domingo, 16 de marzo de 2014

UN APORTE ENRIQUECEDOR


Colón Contemporáneo: “La Vendedora de Fósforos”. Música con escena de Helmut Lachenmann sobre textos de Hans Christian Andersen, Leonardo Da Vinci y Gudrun Ensslin (versión de Concierto con ambientación) Estreno Americano. Director de Orquesta: Baldur Brönnimann, Director de Coro: Armando Garrido, Sopranos: Yuko Kakuta, Elizabeth Keusch, Narrador: Helmut Lachenmann. Teatro Colón: 16 de Marzo de 2014.


En el comienzo de la temporada el ciclo “Colón Contemporaneo”, profundizó la apuesta iniciada el año anterior con la visita de Salvatore Sciarrino y en esta oportunidad se obtuvo la presencia del alemán Helmut Lachenmann, quien vino a presentar su Opera “La Vendedora de Fósforos”. Lo primero que debo consignar es que mas allá de ser un estreno que cuenta con la presencia de su autor entre Nosotros, una vez mas los organizadores no han brindado información alguna con detalles de la obra a escucharse, como si fuera un coto de caza reservado solo para entendidos. Pruebas al canto, a pesar de algún reportaje como el que el autor concedió al diario “Clarín” y de alguna mención de algún medio escrito u oral, el público que no presta atención,  solo reparó en el aviso del Teatro a toda página y supuso que se trataba de un cuento de Andersen para niños, cuando se trata de un drama de marca mayor. Y así veíamos a niños entrando al teatro con sus mayores, turistas (al igual que en la visita de Sciarrino), que en el medio de la obra se levantaban y se iban. Creo que es momento de repensar las cosas y hacerlas como se deben. Quien no pudo concurrir a las charlas previas del autor (hechas en horas laborales de días hábiles y fuera del espacio del Colón), ignora todo lo que va acontecer.

 Es una obra “narrativa”, luego de escucharla y de alguna manera “verla”, ya que hubo detalles de iluminación y proyecciones de fondo. Toda la música que Lachenmann proyecta sobre su obra cubre la función narrativa. A diferencia de Sciarrino que es mucho mas contundente y una obra suya como “La Muerte de Borromini” está narrada desde la primera persona y todo el trabajo está proyectado desde el protagonista o como el ecuatoriano Mesías Maiguashka que narra la historia con contundencia y economía de medios y dos protagonistas masculinos, en contraposición a las dos que asumen a la niña de la historia, Lachenmann lo hace desde la tercera, y necesita de profusos medios. Una Orquesta mayor que la Mahleriana,  que se prolonga en los palcos “avant scene”  y en los palcos altos, cintas electroacústicas, voces grabadas, voces narradoras (por momentos una voz femenina leía “Escriban sobre Nuestra Piel”, escrito por Gudrun Esslin desde la cárcel en 1973 y simultáneamente un locutor narraba la historia desde el comienzo hasta la escena en la que se estaba en ese momento), efectos como frotarse las manos tanto coro como protagonistas coreutas con un trabajo impresionante tanto en voz como instrumentistas (habían entre ellos flautas y percusión),un octeto de cuerdas integrado por músicos de prestigio de Ntras. Principales agrupaciones musicales, que por momentos se integran a la masa orquestal y en otros realizan sonoridades diferentes,  dos pianos, sintetizadores, un instrumento japonés como el Shó (que hará de enlace fundamental en el final de la obra) y el propio compositor que se acerca al escenario y narra proyectando las inflexiones de su voz como si fueran un instrumento mas de la orquesta un poema de Leonardo Da Vinci (“Dos Sentimientos”). Hay sonoridades, solistas que por momentos usan hasta las cajas de resonancia de los pianos para emitir hacia allí la voz y proyectarla con ayuda de micrófonos, percusión en abundancia con todo tipo de detalles, pasajes de bravura, de quietud, manejo de silencios y un final donde la muerte de la niña protagonista hace diluir la música y quedar todo en un silencio sepulcral.
  Luego de comentarles la obra con los detalles que Ustedes se merecen, les digo que Yuko Kakuta y Elizabeth Keusch, realizaron  un trabajo a destajo en el protagónico, inflexiones, exclamaciones, trabajar hasta con la caja de resonancia de los pianos, redondeando una actuación sobresaliente. Una vez mas Baldur Brönnimann realizó una magnífica concertación, que honra a la Orquesta Estable, la que realizó una actuación laudatoria, al igual que los integrantes del octeto de cuerdas, las dos pianistas invitadas (Yukiko Sagawara y Tomoko Hemmi), Mashumi Miyata (la solista de Shó), y por supuesto Armando Garrido, en un trabajo consagratorio, preparando el Coro tanto en voces como en el manejo de los instrumentos y compartiendo la preparación de la Orquesta con Natalia Salinas y la preparación de cuerdas de Rolf Ehlers y Ashot Sarkissjian. Minou Maguna y el propio Martín Bauer realizaron la iluminación y la proyección de fondo, cuidando el colorido, el fondo y ajustándose en todo al libreto de la obra. Por último, el propio Lachenmann que en la narración fue un integrante más del conjunto.

 Dada la estructura y complejidad de la obra, que narra un cuento. Que a partir de esa historia intercala una carta de actualidad, como “Escriban sobre nuestra piel” (una denuncia actual sobre la miseria en el mundo), que encuntra correlato con la historia de Andersen o  el “Dos sentimientos”” de Leonardo, extraído de su “Codex Arundel”, que grafica las sensaciones de búsqueda de calor por parte de la niña que Andersen narra en su cuento, dudo que pueda tener escenificación. Solo un regisseur con mucha imaginación puede trasladar una obra de semejantes dimensiones al escenario y solo el Colón, hoy por hoy es el único espacio de Ntro. país donde puede hacerse aún como aquí en versión no diríamos concierto, sinó  semi-ambientada . En Mi balance más allá de las sobredimensiones, la obra es válida y fue excelente el esfuerzo realizado para darla a conocer. Lástima que podíamos haber aprendido algo más antes de escucharla.


Donato Decina

No hay comentarios:

Publicar un comentario