sábado, 5 de octubre de 2013

BERTAZZA EXHIBIO SOLIDAS CONDICIONES



Concierto a cargo de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Dirección: Carlos Bertazza. Solistas: Marcela Magin (Viola), Ensamble Vocal Cámara XXI, Director: Miguel Angel Pesce, Coro de Niños del Teatro Colón, Director: Cesar Bustamante.  Programa: Benjamín Britten: “Guía Orquestal de la Juventud”, Ralph Vaughan Williams: “Flos Campi”, Suite para Viola, Coro y Orquesta de Cámara. Serguei Prokofieff: Sinfonía Nº 7 en do sostenido menor Op.131. Teatro Colón, 03/10/13.

  La sesión del Jueves 3 pasado quedará como una de las programaciones más interesantes en materia de repertorio poco frecuente de los últimos años. Tal vez no sea del paladar de muchos, dada la incursión en obras de tonalidad, pero permitió conocer a dos de ellas que tal vez no se vuelvan a escuchar en mucho tiempo. También fue la oportunidad de escuchar a Carlos Bertazza, el joven asistente de dirección de la Orquesta, quien en los últimos ciclos ha tenido al menos una sesión de abono para lucirse, aunque justo es decirlo, no siempre el repertorio que le ha tocado en suerte lo favoreció. Aquí sí y entiendo que ha salido muy fortalecido de la prueba, esperando que en las próximas temporadas algún concierto mas dentro del abono le sea adjudicado porque demostró que lo merece.

  El concierto abrió con la “Guía Orquestal de la Juventud” de Benjamín Britten. Aquí entiendo que debo de mi parte dos reflexiones. La primera, que como quedó establecido en mi crónica del “Requiem de Guerra”, es también insuficiente el homenaje de la Filarmónica a la memoria del gran compositor inglés. La “Guía”, compuesta a partir de un célebre tema de Henry Purcell, el que va adquiriendo variaciones para las diferentes familias de instrumentos que integran la Orquesta moderna y que concluye en una fuga monumental retomando al tema original para el cierre, fue concebido por el compositor, con una narración para que los jóvenes oyentes (y por que no los noveles oyentes “no tan jóvenes”), que explica cada unos de los instrumentos integrantes de cada “familia”. Cuesta entender entonces la ausencia del narrador, o la otra solución, que hubiera sido que el texto al menos se leyera desde el subtitulado, que para eso también está. La interpretación de Bertazza y la Orquesta fue perfecta, mas allá que en alguna variación el “tempi” fue un poco más lento de lo habitual, pero la fuga final fue de un despliegue y un ritmo magníficos.  Es una obra hermosa desde todo punto de vista, pero también hay otras como “Las Iluminaciones” o la Sinfonía “Primavera”, que hubieran merecido el lugar. La segunda reflexión que cabe es que,  a la luz de lo que acabo de narrar, da la sensación que se mezclaron las cosas en materia de programación. El abono de opera debió haber tenido Opera de Britten y la Filarmónica el “Requiem de Guerra” o alguna de las obras que mencioné en el párrafo anterior. Para pensar.
  La primera parte se cerró con “Flos Campi” (Flor del Campo), una interesante suite de temas pastoriles, por momentos  bucólica y otros no exentos de melancolía compuesta por Ralph Vaughan Williams en 1925. Para esa época, el lenguaje musical había tomado por otros caminos, pero al igual que Elgar y otros compositores no Ingleses, Prokofieff en este mismo programa, Rachmaninoff o Shostakovich en Rusia, o nuestra escuela nacionalista, Vaughan Williams se mantuvo dentro de los cánones del Post romanticismo. Aquí fue el turno de Marcela Magin quién una vez mas exhibió las cualidades técnicas que siempre se le han reconocido, con un sonido limpio y cristalino. Una vez más también, lució el Ensamble Vocal Cámara XXI, dirigido por Miguel Angel Pesce, el que se colocó en la formación como un coreuta mas, luciendo una sólida emisión como en el Villa Lobos de dos sesiones atrás.  El Coro de Niños, de la mano de Cesar Bustamante, lució robusto y convincente. Las partes corales  son simplemente “Vocalises”, pero hay que saber hacerlas y ensamblarlas. Ambas formaciones lo hicieron.  Bertazza supo amalgamar a la Orquesta con los demás intérpretes, mostrando un ajuste superlativo y una versión sin fisuras que recibió el aplauso sostenido de la concurrencia.

  El cierre de la velada fue con una muy buena versión de la Séptima sinfonía de Prokofieff. Bertazza la dirigió de memoria y logró extraer todo el jugo posible a esta obra, la última del gran compositor ruso. Imposible no señalar que para la época, este trabajo exhibe una línea de parentesco inmediato con las sinfonías Nºs. 6 y 9 de Shostakovich, ambos cuestionados por el Stalinísmo y también las características propias del compositor, orquestación brillante, humor ácido y un cierre suspendido en el aire, también de alguna manera melancólico, una perfecta despedida. En la medida que Bertazza logre mayor expresividad y mayor soltura en algunos gestos, no tengo dudas que estaremos en presencia de alguien llamado a ser uno de los grandes conductores del futuro. Aquí mostro condiciones de sobra.



DONATO DECINA

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