ahora bien, centrándonos exclusivamente en Tosca, luego de presenciada por mí la última función, conviene analizar unas cuantas cuestiones por las cuales entiendo que aún con los mismos elementos (tanto humanos como técnicos), el resultado pudo haber sido mas convincente de lo que en definitiva fue. Digo esto, sustrayéndome de todas las polémicas y polvaredas que se suscitaron en torno a este trabajo, que motivaron opiniones salvajes y encarnizadas a favor y en contra. Lo que vi y escuché se sitúa, a mi modesto saber y entender, a mitad de camino. De ninguna manera acepto que haya sido un mal producto, de la misma forma tampoco hubo excelencia absoluta. Entonces vayamos al fondo de la cuestión. Lo central, la puesta. Bienvenida Valeria Ambrosio al mundo de la ópera. Ahora bien, prepárese para leer y escuchar los puntos de vista de todos y trate de no enloquecerse. Si somos cuarenta millones de técnicos de fútbol, sepa que hay al menos cincuenta mil puestistas en todo el país. Su planteo fue el de una visión de tipo “cinematográfica”, con muchos recursos multimedia que a tal fin diseñó Maximiliano Vecco,  que son valederos. Pero ocurre que en una obra con tanta teatralidad como lo es Tosca, esos recursos pueden volverse contraproducentes. ¿Cuáles son?. Entiendo que a la estupenda imagen de Sant’ Andrea delle Valle que ambienta el primer acto, hacerla virar a todo negro con la entrada de Scarpia no hace mas que distraer al espectador que no se concentra en la acción teatral. Lo mismo ocurre en el segundo acto con la maravillosa imagen del Palazzo Farnese que se vuelve borrosa para mostrar la tortura, o a Floria saludando desde el escenario durante el Vissi D’arte. Es decir, se perdió intimidad e intensidad. Segundo acto de Tosca, al menos para mí, es hablar de los cuarenta minutos mas tensionantes de toda la historia de la ópera y parte de esa tensión se perdió con la excesiva proyección de esas imágenes. Tampoco me gustó la presencia de el par de actores que conformaron el dúo que permanentemente se burla del sacristán, el  que no necesariamente debe ser un rengo, ni Spoletta debe ser un tuerto, como aquí se lo mostró. Y para eso está el mayor juego actoral por parte de los interpretes, que es lo que en algunos momentos falló. Tosca es celosa, pero no es ingenua y mucho menos una nena caprichosa,  y esa es la imagen que por momentos mostró, ahí, insisto, está el tema actoral.  También está el tema de los movimientos en Cámara Lenta, tanto en la previa al Te-Deum, como en la conducción de Cavaradossi a la cámara de tortura o la previa al fuslilamiento, en donde hasta la Orquesta pareció estar un tempi mas lento de lo habitual para acomodarse con la acción, es un recurso válido, pero a mi entender retrasa la acción innecesariamente.  Dejamos ahora la puesta y vamos  a lo vocal. Amparo Navarro compuso una Floria muy temperamental,  y hasta por momentos excesivamente adolescente. Hizo lo suyo con mucha convicción, pero en los pasajes mas agudos su timbre no fue del todo grato. Bien en el juego actoral tanto con Scarpia como con Cavaradossi. Este último interpretado por el experimentado tenor chileno José Azocar, quien abordó de manera muy efectiva el rol, administrando sus recursos vocales de manera muy inteligente. Un fiato sobresaliente coronó el Vittoria y una muy sentida interpretación de E Lucevan la Stelle redondeó su intervención. Hernán Iturralde tuvo  a su cargo el difícil rol de Scarpia. Si bien su timbre vocal es blanco para el rol, hizo lo suyo con corrección,  mas una admirable intervención actoral que no dejó duda alguna en el trazo del siniestro personaje, el que tuvo su complemento ideal en el Spoletta de Santiago Bürgi, que de tantas intervenciones junto a Iturralde en tantos espectáculos, lleva a que el ida y vuelta sea permanente y que vocal y actoralmente su rol tenga la debida lucidez. Llamó la atención que el Angelotti de Victor Castells, fuera expresado mas a los gritos que cantado, aunque bien actuado. En cambio fue delicioso el trazo que Fernando Santiago le brindó a su caracterización del sacristán, sin dudas, lo mas logrado de todo el espectáculo, haciendo gala de sus ya bien probados recursos histriónicos, puestos todos al servicio del espectáculo. También fueron muy buenos el Sciarrone de Fernando Alvar Núñez, solido actoral y vocalmente,  como el carcelero de Oreste Chlopecki al que le caben por igual los mismos calificativos. Sonia Stelman exhibió la dulzura de su voz en el rol del Pastor. Tanto el marco escénico de época de Ana Repetto, como el Vestuario seleccionado por Fabiana Yalet y Raúl Gatto y la Iluminación de Sandro Pujía, mostraron calidad y fueron funcionales al servicio de la propuesta.  Sólida labor le cupo en el primer acto y en el fuera de escena del segundo al Coro Estable, magníficamente preparado por Hernán Sánchez Arteaga, como simpática fue la presentación del Coro de Niños, que crece en cada intervención de la mano de su Directora, Mónica Dagorret. Carlos Vieu redondeó una buena faena al frente de la Orquesta Estable. Hubo permanente ida y vuelta con el palco escénico, pequeñas pifias no deslucen en modo alguno su trabajo y si se tiene en cuenta lo difícil que ha sido transitar la presente temporada, vemos que se sigue por la senda que el grupo orquestal viene trabajando desde las dos gestiones anteriores. El trío Anzolini-Perez-Vieu, ha consolidado a la formación como una de las tres mejores de Ntro. País en la actualidad, y eso, con tantos problemas a la vista, hay que celebrarlo. Ahora pues, a descansar y pensar los pasos a seguir. El público los espera el próximo año.
                                                                                                            
