sábado, 14 de septiembre de 2013

BARILE Y DIEMECKE ARMARON UNA FIESTA DE SONIDO




Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Concierto de Abono N° 13, Director: Enrique Arturo Diemecke. Solista: Claudio Barile (Flauta). Programa: Carlos López Buchardo: Escenas Argentinas. Carl Nielsen: Concierto para Flauta y Orquesta. Antonin Dvorak: Sinfonía N° 8 en  Sol menor Op. 88. Teatro Colón (12/09/13).


   Bajo el título de “Folklores Sublimados”, esta velada ofrecía como plato fuerte la presencia del para Mí mejor instrumentista de viento argentino en la actualidad y la oportunidad de volver a escuchar dos obras del repertorio sinfónico que en décadas pasadas fueron trilladas hasta el cansancio, a veces de apuro, como reemplazo cuando algunas programaciones se caían, siempre por falta de dinero presupuestario y se las metía de relleno muy injustamente. Ahora, después de una merecida pausa de tiempo   muy prolongado, volvieron a los atriles y la ocasión se hizo más interesante aun para volverlas a escuchar. Son las “Escenas Argentinas” de Don Carlos López Buchardo y la Octava Sinfonía de Dvorak.  Y desde ya, fue muy acertado el título de la velada, todas obras que pintan paisajes, basta con cerrar los ojos y uno está en el lugar. Entremos entonces en materia.
   La descripción paisajista que López Buchardo efectúa en su obra, no puede ser más precisa. Es la pintura justa de un paisaje bucólico. Pampa y pampa por doquier. Aquí Diemecke ofreció una precisa interpretación (de memoria), haciendo un soberbio esfuerzo  para que suene lo más Argentina posible. Tal vez con un tiempo un poco más lento de lo habitual, PERO LO HIZO.  Tal vez la única objeción que uno tiene, sea que la Orquesta no tome a la música nacional de varias décadas atrás como una lectura rutinaria, de compromiso, como si al final lo que va a venir después es mucho mejor. Valió que el Director variara la disposición de los números. La apacible “Campera” que hicieron al principio, en realidad cierra la obra y es entendible que el doble número inicial, “Fiesta en el Campo-En el Arroyo”, fuera puesto después para darle más brillo  al cierre y lograr mejor recepción en el público y no solo Diemecke, sino que otros Directores nacionales también lo han hecho.  Pasa que con la respuesta desganada de algunos atriles, la respuesta de la concurrencia fue muy fría,  y así al soberano no se lo gana. La música argentina tiene valores indiscutibles y debe tener el lugar que se merece. Esperemos  que en la velada del próximo Jueves, el “Popol Vuh” de Alberto Ginastera, tenga la interpretación que  semejante monumento merece.
  Para culminar la primera parte, Diemecke programó con acierto el Concierto para Flauta y Orquesta de Carl Nielsen, contando con el concurso de Claudio Barile, solista del instrumento en la propia Orquesta. El conductor mexicano, cedió la palabra al flautista, quien explicó al público su visión de la obra. Más allá de que para la época en que fue compuesta (1926), el lenguaje musical  que ofrece ya estaba superado en el tiempo y tal vez pueda enrolarsela en la corriente en la que revistaban, entre otros, Rachmaninoff, tiene todos los condimentos típicos de las obras del compositor danés, intensidad, largo discurso musical, que por momentos hace acordar a sus sinfonías N°s. 3 y 4 y sí, tal vez algo de pintura paisajística, ya que fue concebida durante un largo viaje de verano por Europa y donde aprovechó para tomar algo que llamó su atención en cada región que visitó. La obra tiene una reelaboración posterior que no alcanzó a concluir, por lo que en la visión de Barile, el final queda abierto, cosa en la que discrepo ya que el final es apacible pero para Mí, de ninguna manera abierto. La Interpretación en sí fue excelente. Son obras que al gran flautista argentino le vienen como anillo al dedo  y uno las prefiere, a lado de los simplismos y lecturas de rutina como las que este año ofreció entre nosotros Emmanuel Pahud, y encontró en Diemecke, admirador también del Danés, al socio ideal ya que la Filarmónica fue decididamente el vehículo que ayudó a la perfección en el objetivo. Todos los juegos de intensidades, matices de color y pintura de paisaje, estuvieron allí. La técnica de Barile es fuera de serie.  Deberíamos tomar conciencia de la clase de instrumentistas que tenemos en nuestro medio, y aprecio que el Colón los  convoque en vez de malgastar en solistas de poca monta, caso Marcos Madrigal por ejemplo, de los que esperemos que aparezcan menos por aquí. Como bis, Barile ofreció una exquisita y sentida interpretación del estudio para flauta N° 2 de Astor Piazzolla de 1987, que hizo una vez más poner las manos rojas a la platea de tanto batir palmas.

  La parte final lo tuvo a Diemecke en su salsa, con una magnífica versión de la octava sinfonía de Dvorak. Obra que nos muestra de punta a punta el paisaje Bohemio en verano y que no puedo haber sido mejor interpretada. Si la versión que Diemecke nos ofreció en la recordada apertura de si ciclo integral Dvorak, fue vibrante y llena de ímpetu, la actual fue más introspectiva, más descriptiva y llena de color, lo que nos muestra un avance del conductor mexicano en su interpretación. Lo que sí sigo sosteniendo, tanto para aquella ocasión como en Esta, es que defiendo el ímpetu y el fervor con que encara el movimiento final. Una danza tan maravillosamente electrizante no puede interpretarse de otra manera y Diemecke lo sabe, bravo entonces por saber defender así esa convicción.



DONATO DECINA      

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