Teatro Colón: Tercer Concierto de Abono de la Orquesta
Filarmónica de Buenos Aires: Solista y Director: Ira Levin. Programa:
Rachmaninoff/Levin: Cuatro Piezas para Orquesta (Estreno Mundial), Mozart:
Concierto para Piano y Orquesta Nº 14 en Mi Bemol Mayor K449, Dvorak: Sinfonía
Nº 7 en Re Menor Op. 70. (3/04/14).
En un programa poco común, la Filarmónica
presentó a Ira Levin en todas sus facetas, Compositor-Arreglador, Solista y
Director. Si me dan a elegir con cuál me quedo, elijo al solista. ¿Por qué?,
porque encuentra una enjundia, una
manera apasionada de interpretar y de sentir la música que en el concierto
sinfónico no termina de plasmarlo en el rol de director. En cuanto a la de
Compositor-Arreglador, digamos que la obra sometida a la consideración del
público, es la orquestación de cuatro piezas para piano de Serguei Rachmaninoff
a saber: El Etude Tableaux Nº 5, Víspera, el Preludio Op.32 Nº 10 y la
Humoresque Op. 10 Nº 5. En ellas se
percibe una orquestación prolija, por momentos ampulosa, semejando la
majestuosidad del sonido que se encuentra en las obras orquestales del
compositor ruso y grata al oído del espectador, que de buena gana recibió el
producto. Si tenemos en cuenta que contó con el apoyo de la Filarmónica actual,
el resultado es más que grato. En lo que fue el nudo central, escuchamos a
Levin Solista-Director en el Nº 14 de Mozart y aquí lo mas logrado
de la velada, sumado al estreno del nuevo Piano Steinway alemán de concierto para el Colón (Bienvenido sea!,
después de lo que se gastó en la restauración de sala, comprar el Piano que
hacía falta).El instrumento tiene un sonido magnífico, que supera en mucho al
del ultimo piano que se había comprado anteriormente, el que sonaba “duro” el
día del estreno. Levin tiene sonoridad, precisión en los ataques, digitación
estupenda y se esmeró para crear el clima propicio en la interpretación de la
obra. Lo mejor vino de la mano del bis, con una electrizante versión de la “Tarantella” del libro “Italia” de
“Años de Peregrinaje” de Liszt, que
mantuvo en vilo al público y le arrancó una ovación sostenida.
El cierre vino con una correcta versión de la séptima sinfonía de Dvorak, que arrancó brillante,
pero que a lo largo de la interpretación fue diluyéndose para mostrar imprecisiones en algunos sectores del
conjunto y en algún solista de
instrumento. Levin fue prolijo pero con todo, no alcanzó el grado de
apasionamiento que logró como solista y que esta obra exige. Esta vez el Levín
solista le ganó al Levin Director.
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