jueves, 24 de abril de 2014

UN COMIENZO DE ALTA CALIDAD



Mozarteum Argentino. Primer concierto del segundo ciclo de abono en el Teatro Colón. Actuación de la Orquesta de Cámara de Munich. Solista: Hakan Hardemberger (Trompeta). Programa: Sandor Veress: “Cuatro Danzas de Transilvania”, Georg Philipp Telemann: Concierto para Trompeta en Re Mayor, TWV 51: D7, André Jolivet: Concertino para Trompeta, Piano y Cuerdas, Félix Mendelsohn: Sinfonía Nº 10 en Sí menor (Para Cuerdas), Bela Bartok: Divertimento para Orquesta de Cuerdas BB.118. (22/04/14).

  No pudo haber sido mas promisorio el inicio de Este Ciclo. El Mozarteum una vez más le ofreció a su público arte de la mas alta calidad, de la mano de la Orquesta de Cámara de Munich y un solista como el Sueco Hakan Hardemberger, quién demostró el porque de su merecida fama en el mundo de ser uno de los mejores trompetistas de la actualidad. También la elección del repertorio donde siglo veinte y los mas clásicos fueron unidos de manera inteligente.

  En lo que a la actuación del solista se refiere, Hardemberger eligió  dos obras situadas en extremos de épocas. El Concierto para Trompeta en Re Mayor de Telemann, breve pero de escritura intensa, endiablada por momentos para el solista, que además está ideado para trompeta de fanfarria a la que hizo sonar de forma admirable, haciendo gala de su técnica,  y porte de una seguridad increíble. Obra breve sí, pero muy contundente y un solista que convenció de manera rotunda. Y en el otro extremo, el Concertino para trompeta,  piano y Orquesta de Cuerdas del francés André Jolivet, contemporáneo de grandes como Oliver Messiaen (de quien fue muy amigo), para todos los rasgos distintivos del instrumento y de dificultades notorias para el solista. Hardemberger demostró que le sobró altura para abordarlo, que no fue nada demagógico a la hora de elegirlo y ofreció una versión inolvidable. Para muchos de Nosotros fue descubrir una obra poco frecuentada por estas latitudes y saludar a un intérprete exquisito que no pudo despedirse de mejor manera que con un solo de jazz a lo Miles Davis de neto corte intimista, que sumió a la sala en un profundo y maravilloso silencio, el que se transformó en merecida ovación al final.

  La Orquesta de Cámara de Munich, guiada desde el primer atril por su concertino Daniel Giglberger, mostró su solidez y su sonido homogéneo y fue extraordinaria acompañante del solista  , luciéndose posteriormente en una muy noble e intensa versión de la Sinfonía Nº 10 para cuerdas de Mendelsohn, en donde en la búsqueda de la perfección sonora, rotaron atriles quedando primeros violines, violas, violoncellos y segundos violines , retomando la disposición convencional para el Divertimento para cuerdas BB.118 de Bela Bartok, magnífico broche de oro de la velada, en donde nuevamente esa  homogeneidad antes mencionada produjo una versión muy profunda y un climax colosal para el segundo movimiento, en donde el “Crescendo” que precede a la coda, fue expuesto de manera sobresaliente.  Párrafo aparte, y quizás la única objeción en toda la noche haya sido la inclusión de las “Cuatro Danzas de Transilvania” de Sandor Veress, alumno de Bela Bartok, que no deja de ser un ejercicio escrito de manera lineal, de fuerte influencia de su maestro y que no agregó nada a lo ya conocido.

  El final vino con el cierre del Divertimento Kv 138 de Mozart, a modo de bis, vivaz en el “tempi” y glorioso en el sonido.


Donato Decina

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