lunes, 29 de julio de 2013

“Missa Choralis”: un Liszt íntimo y desconocido


Por Pablo Ransanz Martínez. Estudiante de la Univ. Autónoma de Madrid.


La "Missa Choralis" de Franz (Ferenc) Liszt (1811-1886), fechada en 1865 supone un punto de inflexión en la época del romanticismo europeo durante el segundo tercio del siglo XIX. La partitura representa una verdadera cúspide vocal de la época, tanto por su riqueza melódica como por su carácter profundamente religioso y su sencillez desnuda.  Asistimos a una "metamorfosis" de las formas armónicas, a cierta restrospectiva hacia la polifonía renacentista del siglo XVI, sin perder un ápice del más excelso Liszt en su faceta de compositor de obras vocales.

En una temporada que vivió en Roma, Liszt redactó esta Misa durante una vida casi monástica como invitado del Cardenal Gustav Hohenlohe y en la que compuso dos Oratorios: "La Leyenda den Santa Isabel" y "Christus", entre otras obras.

Esta "Missa Choralis" para Coro Mixto, solistas y órgano fue dedicada al Papa Pío IX y su estreno tuvo lugar en Alemania - aunque Liszt quería que se hubiese estrenado en la Capilla Sixtina durante los actos de conmemoración del decimoctavo Centenario de la Santa Sede -. Parece ser que los gustos más convencionales de la curia romana no lo hicieron posible. Liszt tuvo que resignarse con la decisión final y adoptar una postura más pragmática.

Liszt ansiaba una reforma de la música religiosa, sacra: de una parte el canto llano, que impregna el material temático, y el enfoque de un audazmente original y expresivo lenguaje de armonía cromática. 

El pianista y compositor húngaro admiraba la Música de Giovanni Pierluigi da Palestrina, pero en esta obra no se muestra como deudor del maestro italiano. Liszt aporta una frescura a la música vocal mediante esta obra religiosa sin pretender imitar, igualar o superar a los grandes polifonistas del renacimiento. El oyente se encuentra, pues, ante una obra poco divulgada y que revela al Liszt más íntimo en su quehacer como compositor de obras vocales. En esta misa se exploran de manera ejemplar y fascinante las posibilidades de un coro mixto en íntima simbiosis con el órgano, mostrando un universo de posibilidades sonoras donde el melómano sucumbe ante la arrolladora paleta sentimental del maestro húngaro.

Frecuentemente se utiliza una polifonía sencilla, natural y fresca recurriendo al unísono vocal en muchos pasajes y a la homofonía, lo que convierte esta Obra Musical en una auténtica joyita.

Esta homofonía es una particularidad formal, estilística y sonora muy a tener en cuenta en la época de Liszt; puesto que, si bien pudiese parecer un retroceso hacia las formas gregorianas, significa un progreso cualitativo en la psicología musical de la época del romanticismo musical europeo. Pensemos que el espectador-oyente confía en encontrar en una primera audición de esta "Missa Choralis" una continuación de la "Missa Solemnis" deBeethoven - por citar un ejemplo -, incluso en la notación musical.  Cuál es su sorpresa al notar esas modulaciones ascendentes y desdendentes de una melodía que es aparentemente sencilla, pero revestida de una maestría fabulosa.

Es la expresión de una profunda emoción, que se traduce en una amplia gama de cambios tonales a veces bruscos, muy arrobadores, y otras veces con una gran habilidad en las que dejan que el oyente quede extrañado y prendado de las modulaciones que dificultan una obra ya de por sí compleja.

La estructura de los movimientos sigue lo establecido en el siglo XVIII en su sentido de transmitir el carácter y el trasfondo de texto, mediante la aparición y conjugación alternante entre los solistas y el Coro. No hay largosritornelli instrumentales ni tampoco melismas de adorno. La música fluye "al desnudo".

Ya desde el inicio del “Kyrie”, donde los diálogos constantes entre la cuerda de bajos y la de sopranos y contraltos introducen al oyente en una dinámica de asombro y de embrujo, con reguladores constantes y una perfecta pronunciación que culmina en el espeluznante fortissimo final, no queda otra alternativa más que rendirse a la evidencia de esta delicada obra.
La declamación casi al unísono del “Credo”, con una transición extraordinaria de pp a ff súbito en el pasaje que hace referencia a la resurrección de Cristo por parte de todas las voces, transporta al oyente a un plano paralelo al meramente musical. El júbilo y la sección más polifónica de la misa aparece en el “Gloria”, movimiento impregnado de una extraordinaria vitalidad, vigor y expresividad.
El “Sanctus” representa el momento más singular, recogido e íntimo de la pieza, donde las voces agudas despliegan todas sus posibilidades reforzadas por el órgano. El “Benedictus” transmite una serenidad casi mágica en el que la voz de tenores tiene un marcado papel dominante en pasajes de ejecución compleja, siempre con una voz transparente y límpida.
Varios pasajes recitativos aparecen en el “Agnus Dei”, donde se conjugan mediante un empaste exquisito las diferentes voces, brindándonos una verdadera sensación de trascendencia a un plano divino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario