Concierto a cargo de
la Orquesta Sinfónica Nacional, Director: Pedro Ignacio Calderón. Programa:
Ludwig Van Beethoven, Sinfonía Nº 4 en Si bemol mayor Op. 60, Sinfonía Nº 7 en
La mayor op. 92. Auditorio de Belgrano, 30/05/14.
En una velada a sala
llena la Sinfónica y su Titular prosiguieron con los conciertos dedicados a la
integral de las sinfonías Beethovenianas. La superposición de fechas con
espectáculos esencialmente líricos y visitas internacionales, hacen que “Opera Club” solo pueda cubrir esta
sesión y, tal vez, la Novena sinfonía. Entonces y sin mas trámite ingresemos en
la materia.
En primer lugar se
ofreció la Cuarta sinfonía. Ya desde el primer compás, advertimos que el
enfoque de Calderón se aproxima a la interpretación “a lo Toscanini”. De
cualquier forma, quedó en Mi la sensación que la versión escuchada tuvo muchas
imprecisiones, un sonido un poco “hosco”, que me hacía recordar a Ntras.
Orquestas allá por los 50 y los 60, o también, mas acá en el tiempo, a Ntras.
Agrupaciones provinciales, que entre los 80 y 90 venían a ofrecer actuaciones
en la Capital ya sea como “relleno” de programación en el Colón por época de
“vacas flacas” o escenario limitado, o bien,
en el recordado ciclo que Eduardo Rodríguez Arguibel (hoy Director Nacional de Música y Danza por
concurso) organizó en la sala A-B del Centro Cultural General San Martín. No
obstante ello, tuvimos momentos de amplio lucimiento como en el segundo
movimiento en donde Daniel Kerlleñevich (Clarinete), Ernesto Imsand (Fagot),
Jorge Slivskin (Flauta) y Andrés Spiller (Oboe), en sus respectivas partes
solistas elevaron y enriquecieron la interpretación, llevándola a un punto de
alta emotividad, con lo cual podemos decir que en el balance fue una muy
correcta versión, nivelada por la circunstancia antes descripta y cerrada con
una convincente actuación del conjunto todo en el último movimiento.
El plato fuerte era
la Séptima, y aquí sí, Calderón acertó en los “tempi” y con buena energía
encaró la partitura en un punto justo interpretativo, logrando del conjunto
todo una excelente respuesta, logrando una versión “visceral”, vehemente,
enérgica, transmitiendo todo el discurso sin fisuras y arrancándole al público
una justiciera ovación, que premió una contundente faena. Evidentemente Calderón a sus 80 años,
transita una de las mejores etapas de su carrera y se permite, con toda
autoridad, darse estos gustos y vale para El
dárselos, al fin al cabo, autoridad es la que le sobra.
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