miércoles, 5 de febrero de 2014

Il Trittico de Giacomo Puccini


Por Diego Manuel García
La idea de unir varias obras en una sola no fue original de Giacomo Puccini, ya que hay otros muchos creadores, algunos auténticamente brillantes, que agruparon en un título unitario tres partituras ligadas entre sí por una misma idea o separadas por contenidos de distinta y distante significación. Ello se da muy especialmente en el repertorio del Siglo XX, bastante más proclive que los anteriores a las obras breves y están también los que podrían llamarse “trípticos virtuales”, formados por óperas sueltas en un acto, escritas en diversas épocas por un mismo autor.
Ejemplos de los primeros son las Orestíadas y las Óperaminutes de Darius Milhaud y Taneiev. Tres piezas de María del checo Bohuslav Martinu o las Tre commedie goldoniane de Gian Francesco Malipiero. Como ejemplo de los segundos, podrían citarse las tres óperas breves de Igor Stravinski, Mavra, Edipo Rey y El Ruiseñor; o Das Nusch Nuschi, Sancta Susanna y Asesinos y Esperanza de las mujeres de Paul Hindemith. También están las tres óperas cortas de Arnold Schoenberg, La espera, La Mano Feliz y De Hoy a Mañana.
¿En qué contexto estético creó Puccini su Trittico: Il Tabarro, Suor Angelica y Gianni Schicchi? Resulta importante tener en cuenta los principales estrenos operísticos acaecidos durante la primera década del Siglo XX, ya que el compositor de Lucca era un hombre inquieto, que seguía con verdadero interés la aparición de músicas innovadoras y era influido por ellas. Más allá de que su poderosa personalidad era capaz de asimilar y transmutar en algo propio cualquier elemento útil que tomase de otros.
Hay por aquellos años un amplio espectro de estilos tradicionales y renovadores. El espacio tonal se resiente con novedosas maneras de organizar el sonido -atonalismo, politonalismo- que ya han sido utilizadas en obras verdaderamente vanguardistas como los ballets de Stravinski Petrushka y, sobre todo, La Consagración de la Primavera. También está el Pierrot Lunaire de Schoenberg que, cómo no, tenía por fuerza que afectar al género operístico.
Puccini nunca forzó su naturaleza intensamente expresiva y plena de melodismo para aceptar de modo pleno influencias que de un modo u otro le eran ajenas. Sin embargo, todas sus óperas de madurez a partir de La fanciulla del west, siguiendo con La Rondine, después con Il Trittico que nos ocupa, para finalizar con la genial Turandot (sin duda su obra maestra y la más rabiosamente moderna) plantean, a la par que una fácil inspiración, complicadas elaboraciones armónicas y orquestales. Puccini sólo se torna complejo cuando la situación teatral lo requiere, y no rehúye la aspereza armónica allí donde la expresión pueda quedar forzada; sin llegar a ser tremendamente innovador, se va modernizando sin perder un ápice de su innata elegancia que, insensiblemente, fusiona recitativo dramático y arioso, siguiendo cada matiz del texto. Esa habilidad es la que hace de Giacomo Puccini un operista nato. Y ello queda patente en su Trittico.

