viernes, 20 de junio de 2014

A LA MEDIDA DE ARTURO




Concierto de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Enrique Arturo Diemecke. Solista: Nadia Salerno-Sonnenberg (Violín). Programa: Leonard Bernstein (1918-1990): Obertura de “Candide”; Samuel Barber (1910-1981): Concierto para Violín y Orquesta, Op.14; Aaron Copland (1900-1990): “Appalachian Spring”; George Gershwin (1898-1937): “Un Americano en París”. Teatro Colón (19/06/14).

   Si nos atenemos a la ubicación geográfica del lugar de nacimiento de todos los compositores programados en Este concierto, lo correcto sería decir que estamos ante un programa “Estadounidense” y no “Norteamericano”. América del Norte, según los manuales de Escuela Primaria de antes (y espero y deseo que los de ahora también) y los libros de geografía de la secundaria (ídem en mi pensamiento para este caso), señalan que América del Norte se compone por los territorios de tres países a saber: México (tierra natal del conductor titular de la Filarmónica y de Este concierto), Estados Unidos de Norte América y Canadá. Desde Estados Unidos lamentablemente ha partido la visión en que América son solamente ellos y de ahí las deformaciones que todos conocemos, Latinoamérica, Centroamericano y todos los  ítems que quiera Ud. sumarle. Para mí existe una sola y válida visión, y es que fue un concierto de música de compositores Estadounidenses. Hecha la aclaración.

  No cabe duda alguna que en el armado del programa de Esta velada, pesó el gusto del Director. Y entonces nos encontramos con obras absolutamente “Tonales”, escritas sí, por notables compositores e instrumentadores, que han dejado huella y enseñanza en su país. Pero también existen otros mas actuales, cuya sola inclusión podría haber brindado al oyente un panorama mas acabado de la creación musical Estadounidense. Contemporáneo de los seleccionados  (y gran ausente) fue Charles Ives. Con solo decir “La Pregunta Sin Respuesta” o alguna de sus Sinfonías, ya cae de maduro preguntar porque estuvo ausente. Más aquí en el tiempo, hablar de John Corigliano,  o el irreverente provocador John Cage y ni pensar en Morton Feldman, es hablar de un lenguaje musical  actual, pero por ahora solo debemos conformarnos con la selección ofrecida. Es evidente que Enrique Arturo Diemecke se siente mas a sus anchas en esa franja musical, aún cuando en el concierto anterior, Gerardo Gandini sonó magnífico y recordar la última visita de Mauricio Kagel, en donde el conductor mexicano mostró su capacidad. También en argentinos actuales como Esteban Benzecry. Esperemos que en otras oportunidades, todas las variantes y épocas estén representadas.

  La noche arrancó con una buena versión de la Obertura de “Candide” de Leonard Bernstein, en un “tempi” un poco mas lento de lo habitual, pero con todo el espíritu del compositor presente, ese que también encontramos en “West Side Story” y que hace que sean sus dos creaciones mas acabadas y reconocidas popularmente en todo el mundo. La orquesta funcionó a pleno y los aplausos premiaron la labor. Luego fue el turno de Samuel Barber y su concierto para Violín y Orquesta el que permitió una vez mas entre Nosotros el lucimiento de Nadia Salerno-Sonnenberg. Esta gran violinista Italo-Estadounidense, se mostró con gran desenvoltura, buen sonido, notable técnica y con un plus que aquí la mostró aun mejor que en sus presentaciones anteriores y es que estuvo cómoda y enchufadísima desde el principio, como deleitada por el sonido que emanaba de la Orquesta a partir de las indicaciones del Director y entonces se entiende el porque de las miradas cómplices con el Concertino, las razones para acentuar el clima del segundo movimiento con unos notables “Pianissimi” que eran apenas perceptibles y atacar aguerrida y por momentos con gestos absolutamente “Atléticos”, el difícil inicio del último movimiento. En un concierto de escritura absolutamente post-romantica, era esperable lo que se escuchó, con un Diemecke realizando un acompañamiento formidable y una solista excepcional, coronada por la ovación merecidamente recibida, como premio a la faena.

  Ya en la segunda parte, se escuchó una excelente versión de “Appalachian Spring” de Aarón Copland. Música para Ballet que tiene reminiscencias de otras producciones suyas como “Rodeo”, “El Salón México” o la Sinfonía Nº 3 (A propósito ¿para cuando?, si esa es obra suya Arturo). Los momentos de cálido lirismo, resaltados por Diemecke, contribuyeron a la belleza de la versión que mostró a un conjunto orquestal muy solido, en un tranquilo final en el que por fin el Director logró su objetivo de hacer permanecer al público un instante en silencio antes de los aplausos a modo de no destruir el clima logrado,  y que en particular en la presente temporada ha logrado, de la mano de su titular, convincentes presentaciones, coronadas por una formidable y muy transparente versión de “Un Americano en París” de George Gershwin, en donde sin resignar el carácter “Jazzistico” de la obra, hubo un sonido que permitió apreciar algunas partes instrumentales que pocas veces se escucharon de manera tan nítida y cristalina y una coda magistral con un “Tutti” que lentamente se extinguía dando paso a una cerrada ovación como premio a la labor de toda la noche.

  La mácula de la noche estuvo dada, una vez mas, por la asistencia de público absolutamente ignorante, que va al Colón como atracción turística y que se hace notar en los aplausos fuera de lugar durante la interpretación de las obras. Hay formas y formas de generar público. Es evidente que la conducción del Colón “erró el vizcachazo” con su política de entradas de alto valor monetario. Existen otras políticas como la ya probada de “Entradas de ultimo minuto”, que por lo menos no recuperan todo el valor pero garantizan mas y mejor publico. ¿Y si los turistas van a visitas guiadas o a funciones matutinas solo para ellos y dejamos al o público (sea Argentino o extranjero), que disfrute como se debe de los espectáculos que conforman los abonos?.



Donato Decina

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