Concierto a cargo de la
Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Dirección: Carlos Bertazza. Solistas:
Marcela Magin (Viola), Ensamble Vocal Cámara XXI, Director: Miguel Angel Pesce,
Coro de Niños del Teatro Colón, Director: Cesar Bustamante. Programa: Benjamín Britten: “Guía Orquestal de
la Juventud”, Ralph Vaughan Williams: “Flos Campi”, Suite para Viola, Coro y
Orquesta de Cámara. Serguei Prokofieff: Sinfonía Nº 7 en do sostenido menor
Op.131. Teatro Colón, 03/10/13.
La sesión del Jueves
3 pasado quedará como una de las programaciones más interesantes en materia de
repertorio poco frecuente de los últimos años. Tal vez no sea del paladar de
muchos, dada la incursión en obras de tonalidad, pero permitió conocer a dos de
ellas que tal vez no se vuelvan a escuchar en mucho tiempo. También fue la
oportunidad de escuchar a Carlos Bertazza, el joven asistente de dirección de
la Orquesta, quien en los últimos ciclos ha tenido al menos una sesión de abono
para lucirse, aunque justo es decirlo, no siempre el repertorio que le ha
tocado en suerte lo favoreció. Aquí sí y entiendo que ha salido muy fortalecido
de la prueba, esperando que en las próximas temporadas algún concierto mas
dentro del abono le sea adjudicado porque demostró que lo merece.
El concierto abrió
con la “Guía Orquestal de la Juventud” de Benjamín Britten. Aquí entiendo que
debo de mi parte dos reflexiones. La primera, que como quedó establecido en mi
crónica del “Requiem de Guerra”, es también insuficiente el homenaje de la
Filarmónica a la memoria del gran compositor inglés. La “Guía”, compuesta a
partir de un célebre tema de Henry Purcell, el que va adquiriendo variaciones
para las diferentes familias de instrumentos que integran la Orquesta moderna y
que concluye en una fuga monumental retomando al tema original para el cierre,
fue concebido por el compositor, con una narración para que los jóvenes oyentes
(y por que no los noveles oyentes “no tan jóvenes”), que explica cada unos de
los instrumentos integrantes de cada “familia”. Cuesta entender entonces la
ausencia del narrador, o la otra solución, que hubiera sido que el texto al
menos se leyera desde el subtitulado, que para eso también está. La
interpretación de Bertazza y la Orquesta fue perfecta, mas allá que en alguna
variación el “tempi” fue un poco más lento de lo habitual, pero la fuga final
fue de un despliegue y un ritmo magníficos.
Es una obra hermosa desde todo punto de vista, pero también hay otras
como “Las Iluminaciones” o la Sinfonía “Primavera”, que hubieran merecido el
lugar. La segunda reflexión que cabe es que,
a la luz de lo que acabo de narrar, da la sensación que se mezclaron las
cosas en materia de programación. El abono de opera debió haber tenido Opera de
Britten y la Filarmónica el “Requiem de Guerra” o alguna de las obras que
mencioné en el párrafo anterior. Para pensar.
La primera parte se
cerró con “Flos Campi” (Flor del Campo), una interesante suite de temas
pastoriles, por momentos bucólica y otros
no exentos de melancolía compuesta por Ralph Vaughan Williams en 1925. Para esa
época, el lenguaje musical había tomado por otros caminos, pero al igual que
Elgar y otros compositores no Ingleses, Prokofieff en este mismo programa, Rachmaninoff
o Shostakovich en Rusia, o nuestra escuela nacionalista, Vaughan Williams se
mantuvo dentro de los cánones del Post romanticismo. Aquí fue el turno de
Marcela Magin quién una vez mas exhibió las cualidades técnicas que siempre se
le han reconocido, con un sonido limpio y cristalino. Una vez más también,
lució el Ensamble Vocal Cámara XXI, dirigido por Miguel Angel Pesce, el que se
colocó en la formación como un coreuta mas, luciendo una sólida emisión como en
el Villa Lobos de dos sesiones atrás. El
Coro de Niños, de la mano de Cesar Bustamante, lució robusto y convincente. Las
partes corales son simplemente
“Vocalises”, pero hay que saber hacerlas y ensamblarlas. Ambas formaciones lo
hicieron. Bertazza supo amalgamar a la
Orquesta con los demás intérpretes, mostrando un ajuste superlativo y una
versión sin fisuras que recibió el aplauso sostenido de la concurrencia.
El cierre de la
velada fue con una muy buena versión de la Séptima sinfonía de Prokofieff. Bertazza
la dirigió de memoria y logró extraer todo el jugo posible a esta obra, la
última del gran compositor ruso. Imposible no señalar que para la época, este
trabajo exhibe una línea de parentesco inmediato con las sinfonías Nºs. 6 y 9
de Shostakovich, ambos cuestionados por el Stalinísmo y también las
características propias del compositor, orquestación brillante, humor ácido y
un cierre suspendido en el aire, también de alguna manera melancólico, una
perfecta despedida. En la medida que Bertazza logre mayor expresividad y mayor
soltura en algunos gestos, no tengo dudas que estaremos en presencia de alguien
llamado a ser uno de los grandes conductores del futuro. Aquí mostro
condiciones de sobra.
DONATO DECINA
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