Il Tabarro

Puccini comienza a interesarse por la temática de Il Tabarro hacia 1908, cuando estaba de lleno inmerso en la composición de La fanciulla del west. El proyecto se prolongaría durante los siguientes diez años, hasta su conclusión con los otros dos títulos Suor Angelica y Gianni Schicchi. Quería sorprender a su público con tres temáticas, que debían significar un claro contraste, similar al que conllevan los distintos movimientos de una sinfonía clásica: Allegro appasionato, Andante maestoso y Scherzo. El hecho de que se interrumpiera su trabajo cuando estaba esbozando la primera ópera y, que al principio no se entregara a la búsqueda de los materiales que le faltaban para las dos siguientes, se debe principalmente a la falta de interés que Giulio Ricordi mostró por el proyecto. Aquello no podía constituir, según su editor, una nueva muestra del gran Puccini, sino tan solo una obra marginal. En cierto modo, Ricordi no llegaba a entender la sorprendente facilidad con la que el compositor podía reunir en un espacio relativamente pequeño la pasión y lo bufonesco y el sufrimiento humano junto a lo atrevido y grotesco, algo que ya había mostrado en La Bohème. Es importante advertir que no se debe ver aquí el producto de la descuidada combinación de tres óperas muy teatrales llenas de efectos poéticos, sino más bien la realización de un programa bastante medido y meditado. Puccini nos presenta tres cuadros: la oscuridad trágica del triangulo amoroso a orillas del Sena planteada en Il Tabarro, para proseguir con la muy melodramática historia de Suor Angelica en el jardín de un convento para, finalmente, llegar a una satírica comedia, en la que el farsante Gianni Schicchi va a la caza de una herencia en la Florencia de Dante.
Han pasado cinco años desde que Puccini concibiera la idea del Trittico y en febrero de 1913 retoma ese antiguo proyecto, al conocer una obra teatral llamada La Houppelande de Didier Gold, que estaba siendo representada en París desde 1910 con gran éxito, en el teatro Narigny. Inmediatamente se puso en contacto con su antiguo libretista Luigi Illica, quien no mostró interés alguno por este nuevo proyecto. Finalmente es Giuseppe Adami el encargado de elaborar el libreto, acabándolo en pocas semanas, ya con el nombre definitivo de Il Tabarro (El Gabán), considerada como el importante punto final del movimiento verista y cuya acción se desarrolla hacia 1910. Su sórdido realismo se inscribe en el estilo de Émile Zola, con una semblanza del París popular muy en la línea de Louise de Charpentier. Recreando el mundo de las barcazas de comercio que navegan por el Sena entre París y Rouen, cuenta la historia –un tanto truculenta en la mejor tradición verista- de Michele, un cincuentón casado con la veinteañera Giorgetta, quien añora su existencia pequeño burguesa en Belleville, barrio popular parisino, y vive una secreta e intensa historia de amor con un joven de su edad, Luigi, ayudante de Michele. La ópera cuenta con otros personajes comprimarios como el Tinca, el Talpa y su mujer, la Frugola, que complementan al trío protagonista y cuyas intervenciones tienen cierta relevancia. La historia termina trágicamente con el asesinato de Luigi a manos de Michele, quien muestra a su mujer el cadáver de su amante escondido en su gabán.
Musicalmente Il Tabarro, muestra todas esas influencias antes apuntadas, que Puccini asimila y engarza con esos momentos de fino melodismo tan característicos del gran compositor de Lucca. Los minutos iniciales crean una etérea atmósfera de corte impresionista, con la orquesta evocando un cuadro sobrio que retrata el ambiente portuario. La música impresionista marca el desarrollo de la ópera, con ciertos apuntes que nos recuerdan al Stravinski de Petruchka. Dentro del característico canto de conversación pucciniano, donde se entrelazan recitativo y arioso, destacan las arias de Luigi “Hai ben raggione”, junto con la de Giorgetta “È ben altro il mio sogno!”. Hay que destacar el dúo de Giorgetta y Luigi, de intenso melodismo en la mejor tradición pucciniana “O Luigi! Luigi…”. Michele canta su extraordinario monólogo “Nulla!…Silenzio”, verdadero clímax, oscuro y siniestro, para terminar la ópera con su macabro duetto con Giorgetta, donde le muestra el cadáver de su amante. Digno final del movimiento verista.

Suor Angélica

¿Qué habría sido del Il Trittico si Puccini no hubiera contado con la colaboración del libretista Giovacchino Forzano en el momento oportuno? A finales de 1916 y principios de 1917, Forzano tuvo dos encuentros con el maestro en Viareggio, sugiriéndole que Suor Angélica debía ser la pieza intermedia del ciclo, para terminar con el alegre final de Gianni Schicchi. Es poca la información que tenemos acerca del proceso creativo de Suor Angelica. Apenas hay información de la correspondencia que mantuvieron Puccini y Forzano durante su génesis. Puccini se entregó febrilmente a su composición en el verano de 1917, completando la partitura el 14 de septiembre de aquel año, sintiéndose seducido por esta historia llena de misticismo y casi carente de acción dramática, donde se planteaban conflictos del alma. En esta ópera aparecen enfrentadas la defensa a ultranza de la honra familiar en las clases aristocráticas con la gracia divina y lo psicológico queda al margen, subordinado por completo a las más depuradas y sensibles emociones.
El hecho místico-religioso que centra Suor Angelica tiene lugar hacia 1700, en la dura reclusión de un convento de monjas italiano, presumiblemente en la Toscana. Angelica, hija de una familia de la alta aristocracia, se encuentra allí por haber tenido un hijo natural y está obligada a permanecer en el convento por un período de siete años. No ha vuelto a saber nada de su hijo, en el que piensa continuamente. Si la ópera dura aproximadamente una hora, la acción durante los primeros veinticinco minutos es casi nula, limitándose a una mera descripción de las actividades de las monjas. Puccini tenía conocimiento de la vida monacal a través se su hermana Iginia, Madre Superiora en el convento de Vicopelago, cerca de Lucca. La ópera adquiere verdadero pulso dramático con la visita que recibe Angelica de su tía, la Princesa, mujer de gran dureza y tremendamente orgullosa, quien, crudamente, le comunica la muerte de su hijo. Desesperada y sumida en el delirio, Angelica se envenena. Pero antes de morir, se da cuenta que ha caído en pecado mortal y pide a la Virgen que la salve. Llega así la escena final, extremadamente emotiva, en la que la moribunda Suor Angelica ve a su hijo de la mano de la Virgen, mientras los ángeles cantan “Salve María”.
Musicalmente la ópera se inicia con el sonido de campanas precediendo a un dulce “Ave María” en andante moderato. Un solemne y lúgubre preludio de trompas y pizzicati abre la fundamental escena del encuentro de Angelica con su tía, quien después de comunicarle la muerte de su hijo abandona la escena. Suor Angelica se queda sola y canta una de las más bellas arias para soprano de todo el repertorio pucciniano, “Senza mamma”, de gran dificultad vocal. Pero aún resulta más complicado el pasaje que sigue al aria, cuando se inicia su éxtasis místico, donde por dos veces la soprano debe alcanzar el do sobreagudo. Sigue un interludio orquestal andante sostenuto, con una amplia melodía en los violines. La ópera concluye con un conjunto interno de dos pianos, órgano, trompetas y campanillas, que se agrega la orquesta del foso.

