Orquesta Sinfónica Nacional:
Concierto en el Auditorio de Belgrano, Director: Andrés Spiller. Solista: Lea
Prime (Marimba). Programa: Johannes Brahms: Obertura “Trágica” Op. 81, Ney
Rosauro: Concierto para Marimba y Orquesta, Jorge Horst: “Ditirambos”, Richard
Strauss: “Las Alegres Travesuras de Till Eulenspiegel” (poema sinfónico) Op.
28, Maurice Ravel: “La Valse”.
Después de un tiempo prolongado sin poder concurrir, habida cuenta que
ya sea por programación del Teatro Colón o
de las entidades privadas en el Colón las fechas caían en los mismos
días, volví a acercarme al Auditorio de Belgrano para volver a escuchar a la
Sinfónica Nacional y tratar al menos de intentar borrar la poco feliz impresión
que me llevé en el último concierto que cubrí y comenté para el Blog. Sabido es
que Andrés Spiller es un correcto conductor aunque sus enfoques no siempre van
en la dirección y el sentido de las obras que aborda. La programación ofrecida,
incluía a dos “pezzi grossi” a los que
pocas veces se los incluyen juntos y, además, uno atrás del otro, así que me
fui hacia allí y esta es la impresión que registré.
Por la disposición del programa, mas algunos comentarios que obtuve al
finalizar la velada, es evidente que
algunas de las obras fueron puestas “de relleno”, para que el concierto no
fuera tan corto en términos de duración de tiempo. Solo así se puede entender
la inclusión de la Obertura “Tragica” de Brahms, que fue vertida con corrección
pero sin una pizca de sentimiento, garra y matiz, aún cuando en esa obra sobran
los elementos para extraer las características antes señaladas. Sonó muy
“lavada”. A continuación siguió el
Concierto para marimba y orquesta del brasileño Ney Rosauro. La orquesta es en
realidad orquesta de cuerdas, como bien lo aclara en sus comentarios del
programa de mano Carlos Singer (¡por fin un programa de mano como la gente!
¡Aleluya!, ¡hubo presupuesto!), y Lea Prime, percusionista de la Orquesta, fue
la solista que lució muy bien, con técnica irreprochable, pulcro sonido, muy
precisa y sacó todo lo que pudo de una partitura que transita muchos lugares
comunes y cierta influencia de las obras de Heitor Villa-Lobos que andaba
revoloteando por ahí. Aquí la cuerda de la Nacional brilló y mucho, logrando
del publico una muy buena respuesta.
La segunda parte de inició con “Ditirambo” del rosarino Jorge Horst.
Obra en dos cortos movimientos, breve, concisa y contundente. Explora de manera interesante los sonidos, en la
primera parte a partir de una progresión hecha por el concertino y en la
segunda a través del “tutti” orquestal. Es de destacar que el tradicionalmente
conservador público que asiste a estos conciertos, recibió la obra de buena
manera.
Para el final los dos “pezzi grossi”. ¿Era necesario colocar juntos a
“Till Eulenspigel” y a “La Valse”?. ¿No se podía haber hecho Strauss al
comienzo y Ravel al final y así prescindir de la innecesaria ubicación de la
“Trágica” de Brahms en el programa?. El
“Till” le quedó muy grande a Spiller, que lo llevó con “tempi” lentísimos,
falto de vigor y (en términos de equitación) “de riendas muy cortas”, casi con
miedo a que la masa orquestal se le fuera de las manos. Solo la recapitulación
posterior a la descripción de la ejecución del protagonista, estuvo acorde con
el punto justo de interpretación de la obra.
En “La Valse”, fue muy evidente el hecho que a partir del arco del
concertino la Orquesta transitó la obra y le dio mayor vida. Spiller hizo lo
suyo con corrección, pero sus compañeros esta vez se encargaron de ponerle los
ingredientes y así en parte salvaron la interpretación que al igual que en el
Strauss fue “de riendas cortas” como en el frenético final, hecho de manera muy
lenta y con miedo a que la masa se fuera de las manos.
La Orquesta sonó de manera muy digna. Si Spiller le hubiera encontrado
la vuelta para darle mas matices, hubiéramos hablado de una muy buena noche,
pero a esta altura, suena mas como pedirle peras al olmo.
DONATO DECINA
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