Mozarteum Argentino. Primer concierto del segundo ciclo de
abono en el Teatro Colón. Actuación de la Orquesta de Cámara de Munich.
Solista: Hakan Hardemberger (Trompeta). Programa: Sandor Veress: “Cuatro Danzas
de Transilvania”, Georg Philipp Telemann: Concierto para Trompeta en Re Mayor,
TWV 51: D7, André Jolivet: Concertino para Trompeta, Piano y Cuerdas, Félix
Mendelsohn: Sinfonía Nº 10 en Sí menor (Para Cuerdas), Bela Bartok:
Divertimento para Orquesta de Cuerdas BB.118. (22/04/14).
No pudo haber sido
mas promisorio el inicio de Este Ciclo. El Mozarteum una vez más le ofreció a
su público arte de la mas alta calidad, de la mano de la Orquesta de Cámara de
Munich y un solista como el Sueco Hakan Hardemberger, quién demostró el porque
de su merecida fama en el mundo de ser uno de los mejores trompetistas de la
actualidad. También la elección del repertorio donde siglo veinte y los mas
clásicos fueron unidos de manera inteligente.
En lo que a la
actuación del solista se refiere, Hardemberger eligió dos obras situadas en extremos de épocas. El
Concierto para Trompeta en Re Mayor de Telemann, breve pero de escritura
intensa, endiablada por momentos para el solista, que además está ideado para
trompeta de fanfarria a la que hizo sonar de forma admirable, haciendo gala de
su técnica, y porte de una seguridad
increíble. Obra breve sí, pero muy contundente y un solista que convenció de
manera rotunda. Y en el otro extremo, el Concertino para trompeta, piano y Orquesta de Cuerdas del francés André
Jolivet, contemporáneo de grandes como Oliver Messiaen (de quien fue muy
amigo), para todos los rasgos distintivos del instrumento y de dificultades
notorias para el solista. Hardemberger demostró que le sobró altura para
abordarlo, que no fue nada demagógico a la hora de elegirlo y ofreció una
versión inolvidable. Para muchos de Nosotros fue descubrir una obra poco
frecuentada por estas latitudes y saludar a un intérprete exquisito que no pudo
despedirse de mejor manera que con un solo de jazz a lo Miles Davis de neto
corte intimista, que sumió a la sala en un profundo y maravilloso silencio, el que
se transformó en merecida ovación al final.
La Orquesta de Cámara
de Munich, guiada desde el primer atril por su concertino Daniel Giglberger, mostró
su solidez y su sonido homogéneo y fue extraordinaria acompañante del solista , luciéndose posteriormente en una muy noble e
intensa versión de la Sinfonía Nº 10 para cuerdas de Mendelsohn, en donde en la
búsqueda de la perfección sonora, rotaron atriles quedando primeros violines,
violas, violoncellos y segundos violines , retomando la disposición
convencional para el Divertimento para cuerdas BB.118 de Bela Bartok, magnífico
broche de oro de la velada, en donde nuevamente esa homogeneidad antes mencionada produjo una
versión muy profunda y un climax colosal para el segundo movimiento, en donde
el “Crescendo” que precede a la coda, fue expuesto de manera sobresaliente. Párrafo aparte, y quizás la única objeción en
toda la noche haya sido la inclusión de las “Cuatro Danzas de Transilvania” de
Sandor Veress, alumno de Bela Bartok, que no deja de ser un ejercicio escrito
de manera lineal, de fuerte influencia de su maestro y que no agregó nada a lo
ya conocido.
El final vino con el
cierre del Divertimento Kv 138 de Mozart, a modo de bis, vivaz en el “tempi” y
glorioso en el sonido.
Donato Decina
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