Gianni Schicchi

Quien ríe el último, ríe mejor. Gianni Schicchi es la diversión, la gozada huida al final de este Trittico. El humor había aparecido de un modo esporádico en óperas anteriores puccinianas (el sacristán en Tosca y algunos cómicos fragmentos de La Bohème y La Rondine). Puccini sigue la estela del verdiano Falstaff, no como un imitador, sino como un discípulo del gran compositor de Busetto. No cabe mayor distancia que la existente entre la patética Angelica y el Schicchi picante y burlesco. Giovacchino Forzano escribe un magnífico libreto bufo inspirado en cuatro versos del Canto XXX del Infierno de Dante:
E igualmente lo hace el espíritu loco, que sin embargo huye.
Para ganar la más bella yegua en el rebaño de asnos,
se disfraza de Buoso Donati
y dicta su testamento.
Posiblemente, Forzano también podría haberse basado en el denominado Anónimo florentino, colección de anécdotas publicadas entre 1866 y 1874, que incluye una historia más completa del farsante Schicchi, aunque llamándole Sticchi. Forzano concluyó el libreto en junio de 1917, construyendo un texto en la más genuina muestra de ópera bufa, con personajes como la vieja mala, el notario, el médico, y el caradura de Schicchi, las luchas por la herencia, los disfraces, el doble juego o los asuntos amorosos. Forzano fechó la ópera en 1299, incurriendo en algunos deslices cronológicos, ya que en la decoración de la ópera aparece omnipresente la Torre de Arnolfo en el Palazzo Vecchio, sin tener en cuenta que fue acabada en 1314. Sin embargo, es más importante destacar la riqueza en la caracterización, en pocas frases, de personajes episódicos, y la intensidad de evocación de la maravillosa ciudad de Florencia, del río Arno que la atraviesa y de las zonas circundantes: Fiesole, Prato, Signa o Fucecchio.
El argumento de Gianni Schicchi plantea la lucha por la herencia del rico Buoso Donati por parte de sus codiciosos familiares cuando aún está de cuerpo presente y quienes, al comprobar que el testamento no les favorece, recurren a un montaje-farsa donde el pícaro Schicchi sustituirá al muerto para dictar ante notario un manipulado testamento que les favorezca. La jugada les sale mal ya que Schicchi se aprovechará de la situación para quedarse con todas las propiedades del difunto Buoso. Forzano añadió el ingrediente amatorio, suavizando la culpa de Schicchi, al hacer que su hija Lauretta esté enamorada de Rinuccio, sobrino de Buoso. Todo hace presumir que la fortuna de los Donati retornará en un futuro a una rama de la familia.
Puccini concluyó la partitura en abril de 1918, con una música que mezcla con maestría los avances vanguardistas con un intenso melodismo, mostrando de nuevo su gran dominio técnico en la orquestación a la vez que una gran fluidez teatral. Entre los numerosos hallazgos, que convierten la obra en una verdadera joya de la ópera bufa, se encuentran los números de conjunto, casi tan extraordinarios como los del Falstaff verdiano. La alegre y expansiva aria de Rinuccio “Firenze è come un albero fiorito” ya incluye unos compases que anticipan la deliciosa aria de Lauretta “O mio babbino caro”, curiosa dicotomía entre un texto dramático y una música encantadora. Hay que destacar también toda la hilarante escena con Schicchi, los parientes de Buoso y el notario, de música brillante y de magnífica teatralidad. En la conclusión de la ópera, Gianni Schicchi habla al público: “Por esta travesura me han arrojado al infierno, pero, con licencia del gran padre Dante, si esta noche os habéis divertido, concededme el atenuante”.
Il Trittico se estrenó en el Teatro Metropolitan de Nueva York el 14 de diciembre de 1918 con dirección musical de Roberto Moranzoni y grandes intérpretes de la época como Claudia Muzio en el papel de Giorgetta, Luigi Montesanto como Michele, Geraldine Farrar como Angelica y Giuseppe di Luca como Schicchi.


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