Recital de Karita Mattila acompañada por Martin Katz (Piano):
Canciones de Johannes Brahms, Henri Duparc, Jean Sibelius y Antonin Dvorak y
Arias “Sola, Perduta, Abbandonata” de
“Manon Lescaut” de Giacomo Puccini y “Canción a la Luna” de “Russalka” de Antonin Dvorak. Teatro
Colón, Mozarteum Argentino, 29 de Julio de 2013.
Sin dudas fue otra de
las visitas impactantes de este año, para el Mozarteum primero, y para el
escenario del Colon después. Karita Mattila demostró ante un llamativamente
raleado auditorio (¿Fin de Vacaciones de invierno?, ¿Falta de dinero a esa
altura del mes para comprar los sobrantes de abono?, ¿mix de las dos cosas?), su vigencia y su
categoría y mostró porque sigue siendo
una número uno en su tipo. Acometer sin ninguna clase de complejos,
concentraciones previas, de movida al salir a escena con cuatro canciones de
Brahms como lo hizo (“Meine Liebe ist grün””Wiegenlied”, “Vergebliches
Ständchen” y “Von ewiger Liebe”),
mostrando su voz absolutamente firme, su timbre acerado y un oficio
indudable, más allá que uno pediría un clima aún más íntimo que el que logró en
la celebérrima “Wiegenlied”. Mostrar su capacidad para acometer las canciones
de Henri Duparc, desde la desgarradora “Chanson Triste”, pasando por “Au pays
où se fait la guerre”, en un punto justo de interpretación y Phidylè, en donde
comienza a desarrollar un agregado, al
que pareciera que muchos a esta altura no le brindan casi o directamente
ninguna importancia y es la dramatización que va haciendo en cada una de ellas. Y ahí está a mi juicio el
plus de calidad y es verla y escucharla, esa es la mayor riqueza que aporta, y
eso se comprobó aún más en el cierre, con una impecable versión de “Sola,
perduta, abbandonata”, en donde logró un patetismo conmovedor, más allá de una
por momentos sobrecargada actuación, desatando la primera gran ovación de la noche.
La segunda parte fue
de un “Crescendo” mayor, Comenzó dirigiendo unas palabras a la concurrencia
para mostrar su satisfacción por volver al escenario del Colon y cantar en su
lengua materna la primera de las Canciones del máximo creador Finés, Jean
Sibelius. Correctísima elección porque “Illalle” en su voz sonó magistral,
luego del mismo compositor, ofreció dos canciones más con textos en sueco:
“Vàren flyktar hastigt” y “Flickan kom”, y aquí se hace absolutamente necesario
el programa de mano con el texto original y la traducción de esas canciones
para comenzar a seguir el derrotero que Mattila propone: Voz y actuación, con
lo que logra un énfasis aún mayor en
cada una de ellas.
Y, ya en la parte
final, Dvorak. Con la célebre “Canción de la Luna” de “Russalka”, como puente
entre Sibelius y el resto de las composiciones a ofrecerse del creador Bohemio
y aquí otro hito, porque cantó el fragmento como pocas veces Yo lo haya
escuchado así en vivo. Y de plato fuerte las “Siete canciones Gitanas” del Op.
55 en donde nuestra intérprete puso toda la carne en el asador y desplegó todos
sus recursos, en voz y actuación, desde su apasionamiento en “Má Písen zas mi
Láskou zní”, lo descriptivo en “ Aj! Kterak trojhranec muj prerozkosne zvoni”,
la intimidad en “A les je tichy Kolem Kol”, el entusiasmo y el fervor y hasta
el descalzarse a la usanza gitana en “Struna, naladena, hochu, toc se v kole”,
el jugar con un chal a modo de prenda holgada en “Siroke, rukhavy a siroke
gate”, el glorioso clima de intimidad en la celebérrima “Kdy mne stara matka
zpívat, zpívat ucivala” y cerrar contundentemente con “Dejte klec jestrábu ze zlata ryseho”, si el gitano no usa joyas,
Ella se las despoja para cantar la canción, si hay que danzar, se descalza, si
la referencia es la camisa holgada, jugamos con el chal como si fuera la
prenda. Una actuación completa y convincente.
Párrafo aparte Martin
Katz, acaso el mejor pianista acompañante que haya pasado por aquí en los
últimos tiempos, que hizo lo suyo con mucha categoría, en los “tempi”, en el
énfasis con que encaró cada obra y que llevo a que lograra con Mattila una
complicidad poco común que hace que el trabajo en equipo sea mucho más
efectivo.
Evidentemente no
todos iban preparados para escuchar este repertorio, aunque se sabía el
programa con bastante antelación, como que Karita Mattila lo hace
habitualmente. Muchos emprendieron la retirada con el último compás, los que
permanecimos, disfrutamos de dos bises: un
Tango Finlandés, como homenaje a la cuna del Tango y “O mío Babbino
Caro”, cantado con la calidad y convicción
de siempre. No se necesitó más.
DONATO DECINA
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