jueves, 27 de agosto de 2015



LO MEJOR LLEGO AL FINAL

“Nuova Harmonía 2015”: Recital de Piano de Horacio Lavandera. Programa: Ludwig Van Beethoven, Sonata Nº 17 en Re menor, Op.31/2 “La Tempestad”. Sonata Nº 18 en Mi bemol mayor, Op. 31/3. Frederic Chopin: Preludios Op. 28 NºS. 7, 8, 15,16. Polonesa Nº 6 en La bemol mayor Op. 53 “Heroica”. Polonesa fantasía en La bemol mayor, Op. 61. Franz Liszt: Paráfrasis de Concierto sobre “Rigoletto” de Giuseppe Verdi, S.434. Teatro Coliseo, 26/08/15.

  Si por algo se ha caracterizado esta velada es su irregularidad. Irregularidad en lo que hizo al comportamiento  de gran parte de la concurrencia (Algo desgraciadamente muy recurrente en las tres principales salas de concierto de Buenos Aires), lo que motivó que entre el segundo y el tercer movimiento de la Sonata 18 de Beethoven, el interprete, visiblemente contrariado, debiera pedir silencio al auditorio, ya sea por estridentes tosidos, ruidos molestos, aplausos fuera de lugar, debiendo amenazar con que ante una nueva reiteración,  se retiraría de inmediato del escenario, dejando la velada inconclusa. Irregular la actuación del interprete, en donde mas allá de las vicisitudes mencionadas en el párrafo anterior,  en muy pocos momentos de la programación pudo plasmar a pleno lo mejor de su interpretación. Y mas irregular aun que la “Sintonía de Onda” Interprete-Público, se lograra solo al final, en donde Horacio Lavandera se prodigó en 6 (Sí, Seis) bises, ante el estímulo que significaba el aplauso y el entusiasmo sostenido con que se celebraba cada uno de ellos, haciendo que esto configurara una “Tercera Parte”, en la que se escuchó lo mejor de la noche. Si debo hacer un análisis, obra por obra de lo originalmente programado, en todas le cabe lo mismo,  y se resume de la  siguiente forma: Técnica impecable, buena musicalidad, sonido justo (ni chico ni ampuloso), sentimiento prácticamente nulo y ni hablar de ideas. Y decir eso al abordar los autores mencionados en la programación,  me exime de mayores precisiones.
  Lo increíble vino después, en donde un Lavandera que había concluido con la formalidad del concierto comenzó a ofrecer un bis. De repente la platea estalló en un aplauso mas fuerte que durante la parte formal y comenzó a sentir la necesidad de volver a sentarse a tocar y seguir, y así sucesivamente. Y surgió un toque mas vibrante, una interpretación mas sentida y fueron desfilando: “Adiós Nonino”, “Fuga y Misterio” y “Libertango” de Astor Piazzolla, para reincidir con Chopin y lograr un mejor resultado con el Estudio Nº 12, la “Fantasía Impromptu” y cerrar con el Nocturno en Mi bemol mayor en donde se liberó por completo, logrando una mayor expresividad y un resultado mucho mas convincente que el que tuvimos con las obras originalmente programadas.  En mucho tiempo a esta parte, no me había ocurrido una situación semejante. Hubo que esperar al final, para que viniera lo mejor de la noche.

Donato Decina

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