sábado, 28 de junio de 2014

DISTINTO SI, PERO IRREGULAR



Mozarteum Argentino: Presentación del Jerusalem Chamber Music Festival, Pianista y Directora: Elena Bashkirova, Violines: Michael Barenboim y Axel Wilczok, Viola: Madelaine Carruzzo, Violoncello: Timothy Park. Programa: Wolfang A. Mozart: Cuarteto para piano y Cuerdas en Sol menor K.478; Alfred Schnittke: Quinteto para Piano y Cuerdas; Anton Webern: Cuarteto para Cuerdas Op. 28; Robert Schumann: Quinteto para Piano y Cuerdas en Mi bemol mayor Op. 44 (24/06/14 – Teatro Colón).

Después de 6 largos años volvió a presentarse entre nosotros,  el Jerusalem Chamber Music Festival. Esta celebración anual, porque así debemos entenderla, a la que convoca Elena Bashkirova, ha recorrido mucho mundo, mas allá de su sede natural, la muticultural y multirreligiosa Jerusalén, en la que también hay que estar pendiente de no estar en la línea de fuego, con tanta violencia latente hoy en día, lamentablemente. Año tras año, Bashkirova renueva el ritual de convocar a diferentes músicos para que junto a Ella desde el piano, se escuche música de cámara de la mejor. En la anterior ocasión, recordamos entre otros, la presencia de instrumentistas de la talla de Gerard Causse, Latica Honda Rosenberg o Michael Sanderling, quien este año dejará a un lado el Violoncello entre Ntros., para empuñar la batuta al frente de la Filarmónica de Dresde dentro de este mismo ciclo del Mozarteum. Hoy, la presencia de Michael Barenboim como primer violín, como todos sabemos hijo de la Pianísta y de Ntro. Daniel,  nos hace ver que ya no solo ha crecido biológica y cronológicamente, sino que tampoco no es tan solo el Concertino de la West Eastern Divan (por lo que en un mes y medio estará nuevamente por aquí), es  un instrumentista solista que ya se ha presentado junto a grandes Directores por el mundo: Boulez, Mehta, Maazel, Zinman, Gielen, entre otros,  y aquí,  en otra posición de destaque, se nos revelo como correcto instrumentista de cámara. Junto a ellos, Axel Wilczok, Concertino de la Staatskapelle de Berlín (todo queda en familia), Madelaine Carruzzo en viola (primera mujer en integrar la Filarmónica de Berlín, en las postrimerías de la gestión Karajan en 1984) y Timothy Park, un violoncellista Coreano-norteamericano. Todos con sus mas y con sus menos, poseedores de frondoso currículum para un programa exigente, digno de una familia que de la música comprometida hace un culto.

  Es indudable que mucho le debe Bashkirova a su relación tanto personal como profesional con Daniel Barenboim,  y se nota en el armado mismo del programa. Obras poco difundidas y otras muy comprometidas. Abrir con el Cuarteto para Piano y Cuerdas Nº 1 de Mozart, obra pocas veces escuchada entre Ntros., la que se nos reveló en una versión discreta,  ya que como Bashkirova lo demostrara en el recordado concierto del sexagésimo aniversario del Mozarteum como solista del celebre Nº 21, sus “tempi” y su dinámica no son los mas exactos  y eso se transmite al resto del conjunto, comenzando por su propio hijo, cuyo sonido tampoco favoreció  para este trabajo, mientras que Carruzzo y Park solo se limitaron a seguir a los otros instrumentistas, por lo que el resultado fue una versión chata y anodina. En cambio debe decirse que lo mejor, por lejos, fueron las dos obras centrales del programa. El durísimo quinteto de Alfred Schnittke, ya con Axel Wilczok como segundo violín, el que fue expuesto en plenitud como lo que es, una obra dura, difícil, sín concesiones, que exige todo o mas a los instrumentistas y mientras Wilczok era el soporte de Barenboim, Carruzzo y Park se acoplaban a la perfección y Bashkirova descollaba con un interpretación soberbia, con  un uso del pedal del piano increíble para marcar todas las notas y silencios que Schnittke pide,  y así se fueron entrelazando el desgarrador y extenso movimiento inicial, el sentimental motivo valseado, el tríste andante, la dureza del largo y llegar a la pastoral de cierre, no exenta de una tendencia minimalista cuyo tema se va lentamente extinguiendo, cerrando la obra. Y luego, el cuarteto mas breve pero contundente de Antón Webern,  ya con Michael Barenboim como Guía expuesto de manera sobresaliente. Logro de la programación  de  Bashkirova y del Mozarteum que nunca baja los brazos e insiste en este tipo de repertorio,  aún dentro de un concierto con otras obras tonales y con un público absolutamente conservador, el que por supuesto no se privo de toser a mansalva en algunos pasajes de las obras. El cierre le cupo al Quinteto para Piano y Cuerdas del Op. 44 de Schumann, en el que las cosas corrieron un poco mejor que en Mozart y en donde se notó tal vez demasiado que era Wilczok el que debía haber sido primer violín, ya que siempre en su accionar se lo notó “arreando” a sus compañeros. Demasiado tenues los aplausos, cuando los interpretes se habían prodigado por mas de dos horas. Demasiado grosero e injusto el desbande de platea con el último compás. Tal vez por eso los músicos se retiraron sin hacer bises, pero tampoco seamos injustos con ellos. Con todo lo que dieron no se les podía pedir nada mas.

Donato Decina

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