                                                                                                           DONATO DECINA 


CONTRASTES MUY FUERTES EN SOLO UNA SEMANA


Dos conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional, Viernes 14 de Noviembre: Director: Carlos Calleja, Solista: Sebastián Beltramini (Piano). Programa: Sergio Fidemraizer: “Visiones” (Homenaje a Astor Piazzolla) (Estreno mundial por encargo de la Orquesta Sinfónica Nacional), Franz Liszt: “La Maledizione” (Para Piano y Orquesta de Cuerdas), “Totentanz” (Segunda Versión, para Piano y Orquesta), Hector Berlioz: “Sinfonía Fantástica” Op. 14. Viernes 21 de Noviembre: Director: Mariano Chiacchiarini, Solistas: María Belén Rivarola (Soprano),  Paula Peluso (Piano). Programa: Osvaldo Golijov: “Night of the Flying Horses”, Serguei Rachmaninoff: Concierto para Piano y Orquesta Nº 2, Op. 18, Modest Mussorgsky : “Cuadros de una Exposición” (Versión según orquestación de Maurice Ravel). Auditorio de Belgrano.

  Razones de programación (y de festejos por todos Uds. ampliamente conocidas), me llevan a escribir en una sola crónica, los dos últimos conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional,  que seguramente serán los que en mi caso cerrarán la presente temporada, ya que por distintas razones no podré asistir al del 28 de Noviembre y ya son mas difíciles para concurrir,  los que cierran la actividad en el próximo Diciembre. Lo que ciertamente es asombroso, es el hecho de que como una agrupación en la que muchos de sus miembros estuvieron presentes en las dos presentaciones que paso a comentar, puede responder de manera tan disímil en cada una de ellas. En la primera de las circunstancias,  fue gratísimo el reencuentro con Carlos Calleja, al que en lo personal hacía mucho tiempo no escuchaba en concierto, ya que en los últimos tiempos se ha abocado a su proyecto, la Orquesta Académica de Buenos Aires, formada sobre la base de lo que fuera la Orquesta Académica del Teatro Colón (Hoy Academia  Orquestal del Instituto Superior de Arte  de Nuestro Primer Coliseo), a partir del sonado caso de reformulación de la propuesta efectuado por el Director General del Teatro. Calleja reafirmó en esa velada todo lo que de El conocemos. Su sentido innato de la musicalidad, su concentración, su muy buena lectura de las obras que aborda, su trabajo de ajuste de la agrupación que conduce. Sobre todos estos parámetros, se convirtió en el interlocutor inmejorable para Sebastián Beltramini, un notable pianista Argentino, con quien abordó dos obras del gran Franz Liszt “La Maledizione” y “Totentanz”, repertorio aquí solo conocido, básicamente merced a los esfuerzos de esa notable Pianista y Docente llamada Elsa Puppulo, que ha sido de las pocas en programarlo. Beltramini tiene técnica formidable, grato sonido  y buena musicalidad. Su entendimiento con la reducida formación de la primera obra  y luego con el gran orgánico de la segunda fue impecable, traduciéndose en un ida y vuelta permanente con Calleja,  logrando del público una merecida ovación. Si de alguna manera hubiera que ponerle nombre a cada concierto, de acuerdo a la temática a abordar en cada sesión, Esta debió llamarse “Dies Irae”, ya que este fragmento de la misa de difuntos se encuentra permanentemente citado en la obra de Liszt y también domina el movimiento de cierre de la “Sinfonía Fantástica” de su compañero de estudios Héctor Berlioz, con la que se cerró el concierto, llevada por Calleja con pulso firme, con un arranque intenso, el que sin embargo se fue atenuando durante la interpretación, aunque sin afectar la esencia de la obra. Notables fueron las intervenciones de secciones de la Orquesta como Vientos, Cornos y, fundamentalmente, la percusión con una línea de equilibrio expuesta de manera constante, como hacía bastante ya que no se le escuchaba a la Orquesta. La noche comenzó con el estreno mundial de “Visiones”, del Argentino Sergio Fidemraizer, encargada por la Sinfónica. Concebida como un homenaje a Astor Piazzolla, del que solo se deja entrever durante el transcurrir del trabajo alguna cita imperceptible, es, tal vez, una desordenada sucesión de timbres y sonoridades que en poco aportan a la producción local.

 La segunda de las noches por mí presenciadas, tuvo lugar el pasado Viernes, en donde hizo su presentación al frente de la Orquesta Mariano Chiacchiarini, joven conductor Argentino residente en Europa. Dueño a sus 32 años de un frondoso currículum, fundamentalmente como Asistente de Dirección de formaciones como la Orquesta Juvenil del Festival de Lucerna,   y actuando al frente de la Orquesta de dicho festival,  la Tonhalle de Zurich, o la de la Opera Bastille, entre las mas conocidas.  Las particulares condiciones en las que al día de hoy se halla el Auditorio de Belgrano, hacen que para intentar hacer circular aire fresco en días de alta temperatura, se recurra a la apertura de las puertas de ingreso laterales, usadas por los artistas y así suplir durante la interpretación de las obras a los vetustos ventiladores de sala. Nadie previó que desde un gimnasio cercano se emite con mucha potencia música usada durante las sesiones de entrenamiento, la que se filtró a la sala haciéndose audible muy notoriamente en las primeras filas, por lo que seguir la interpretación del Concierto de Rachmaninoff fue verdaderamente torturante. Súmese a ello, la concurrencia de público no habitual, integrado por amigos de los intérpretes, o de alguno de ellos, que le dio mas bien al espectáculo un clima de exhibición académica de fin de año de las destrezas aprendidas durante el trascurso del mismo. Así, los aplausos fuera de lugar, las molestias de todo tipo con teléfonos celulares,  ya sea por llamadores o por la desgraciada costumbre adquirida de tomar fotografías o, peor aún, filmar con los mismos, ante la pasividad de las nuevas acomodadoras de sala. Es evidente que mas allá de la saludable intención de los nuevos arrendatarios del auditorio de arremeter con cambios impostergables, como una nueva cabina de luces y sonido, al momento de hacerlo,  hizo que haya quedado extraviado el mensaje que la gente de la Sinfónica emitía previo a los conciertos, para que la gente apague los aparatos. Los resultados a la vista.

  La noche comenzó con la audición de “Night of the Flying Horses” (Noche de los Caballos Voladores), integrante de una serie de tres piezas para soprano y orquesta que fueran estrenadas por Dawn Upshaw (acaso su cantante fetiche) y por Alan Gilbert (hoy titular de la New York Philarmonic), al frente de la Orquesta de Minnesota, el texto es de la directora cinematográfica Sally Potter y la base musical esta dada por la música que el argentino compusiera para el film “Las Lágrimas de un Hombre”, de la mencionada Directora, que aborda la vida de Judíos y Gitanos entre las dos guerras mundiales. Si bien no es la obra que mas represente a Golijov,  y que la misma está plagada de citas y lugares comunes, en donde reminiscencias de Monti y sus célebres “Czardas” u otros compositores como Aram Khatchaturian, son permanentes (al fin y al cabo es la música incidental de una película), llama la atención que no se la haya interpretado en su totalidad. María Belen Rivarola, tuvo la difícil misión de llevar adelante su parte solista y salió airosa del desafío, máxime cuando el canto va fundamentalmente desde el centro hacia las notas mas bajas, hasta llegar casi a transformarse en una Contralto. La Orquesta sonó prolija en todo momento y mas no puede agregarse, pues para un concierto, la obra no tiene demasiadas pretensiones.

   Siguió luego el Concierto para Piano y Orquesta Nº 2 de Rachmaninoff, en el que Paula Peluso fue la solista.  Decepción absoluta es como debo calificar a Esta versión. Peluso tuvo sonido chico, correcta técnica, pero una alarmante falta de vuelo, cuando lo que sobra en esta obra es justamente eso. Para peor, un enfoque decididamente equivocado de Chiacchiarini, que  siente que para lograr brillo hay que pedirle al conjunto que vaya desde el “forte” al “fortíssimo”, tuvo como resultado que en el decisivo “crescendo” de la sección central del primer movimiento,  a la solista directamente no se la escuche. El apasionado segundo movimiento, pleno de canto, transcurrió dentro de la medianía de una correcta lectura y en el de cierre, las características que apunté durante el primer movimiento,  se repitieron durante  la decisiva coda final, lo que no menguó el desaforado griterío de las “barras”, que evidentemente no entienden ni conocen la obra y que los “habitués” y jóvenes,  evidentemente estudiantes de música, hicieran de la critica unánime  del enfoque del Director y, los menos, del abordaje de la solista, una “comidilla” durante el intervalo como pocas veces Yo recuerde en mucho tiempo.

  El cierre de la noche le cupo a una errada visión del joven Director de “Cuadros de una Exposición” de Mussorgsky, en la orquestación de Ravel, que no hicieron mas que confirmar la impresión inicial que tuviera durante el Rachmaninoff.  La de una alarmante confusión de conceptos, que lleva a cuestionar la conveniencia de su convocatoria y las que pudieran tocarle en futuras temporadas.


Donato Decina

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